Articoli

¡Fidel es nuestro!

Data: 

15/10/1995

Fonte: 

Juventud Rebelde
Reclamaba una mujer uruguaya a un policía que le impedía el paso para ir a saludar al Jefe de la Revolución Cubana. La escena tenía lugar el 3 de mayo de 1959. Fidel acababa de llegar a Montevideo procedente de Buenos Aires donde había intervenido en la Conferencia Económica Interamericana auspiciada por la Organización de Estados Americanos (OEA). Su improvisado discurso de 80 minutos ante el llamado Comité de los 21 -dependía de la OEA- fue interrumpido en diferentes ocasiones por cerradas ovaciones de los delegados latinoamericanos a la vez que se escuchaban exclamaciones: "Muy bien" y "bravo".

En esta intervención que ya forma parte de la historia de nuestro continente, Fidel planteó la necesidad de crear un fondo de 30 000 millones de dólares en los próximos diez años para el desarrollo de América Latina. A las pocas horas el Departamento de Estado hacía declaraciones oponiéndose a la iniciativa cubana. Fidel permaneció tres días en Argentina donde arribó después de cumplimentar una invitación que le hiciera la Asociación de prensa de Estados Unidos.

La llegada a la capital uruguaya fue domingo en la tarde. La hora y el día no impidieron al pueblo lanzarse a la calle para darle la bienvenida al Héroe de la Sierra Maestra. La avenida que comunica el aeropuerto con el centro de la ciudad estaba llena de gente con pancartas, afiches y retratos de Fidel. Mujeres y hombres alzaban en brazos a sus hijos para que vieran al líder revolucionario. Por acuerdo del Consejo Nacional de Gobiernos Fidel fue declarado huésped oficial de Uruguay. Esa misma noche se reunió con la prensa. Fue una conferencia que duró hasta la madrugada. Durante tres horas Fidel respondió todas las interrogantes formuladas por los periodistas. El lunes en horas de la mañana en un avión de la Fuerza Aérea viajó a las zonas devastadas por las inundaciones provocadas por torrenciales aguaceros.

Conversó con hombres, mujeres y niños vecinos cercanos a la represa del Rincón del Bonete, una de las más afectadas. También estuvo en Chamberlain, ciudad gravemente dañada por las aguas. A su llegada fue recibido por los jefes militares e integrantes del comando de emergencia, mientras las tropas en formación le rendían honores.

A su regreso frente al hotel Victoria Plaza -donde se alojaba- la policía tuvo que hacer serios esfuerzos para rescatarlo de la multitud que no lo dejaba dar un paso. Entrada la tarde realizó una visita al presidente del Consejo Nacional de Gobierno, Martin Etchegoyen. Fidel atravesó la Plaza de la Independencia, sin escolta, entrando en la casa de gobierno acompañado sólo por el edecán militar que le había puesto el gobierno uruguayo. Las altas autoridades del Uruguay lo esperaban en la primera planta. A ambos lados de la escalera de acceso efectivos del Regimiento Blandengues le rindió honores militares. La charla de Fidel con Etchegoyen y sus ministros se celebró en presencia de los periodistas, a la sombra de un enorme cuadro del prócer Artigas.

La conversación giró alrededor de la conferencia de los 21, de los daños provocados por las inundaciones, la amabilidad uruguaya, y la lucha liberadora en Cuba. En una de sus últimas actividades Fidel intervino en un multitudinario acto en la explanada municipal de Montevideo. En una parte de su exposición planteó con vehemencia: Hemos vivido al margen de la orientación de nuestros libertadores, a los que hemos levantado estatuas, a los cuales hemos dedicado millares de ramos de flores, millones tal vez de discursos, pero a los que no hemos seguido en la esencia pura de su pensamiento.

Y parécenos que si se presentaran hoy ante nosotros, desde Bolívar hasta Martí, desde San Martín hasta Artigas, y con ellos todos los próceres de las libertades de América Latina nos reprocharían vernos como nos encontramos todavía y se preguntarían si ésta es la América que ellos soñaron, grande y unida, y no el racimo de pueblos divididos y débiles que somos hoy. La última etapa del recorrido fue Brasil donde conversó ampliamente con el presidente Jucelino Kubitschek y el vicepresidente Joa Goulart.

El 8 de mayo regresó a La Habana. Una enorme multitud le dio la bienvenida. Del aeropuerto fue directamente hacia la Plaza Cívica -hoy Plaza de la Revolución- donde se habían congregado cientos de miles de habaneros. Antes de comenzar su discurso, Fidel reclamó la presencia a su lado de los comandantes rebeldes.

Puso, cariñosamente, sus brazos sobre los hombros de Raúl. Hizo acercarse al Che. Bromeó con Camilo y Almeida. Habló alrededor de cuatro horas. Terminó en las primeras horas de la madrugada. Brindó una amplia información del histórico viaje. Este periodista tuvo la dicha de acompañarlo durante toda la gira. El líder cubano ha regresado a Uruguay.

Los hijos y nietos de aquellos que le dieron la bienvenida en 1959 se han unido a sus padres y abuelos para volverlo a recibir con el mismo afecto, cariño y solidaridad de hace 36 años. Los uruguayos han vuelto a hacer realidad la frase que hace tres décadas le dijo una montevideana a un agente del orden: ¡Fidel es nuestro!