Llegamos a caminar sobre el agua
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Fue el 12 de septiembre de 1989 cuando Fidel llegó por primera vez a la cayería norte de Villa Clara. Tomás Cárdenas García, entonces primer secretario del Comité Provincial del Partido, y otros compañeros, le habían hablado de las bondades de ese lugar para poder desarrollar el turismo, y él, que era amante de evaluar con ojos propios cada sugerencia, se aventuró a visitar el lugar.
Con extraordinaria paciencia escuchó a los compañeros que habían estudiado la zona. Luego pidió sobrevolar el área en helicóptero, y cuando parecía que ya iba de regreso, una maravilla lo llevó a hacer descender la nave en una explanada al este de Cayo Santa María, donde había una playa de arenas muy blancas.
Sin perder tiempo, Fidel se cambió de ropa y caminó hacia el agua, penetrando hasta la profundidad. Al rato comenzó a salir de manera lenta, y cerca de la orilla se le oyó repetir: «Esto es un fenómeno». Fue entonces cuando le dijo al Primer Secretario del Partido en Villa Clara: «La inversión será aquí», según cuentan Naida Orozco y el propio Tomás Cárdenas en el libro Collar de Piedras.
Así quedaba decidida la construcción del pedraplén Caibarién cayo Santa María, una de las obras más colosales que se hayan construido en Cuba, muestra de la extraordinaria visión estratégica de Fidel, esa que le permitía avizorar dónde estaban las principales fuentes de ingresos para nuestra economía.
Para muchos, aquello constituía una osadía, atendiendo a las adversidades impuestas por el periodo especial en el que se adentraba Cuba tras la caída del campo socialista, las complejidades de la obra y lo costosa que sería su ejecución.
Sin embargo, como tantas veces hizo el Comandante en Jefe, para quien no había imposibles, él continuó adelante con el sueño; asignando los recursos necesarios al contingente Campaña de Las Villas, constructor de ese camino sobre el mar, sin el cual no podría acometerse la edificación de los hoteles y el resto de la infraestructura necesaria para poder fomentar el turismo en la zona.
Ordenada la primera brigada de equipos que comenzaría a trabajar en aquel proyecto bajo el mando de Orlando Rodríguez; el 15 de diciembre de 1989 fue lanzada la primera piedra al mar, con lo cual se iniciaba lo que muchos califican como una proeza, obra que tuvo un costo superior a los 85 millones de pesos.
La vía, que comunica a los cayos Las Brujas, Ensenachos y Santa María, al igual que los pequeños islotes de Cobos, Fragoso, Majá, Francés, Las Picúas y Español de adentro, fue concluida diez años después de iniciada.
Mas, el pedraplén villaclareño es solo una muestra de lo que fue capaz de lograr el líder histórico de la Revolución con su luz visionaria y una voluntad de acero. De ello pueden dar fe el desarrollo científico y biotecnológico cubano y la soberanía tecnológica alcanzada, que le ha permitido a Cuba hacer frente a la pandemia de la COVID-19 en un escenario de bloqueo recrudecido y desarrollar sus propias vacunas.
A él se debe también el proceso de industrialización que vivió el país tras el triunfo del 1ro. de Enero, de lo cual la provincia de Cienfuegos constituye un buen ejemplo, aunque no el único. Grandes obras como la termoeléctrica Carlos Manuel de Céspedes y la refinería de petróleo Camilo Cienfuegos, deben su creación al Héroe del Moncada, del Granma y la Sierra.
Y cuando se aborde la grandeza de un hombre de la talla de Fidel, no debe dejar de mencionarse todo cuanto hizo por forjar la voluntad hidráulica, de lo cual dependería el fomento de la agricultura y otros programas, además de garantizar el mejoramiento de la calidad de vida de la población.
Consciente de la pésima situación encontrada al triunfo de la Revolución, donde, por ejemplo, de los 300 asentamientos con más de mil habitantes, solo 114 contaban con suministro de agua por acueducto y 12 con alcantarillado, y la necesidad de mitigar los efectos de la sequía, Fidel comprendió que aquella situación debía ser cambiada.
Así se inició la construcción de centenares de presas en la mayoría de los territorios para superar con creces la exigua cantidad de 13 embalses pequeños, que tenía el país en 1959. Ese es el Fidel que todos admiramos y que nos continúa guiando: el que nunca se cansó y el que jamás desfalleció ante las dificultades, por grandes que estas fueran.