Ser Fidel
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Desde el dolor compartido de la inmensa mayoría del pueblo y adelantado por las voces juveniles, se armó un gigantesco coro de sentimiento y voluntad, expandido primero en la escalinata universitaria y que retumbaría luego en la Plaza de la Revolución José Martí, y posteriormente a todo lo largo y ancho de Cuba, para concentrarse de nuevo en la Plaza Antonio Maceo, y llegar como imponente eco a la ceremonia luctuosa en el cementerio de Santa Ifigenia: ¡Yo soy Fidel!
Con esta decisión nacida entre lágrimas y compromiso, el pueblo de Fidel se muestra ante sí mismo y el mundo como la monumental creación del líder de la Revolución Cubana.
Este pueblo, calificado muchas veces de heroico por su Comandante en Jefe, ha sido no solo sujeto y objeto de su propia obra transformadora, sino inspirador e impulsor solidario de cambios en otras realidades más allá de las fronteras geográficas.
Raúl aclaró siempre, sobre todo cuando le correspondió asumir institucionalmente la máxima dirección del país, que Fidel era insustituible. “Fidel es Fidel”, y ninguna persona podría ocupar de forma individual su rol histórico y espacio político. Solo el Partido creado por él, de inspiración martiana y marxista, fruto y propiciador de la unidad de todo el pueblo en torno a una vanguardia lúcida, verdaderamente ejemplar y combativa, basada en principios éticos, es el designado por su propio fundador, para seguir conduciendo la Revolución.
Así, después de Fidel: el pueblo y su Partido, el Partido y su pueblo. El uno, aportando, apoyando y alertando a su vanguardia en la realización del programa consensuado, y el otro, nutriéndose de los mejores exponentes, la sabiduría colectiva y las más brillantes luces de su amplia base. Siempre en indisoluble contacto y comunicación con ella, para orientarse bien en las más complejas circunstancias, como las actuales. También, para encontrar y seguir el camino correcto, crecerse ante adversidades de todo tipo, derrotar las maquinaciones y acciones del enemigo, rectificar errores y tendencias negativas, e incluso convertir los reveses en victorias, como si Fidel continuara siendo, en palpable realidad, todos y cada uno de los cubanos dignos.
Este deseo, y necesidad irrecusable del pueblo y su Partido, es a la vez un formidable desafío a la lealtad, capacidad y consecuencia del uno y el otro, para fundirse en un propósito común y llevarlo a cabo con sensatez, modestia autocrítica, creatividad y tino suficientes para tener la seguridad de que se está siendo digno de Fidel, y actuando como si él continuara presente en el pensamiento y la conducta de cada revolucionario y patriota, incluso de aquellos que no van en las avanzadas, pero de algún modo se identifican con estas y las refuerzan.
Ser Fidel se resume, del modo más abarcador y definitorio, en cumplir personalmente y luchar por convertir en proceder habitual del entorno, su concepto de Revolución. No se trata solo de haberlo suscrito sino de llevarlo en el corazón, el pensamiento y el comportamiento cotidiano en todos los ámbitos.
Ser Fidel es, pues, reto, colectivo e individual, de las vanguardias, y de los que sinceramente se sientan llamados y capaces de perpetuarlo en la obra esforzada, inteligente y valiente, en cada lugar y momento, cada día mejor.
Ser Fidel es pensar con cabeza propia, con sentido crítico; investigar, dialogar. Es no confundir ni dejarse llevar por cantos de sirena, ni amilanarse ante amenazas; ser como el pueblo de Girón, el de la Crisis de Octubre, el que resistió y se sobrepuso al Período Especial, guiado por su Comandante invicto.
Ser Fidel es superarse constantemente, a sí mismo y al colectivo. Es ser honrado, decente, culto, solidario. Trabajar bien, no ser impasible ante lo mal hecho, impedir que las dificultades y la impaciencia nos desmovilicen.
Ser Fidel es rechazar el conformismo, el derrotismo, la vagancia, la indolencia, el burocratismo, la banalidad, la evasión de los deberes, el individualismo. Es denunciar y batallar por acorralar y erradicar las conductas deshonestas, el nepotismo, el amiguismo, el cohecho, el robo, y cuanta manifestación de corrupción, mayor o pequeña, que pudiera existir o gestarse en el medio donde actúa alguien que se siente y ha decidido ser Fidel.