Nada sería posible sin las masas
Data:
Fonte:
Todo lo acontecido después de la hazaña devenida revés táctico y triunfo estratégico, confirma la idea de Fidel de que las masas organizadas y guiadas por la verdad y el ejemplo son artífices y defensoras de su propia obra.
A más de seis décadas del 26 de julio de 1953 la historia ha corroborado que el plan de José Martí y Fidel Castro, preparado desde el silencio y puesto en práctica en esa memorable fecha, no se limitaba al asalto de cuarteles estratégicos para negociar con el espurio poder establecido en nombre de grupo alguno.
“Ya se sabe que están hechos de una misma masa -había escrito en 1886 el autor intelectual del Moncada- el polvo de la tierra, los huesos de los hombres y la luz de los astros”. Aquel sacrificio solo podría concebirse para alumbrarle el camino al pueblo sojuzgado.
Los jóvenes asaltantes representaban a una vanguardia martiana bajo el mando de un discípulo del Maestro, y aquellas acciones tenían como propósito conmover y convocar a un pueblo patriota -desde allí, donde los Maceo y Grajales, Guillermón y otros generales mambises mantenían en alto los machetes redentores- a movilizarse con la vergüenza contra el dinero, y la fuerza de las armas, para poner fin a la tiranía.
Todo lo acontecido después de la hazaña devenida revés táctico y triunfo estratégico, confirma la idea de Fidel de que las masas organizadas y guiadas por la verdad y el ejemplo son artífices y defensoras de su propia obra.
Afianzada la victoria tras la huelga general revolucionaria, al referirse a las nuevas autoridades, diría el Comandante en Jefe: “¡Aquí gobierna una mayoría del pueblo, por el pueblo y para el pueblo!”. La Revolución puso sus ojos en los humildes, su principal fortaleza y compromiso. Y el propio Fidel, encarnación de conducta y valores revolucionarios, se hizo pueblo.
El ejército de campesinos, obreros y combatientes clandestinos, que con el apoyo popular derrocó a la tiranía subordinada a los intereses yanquis; los maestros voluntarios, la campaña de alfabetización, las milicias, la derrota de la invasión mercenaria, los cohetes morales de la Crisis de Octubre, la lucha contra bandidos, las armas estratégicas, el trabajo voluntario, las misiones internacionalistas, la rectificación de errores, la resistencia heroica para salvar la Patria, la Revolución, y preservar las conquistas irrenunciables del Socialismo. la perseverante marcha unida por edificar una sociedad mejor, más justa, democrática, próspera y sostenible, son hitos del movimiento de masas animado y conducido por Fidel, y después por Raúl en igual línea de pensamiento, al frente del Partido de la avanzada, y de todo el pueblo.
Un elemento clave de tal concepción es la imprescindible organización, preparación y participación de las masas. Antes, en la lucha por la conquista del poder, y una vez empoderadas y sustentadas en las mejores tradiciones unitarias, para estructurar y fortalecer el desarrollo del movimiento obrero, campesino, juvenil y estudiantil, femenino, de intelectuales y artistas, de los veteranos combatientes revolucionarios, la novedosa articulación del pueblo desde los barrios…
Pasada la prueba del tiempo, en su informe al III Congreso del Partido, que abrió paso al proceso de rectificación de errores y tendencias negativas, el Primer Secretario tendría palabras de reconocimiento y aliento para las vigorosas estructuras de la sociedad civil fraguadas y fortalecidas en el proceso revolucionario: “[…] en las fábricas, en los campos agrícolas, en las construcciones, en el transporte, en las escuelas, en los hospitales, en las universidades; en la defensa de la patria y en las misiones internacionalistas, en el alerta renovado y constante como fuego que no se extingue nunca, dondequiera que vibra la patria, están presentes y más que presentes, omnipresentes, las organizaciones de masas. ¡Nada sería posible sin ellas!”.
