Fidel, la invasión y el Central “Covadonga”
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Todo comenzó en las primeras horas del 17 de abril de 1961 con la llegada a las 12:40 de la madrugada de una camioneta procedente de Playa Girón. Gonzalo Rodríguez Mantilla estaba en el puesto de telefonía del central “Covadonga” y el que viajaba en el vehículo le espetó: “Avisa que en Playa Girón hay un desembarco enemigo. Son gente vestida con uniformes con manchas blancas que disparan proyectiles rojos. Avisa rápido”.
Y Gonzalo llamó a la capitanía del Ejército Rebelde de Aguada de Pasajeros, y al Estado Mayor de Cienfuegos. Y esperó.
“A las 6:00 a.m. una voz me dijo:
Este es Punto Uno, Punto Uno (era el Central Australia). La consigna es: ¡Muerte al invasor! Espera, que te van a hablar.
El siguiente que habló fue Fidel. Le reconocí la voz inmediatamente.
– Oye, ¿qué eres tú ahí?
– Soy el telefonista, Fidel.
– Sí, pero, ¿qué eres tú, además?.
– Soy miliciano, Fidel
– Ah, bueno, dime ¿qué han sabido ustedes ahí?
– Que hay un desembarco de tropas enemigas por Playa Girón.
-¿Cómo han sabido esas noticias? ¿por quién? ¿Cómo es la cosa?
Le expliqué lo del aviso del de la camioneta; luego, la confirmación de la microonda de Cayo Ramona que dijeron que habían visto pasar tropas, unos 400 hombres con muchas armas modernas y dos tanques Sherman.
– ¿Tanques Sherman? ¿Tú estás seguro? Confirma bien eso. Yo te llamo.
– Sí Fidel, pero nos hacen falta armas aquí.
– ¿Cuántos milicianos hay ahí?
– Hay 150 milicianos, Fidel, yo llevo el registro. Y hay 11 armas.
– ¿Qué tipo de armas tienes ahí?
– Tenemos 8 fusiles M-52, hay 2 Garands y una carabina brasileña.
– Oye chico, con esas once armas yo me atrinchero ahí y no los dejo caminar a esa gente. ¡Atrinchérense ahí y no se dejen quitar el central! Informa eso a la gente. ¡No pueden dejarse quitar el central! Cuánto siento no estar con ustedes ahí. ¡Ármense con machetes y palos, cualquier arma sirve, y no se dejen quitar el central. Lo necesitamos para poder pasar. ¿Se escuchan detonaciones fuertes ahí?
– Por vuelta de Girón, mucho cañoneo.
– No se me acobarden ahí, esos son los aviones de nosotros que están hundiendo a los barcos para que no se vaya ni uno solo. Confírmalo todo. Me llamas o te llamo.
El central “Covadonga” en esa fecha ya se llamaba “Antonio Sánchez”, pero la tradición popular que no olvidaba el nombre anterior, continuaba llamándolo como tal. Este es un punto geográficamente estratégico. Es el cruce obligado de Playa Girón a Playa Larga y el dominio de esa vía de acceso permitiría al enemigo reforzarse en aquel bolsón donde desembarcó y establecer una cabeza de playa para proclamar un Gobierno Provisional y pedir ayuda a Estados Unidos. Por ello, la toma del “Covadonga” estaba entre los planes de los mercenarios.
Continúa relatando Gonzalo:
“Sobre las 8 de la mañana un avión B-26 lanzó paracaidistas como a kilómetro y medio del central, por vuelta de La Jocuma, así que llamé al Comandante en Jefe.
Punto Uno. Punto Uno.
– ¿Qué pasa ahora?
– Están tirando paracaidistas, Fidel -y le doy la ubicación-.
– Espérate, fíjate bien. Confirma si son paracaidistas, hombres, o son paquetes. Si son hombres, qué hacen al llegar a tierra, si avanzan o se repliegan, y en qué rumbo.
Avisa enseguida.
“Le informé esos pormenores enseguida que lo confirmé con mis mensajeros. Después le dije que habían salido ya un grupo de milicianos del central para atajar a esa gente antes que se aproximaran más. (Iban Faustino González López, “Tino” que después sería administrador del ingenio; Israel Almeida Sánchez, Nicanor Egozcue Rosas, que moriría en esa acción, y muchos otros: once hombres con once armas, como cuando Carlos Manuel de Céspedes: ¡bastan para hacer la guerra!).
“Se atrincheran en el Canal de Muñoz. El enemigo tiene M-3, ellos viejos fusiles, pero muchas ansias de cumplir la orden de Fidel: ¡no dejarse quitar el central!. Y Covadonga, protegido por su pueblo, ¡resistió!. Entre las 10 y las 11 de la mañana llegan las primeras avanzadas del batallón 117, con Primitivo Filgueiras, vecino de los alrededores, como práctico, que caería poco después.”.
Dos centrales azucareros, en uno y otro extremo de la península de Zapata, con sus 130 kilómetros de longitud, resultan formidables pontones, la gran pinza, el gran lazo que estranguló a la brigada mercenaria. En ambos extremos la misma heroica actitud, y la patriótica resistencia de sus habitantes.
“Fidel me precisaba ubicaciones. Del lado de allá del hilo telefónico, consultaba mapas.
– Esa gente están muy cerca del central, Fidel.
– No te preocupes más, ya salió una tropa para allá desde Jagüey, y por Rodas acaba de pasar otra tropa que lleva de todo. ¡Aguanten ahí! ¡Aguanten que ya esa gente se jodió!.
“Cuando llegó la tropa del comandante Olivares, volví a llamar a Fidel. Conversan, y Fidel le da instrucciones. Poco después llegó Pedro Miret. Olivera y Miret juntan dos buroes de la oficina del central, y despliegan grandes mapas. Conversan mucho con Fidel por teléfono. Señalan los emplazamientos de nuestros morteros 120. Por lo que escuché era la primera vez que disparaban esos “aparatos”…
“A las dos de la tarde del día 19 llegó Fidel al central Covadonga. En un momento se dirigió a mí:
– ¿Tú eres el que ha estado en estos días atendiendo el teléfono?
– Yo mismo, Fidel. Trasmití su orden de no dejarnos quitar el central, y lo cumplimos.
“Nos felicitó a todos y enseguida dio aquella famosa orden a Miret:
– ¡Coge ese tanque y no pares hasta no mojarle las esteras en el mar de Girón!
“El mismo Fidel se montó en otro y partió hacia Playa Girón. Unas cuatro horas más tarde escuché el Comunicado de la Victoria”.