Fidel Castro y el Gran Caribe: breve mirada a su itinerario por la región (parte II y final)
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El 30 de noviembre de 1994 regresó a México, invitado a la toma de posesión de Ernesto Zedillo. El 17 de agosto de 1995 se reencontraba con el pueblo de Trinidad y Tobago, debido a que Puerto España era anfitriona de la Cumbre de los Jefes de Gobierno de las naciones miembros de la Asociación de Estados del Caribe (AEC), sobre Comercio, Turismo y Transporte.
El 17 de octubre de 1995 llegó al aeropuerto Rafael Núñez, de Cartagena de Indias, en Colombia, luego de una estancia en Uruguay y Argentina, país este último que organizó, en San Carlos de Bariloche, la V Cumbre Iberoamericana. Horas después, el 18 de octubre, pronunció un discurso en la XI Cumbre del Movimiento de Países No Alineados (NOAL).
En 1997 se trasladó a Kingston, Jamaica, esta vez ante la triste noticia del fallecimiento de su amigo Michael Manley, el 6 de marzo. Fidel asistió a las honras fúnebres en honor del extraordinario político jamaicano, quien mantuvo invariable, a lo largo del tiempo, su gran amistad con Cuba y Fidel.
El 7 de noviembre de 1997 llegó a Isla Margarita, Venezuela, con el objetivo de tomar parte de la VII Cumbre Iberoamericana.
El 29 de julio de 1998 comenzó un periplo que lo llevaría, hasta el 3 de agosto, a Jamaica, Barbados y Granada. En la primera nación estuvo en Montego Bay y Kingston, mientras que en Bridgetown participó en una emotiva ceremonia, el 1o de agosto, para develar un monumento, en la Bahía de Payne, en memoria de las víctimas del sabotaje al avión de Cubana de Aviación, ocurrido el 6 de octubre de 1976. El día 2 de agosto, en Saint George, Granada, colocó una placa conmemorativa a la ayuda brindada por el pueblo, y el gobierno cubano, en la construcción del aeropuerto de Point Salines. Un día después visitó a Alimenta Bishop, madre de Maurice Bishop, el líder granadino amigo de Cuba, quien fuera asesinado el 19 octubre de 1983, seis días antes de la criminal agresión de Estados Unidos al pequeño país.
En cada uno de esos países, no hubo un estamento al margen del magnetismo que provocaba la presencia de Fidel.
Entre el 20 y el 24 de agosto de 1998 realizó una visita sumamente emotiva a la República Dominicana. El joven estudiante Fidel Castro, apenas ingresó a la Facultad de Derecho de la Universidad de La Habana, el 4 de septiembre de 1945, se enroló, entre otras actividades, en el Comité pro Liberación de República Dominicana, que sufría los desmanes de la tiranía de Trujillo (Prieto, 2016).[1] Poco después, en 1947, fue uno de los integrantes de la fracasada Expedición de Cayo Confites. Es conocido que Fidel tuvo que lanzarse a la Bahía de Nipe para evitar ser apresado por las autoridades cubanas que, en complicidad con las dominicanas, abortaron dicho proyecto.
Fidel participó en la Cumbre de Jefes de Estado y de Gobierno del Foro del Caribe (Cariforo); recibió la Orden al Mérito de Duarte, Sánchez y Mella, en el grado de Gran Cruz Placa de Oro y se trasladó al museo-casa natal de Máximo Gómez, en Baní, donde pronunció un emotivo discurso. Entre otras actividades, ofreció una conferencia magistral en la Universidad Autónoma de Santo Domingo y llegó al hogar de su amigo y expresidente Juan Bosch, quien estaba acompañado de su esposa la santiaguera Carmen Quidiello, a quien conocía desde los preparativos de Cayo Confites y quien residió en Cuba casi veinte años.[2] Un protagonista del encuentro relató que Fidel, sonriente, le dijo a su amigo: “No vine en el 47 pero vengo ahora”.[3]
El 1o de febrero de 1999 tocaría la losa del aeropuerto internacional Simón Bolívar de Maiquetía, para participar en la toma de posesión de Hugo Chávez. Fidel había recibido a Chávez en La Habana con todos los honores, el 13 de diciembre de 1994, solo unos meses después de que saliera de la cárcel, luego del alzamiento cívico-militar del 4 de febrero de 1992. El 3 de febrero, se reencontró con la Universidad Central de Venezuela, la casa de altos estudios que visitó en enero de 1959. Ahora, como antes, aclamado por estudiantes y profesores, hizo una disertación sobre múltiples cuestiones históricas, políticas y culturales. En sus palabras meditó sobre el hecho de que una revolución solo podía ser hija de la cultura y las ideas.[4]
Entre el 16 y el 17 de abril de 1999 asistió en Santo Domingo, República Dominicana, a la II Cumbre de la Asociación de Estados del Caribe.
