Los sueños truncos de Fidel
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Desde hace unos cuantos años, al pasar por la Avenida de Las Américas, frente al estadio Guillermón Moncada, no puedo evitar recordar a Fidel al observar los cimientos y primeras estructuras de una edificación inconclusa.
Esa es una de las obras que como parte del período conocido como Batalla de Ideas el líder promovió en pos de continuar elevando el nivel de vida de los cubanos, particularmente en el campo de la salud.
Si la memoria no me traiciona, el inmueble se convertiría en hospedaje para familiares de los pacientes con tratamiento o intervenciones quirúrgicas en el cardiocentro de la ciudad, encargado de la atención a los cubanos del Oriente, necesitados de prolongadas estancias en la urbe.
Ahora, cuando Fidel ha partido físicamente, pienso en cuánto le quedó por hacer, limitado por las tozudas realidades económicas de un país que se sobrepasó a sí mismo en una obra social y humana de colosales dimensiones y compartida, además, con otros en el mundo.
Reflexiono también en que cualquier desmesura, Quijote real de estos tiempos, estuvo siempre enfocada a procurar el bienestar, a mejorar los horizontes materiales de la gente común, a seguir fomentando la educación, el arte y la cultura como alimentos espirituales indispensables.
Las transformaciones económicas y sociales emprendidas por la Revolución cubana desde el mismo triunfo son incalculables y fruto de la visión de futuro del Comandante en Jefe, de su optimismo a toda prueba.
Pudieran enumerarse muchas que se levantaron a contrapelo de los escepticismos, sobre todo en plena crisis económica que dio en llamarse Período Especial, tras el colapso del campo socialista y cuando parecía cosa de locos luchar a contracorriente.
Con un poco de imaginación, entonces, le da a uno por idear cuánto pudo él haber realizado, en bien de la humanidad toda, al frente de una nación económicamente poderosa, cuando desde una Isla de escasos recursos naturales, pobre y acosada por el mayor imperio del planeta, alcanzó tanto.
Viene al recuerdo lo escrito por Celia Hart Santamaría, la fallecida hija de los legendarios Armando y Haydee, cuando afirmó que Fidel era el hombre más rico del planeta y no el séptimo entre las fortunas personales del mundo, como difamaba una revista innombrable.
Fidel convirtió en millonarios a los cubanos por el patrimonio material que les legó, aún en medio de carencias indiscutibles, y también, sobre todo, por la inmensa capacidad de soñar y de batallar por sus sueños.