El «¡Yo acuso!» de Fidel
Data:
Fonte:
Autor:
La sureña ciudad de Cienfuegos vivía días de tensión. El 12 de noviembre de 1950, Fidel y otros dirigentes de la FEU acudieron a esa urbe en solidaridad con los estudiantes, quienes habían convocado a un mitin, en protesta contra la brutal coerción de Aureliano Sánchez Arango, ministro de Educación, y Lomberto Díaz, titular de Gobernación, del gabinete de Carlos PríoSocarrás, quienes clausuraban las asociaciones estudiantiles, perseguían a sus dirigentes y suprimían el derecho de reunión, movilización y organización de actos.
La respuesta gubernamental frente al acto estudiantil, fue la represión más brutal e injustificada; Fidel y Enrique Benavides Santos, representantes de la FEU, fueron atropellados por las fuerzas policiales, detenidos y encarcelados en el vivac de Santa Clara. Según el atestado dirigido al presidente del Tribunal de Urgencia se les acusaba de “un delito contra el orden público”. Se les concedió libertad provisional, en espera del juicio oral y público (causa 543), fijado para el 14 dediciembre, en la Sala Tercera del Tribunal Provincial de Urgencia de Las Villas, en Santa Clara.
Poco antes del juicio, Fidel dirigió una carta abierta al pueblo cienfueguero, en la que expuso la verdad de lo ocurrido. Explicó que los universitarios habían respondido a una invitación de los estudiantes del Instituto de Segunda Enseñanza para hablar en un acto convocado con todos los requisitos legales y cuyo fin era protestar por el ensañamiento del ministro de Educación contra los estudiantes. Denunció que los representantes del gobierno violaban la Constitución, escarnecían los más elementales derechos del ciudadano: «¡ellos son los que alteran el orden, la paz y la justicia!».1
Refiriéndose al capitán Manuel Pérez Borroto, principal acusador, preguntaba Fidel: «[…] ¿Y tendrá razón el descompuesto capitán del ejército cubano —que no merece serlo— que en forma insolente y cobarde nos llamó forasteros remitiéndonos esposados al Tribunal de Urgencia?». Y añadió: «[…] tamaña mala fe al acusar de forasteros e instigadores a unos invitados que apenas tuvieron tiempo de “sacudirse el polvo del camino” y de abrir la boca para reponer las energías perdidas con la comida que un universitario amable como todos los cienfuegueros nos obsequió en su casa». Concluyó Fidel su carta abierta con un mensaje aleccionador para el capitán: «[…] rectifique a tiempo el señor capitán […] no hay mérito sino ignominia en ser verdugo del pueblo».2
Por esos días, leía Fidel el formidable artículo «¡Yo acuso...!», escrito por el novelista Émile Zola, referido al caso Dreyfus y publicado en el periódico L'Aurore, el 13 de enero de 1898, en forma de carta abierta al presidente de la República Francesa.3
En su propio juicio por los sucesos de Cienfuegos, Fidel asumió su autodefensa, en la que apenas se refirió a la acusación. Sin embargo, esgrimió el «¡yo acuso!» en una alocución enérgica y apasionada; denunció los atropellos del Ejército y la Policía contra la población; la corrupción del régimen auténtico; la falta de garantías constitucionales; la malversación del erario público; el asalto a los sindicatos por pandilleros y gánsteres protegidospor el gobierno de Prío y otros males que sufría Cuba como el desempleo, la falta de suficientes escuelas y hospitales, los desalojos y las riquezas del país en manos extranjeras.
Ante aquel inusitado reclamo de justicia social, ante la valentía de aquella implacable denuncia, el ambiente se volvió tenso. Benito Besada, abogado que había asumido la defensa de Benavides, a la pregunta de Fidel respondió que temía que habría condena. Sin embargo, los acusados fueron absueltos por falta de pruebas.
Aquella primera autodefensa, sin duda, serviría a Fidel de experiencia para cuando, tras los sucesos del Moncada, volviera a denunciar con dignidad y coraje al régimen tiránico que sufría Cuba.
Referencias
1 Cit. por Aldo Isidrón del Valle: «Patriótico ¡yo acuso! de Fidel Castro», en Cubaperiodistas, 16 de diciembre del 2020.
2 Ibidem.
3 En 1894, Alfred Dreyfus, oficial dorigen alsaciano y judío, fue acusado injustamente de haber entregado documentos a Alemania, condenado a cadena perpetua y enviado a la isla del Diablo, en la Guayana Francesa. Su familia organizó su defensa y el verdadero traidor fue identificado en noviembre de 1897. El creciente apoyo a Dreyfus obligó a llevarlo a un consejo de guerra, que lo absolvió en enero de 1898. El escandaloso veredicto llevó a Zola a acusar por medio de la prensa, entre otros, al ministro de la Guerra y el jefe del Estado Mayor del Ejército. Aunque Zola fue enjuiciado y exiliado, su juicio sacó a la luz las irregularidades del caso Dreyfus y este fue indultado en 1906.