Adiós a un amigo
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Al cierre de esta edición todavía sonaban los teléfonos en la Embajada de Cuba en Montreal. Voces anónimas, una y otra vez, se sucedían para agradecer la presencia de Fidel en Canadá y el gesto de asistir a los funerales del ex Primer Ministro Pierre Trudeau. Voces tan espontáneas, como las que se escucharon en la fila que, a la entrada del Ayuntamiento de la ciudad, se disponía a rendir honores frente al féretro del estadista, y que rompieron la compostura del lugar para aplaudir, saludar y dar gritos, en perfecto español, de Viva Fidel.
Emocionado, solemne, enfundado en un sobrio traje gris, nuestro Comandante de Jefe dedicó un minuto de silencio ante el cuerpo del amigo, "hombre recto y valiente" que desafió la política norteamericana de aislamiento de Cuba y que viajó a nuestro país en 1976 para estrechar los vínculos diplomáticos y económicos con la Isla.
Una visita que transcurrió en tono de mutuas simpatías y confesado respeto, y que fue el punto de partida de una amistad que sobreviviría a la etapa en que el líder canadiense ocupó responsabilidades al frente del Gobierno. Un encuentro que dejaría en la historia de las relaciones entre los países ricos y los pobres una huella de entendimiento y de preocupación responsable ante los problemas de la mayoría desfavorecida del planeta. Un ejemplo evidente de lo anterior, comentaba Fidel, fue el Comunicado Conjunto Cubano-Canadiense, dado a conocer el 29 de enero del 76, al término de la visita de Trudeau a la "Isla maravillosa", como la había llamado públicamente el líder canadiense.
Allí se reconocía la satisfacción por el aumento del comercio entre los dos pueblos y las posibilidades de ampliarlo todavía más; las razones para que el gran país norteño hiciera más efectiva la ayuda para el desarrollo tanto a Cuba como a otros países del Tercer Mundo; la posibilidad de acuerdos de cooperación en distintas ramas y con especial interés en la pesca y en el deporte...
Por supuesto, se incluyeron principios compartidos por ambas naciones sobre la urgencia de detener la carrera armamentista, de poner fin a la agresión al medio ambiente y de establecer un nuevo orden económico internacional basado en la igualdad y en la justicia, conceptos que todavía hoy levantan ronchas en la mala conciencia imperial.
En la conferencia de prensa que siguió a aquella declaración conjunta, el entonces Primer Ministro Fidel Castro comentaría: "entiendo que la política que sigue Canadá es un buen ejemplo para Estados Unidos, que le demuestra las posibilidades de que puede existir una política de verdadero respeto entre los países, y es un ejemplo de relaciones entre los países industrializados y los países subdesarrollados.".
En honor al ser humano que hizo posible ese diálogo, llegó la delegación cubana que preside el líder de nuestra Revolución y que integran además el canciller Felipe Pérez Roque, el Secretario del Consejo de Estado José Millar Barruecos, el miembro de Consejo de Estado Carlos Valenciaga y el embajador cubano en Canadá Carlos Fernández de Cossío. "Se puede decir que hemos preparado este viaje en tiempo récord, es casi un récord olímpico", confesaría el Comandante durante el vuelo La Habana-Montreal, en unos breves momentos en que se concedía a la lectura a un abultado pliego de documentos que apuraba en el camino.
Efectivamente, todo se decidió en unas pocas e intensas horas, y a la ciudad canadiense llegaría todavía con un fardo de trabajo, noticias y emociones que lo anclaban a La Habana: "Hoy es un día histórico en Cuba -diría poco antes de aterrizar la aeronave de CUBANA y cuando aun daba los toques finales a la declaración sobre el motivo de su presencia en las exequias, que reproducirían todas las agencias unas horas después-. Comenzaron las clases por la televisión.".
A las 5:50 de la tarde Montreal recibiría a los cubanos con una temperatura agradable, con decenas de periodistas apostados en los lugares más imprevisibles y abriéndoles las puertas de un hermoso hotel del centro local, el Marriot, con todas sus habitaciones ocupadas por personalidades de distintos puntos del país y del mundo que asisten a los funerales del eminente político. Allí nos comunican que el funeral de Estado de Pierre Elliot Trudeau cierra este martes con una misa fúnebre en la Basílica de Notre Dame, una preciosa construcción de 1829, creada por el arquitecto James O'Donnell y que conserva uno de los órganos más grandes del mundo.
Pero antes, justo al cierre de esta edición, nos esperaba otro momento de emoción y dolor. Fidel sostenía un íntimo encuentro con los hijos de Trudeau, Justin y Sacha, y los muchachos abrazaban consternados y agradecidos a Fidel.
Logro ver, en una imagen rapidísima que tomar en su cámara el realizador Roberto Chile, que el más joven de los dos ha reclinado su cabeza por unos segundos en el pecho de nuestro Comandante.