Inspiración eterna
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La historia es un incesante volver a empezar, decía el ateniense Tucídides (460-395 a.C.), y esa idea seduce a repasar los hechos que vinculan a la familia Montané Oropesa con la Revolución, a propósito de celebrarse hoy el Día Internacional de la Familia y el aniversario 65 de la salida de los moncadistas del Presidio Modelo.
Junto a familiares de otros combatientes como Juan Almeida Bosque y Pedro Miret, ese ilustre clan pinero conformó el núcleo del movimiento que luchó por la liberación de los revolucionarios que asaltaron el Moncada, y fue tal el empuje popular que las puertas del Presidio se abrieron el 15 de mayo de 1955 para que esos jóvenes de la Generación del Centenario, liderados por Fidel Castro, salieran a cumplir sus promesas al Apóstol.
Pero esos dos años de espera no fueron fáciles, sobre todo para las madres de los recluidos, quienes en su afán de despertar la sensibilidad pública promulgaron la Carta de las Madres de toda Cuba, firmada por María Esther Aguilera, Rosario Bosque de Almeida, Luisa Prieto de Miret y Zenaida Oropesa de Montané. Así se gestó el movimiento Pro Amnistía desde la otrora Isla de Pinos que luego se amplificó por todo el país, hasta que el tirano debió firmar la anhelada ley.
Si viajar en el tiempo fuera una opción real, muchos agradeceríamos estar junto a esas familias y a una multitud de cubanos dignos, inquietos desde las 11 de la mañana en la puerta principal del reclusorio para hombres, en esta pequeña isla al sur del archipiélago cubano.
Cerca de la una de la tarde salieron los primeros: Eduardo Rodríguez, José Suárez, Jesús Montané, Ernesto Tizol, Oscar Alcalde, Fidel Labrador, Gustavo Arcos, Abelardo Crespo, Pedro Miret y Ciro Redondo. Media hora más tarde apareció en la escalinata el segundo grupo: Armando Mestre, Enrique Cámara, Agustín Díaz, Orlando Cortés, Mario Chanes y Juan Almeida, con Fidel y Raúl Castro al frente. Por último descendieron Ramiro Valdés, José Ponce, Julio Díaz, René Bedia, Reynaldo Benítez, Francisco González, Gabriel Gil, Rosendo Menéndez, Andrés García, Israel Tápanes y Eduardo Montano.
En cada oleada, el júbilo popular estalló: abrazos, risas, apretones de manos, palmaditas en la espalda. Según registran documentos que atesora el museo Casa Natal Jesús Montané, varios vehículos trasladaron a los moncadistas hacia Nueva Gerona, y Juan Almeida Bosque y sus familiares fueron a casa de la revolucionaria Francisca Herrera (Tin Tan), en Sierra Caballos, donde se alojaban los hermanos de Juan cuando venían a visitarlo al presidio.
Otro grupo, entre los que se encontraba Abelardo Crespo, visitó la finca El Abra, donde vivió José Martí, mientras Fidel y el resto de los compañeros se desplazaron hasta la casa de la familia Montané Oropesa, donde agradecieron la acogida de familiares, amigos y periodistas.
A las 3:00 p.m., en el extinto hotel Isla de Pinos (hoy parque 15 de Mayo), el líder revolucionario habló a la prensa para agradecer a todo el pueblo cubano por el apoyo y confirmar la decisión de continuar la lucha.
En la noche, en el muelle donde se encontraba atracado el barco El Pinero, la población de Nueva Gerona se reunió para observar la partida del ya histórico buque, que zarpó más tarde de lo acostumbrado y con una única carga: aquellos jóvenes de la Generación del Centenario, listos para hacer realidad la libertad de Cuba. Antes de zarpar, los moncadistas entonaron la Marcha del 26 de Julio.
Con todas las precauciones que impone la COVID-19, el pueblo pinero festejará este hecho, como cada año, para honrar aquel ejemplo de cohesión popular, que inspira a continuar la obra desde maneras diferentes de pensar y vivir, pero con los mismos valores que impulsaron la concreción de los sueños nacidos entre las rejas del Presidio Modelo, donde la Revolución encontró su laboratorio más fecundo.
Aquí, el Consejo de Defensa Municipal otorgará en esta jornada la condición Aniversario 65 a una treintena de personas naturales y jurídicas, para reconocer su altruismo en estos dos meses de batalla epidemiológica, y se aprovechará la efeméride para reflexionar sobre el rol esencial de la familia en la educación del pueblo, y las oportunidades de aprendizaje permanente y consolidación de valores intrínsecos al sistema social cubano que ese núcleo representa.
La fórmula del amor triunfante
Al llegar a La Habana, ya el día 16 de mayo, cientos de compatriotas recibieron enardecidos a los jóvenes liberados, y el propio Fidel entregó a la prensa un documento que tituló Manifiesto al pueblo de Cuba, en el que ratificaba el compromiso de su generación de continuar luchando por sus ideales, aun al precio de su existencia.
La inspiración martiana de tales acciones fue reivindicada nuevamente al afirmar que el proyecto de República que defendían debía estar basado en el decoro, o no valdría «ni una lágrima de nuestras mujeres, ni una sola gota de sangre de nuestros bravos», en clara referencia a los combatientes masacrados en el Cuartel Moncada y a sus madres, muchas de las cuales los recibieron en la terminal ferroviaria con una bandera cubana y se sumaron al coro que entonó el himno de Bayamo, desafiando a las fuerzas policiales presentes.
«Nosotros sabremos cumplir con el deber que demanda la patria. Nuestra libertad no será de fiesta o descanso, sino de lucha y deber, de batallar sin tregua desde el primer día, de quehacer ardoroso por una patria sin despotismo ni miseria, cuyo mejor destino nada ni nadie podrá cambiar», enfatizaba el Manifiesto.
A 65 años de aquel hecho, es conveniente revisitar este pasaje de nuestra historia y vincularlo con el quehacer actual por el bienestar de toda la población, en el que se ratifica la voluntad fidelista de construir una nación «para la libertad, el progreso y la felicidad de todos los cubanos, bajo aquella fórmula del amor triunfante que Martí bordó alrededor de la estrella solitaria en la bandera nueva: con todos y para el bien de todos».