A 17 años del intento de magnicidio contra Fidel en Panamá: La tragedia que no ocurrió
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Al subir las escaleras que dan acceso a la parte frontal del Paraninfo de la principal universidad de esta ciudad siento un sobrecogimiento en el pecho, quizás por su singular simbolismo histórico. En este sitio, agentes contrarrevolucionarios encabezados por el asesino confeso Luis Posada Carriles, pretendieron realizar un magnicidio contra el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz el 18 de noviembre del año 2000.
Antes de entrar al auditorio, camino hacia la derecha y observo las múltiples edificaciones colindantes, y al frente, más alejado, el complejo hospitalario Doctor Arnulfo Arias Madrid.
Un profesor universitario, a quien le comento, afirma con seguridad: “Según la cantidad de explosivos que colocarían aquí, todo volaría en pedazos, incluyendo a las miles de personas reunidas para participar en el acto de solidaridad con Cuba”. Sencillamente horroroso.
Pero el Comandante en Jefe, recién llegado a territorio panameño, denunció ante el mundo que Franco Rodríguez Mena, quien se hospedaba en la habitación 310 del hotel Coral Suites, de Ciudad Panamá, era nada más y nada menos que el terrorista de origen cubano Posada Carriles, quien había planeado asesinarlo durante la X Cumbre Iberoamericana de Jefes de Estado y de Gobierno.
El homicida lo había preparado todo con la sangre fría que lo caracteriza, la misma de cuando planeó el derribo de un avión de Cubana en pleno vuelo, en octubre de 1976, y que provocó la muerte de 73 personas; y organizó una serie de atentados con bombas en hoteles de La Habana a finales de los años 90 del siglo pasado, y uno de estos provocó la muerte del joven turista italiano Fabio Di Celmo.
La macabra idea era hacer volar el Paraninfo de la Universidad de Panamá, donde estarían presentes Fidel, más de mil espectadores y varios jefes de Estado. Para el asesinato masivo, Posada con taba con el apoyo de un grupo de colaboradores dentro del país y la asesoría de un equipo de terroristas de su misma estirpe, formado por Gaspar Jiménez Escobedo, Pedro Crispín Remón y Guillermo Novo Sampol.
Materiales publicados en la prensa al respecto reseñan que la rápida actuación de las autoridades cubanas evitó el crimen. Sobre las 4:00 p.m., mientras el líder de la Revolución visitaba la Iglesia de San Pablo Apóstol, donde descansan los restos del general Omar Torrijos Herrera, un asistente le alcanzó una pequeña nota: “Ya cogieron a Posada”.
Aspiraciones esfumadas
Las altas probabilidades de que el líder cubano asistiera a la Cumbre en Panamá constituían una excelente oportunidad para la contrarrevolución, en abierta crisis desde la muerte de Jorge Mas Canosa, fundador de la Fundación Nacional Cubano Americana radicada en Miami.
En aquel entonces, el territorio panameño ofrecía condiciones propicias para el atentado: fronteras vulnerables, deficientes esquemas de seguridad interna y la penetración de los servicios de inteligencia norteamericanos en áreas estratégicas.
Durante los meses previos a la Cumbre, los contrarrevolucionarios visitaron Panamá para estudiar el terreno y organizar el apoyo interno. Está comprobado que entre agosto y septiembre del 2000 Posada Carriles y Gaspar Jiménez ingresaron a este país con los mismos pasaportes que usaron en noviembre. Pero las terribles aspiraciones se esfumaron.
La parte cubana entregó a la panameña un listado de los terroristas, sus alias y los tipos de pasaporte que podían utilizar para entrar a la nación istmeña. Aparecían en este los personajes que participaron en la planificación del atentado.
¿Juicio?
Con los cuatros asesinos detenidos, la investigación de las autoridades de Panamá corroboró la denuncia formulada por Cuba y encontró pruebas del atentado que se proponían llevar a cabo, con nueve kilos de C-4 y diagramas sobre el lugar donde pensaban detonar el artefacto explosivo.
Aunque hubo abundante evidencia, transcurrieron tres años para que los terroristas ocuparan el banquillo de los acusados. A mediados del 2003 se inició ¡por fin! el juicio. El Gobierno panameño, encabezado por la entonces presidenta Mireya Moscoso Rodríguez, pretendió convertir el proceso en una farsa que condenara simbólicamente a los terroristas y, que al mismo tiempo, los dejara en libertad.
Se les imputaban tres cargos, los cuales suponían una pena de entre 11 y 15 años de cárcel, cuando la máxima sentencia establecida por las leyes de ese país para el hecho planificado es de 20 años de prisión. El juez actuante fue cambiado en un momento por otro de plena confianza de la presidencia de la República, quien unió todos los cargos en uno y redujo la pena a siete años de prisión, y un año extra para Carriles y Gaspar Jiménez por falsificación de documentos.
La mafia anticubana de Miami no quedó conforme con la reducción de las sentencias, y presionó a Moscoso para que cumpliera el acuerdo inicial de liberar a Posada y su grupo. Pero la Presidenta enfrentaba en ese instante un serio problema: su mandato estaba cerca de finalizar y los terroristas cumplían condenas de siete y ocho años.
No obstante, el 26 de agosto del 2004, en un acto de indignidad que mereció el repudio internacional, Moscoso firmó el indulto y puso en libertad a los cuatro terroristas.
Muy cerca de Fidel
Genaro López Rodríguez, secretario general de la Confederación Nacional de Unidad Sindical Independiente, de Panamá, y quien fuera candidato a la presidencia en las más recientes elecciones, fue uno de los que acudió al Paraninfo el 16 de noviembre del 2000 y estuvo sentado muy cerca de Fidel.
“Fuimos a darle la bienvenida a Fidel en el aeropuerto de Tocumen. Después estuvimos en el Paraninfo. Las personas no cabían adentro. Tuvieron que poner pantallas gigantes en la zona exterior. Me senté próximo al estrado con la intención de poder saludar al Comandante, pero no se me presentó la oportunidad. Todos escuchamos atentamente su intervención. Si llegan a hacer el atentado como lo tenían planeado, ninguno de los que estuvimos allí viviríamos hoy”, afirma en declaraciones a Trabajadores.