Sobre la dignidad se puede construir un mundo
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En conmemoración de los asaltos revolucionarios del 26 de julio de 1953, y como parte del fraternal movimiento de emulación socioeconómica que en el país se hizo tradicional con motivo de la fecha histórica, el territorio de la provincia oriental de Granma ha sido sede, en cinco ocasiones, de celebraciones centrales por el Día de la Rebeldía Nacional.
Ciertamente, las lecciones ejemplares y de fidelidad a las causas emancipadoras que la historia de su pueblo recoge, le otorgan méritos tan honoríficos como naturales, que suman privilegios a los resultados últimos del trabajo por el progreso regional.
Adiciona inspiración y símbolo que la historia vaya a recordarse justo al lugar donde aconteció. Los escenarios memorables de Granma exaltan por relevantes: cuna de los gritos libertarios fundacionales, primeras plazas libres, génesis del himno patrio, tierra natal de patriotas imprescindibles, sitio fecundo para la Generación del Centenario, puerto del yate legendario, escenario montañoso donde comenzó y terminó la guerra definitiva.
Precisamente de la Sierra Maestra, de compartir largos meses con el campesinado la penosa realidad del lomerío, de la supervivencia en el monte, de la nómada vida guerrillera a riesgo de la muerte en el choque frontal con una tiranía militar, bajó el Comandante en Jefe cargando el compromiso de devolver a la zona, con la Revolución triunfante, la dignidad y los derechos arrebatados.
1960
Para eso volvió a la cordillera entonces un 26 de julio de 1960. Ya había regresado antes, a apenas cuatro meses del triunfo, para poner la firma a la primera gran promesa del Programa del Moncada: la Ley de Reforma Agraria; pero en julio del 60 convocó a venir en masa a las alturas, a fin de, además de conmemorar el séptimo aniversario de los asaltos armados a Santiago y Bayamo, estrenar otro sueño consumado: la unidad número uno de la Ciudad Escolar Camilo Cienfuegos, en que estudiarían 20 000 niños de familias humildes, fundamentalmente del macizo montañoso, hijos de campesinos y de mártires de la gesta rebelde.
Casi un millón de cubanos –señalan testimonios– llegaron desde todos los rincones del país a copar los montes circundantes de El Caney de las Mercedes, pues no había albergues para tantos.
Hubo un desfile memorable de los niños de la escuela nueva, de milicianos formados, de obreros de las ciudades, de guajiros que alzaban con orgullo los títulos de propiedad de la tierra entregada.
Habló Fidel, por supuesto, y la conmoción fue grande en las cosas que dijo, de los programas de desarrollo que vendrían, de la declaración de resistencia a las cobardes agresiones desde el Norte, de la primera vez de la consigna ¡Cuba sí, yanquis no!, de la esperanza que iba siendo la Isla para los países, principalmente de América Latina: «... ¡porque nos quieren destruir para que no seamos ejemplo! Y puesto que si pudieran destruirnos no seríamos ejemplo, ¡si podemos ser ejemplo no podrán destruirnos!»
1982
Seducido por la satisfacción de volver al terruño que goza un amplio y grande aval de la epopeya independentista, el Jefe de la Revolución estrenaba su discurso del 26 de julio de 1982 en Bayamo, recalcando esos méritos. Fue así como introdujo: «¿Cómo podría escribirse la historia de Cuba sin la historia de Granma?», para luego exaltar que «la provincia se ganó el derecho, no solo histórico, sino actual, a ser la sede».
A sus pies se extendía la nueva plaza, a la que el mismo allí llamara «de la Patria», «…si ustedes están de acuerdo con que se llame Plaza de la Patria».
El grueso del discurso enumeró las tantas transformaciones económicas y sociales realizadas en Granma, el montaje de industrias nuevas, la expansión de los programas agropecuarios, las obras incontables de urbanización, edificaciones de servicios, de infraestructuras diversas, así como los proyectos, todavía mayores en cantidad y alcance, que se harían en lo adelante.
1988
Por la razón de haber sido ese año un reconocimiento compartido con Santiago de Cuba, y realizar la ciudad indómita el acto central por la efeméride, poco se habla de esta ocasión en que Granma también mereció la distinción nacional.
El jefe de la Revolución encargó a Pedro Miret las palabras principales del multitudinario acto que otra vez acogería la Plaza de la Patria; pero antes, el 22 de julio, Fidel encabezó en Bayamo un intercambio profundo con unos 400 dirigentes y administrativos territoriales, en que analizaron detalladamente los innumerables programas de desarrollo que en la provincia se ejecutaban.
El perfeccionamiento de las grandes inversiones hidráulicas fue de los temas más discutidos, pues sumarían la construcción de la gran presa Cauto del Paso, y la región ascendería, en el lapso de dos años, de 400 millones a 1 050 millones de metros cúbicos de agua embalsada.
«Nosotros podemos apreciar el gran deseo, la gran voluntad que tienen ustedes de desarrollar la provincia; y vemos el espíritu con que se está trabajando en la provincia, y el país le dará todo el apoyo que sea necesario para llevar adelante estos planes».
Al término de la reunión se afirma que dejó inauguradas, simbólicamente, 208 obras de las 400 que se construían.
2006
Cuentan testigos cercanos que en el rostro y la actitud se le notaba al líder una impresión franca por el salto extraordinario que mostraba el territorio en todos los ámbitos de la sociedad.
Eran tiempos de una de esas cruzadas de la Isla contra «las trasnochadas leyes yanquis», y con los argumentos que la realidad local le proveía, con el éxito de programas sociales lanzados aquí en 2002, destacó, como para que oyeran más allá del mar: «…les podemos decir a los vecinitos del Norte: Muéstrenme una foto, un mapa de un país, de una provincia donde haya algo parecido a esto que ustedes, los de Granma, han hecho en cuatro años».
Ya había dicho, apoyado en la épica de la ciudad: «Y no es nada, cuánto más falta por hacer en Bayamo todavía. Mas, no por ello nos arrepentiremos, ni nos parecería absurdo que un día los bayameses quemaran la ciudad de Bayamo antes que entregarla al enemigo. Más vale quemarla y que no haya nada, porque sobre la dignidad se puede construir un mundo».
Antes de partir, escribió su impresión: «Maravilloso todo. Tenía que ser en Granma».