Fidel: Más allá de tus cenizas, estará tu presencia indeleble
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Querido Fidel, sabemos que fue tu voluntad que se cremaran tus restos mortales y que se decidió que las cenizas fueran depositadas en el cementerio histórico de la única Ciudad Héroe de nuestra patria.
Sabemos que allí podremos acudir a rendirte homenaje, a depositar un ramo de flores, a confesarte un secreto, a pedirte un consejo, a realizarte un reproche, a reiterar un agradecimiento, o simplemente a guardar silencio para pensar y repensar teniéndote cerca.
Sabemos que caminando unos pocos metros podríamos hacer lo mismo con nuestro José Martí; con la diferencia que en el caso del apóstol no tendríamos los recuerdos de haber compartido una marcha combatiente, o un acto en la Plaza de la Revolución, o un juego de pelota, o una espera angustiosa por la llegada inminente de un gran huracán, o una reunión de trabajo,…
Sabemos que también podríamos hacer lo mismo, con Frank País, para mi uno de los más grandes revolucionarios de la última etapa de la lucha por la victoria de 1959. Considero que fue el revolucionario que más hizo con menos edad. Mi condición de santiaguero me permitió ser alumno de condiscípulos de Frank, de participar en los actos de los días 30 de julio para homenajearlo junto a Pujols, y de junio para hacerlo a su hermano menor Josué, junto a Floro y Salvador.
Sabemos que podemos ir a las raíces independentistas, donde descansan los restos mortales de 32 generales, entre los que tengo el honor que esté mi tatarabuelo Silverio del Prado Pacheco.
Permítanme que recuerde algunos momentos de mi vida cerca de Fidel, algunos de los cuales son inéditos y comparto con los lectores de Cubadebate, como si estuviese conversando ahora con él.
El primero de enero de 1959 en mi natal Palma Soriano, con diez años de edad, le rogué a mi padre que me llevara para verte en aquella casa cercana a la mía, en que hiciste la histórica alocución llamando a la huelga general, y prometiendo que Santiago sería libre. De vez en cuando te asomabas a la ventana y saludabas a los allí congregados. Recuerdo que unas monjitas te servían jugo de naranja.
Yo estaba en la casa del querido Mongo en Holguín un año y medio después, llegaste de visita, y pude estrechar tu mano, me preguntaste qué iba a estudiar y te dije que Matemática. Me dijiste que te gustaban mucho las matemáticas y que debía prepárame para estudiar duro.
Aquella tarde de junio de 1969, en el rectorado de la Universidad de la Habana, luego de haber compartido la trasmisión televisiva del alunizaje de la nave norteamericana Apolo. Con tu buen humor característico, en los bajs del rectorado empezaste a organizar un equipo cosmonáutico cubano, me enrolaron como matemático y me pusiste un problema en el que para calcular los segundos que tiene un año, omití multiplicar por las 24 horas que tiene un día, y tú te percataste y me lo señalaste con aquella sentencia: “anda al hilo, que te saco de la preselección”.
Haber compartido ese mismo año en la boda de Dulce María Castro Castillo, y cuando ella me llamó para que te saludara, exclamaste: “ah, pero si es el matemático del equipo de la cosmonáutica cubana”.
Aquella memorable noche-madrugada del 26-27 de marzo de 1971, en que luego de un acto en la Plaza Cadenas por el regreso de la Brigada José Martí que construyó un parque en el Santiago de Chile de Salvador Allende, ciento de estudiantes te rodearon en la escalinata interior del rectorado, conversaste sobre temas muy importantes para la Revolución. Pasada la una de la madrugada nos invitaste al Primer Secretario de la UJC de la Universidad y a mí, al Palacio de la Revolución, para darnos tareas, para conocer nuestras opiniones, para hacer un pacto de lucha en los nuevos tiempos.
Aquellas múltiples visitas a la Colina Universitaria, en que censabas opiniones populares y aprovechabas para reflexionar, educar y orientar. En especial recuerdo la visita de despedida antes de tu partida a Chile, a principio de noviembre de 1971. En la visita anterior te fuiste disgustado porque muchos de los universitarios te reprocharon por arriesgar tu vida, viajando a un país hermano con tanta efervescencia política e ideológica. Allí nos diste tranquilidad y nos dijiste que si hubieras sido temeroso por perder la vida, ya estarías muerto y relataste varias anécdotas al respecto.
Otro imborrable encuentro en la Sala de reunión de la Escuela de Derecho, en que se trató la marcha del proceso de Universalización de la Universidad, y en la que durante un receso, me restaste a una competencia para ver quién pelaba más rápido una naranja con las manos. Recuerdo aquel gesto paternal al regalarme la tuya ya pelada, cuando yo apenas rebasaba la cuarta parte de la mía.
De tu visita en 1974 a la recién inaugurada Escuela Vocacional Lenin, en la que te alegraste por verme cumpliendo mi servicio social en dicha escuela, y me hiciste unas cuantas preguntas, de las que ahora citaré dos: ¿Consideras que esta Escuela es demasiado grande? Y ¿Qué podemos hacer para que esta Escuela no se nos convierta en una escuela de señoritas, ya que entran dos hembras por cada varón?
Del día de la inauguración del Palacio Central de Computación, en marzo de 1991, en que me pediste que les dijera algo sobre la importancia de aprender computación, a los estudiantes de La Lenin que se encontraban en uno de los laboratorios; y luego a lo cortico, me conminaste a que te respondiera por qué habíamos dejado de producir minicomputadoras cubanas.
Evidentemente soy un cubano privilegiado. Así preferiré recordarte.
Claro que también como millones de cubanos, te recordaré, sin el privilegio de la cercanía física, en las decenas de veces que te seguimos en las movilizaciones, en tus intervenciones trasmitidas o retrasmitidas por la televisión, en el estudio y debate de tus discursos, en tus históricas reflexiones como soldado de las ideas.
Respaldo, aunque con cierta angustia, tu decisión de que no se te rinda culto público tangible, que como anunció Raúl se convirtió en Ley; pero ya sabemos a dónde ir cuando queramos estar cerca de tus restos mortales; pero más allá de tus cenizas podremos encontrarnos contigo en cualquier rincón de la Patria; en cada obra que gestaste y en cada pensamiento libre y voluntario que seamos capaces de engendrar inspirados en ti.
Tu concepto de revolución debemos tenerlo como guía para la acción, con la decisión irrevocable de luchar hasta el último aliento.
Hasta la victoria siempre querido Fidel.