Fidel en el imaginario mexicano
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Palabras en la presentación del libro Fidel en el imaginario mexicano, Ciudad México, 24 de febrero de 2016
Buenas tardes, agradezco la presencia de todos en este recinto, así como la posibilidad de llegar una vez más a México, nación prominente por su cultura, la belleza diversa de su pueblo, su historia estremecida y paridora de sueños a lo largo del tiempo, y de una geografía esplendente, de volcanes, desiertos y florestas que bien hicieron a nuestro José Martí deslumbrarse ante el espectáculo majestuoso de la Sierra Madre Oriental y aconsejar a su querido amigo Manuel Ocaranza avistar aquellos parajes porque “un pintor en su estudio es como un águila enferma”.
Esa sensación emocionada se acrecienta en este acto para presentar el libro Fidel en el imaginario mexicano, un gesto de homenaje al Comandante en Jefe de la Revolución Cubana en el cual reconozco el abrazo con que la Patria de Benito Juárez y del General Lázaro Cárdenas estrecha al Comandante en el año de su noventa cumpleaños de vida y luchas.
Pocas semanas atrás llegó a mis manos, este espléndido libro. Entonces prometí leerlo y hacerlo llegar al Comandante Fidel, con el solemne respeto y cariño que sus páginas recogen y una nota explicativa que propiciara el acercamiento a la lectura, palabra que cumplí estrictamente, consciente de que iba a despertar una mirada acuciosa y agradecida.
Hay que gratificar infinitamente la iniciativa del Senado de esta hermana nación que aunó esfuerzos con la Embajada Cubana, así como con la Editora Política de Cuba y el realizador, camarógrafo y artista Roberto Chile, quienes emprendieron la preparación de esta hermosa obra, con la idea de que viera la luz un día como hoy, 24 de febrero, cuando se cumple un aniversario más del inicio de la guerra preparada por nuestro Apóstol José Martí en pos de la fundación de una República Con todos y para el bien de todos.
Desde la propia cubierta es un material de exquisita factura y elegancia, de resonancias históricas y solidarias, confirmación de una singular cercanía entre nuestros pueblos. La idea de recopilar testimonios sobre lo que la vida, pensamiento y obra de Fidel Castro Ruz han significado para los mexicanos surgió tras el reconocimiento que el Senado del Congreso de México le concediera, en ocasión del Aniversario 60 del Asalto al Cuartel Moncada, por su incansable lucha en favor del Movimiento de los Países No Alineados y su firme apoyo a la integración de los pueblos de América Latina y el Caribe, rubricado el 26 de julio de 2013. En todo, desempeñó un rol protagónico la Vicecoordinadora del Grupo Parlamentario del Partido de la Revolución Democrática (PRD) en el Senado, Dolores Padierna Luna. Ella misma, aquí presente, es quien prologa este libro y afirma: “Desde hace muchos, muchos años, el pensamiento y obra de Fidel Castro, estadista y líder de un proyecto emancipador y de justicia social, ha nutrido e inspirado a generaciones. Ha sido objeto también de detracciones y elogios. En lo personal, me ha acompañado en mis propias luchas por un México más incluyente, democrático, humano”.
Dolores Padierna adelanta que este libro es una breve recopilación que abarca a “Fidel en nuestra impronta, Fidel palpable, Fidel cercano, Fidel en los demás; FIDEL”, y cierra esa enumeración así, con el nombre en mayúsculas como quien desea que la palabra adquiera la dimensión y la estatura de la personalidad a quien denota.
Tras leer el libro puede afirmarse que no queda olvidada una sola arista de las múltiples que delinean su personalidad: Fidel movilizador y organizador, revolucionario pertinaz, expedicionario, estratega militar, guerrillero triunfante, líder social, orador, visionario político, realizador de emprendimientos productivos, estadista, internacionalista, comunicador eficaz, escritor, jurista, escuchador de las necesidades y los sueños de la gente de cualquier confín del mundo; hombre de Nuestra América: bolivariano, juarista y martiano; antiimperialista, ser natural, estudioso profundo de la civilización humana en este planeta y del universo, hermano sencillo, sembrador de semillas e ideas.