Gracias a esa lúcida visión de unir, organizar, propiciar y potenciar el protagonismo de las masas, al producirse la crisis y desaparición de la Unión Soviética y el campo socialista europeo, de tan terribles consecuencias para el movimiento revolucionario y antimperialista mundial, y en particular para Cuba, Fidel pudo hacer una valoración real y optimista acerca de la capacidad de nuestro pueblo, aun en las peores circunstancias, para valerse de sus propias fuerzas. Así lo expresó ante el IV Congreso del Partido: “[…] ahora somos un pueblo mucho más aguerrido, mucho más preparado. Millones de revolucionarios, cientos de miles de militantes del Partido, cientos de miles de militantes de la juventud, una gran parte del pueblo organizado en las organizaciones de masa, en la CTC, en los CDR, en la Federación de Mujeres Cubanas, los campesinos, los estudiantes, hasta los pioneros están organizados en este país, una conciencia política, un sentido del deber cumplido, un honor como es el de haber defendido la Revolución en tan difíciles condiciones durante tanto tiempo, una independencia que siempre tuvimos y es hoy mayor que nunca”.
¡A MÍ ME INTERESAN LOS TRABAJADORES!
Al resuelto apoyo de la dirección revolucionaria se debe atribuir en gran medida la refundación de un sindicalismo reafirmado en orígenes unitarios, progresistas y democráticos, como pilar clasista de la patria nueva. “A mí no me interesan tendencias de ninguna índole. ¡A mí me interesan los trabajadores!” dijo Fidel en el X Congreso de la Confederación de Trabajadores de Cuba, y añadió: “El destino del país está en manos de la clase obrera” En el XI, que acordó renombrar a la organización Central de Trabajadores de Cuba, argumentó una vez más la necesaria unidad y conciencia de clase: “Porque una revolución como la nuestra no se edifica sino sobre una clase obrera sólida… consciente”. En el XII, llamó a “pensar con cabeza propia la Revolución Cubana” En el XIII, insiste en el carácter democrático de la CTC: “No se impone un punto de vista; se discute con los trabajadores. No se adoptan medidas por decreto […] Las decisiones fundamentales que afectan a la vida de nuestro pueblo, tienen que ser discutidas con el pueblo […] con los trabajadores”.
En el XIV Congreso obrero analiza el papel de contrapartida de los sindicatos en las nuevas condiciones del proceso revolucionario, la necesidad de avanzar en la construcción del socialismo y de velar por los intereses de las grandes mayorías. En el XV, ratificó que “la clase obrera es la espina dorsal y el alma de la Revolución”. Y en el XVI, ante el derrumbe del socialismo en Europa del Este, anunció el tránsito a una etapa muy difícil para la Revolución y apoyó la iniciativa de realizar los parlamentos obreros para debatir los cambios en la economía del país. Con toda razón valoró años después, que durante el período especial “no se tomó medida alguna que no se consultara con todo el pueblo y especialmente con los trabajadores”.
EN CADA BARRIO, REVOLUCIÓN
La apelación de Fidel al pueblo para mantenerse alerta y en disposición de enfrentar las incesantes agresiones de todo tipo planeadas, alentadas o directamente ejecutadas por los órganos de inteligencia y subversión del imperio, tuvo un momento culminante la noche del 28 de septiembre de 1960. Frente a las provocaciones contrarrevolucionarias, como las que hicieron estallar bombas cerca de una inmensa concentración popular, el líder de la Revolución responde con una original iniciativa de lucha popular: “Vamos a implantar, frente a las campañas de agresiones del imperialismo, un sistema de vigilancia colectiva revolucionaria […]”
Surgen así los Comités de Vigilancia, luego Comités de Defensa de la Revolución –CDR– en su rápida y pujante extensión a todo el país, mediante la incorporación voluntaria de los vecinos en cada manzana, edificio y cuadra, hasta convertirse en la mayor organización de masas del país, con millones de cederistas.
Casi recién creados los primeros Comités, actuaron con decisión y firmeza junto a los incipientes órganos de la Seguridad del Estado, para desbaratar en unas pocas horas lo que pudiera haber sido la pretendida quinta columna interna con la que contaba el enemigo para apoyar la invasión externa derrotada en Girón. Así, en el septiembre siguiente al de su fundación, Fidel recordaba: “Hace hoy exactamente un año, se lanzó la consigna de organizar al pueblo en defensa de la Revolución. […] La Revolución en el poder era el gobierno de las grandes masas del país” Para un pueblo en medio de una Revolución, añadiría, “lo más importante es organizar sus fuerzas” En consecuencia, concluyó, esta se concibió como “la organización que complementa a todas las demás organizaciones de la Revolución”.
