Segunda Declaración de La Habana: El día en que todo el mundo puso los ojos sobre Cuba
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La Habana, Cuba, Territorio Libre de América. Febrero 4 de 1962. La Plaza está abarrotada. Es la mayor concentración popular desde que triunfó la Revolución tres años atrás. Un niño, sobre los hombros de su padre, mira a la tribuna con unos binoculares.
“Porque esta gran humanidad ha dicho ¡basta! y ha echado a andar”, dice el primer ministro Fidel Castro al finalizar la declaración. Poco antes había sentenciado allí mismo, frente a casi un millón y medio de cubanos: “En todo el mundo están puestos los ojos sobre nuestro pueblo en el día de hoy; los pueblos de todos los continentes están esperando esta respuesta de nuestra patria”.
El joven gobierno revolucionario había convocado a la Segunda Asamblea General Nacional del Pueblo para el 4 de febrero, luego de que Cuba fuera expulsada de la Organización de Estados Americanos (OEA), durante la VIII Reunión de Consultas de Ministros de Relaciones Exteriores de esa organización, celebrada en Punta del Este, Uruguay, entre el 23 y el 31 de enero de 1962.
En la cita de cancilleres, el gobierno de Estados Unidos utilizó como pretexto el vínculo de la Isla con naciones extracontinentales y lo incompatible del marxismo-leninismo con los principios del Sistema Interamericano, para promover nuevas sanciones económicas contra la Isla y cesar el comercio. Acusaban a Cuba de querer exportar su revolución, como si se tratara de una mercancía, pero “las revoluciones no se exportan, las hacen los pueblos”.
Mientras esto sucedía en Uruguay, en La Habana, el expresidente mexicano Lázaro Cárdenas junto al entonces senador chileno Salvador Allende y otras personalidades como Roque Dalton, Fabricio Ojeda, Pedro Mir y Jacobo Arbenz, inauguraron una Conferencia de los Pueblos a la par de la reunión de cancilleres de la OEA, con el objetivo de apoyar a la Revolución Cubana.
Con la mayoría mínima de catorce votos (dos de ellos comprados por Estados Unidos), en Punta del Este expulsaron a Cuba de la organización. El gobierno revolucionario –representado allí por el Canciller de la Dignidad, Raúl Roa, y el Presidente de la República, Osvaldo Dorticós– votó en contra de la resolución. Se abstuvieron Brasil, Argentina, Chile, Bolivia, Ecuador y México. Con la excepción de este último país, todos los gobiernos de América Latina rompieron relaciones diplomáticas con La Habana.
¿Cuál fue la respuesta de Cuba?
En un contexto de transformaciones en el país, producto de la llegada al poder de un gobierno revolucionario hacía apenas tres años, y en medio de la constante injerencia de Estados Unidos para derrocar a la Revolución, se convocó a los cubanos a la Plaza.
El entonces primer ministro, Fidel Castro, presentó la Segunda Declaración de La Habana, aprobada por casi un millón y medio de cubanos que se encontraban allí. En el histórico documento se ratificó lo planteado en la Primera Declaración –también aprobada en consulta popular, el 2 de septiembre de 1960– en cuanto a la posición de Cuba ante la injerencia de Washington.
Hace 60 años, en aquella concentración popular en la Plaza de la Revolución, se condenó la ruptura de relaciones diplomáticas de los países miembros de la OEA –exceptuando a México– con la Mayor de las Antillas.
Un día antes de la Segunda Declaración de La Habana, como si fuera poco, el entonces presidente Kennedy firmó la Orden Ejecutiva Presidencial número 3 447, que establecía el bloqueo total del comercio entre Cuba y Estados Unidos.
Tanto la Segunda como la Primera Declaración de La Habana, y posteriormente la de Santiago de Cuba reflejaron la solidaridad y el internacionalismo como pilares fundamentales de la política exterior de la Revolución Cubana, así como el derecho de los pueblos a la libre autodeterminación y la vocación latinoamericanista de la nación. Dejaron claro que en el Caribe había una Isla rebelde.
Historiadores e investigadores refieren que el documento es, asimismo, expresión del ideario martiano vigente en el proceso revolucionario, al ser un texto antimperialista y de lucha por la libertad de los pueblos. Tanto es así que han pasado seis décadas y mucho ha cambiado, pero si hay algo incólume e irrenunciable es, sin que resulte manido, la soberanía e independencia del país. Quizás por eso los ojos del mundo siguen mirando a la Isla cada vez que ha hecho falta la respuesta de Cuba.