Después de leer minuciosamente el volumen y pasar la vista por la Iconografía, confieso que me emocioné y aseguro que ustedes lograron una obra elocuente, analítica, que registra de manera excepcional la admiración de todo un pueblo por alguien que ha luchado siempre y que a su vez, ha tenido, en la tierra azteca, una segunda Patria, sentida desde lo hondo de la historia como una casa, un abrigo.
Aparecen en el recuento detallado, incluso momentos de distanciamiento, siempre superados por la hermandad que, desde lo profundo, invariablemente emerge entre nuestras naciones. En esos casos, la reaproximación dada se hace posible desde los interlocutores y en especial por la sencillez, disposición fraterna, visión anti dogmática de la vida, la manera flexible y auténtica que caracteriza a Fidel de encarar y analizar los más espinosos o controvertidos asuntos de las relaciones políticas o en general, de los acontecimientos, con una amplitud y cordialidad apegadas estrictamente a los principios y a un código de ética que pondera el honor, la verdad, la justicia y el altruismo. La crónica de Porfirio Muñoz constituye el recuento de una larga relación en la que existieron momentos complejos desde el punto de vista político y sin embargo, prevalecieron el respeto, la franca y fraterna proximidad que el Comandante supo alentar, así como sus explicaciones sobre la sobrevivencia del movimiento revolucionario y las posturas políticas a las que había estado obligado el Gobierno Revolucionario de Cuba frente a la hostilidad del imperialismo-; o la firmada por Gerardo Unzueta que narra las vivencias del autor como periodista primero, y luego, como representante del Partido Comunista mexicano en diálogos con el Buró Político del Partido Comunista de Cuba para la reanudación de relaciones entre ambas entidades. Este material concluye con la reseña de un encuentro con Fidel, a quien el autor denomina revolucionador de pueblos.
En lo personal, el libro fue como sobrecogiéndome, en la medida que lo leía no solo sentía mucho más orgullo de nuestro líder y de lo vivido en nuestra historia, sino que además aprendía nociones nuevas, pasajes olvidados, testimonios de quienes por primera vez tenían la oportunidad de contar sus asombros y recuerdos acerca de Fidel. Así que ahora, puedo decir, que lo conozco aún más. Me impresionaron mucho la crónica de Elena Poniatowska porque define poéticamente el contraste entre la Cuba de antes y la eclosión de dignidad de la que surge posterior al triunfo revolucionario, también la remembranza de Martha Eugenia López Villeda por lo sencillamente humana o la de Julio Moguel que refleja la difícil circunstancia de Fidel al reconocerse frente a un espejo como el mismo de nombre e imagen míticos para multitudes; o la de Rafael Valdez Aguilar que traza el itinerario generoso de la Revolución y la criminal conducta del imperialismo, así como el destino perdido de muchos soñadores de la región; o la que aparece ya casi al finalizar el libro, de Carlos Véjar que se remonta a los tiempos de estancia en México de los jóvenes del Movimiento 26 de Julio.
Otros acercamientos se distinguen por su hondura en el análisis de aquello que constituye su legado, con juicios breves y contundentes:
Cristina Aguirre Beltrán manifiesta “…Fidel en mi corazón (…) Hombre del siglo XX que sabe que le ha dicho su verdad al imperio y al mundo, porque Fidel Castro vio realizado el sueño de que su amada patria sea el Primer Territorio Libre de América.”
Federico Álvarez con su magistral definición de futuridad de Fidel dijo: “Nadie podrá ya nunca borrar el nombre de Fidel Castro de la historia grande de América Latina. La Revolución Cubana podrá renovarse o transitar hacia el socialismo por caminos todavía inéditos, pero siempre será Fidel Castro, quien ante el asombro del mundo, la hizo posible cuando se dejó crecer las barbas en la Sierra Maestra”.
Cuauhtémoc Amezcua: Imagina a Benito Juárez ratificándole a Fidel su adhesión y el apoyo del pueblo de México.