Entre el 26 y el 30 de octubre del 2000 realizaría una visita oficial a Venezuela. Arropado por el cariño de Chávez y el pueblo venezolano, recorrió, además de Caracas, La Guaira, Barinas, Portuguesa, Lara y Carabobo. Fue una programa sumamente intenso, en el cual, entre un sinnúmero de actividades, lo mismo intervino en la sesión solemne de la Asamblea Nacional; llegó al Cuartel San Carlos; la casa natal de Bolívar; el antiguo colegio donde José Martí impartió clases; sostuvo un encuentro con campesinos en la ciudad de Guanare y recorrió las Alturas de Buena Vista, escenario en el Campo de Carabobo de los hechos relacionados con la trascendental batalla, el 24 de junio de 1821. Visitó también la casa natal de Hugo Chávez, en Barinas; compareció, invitado por Chávez, en el programa Aló Presidente y tomó un inusual turno al bate, ante los envíos del serpentinero zurdo Hugo Chávez, como parte de un juego de beisbol entre glorias deportivas de Cuba y Venezuela, en la grama del estadio Antonio Herrera, de Barquisimeto. Especial trascendencia tuvo la firma, el 30 de octubre en el Salón Ayacucho del Palacio de Miraflores, del Convenio Integral de Cooperación entre las dos naciones hermanas.
“Su profunda identificación con las masas populares hizo que, en las más inimaginables circunstancias, se abalanzara sobre las multitudes que llevaban horas esperándolo (…)”.
El 17 y 18 de noviembre del 2000 Fidel concurrió a la X Cumbre Iberoamericana, que albergó Panamá. A su llegada a dicho país denunció la presencia en suelo canalero de Luis Posada Carriles y otros connotados terroristas que planeaban volar el Paraninfo de la Universidad de Panamá, institución en la que estaba previsto un acto de solidaridad con el mandatario cubano. Al final, ante la contundencia de la información presentada por Cuba, la presidenta panameña Mireya Moscoso se vio obligada a detener a esos criminales (los pondría en libertad vergonzosamente tiempo después, justo antes de que expirara su mandato) y en la noche del 18 de noviembre, la Universidad se abarrotó de jóvenes y profesores para dejar testimonio de su respaldo a la Revolución cubana.[5]
El 1o de diciembre del 2000 llegaría a la terminal área Benito Juárez, de la Ciudad de México, para la investidura del presidente Vicente Fox. Del 11 al 13 de agosto del 2001 realizó una nueva visita a Venezuela. Fue un viaje especial, donde además de recibir la Orden del Congreso de Angostura, en el Grado de Gran Collar; visitar el Parque Canaima, o asistir al acto de interconexión eléctrica, que le permitió a Venezuela suministrar energía al norte de Brasil, entre muchas actividades, celebró, colmado de amigos y hermanos de lucha, su 75 cumpleaños. El 10 de diciembre de ese año regresaría a Venezuela, en específico a Isla Margarita, para estar presente en la III Cumbre de la Asociación de Estados del Caribe.
El 20 y 21 de marzo de 2002 estuvo en Monterrey, en la Conferencia sobre Financiación para el Desarrollo, cita de la que se retiró y en la que el presidente anfitrión, Vicente Fox, se plegó a las exigencias del mandatario estadounidense George W. Bush.
El 22 de diciembre del 2003 realizaría una breve visita a Venezuela, a La Orchila, para reunirse con Hugo Chávez. El 28 de junio del 2005, llegaría a Anzoátegui, también en esas tierras, para aportar en el Primer Encuentro Energético de Jefes de Estado y de Gobierno del Caribe sobre Petrocaribe, portentoso proyecto de cooperación energética concebido por Hugo Chávez. Unos meses más tarde, el 5 y 6 de septiembre, llegó a Montego Bay, para la Cumbre de Petrocaribe que acogió Jamaica.
El 7 y 8 de diciembre del propio 2005 volvió a Barbados, esta vez para la II Cumbre Cuba-Caricom. Fue su último viaje a tierras del Gran Caribe, y el penúltimo en general. Solo visitaría en el futuro Córdoba, Argentina, entre el 20 y el 22 de julio del 2006, para la XXX Cumbre de Mercosur, y participar además en la Cumbre de los Pueblos, en el estadio de la legendaria Universidad de Córdoba, y en la visita que realizó a la Casa Museo del Che en Altagracia, acompañado de Chávez.
Cada una de estas visitas, hay que hacer énfasis en ello, desbordaron las actividades centrales que les dieron cuerpo. En todos los casos, sin exageración alguna, fueron verdaderos torbellinos que movilizaron, con el propósito de saludar a Fidel y conocer de primera mano sus apreciaciones, no solo sobre el devenir en la Mayor de las Antillas, sino sobre múltiples problemáticas, a los más variados sectores de cada una de esas naciones. Han quedado para la historia imágenes impresionantes, en todas esas ciudades donde se congregaban personas humildes, procedentes de puntos distantes de cada capital, para vitorear a Fidel y, en el mejor de los casos, poder estrechar su mano.