En otro de sus habituales encuentros con los cederistas, les diría: “Se me ocurre pensar que si los Comités de Defensa de la Revolución no hubiesen sido creados hace 43 años, habría que crearlos ahora”. Y como resumen de esta original experiencia, analizaba Fidel, si alguno se preguntara cuál es el misterio de esta Revolución, no podría haber otra respuesta que el hecho de haberse apoyado en las masas organizadas.
En su permanente actualización de los encargos revolucionarios, les orientaba: “infinidad de tareas que nos corresponden en muchos campos, como la batalla contra el delito […], la batalla por ayudar a la mejor organización de la sociedad, el cumplimiento de las leyes y del orden, […] para garantizar la tranquilidad, el avance y la felicidad de toda la población”.
En otro momento apuntaba: “esta Revolución ha avanzado, ha vencido obstáculos, precisamente, porque sembró mucha conciencia, y si cientos de miles prestaron servicios en otras tierras y un número de ellos dieron la vida fue porque se sembró conciencia internacionalista […]. Estamos conscientes de nuestros defectos, estamos conscientes de dificultades, las hay; pero lo que más nos interesa guardar es el espíritu revolucionario, la conciencia; porque con los conocimientos, el espíritu revolucionario, la conciencia, iremos batiendo cada una de esas cosas que nos molestan, que nos entristecen, que nos amargan, porque somos seres humanos, nadie nos diseñó en un laboratorio especial del cielo, nos hicieron igual que a todos los demás; ha sido la lucha de nuestro país como pueblo, la ética que hemos ido adquiriendo y de la cual Martí aportó cantidades infinitas […]”
“UNA REVOLUCIÓN DENTRO DE LA REVOLUCIÓN”
La Revolución estableció paradigmas de renovación, cambio e inclusión social, en un proyecto continuador del ideal martiano: “con todos y para el bien de todos”. La incorporación de la mujer a una posición más activa, a pesar del arraigado machismo, fue uno de los logros trascendentes, afincado también en las mejores tradiciones de participación femenina en las luchas patrióticas y revolucionarias de los cubanos. Fidel las alentaba al reconocer que en el enfrentamiento a la tiranía batistiana, las mujeres se destacaron en la resistencia, la lucha clandestina urbana, y en el combate guerrillero. Fue su iniciativa crear el pelotón Mariana Grajales, distinguido en acciones combativas en la Sierra Maestra y en el Llano.
Al triunfo de la Revolución las más avanzadas y decididas se empeñaron en hallar un espacio en la nueva vida. Se acercaron diferentes agrupaciones en un movimiento de unidad femenina, hasta que el 23 de agosto de 1960, con la participación de Fidel, se funda la Federación de Mujeres Cubanas (FMC), al frente de la cual fue electa la destacada revolucionaria Vilma Espín, presidenta de la organización hasta el fin de su vida, ejemplo de lealtad, consagración y ética.
Poco después de creada la FMC se inicia un proceso de cambios que propicia el incremento, en forma progresiva, de la incorporación de la mujer al estudio y se eleva la capacitación de la fuerza de trabajo femenina. Ellas fueron mayoría en la Campaña de Alfabetización.
En uno de sus encuentros con la FMC, que ya para entonces (1966) acumulaba creciente influencia en la vida nacional, Fidel aseguraba: “Si a nosotros nos preguntaran qué es lo más revolucionario que está haciendo la Revolución, responderíamos que es precisamente esto; la Revolución que está teniendo lugar en las mujeres”. Nunca dejó de alentar y apoyar ese formidable movimiento: “[…] que no exista una sola mujer revolucionaria que no esté agrupada en la Federación de Mujeres Cubanas, y verán cómo la Revolución podrá contar con una nueva fuerza organizada, con una tremenda fuerza social y revolucionaria […] que la mujer cubana, en esta etapa revolucionaria, haga desaparecer hasta el último vestigio de discriminación y tenga, por sus virtudes y por sus méritos, el lugar que le corresponde en la historia de la Patria”.