Joaquín Berruecos expresa su apego a un ejemplo: “Hoy, pese a las décadas de bloqueo, resulta evidente que no les ha sido fácil hacer historia, y estoy seguro que por ello, ahí en las calles aún está vivo un gran ideal; por eso, los cubanos al lado de su anciano líder, no dejan de pelear por su dignidad y siguen enfrentando con alegría y valentía las consecuencias de las crisis globales, de sus naturales errores y de haber vivido lo que verdaderamente significa “tocar fondo” para pronto y de inmediato tratar de subir de nuevo a la superficie…”
Marcela Briz recorre los caminos de la vida que acercan a su familia y a Fidel y habla del Comandante como de una persona conocida y querida.
Fernando Buen Abad descubre lo telúrico en Fidel: Para él es “un huracán inteligente que suelta sus ráfagas argumentales bajo la consigna de afirmar la dirección de las ideas en concordancia con la práctica que movilizan la razón y los argumentos rebeldes. Ese huracán sigue joven y poderoso, agitando cabezas y corazones en pleno combate…”
Virgilio Caballero, resistiéndose al principio, se deja llevar por la naturalidad de Fidel en un apretón de manos “a mano estrecha”, dice, y por “la fabulosa avalancha de un pueblo puesto en pie”.
Antonio del Conde atestigua: “En el año y medio que estuvo en nuestro país, con una fe absoluta, un esfuerzo inimaginable, un trabajo sin descanso y una meta claramente delineada (…) no descansó hasta cumplir sus planes”.
Alejandro Encinas reconoce una estela: “Sea cual fuere el referente ideológico o el nivel de compenetración política, para las mexicanas y mexicanos de la segunda mitad del siglo XX y de los umbrales del nuevo siglo, Fidel Alejandro Castro Ruz, este polémico hombre de mil batallas, ha marcado una indeleble huella transgeneracional en un mundo carente hoy de liderazgos de la talla política de este hombre al que la historia ha absuelto”.
El artista-grabador Arturo García Bustos expresa un sentimiento: “…al participar en este libro-homenaje, hago patente mi reconocimiento al valeroso pueblo cubano y sus dirigentes que con dignidad y heroísmo supieron resistir el inhumano bloqueo de que fueron víctimas durante tantos años. Ahora Cuba tiene la fuerza y la solidez para defender su soberanía.”
Lamberto García Zapata recuerda al revolucionario Luis Cabrera al citarlo: “La revolución es la revolución” para luego señalar “y la historia enseña que para consolidar un proceso de esa índole se requiere, como lo hizo Fidel, no darles tregua a sus enemigos e impulsar la auténtica democracia popular”. Hace referencia también al respeto mostrado siempre hacia los adversarios y los detenidos en plena guerra, actitud que ha sido postura vertical de Fidel y la Revolución.
El médico y Premio José Martí de la UNESCO, el doctor Alfonso Herrera Franyuti, quien en 2006 me acompañó a recorrer los ámbitos frecuentados por José Martí en esta ciudad, va mencionando los hilos que hilvanan la historia de ambos países.
El joven académico Nayar López, coordinador de la Red En Defensa de la Humanidad, lo reconoce como coloso de mil batallas: “Fidel –considera- ocupa un lugar único en la historia de la Patria Grande. Creador de ideas de cambio y revolución y un descubridor de caminos, constructo al servicio de la humanidad a contracorriente de rutinas y esquemas de pensamiento y acción. Sintetiza en su persona al revolucionario con una indoblegable voluntad de lucha, al estadista guiado por la lealtad a la causa del pueblo y el socialismo, y al dirigente capaz de ejercer liderazgo, manteniendo congruencia ética y apego a los principios… distinguiéndose en la historia moderna por haber resistido todo tipo de agresiones durante más de cinco décadas… Forjador de revolucionarios dentro y fuera de Cuba”.
Adriana Luna Parra lo siente cercano: “Narrar mi vivencia con Fidel es reencontrar la semilla revolucionaria que su arrojo y dignidad sembró en mi corazón y se ha regado a lo largo de mi vida militante, con gotas de sabiduría, reflexión, compromiso y ejemplo de lucha”.
Ifigenia Martínez que conoció al Comandante personalmente en Conferencias Internacionales sobre la Mujer pondera un hecho: “Tiene un gran significado –dice- para América Latina el éxito de Cuba por haber consolidado su pueblo y sus dirigentes un régimen político capaz de forjar y seguir su propia historia fuera del dominio y al margen del gobierno de los Estados Unidos…”
Gabino Palomares, por su parte, entona unos versos y con ellos, la historia que se reinicia en las calles de esta misma ciudad, los emprendimientos que recibieron aquí fuerza, aliento, espacio.
