Cumplesueños
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Y siempre concibió a los trabajadores como los aliados naturales de la Revolución, de cuyas filas estaba seguro que saldrían los mejores combatientes, y se demostró en la clarinada del Moncada, la lucha en la Sierra y desde la victoria hasta el presente.
Ejerció de manera excepcional y a la vez con la mayor naturalidad el liderazgo requerido en la sociedad nueva, que no se limitaba a los pronunciamientos de tribuna sino se volcaba a las fábricas, los campos y tantos otros escenarios del quehacer laborioso, para beber de la sabiduría de las masas y a la vez enseñarles a pensar como país.
Por eso la frase ¡Ahí viene el Comandante!, anunciadora de su llegada, provocaba una movilización espontánea e inmediata de hombres y mujeres, ansiosos por escucharlo, que formaban a su alrededor una cariñosa masa compacta de confianza y admiración.
Muchos recuerdan sus infinitas preguntas, algunas tan inesperadas que ponían en aprietos a los interlocutores, y les impactaba su preocupación por el más mínimo detalle, porque estaba convencido, como una vez expresó, que un trabajador siente más amor por su obra si dispone de condiciones dignas y se le demuestra el aprecio a su trabajo y la constante preocupación por sus problemas materiales y humanos.
Actuó siempre con la verdad por delante, con la cual, señaló, no podía haber fracaso posible. No eludió hablar de errores ni ocultó jamás las dificultades por insalvables que pudieran parecer. Y para enfrentar las situaciones más críticas no apeló como otros a brutales terapias de choque, sino confió en los trabajadores y aplicó con ellos mecanismos democráticos inéditos de consulta y análisis para hallar soluciones, como los llamados Parlamentos Obreros.
Por eso, y tantas otras cosas, los trabajadores de hoy y de mañana seguiremos cumpliendo sus sueños, y renovando su presencia en cada aniversario de su natalicio, pues como dijo el poeta, la edad de los héroes y los genios no se mide por días ni por años sino por largos siglos y milenios.