A partir de la década de los 70 y siempre bajo los auspicios y cercana concertación de Fidel y Vilma, se aprobaron importantes leyes que favorecieron una cada vez mayor participación social femenina, entre ellas la Ley de Maternidad (1974), Código de la familia (1975), Constitución de la República (1976), Ley de Protección e Higiene del Trabajo (1977), Ley de Seguridad Social (1979) y Código Penal (1979). Durante los años 80 fueron promulgados el Código del Trabajo y el Reglamento para la Política de Empleo. Todo ello también expresión de la voluntad política de abrir cada ámbito del desarrollo a la tremenda fuerza social de la mujer. Y en cuanto a la necesaria elevación de su empoderamiento, Fidel sostuvo siempre que deberíamos tener un Partido y una dirección de hombres y mujeres. Raúl ha insistido en la misma idea, que avanza.
En las circunstancias más difíciles del período especial, el arrojo y estoicismo de la mujer cubana resultó decisivo, y así fue reconocido en el mensaje que les envió Fidel el 8 de marzo de 1997: “Sin la mujer, la obra ingente de la Revolución no habría sido posible. A lo largo de estos años difíciles, no ha habido tarea económica, social y política, no ha habido logro científico, cultural y deportivo, no ha habido aporte a la defensa de nuestro pueblo y de la soberanía de nuestra Patria, que no haya contado con la presencia invariablemente entusiasta y patriótica de la mujer cubana […] Nadie como ella ha hecho los mayores sacrificios en el período especial que estamos aún viviendo, ni se ha empinado tanto hasta convertir en hazaña el esfuerzo cotidiano”. Ellas no defraudaron su confianza.
HACIA EL FUTURO
Fiel continuador del legado martiano y del pensamiento y la obra excepcional del líder histórico de la Revolución, el Partido Comunista de Cuba concibe su misión y fuerza transformadora en la más estrecha vinculación con las masas. De ello dio ejemplo en su VI Congreso, con la discusión de los Lineamientos de la Política Económica y Social del Partido y la Revolución. Una de las ideas de la Resolución del VII Congreso acerca del cumplimiento de los Objetivos de Trabajo aprobados por la Primera Conferencia Nacional y las Proyecciones para su continuidad, destaca: “Seguir perfeccionando los métodos para la atención a las organizaciones de masas, con el propósito de propiciar una mayor participación en los procesos más importantes en el orden político, económico, y social, que garantice una vinculación permanente y directa con la base y tenga en cuenta las motivaciones e intereses de sus miembros”.
En su discurso de clausura del Congreso, Raúl resalta la absoluta prioridad que otorga el Partido al funcionamiento democrático de la sociedad y a la decisiva participación de las masas en los asuntos esenciales del proceso revolucionario. Ello se expresa además, respecto a los proyectos de Conceptualización del Modelo Económico y Social y las bases del Plan Nacional de Desarrollo Económico y Social hasta 2030, en la decisión de “iniciar un debate amplio y democrático sobre estos documentos programáticos con la militancia del Partido, la UJC, representantes de las organizaciones de masa y de diversos sectores”.
Y de un modo que tampoco deja posibilidad de duda, el Primer Secretario del Partido ratificó las ideas primordiales de la Revolución respecto al rumbo futuro: “Una Revolución de los humildes, por los humildes y para los humildes, como la definió el compañero Fidel, con una innegable obra social construida, jamás encontrará solución a sus problemas de espaldas al pueblo, ni con la restauración del capitalismo, que conllevaría a la aplicación de terapias de choque a las capas de la población con menos recursos y destruiría la unidad y la confianza de la mayoría de nuestros ciudadanos en torno a la Revolución y al Partido. En Cuba, reitero una vez más, nadie quedará desamparado”.
En la propia voz del líder de la Revolución vibró también en este Congreso.su absoluta certidumbre de que, ante oportunidades y desafíos, “el pueblo cubano vencerá”.