Yeickol Polenvnsky nos recuerda una conexión maravillosa: “Las luchas seculares del pueblo mexicano frente a los Estados Unidos de América, la impronta juarista y el segmento más legítimo de la Revolución Mexicana, residen en la singular capacidad de síntesis histórica del pensamiento y la acción de Fidel. Lo cual nos honra como nación. La fragua de la gesta del Granma es, al mismo tiempo, parte de la historia de Cuba y de México.”
Las palabras danzan bajo ventiscas y tenues lluvias que cubrían La Habana, cuando Rodolfo Reyes Cortés emprendió gira por toda la Isla en el segundo aniversario de la Revolución Cubana… En su remembranza plantea el desafío y asevera: “Cuba ha levantado las banderas de la dignidad, el coraje y la valentía de sus hombres y mujeres.”
A María Rojo la recuerdo solidaria en La Habana, hechizada de amor por nuestro pueblo. Ella afirma: “La dignidad, Comandante Fidel Castro, como usted bien nos lo ha demostrado, ni se compra ni se vende. Es el arma que nos queda reservada a los pobres de la tierra para hacer valer nuestros derechos: es por eso que estamos en deuda con usted y con su valeroso pueblo, que han sabido mantener en los valores primordiales de humanidad y humanismo en estos tiempos del –y de la cólera- a la hora de los hornos”.
Adalberto Santana considera que el legado de la Revolución Cubana radica en su gran fuerza moral como pueblo y nación.
Enrique Semo distingue a Fidel por creer en el pueblo cubano: “Fidel Castro –confirma- ha sabido conservar la confianza en su pueblo durante los momentos de la Revolución en que todo parecía perdido. Ha demostrado, en su larga trayectoria, que incluso en los tiempos de desánimo, de indiferencia, el pueblo mantiene reservas de valor y de integridad, de resistencia y firmeza; que pueden ser despertados, interpelados, cultivados para impedir las derrotas aparentemente irremediables.”
Fernando Valadez devela que Fidel cuando estuvo en la cárcel leyó a Freud y que hizo mucho después para que en Cuba se desarrollara el psicoanálisis.
Berta Zapata Vela enfatiza su liderazgo, inspirado en predecesores como Simón Bolívar, San Martín, Artigas, Benito Juárez, Francisco Morazán y José Martí. Ella ratifica: “Su lucha a nivel mundial en favor de la dignidad humana también ha sido colosal, inquebrantable y persistente”.
Así, estas crónicas relatan vivencias o anécdotas y análisis de aconteceres políticos e históricos, y fueron escritas por mujeres y hombres sencillos del pueblo; también por ilustres de la política, las letras, el arte, la diplomacia, las ciencias, los movimientos partidarios, sociales y de solidaridad. Los testimonios se acompañan de fotografías, algunas inéditas. Las estampas registran el perfil del revolucionario, sus huesudas manos de Quijote, los lunares en la piel, la dimensión precisa del tiempo en dos relojes, la postura reflexiva, la amistad cercana con figuras primordiales, la bandera al viento, la sonrisa, el fusil, la boina, los desvelos, el discurso apasionado, el cabello hirsuto, el habano, el cruce sobre aguas desbordadas, puro sentimiento, la montaña, los viejos espejuelos.
Este libro tiene la virtud de ver a la distancia, desde donde pueden apreciarse y valorarse aún más los aciertos y alcances de una vida, un pueblo y una Revolución que, por cotidianos, a veces no alcanzamos a vislumbrar o ponderamos como merecen.
Fidel es como un árbol de la vida, infinidad de seres en un mismo tronco, así es de polifacética y multidimensional el conjunto de esta obra, una especie de sinfonía de palabras e imágenes para esbozar su silueta, la de sus pensamientos y obras. En sus páginas aflora el alma noble de México, el espíritu con que le abrió los brazos e hizo posible el sueño de una travesía a la historia.
Muchas Gracias.