No hubo un estamento, en cada uno de esos países, al margen del magnetismo que su presencia provocaba. Chávez, por ejemplo, recordaba cuando lo vio —entonces él era un mayor del Ejército— en 1989.[6] Maduro, por su parte, se ha referido muchas veces a la llegada de Fidel, en febrero de 1999, en ocasión de la toma presidencial de Chávez. Son apenas dos ejemplos, por su simbolismo, de lo hondo que calaba, a lo interno de cada sociedad, el líder revolucionario que llegaba con la frente en alto.
Aunque Fidel siempre fue respetuoso, y colaborador, de los equipos de protocolo y seguridad, su profunda identificación con las masas populares hizo que, en las más inimaginables circunstancias, se abalanzara sobre las multitudes que llevaban horas esperándolo, a las afueras de un hotel, o en los lugares por donde transitaban las caravanas que lo conducían. Era inadmisible para él, aunque tenía conciencia del desafío que ello entrañaba para los organizadores, no reciprocar, con el contacto directo y mirando a los ojos de sus interlocutores, el respeto y cariño que esas personas le profesaban y que, por su conducto, hacían extensivos al pueblo cubano.
“Los pueblos del Gran Caribe siempre contaron con su aliento, más allá de las veces en que recorrió esas naciones”.
Téngase en cuenta que, por razones obvias de seguridad, y ante el hecho cierto de que varios de los más de 630 planes de atentado contra su figura se prepararon por sus enemigos aprovechando las visitas al exterior —habría que pensar solo, en un rápido recuento, en el viaje a Chile, en 1971, o en ocasión de las Cumbres Iberoamericanas de Cartagena de Indias, en 1994; Isla Margarita, en 1997, y Panamá, en el 2000—, sus viajes no podían ser anunciados con antelación, la mayor parte de las veces. Ello resalta todavía más su extraordinario poder de convocatoria pues, en escasamente unas horas de confirmarse el arribo a cualquiera de estas naciones, se vertebraba un movimiento, o se producía de forma espontánea, que congregaba a cifras impresionantes de personas que se mantendrían en vela, al tanto de cada detalle, mientras duraba la estancia en esos países.
Ese Fidel vigoroso, pletórico de ensoñaciones y con la capacidad de imantar por donde quiera que pasara, es el que recordamos hoy. Un hombre de carne y hueso que no creyó en imposibles y que se impuso a cada obstáculo, con la convicción martiana de la justeza de las ideas y la utilidad de la virtud. Los pueblos del Gran Caribe siempre contaron con su aliento, más allá de las veces en que recorrió esas naciones.
Notas:
[1] Alberto Prieto. Fidel Castro y la Revolución, Ocean Sur, 2016.
[2] Bosch, figura paradigmática de la intelectualidad latinoamericana y caribeña, en una descripción que entremezcla lo geográfico con una bella prosa, considera que: “El Caribe tiene forma de un toro echado. La cabeza parece mirar hacia el Pacífico, por encima de las llanuras de Yucatán; el pescuezo y el espinazo están formados por las Antillas Mayores; el anca, por las Menores. Pueden verse sus patas delanteras dobladas en las rodillas siguiendo el curso de las costas de Nicaragua, Costa Rica y Panamá; y pueden verse las traseras y el vientre descansando en las orillas de Venezuela y de Colombia […]. En sus tierras abundan los volcanes, y a la vez los valles de hermosura incomparable; en sus selvas viven el tigre y la serpiente venenosa, y pululan las orquídeas y los jilgueros; en sus ríos nadan los caimanes repugnantes y también los peces multicolores; por sus aguas pasan rugientes los ciclones, pero en ellas se refleja la deslumbrante luz del sol. El Caribe es como la vida misma, contradictorio y hermoso, mísero y rico, duro y generoso”. Juan Bosch: Póker de espanto en el Caribe,en Bosch, Juan: Obras completas en XII Tomos, Tomo XI, Fundación Juan Bosch, Editora Corripio, Santo Domingo, 2007, p. 267.
[3] Luis Báez: Fidel por el mundo, Casa Editora Abril, La Habana, 2011, p.321.
[4] En sus emotivas palabras en la emblemática instalación universitaria caraqueña, se refirió con amplitud al papel de las ideas dentro de nuestro proceso revolucionario. “La batalla de ideas la estamos ganando (Aplausos); sin embargo, el campo de batalla no es nuestra sola islita, aunque en la islita hay que luchar. El campo de batalla hoy es el mundo, está en todas partes, en todos los continentes, en todas las instituciones, en todas las tribunas. Eso es lo bueno que tiene la batalla globalizada (Risas y aplausos)”. Fidel Castro Ruz: “Una revolución solo puede ser hija de la cultura y las ideas”, en Venezuela: un momento estelar (Fidel por segunda vez en el Aula Magna), Edición del Rectorado de la UCV, Caracas, 1999, p. 46.
[5] El autor de estas líneas tiene el honor de haber formado parte, en calidad de dirigente de los universitarios cubanos, de la delegación oficial que acompañó a Fidel, entre otros recorridos, tanto a este viaje a Panamá como al ya citado a Venezuela, en octubre del 2000.
[6] Hugo Chávez: Mi primera vida, Conversaciones con Ignacio Ramonet, Editorial José Martí, La Habana, 2014.