Cuando bloqueo significa genocidio
Tan chocante como sufrir la permanente injusticia, es que muchas veces ni puedas denunciarla en todo su alcance. Con frecuencia algo semejante ocurre con el bloqueo económico, comercial y financiero que le impone el Gobierno de Estados Unidos a Cuba, pues exponer públicamente las arduas gestiones que deben hacerse para adquirir determinado equipo o materia prima, también conllevaría a exponer a muy probables presiones, o hasta sanciones, a determinado suministrador extranjero.
Recientemente, Eulogio Pimentel Vázquez, vicepresidente del grupo empresarial BioCubaFarma, refirió que, como promedio, para producir una dosis de vacuna se necesitan 10 000 surtidos diferentes que, por su especialización, habitualmente provienen de unos 300 fabricantes, localizados como promedio en 30 países.
Recalcó la complejidad de la gestión logística para esa industria, incluso para naciones más desarrolladas, la que, sin embargo, es mucho más compleja para Cuba, en tanto el Gobierno de Estados Unidos asedia y obstaculiza cada una las transacciones económicas y financieras de nuestro país que logre conocer.
Mi padre, que fue un hombre sabio, cierta vez me dio un consejo. Si quieres saber cómo de verdad eres recibido en una casa, no te fijes en cómo te tratan los dueños, sino en cómo lo hacen sus hijos. Si estos no te muestran simpatía, o si le descubres cierto rechazo, es que no se habla bien de ti en esa casa. Así pasa también en la política, y lo que en realidad Estados Unidos quisiera para nuestro país –y que no se atreve a expresar de forma abierta por su carácter genocida– es fácil de descubrir en sus hijos: esos engendros suyos, los más de 20 medios que paga y asesora para la guerra mediática contra Cuba.
Una rápida búsqueda de titulares en Google, permite ver lo que estos medios «promueven»: supuestos riesgos para la salud de nuestras vacunas; personas que no se vacunarán ni permitirán que lo hagan sus hijos, por falta de confianza en ellas; el destaque permanente de muertes, reales o supuestas, descontextualizadas de la eficacia real, que posee cualquier vacuna anti-covid –sea cual sea su marca o país de fabricación–, las cuales no excluyen la contingencia de algún que otro desenlace fatal… El objetivo es crear alarma para que las personas no se vacunen, con la peregrina idea de que la pandemia haga lo que ellos no han podido hacer tras 62 años de agresiones.
También mi padre aquella vez me dijo: si no te basta ese examen puntual, fíjate en la historia de las relaciones con esa familia: si antes viste que no te trataron bien; si alguien, de tu extrema confianza, ya te advirtió de que no eres bien mirado ahí; si alguna vez necesitaste ayuda y te la negaron, aun cuando esto no hubiese significado un gran esfuerzo para ellos... Así también pasa en la política: la historia habla más que cualquier discurso hipócrita: como botón de muestra, apenas recordemos aquella epidemia de dengue hemorrágico, introducido en Cuba por la cia, y que costó la vida a 101 niños.
Para la producción de vacunas, la Isla adquiere medios de cultivo en países lejanos, imposibilitada de comprarlos en territorio estadounidense, debido a las conocidas restricciones del bloqueo económico. Un informe de la confederación internacional Oxfam recoge que adquirir esos medios en países lejanos le lleva a Cuba más de 24 días, mientras que comprarlos en ee. uu. serían 17 horas.
Como se sabe, tenemos un retraso en la vacunación respecto de lo proyectado en mayo. En esa fecha se estimó que ya en agosto un 70 % de la población cubana estaría completamente vacunada, pero la producción de Soberana 02 y Plus se vio retrasada casi dos meses. La causa no solo fue la imposibilidad de adquirir cultivos en Estados Unidos, sino también los obstáculos que ese cerco económico impone a terceros países en su comercio con Cuba. Recientemente, el grupo Empresarial de las Industrias Biotecnológica y Farmacéutica de Cuba condenó en la plataforma de Oxfam los efectos nocivos de esa política de Washington.
Sin embargo, aun con ese asedio criminal, nuestro país ha disminuido sensiblemente la incidencia de la pandemia con el avance de la vacunación. El ejemplo más significativo lo tenemos en La Habana, que con un 70 % de inmunizados, ya tiene una tasa diaria sostenida de menos de 200 casos por millón de habitantes.
Vean entonces por qué podemos afirmar que la política del bloqueo económico es genocida. Si toda Cuba hubiese alcanzado el 70 % de inmunización en agosto, según lo previsto, en vez de los 7 000 y más casos promedio diario, que se tuvieron en septiembre, se hubiera tenido apenas unos 2 000. O sea, más de 5 000 casos diarios promedio, así como los fallecidos que eso conlleva, son, sin lugar a dudas, culpa de ese bloqueo. Un verdadero asesinato de compatriotas que, lamentablemente, todavía hay quien osa justificar.