Como Fidel, ninguno
En 1950 matriculé Medicina en la Universidad de La Habana. El 2 de octubre de ese año llegué como a las 7:30 a.m. a la puerta del hospital Calixto García, donde nos reuníamos los estudiantes para ir a las distintas salas, y me enteré de que había una asamblea de la Universidad en el anfiteatro del hospital.
Me dijeron que el abogado Fidel Castro era uno de los que presidía aquella reunión donde se exigía la libertad del líder puertorriqueño Pedro Albizu Campos. Entré a la asamblea y vi por vez primera a Fidel, quien acompañaba al hijo de Albizu Campos. Al finalizar Fidel lanzó una convocatoria: «Para la calle, a desfilar por Ronda y San Rafael. A parar el tránsito y pedir la libertad de Pedro Albizu Campos». Y salimos en la marcha, pero cuando llegamos a San Rafael y Ronda había un cordón de policías. Empezamos a correr y nos hicieron prisioneros a algunos. Yo caí junto con Fidel. En la estación de policía me preguntó que de dónde era. Le dije: «De Santiago de Cuba». «¿Y en qué año estás?», volvió a preguntar. «Yo empecé ahora», le respondí. Se
sonrió, me dio una palmada en el hombro y me dijo: «Ah, te estás estrenando en la lucha universitaria».
Después lo vi el 27 de enero de 1953 en la marcha de las antorchas en la escalinata de la Universidad de La Habana. Meses más tarde supe que aquel Fidel era el líder del asalto al Moncada. Enseguida comprendí cuál era su estrategia de lucha: la guerra armada contra la dictadura. Entonces me incorporé desde la lucha estudiantil al Movimiento 26 de Julio. Fui perseguido en La Habana y tuve que salir al exilio, primero a Guayaquil, Ecuador, y después a Miami, Estados Unidos. Allí coincidí con el viejo amigo y compañero de la FEU, Juan Nuiry Sánchez, y fuimos los dos a ver a Haydeé Santamaría, quien después de la reunión de Altos de Mompié había ido para Miami como delegada del Movimiento 26 de Julio en el exterior.
Queríamos volver a Cuba, pero con Fidel para la Sierra, no para otro lugar. Haydeé lo consultó y en menos de 48 horas llegó la respuesta de Fidel: «Los dirigentes estudiantiles que vengan urgente, en el próximo vuelo». Y así es que se organizó la Operación Aérea FEU. Llegamos a la Sierra Maestra Juan Nuiry, secretario general de la organización de la Universidad de La Habana, José Fontanills, vicepresidente en la Universidad de Oriente, y yo, entonces
presidente de la Escuela de Medicina. Aterrizamos con el avión cargado de armas en Cieneguilla, cerca de Manzanillo, en octubre de 1958, y después de mucho andar por las lomas nos encontramos con Fidel en La Plata. El Comandante nos abrazó. Se acordó de mí, de cuando nos habíamos conocido en la manifestación por la libertad de Albizu Campos.
Fíjate si habló con nosotros que empezó a las 4:00 p.m. a conversar y, a las 8:00 a.m. del otro día, pasó Celia Sánchez y él le dijo:
«Búscale café a los muchachos de la FEU no vaya a ser que se me queden dormidos».
Ese era Fidel. Fue desde entonces y por casi 60 años de Revolución un maestro para nosotros. Como todo ser humano pudo haber cometido errores, pero su grandeza es superior. En mi vida conocí a muchas personalidades en el mundo, pero como Fidel, ninguno.