Todas las miradas conducen a Cuba
Yadier pudo ser solo diestro en ambas acepciones del término (derecha y destreza) pero, oftalmólogo al fin, acabó siendo ambidiestro, apelando a la zurda y hasta a sus dos pies: con el izquierdo maneja el microscopio, lo mueve de lugar, aumenta o disminuye la intensidad de la luz y el zoom; con el derecho, maneja el pedal del facuemulsificador, que lo auxilia en la cirugía de cataratas; con su derecha opera la pieza de mano del equipo; y con la izquierda empala el cristalino. Para “colmo”, si se presenta un astigmatismo inverso, debe invertir las manos y hacer con una lo que se suponía con la otra.
Rutina facilísima para el habanero Yadier Hernández Velázquez, el hombre que, sin embargo, no sabe conducir. “Imagino que sea un poco como todo esto y que si un día me siente al timón lo haga sin problemas”, dice convencido de su coordinación, definida casualmente por la oftalmología como “curva de aprendizaje”. Pues hace unos diez años él la dobló de manera estelar y ahora se adentra en vericuetos oculares que la curiosidad le obliga a compartir.
Sospecho también que lo hace para no decir lo que ya me han adelantado, que miles se disputan su consulta, lo mismo desde Mali, Marruecos y Túnez que desde toda Argelia. Y pudiera alguien creer que la ubicación de Djelfa, wilaya (provincia) considerada “puerta del desierto”, favorece la entrada al primero de los cuatro centros oftalmológico que Cuba y Argelia decidieron compartir, pero no es cuestión geográfica: todas las miradas conducen a Cuba por otras razones.
Un simple tropiezo pudiera explicarlo: cuando las proteínas transparentes que están dentro del cristalino pierden propiedades se vuelven opacas e impiden el paso de la luz a través de la lente del ojo. Entonces, o se tropieza si no es muy grave, o sobreviene la ceguera que muchas veces los especialistas cubanos logran revertir. Y este es solo un ejemplo.
OTRAS VISIONES
De alguna manera la arena del desierto y el sol “entorpecen” la visión argelina; afectada, además, por la costumbre musulmana de cuidar apellidos y fortuna uniendo en matrimonio a parientes que contraen, con la consanguineidad, enfermedades neurológicas que dañan la visión.
Lo ha visto la doctora Giselle Jiménez Rodríguez, desde la oftalmología pediátrica en la institución de Djelfa, dotada ella de suficiente delicadeza para proponer sin imponer y consciente, también, de que la proliferación de hijos (otra característica de la cultura) dificulta las atenciones de una madre y, en ocasiones, explica el por qué algunos niños llegan a su consulta accidentados.
Asimismo, la tendencia a cubrirse el rostro ha puesto a prueba la profesionalidad de los oftalmólogos que, respetuosamente, aluden razones para retirar el jihad.
Pero ni con tales “escaramuzas” la visión árabe sobre Cuba ha sido “miope”; algo que corroboran las traductoras que asisten a los especialistas cubanos mientras les devuelven en español la retahíla de elogios.
¿No ocultan nada del idioma árabe, de veras no se han encontrado criterios inconformes?, provoco a Nadjem Fatihu Nesnine, quien habla de la honestidad de su gente y del esmero de los cubanos. “Todo es muy cierto, no mentimos, además, yo estuve en Cuba 18 meses y sé de lo que hablo, es fácil agradecerles. Lo sé, incluso, porque mi hermana fue la traductora de Fidel y Bouteflika… fíjate si tengo criterios para justificar el apego de argelinos y cubanos”.
Y expresa más Nadjem, quiere que “cuando el doctor Alionis Naranjo Cabrera se vaya, él que casi cumple un quinquenio en Argelia, Cuba envíe “copias” de esos doctores que se deshacen en atenciones. Allá ustedes tienen muchos”, dice, y recalca que sabe de lo que habla.
Zoumia Glechum, coordinadora de la consulta externa en el hospital oftalmológico, le sigue el verbo y en un español menos exacto, aunque perfectamente comprensible, resume: “más médico… que son bueno, bueno.”
No obstante, en ningún caso se trata de gloria consumada e irreversible, cada quien es responsable y “carga” con el peso de su país; de hecho, no son pocos los que confiesan que en Argelia han debido trabajar más que en Cuba, debido a las necesidades acumuladas durante años.
Un dato lo confirma: en Djelfa, donde reciben cada día entre 800 y 900 pacientes, la espera por un turno para ser atendido roza los tres meses, según indica el doctor Eliades Millán Cordoví, al frente de esa institución médica por la parte cubana.
Amén de extenuantes jornadas, la demanda continúa siendo superior, incluso en la wilaya de Ouargla, ubicada en medio del Sahara y un poco alejada del norte más densamente poblado. Será también porque dos oftalmólogos avileños, Juan Carlos Martín y Francisco Santos Pérez, refieren que el índice de complicaciones en las cirugías está por debajo del uno por ciento, muy a pesar de que los rezos diarios del musulmán, con la cabeza inclinada o pegada al piso, pueden provocar sangramientos oculares en el recién intervenido.
Hacia el sur, en la wilaya de El Oued, opiniones igualmente favorables colocan en la mira a los profesionales de la Isla. A ciencia cierta los argelinos no saben que fueron los electromédicos Fernando Frómeta, Miguel Mustelier y Pedro Curbelo, quienes cambiaron el láser de posición o que las enfermeras Dulce María Salas y Elia Rosales García auxilian a la doctora Sonia Yanet Estrada Artal, a corregir con el láser los defectos refractivos; para ellos se trata de “cubanos” y la brigada médica agradece doble el gentilicio; por unos y por todos.
VISTA HACE FE
Podríamos, quizá, haber estado en Bechar, el sitio donde otro centro oftalmológico expresa la visión de ambas naciones, pero aun cuando el adagio indique que “vista hace fe”, sobran certezas de que la oftalmología cubana ha sido el oasis del desierto. Desde que en el 2008 se inaugurara la primera institución suman ya más de dos millones de prestaciones, de acuerdo con el cierre histórico hasta octubre último, emitido por el representante de los servicios médicos cubanos en Argelia.
La mayor cifra corresponde a consultas especializadas y generales, mientras las cirugías rondan las 155 000 intervenciones. En todos los casos la realidad sobrepasa los servicios conveniados por el gobierno argelino y más allá de las formalidades, el doctor Feitas Belakhal, administrador del oftalmológico de
Djelfa se detiene en una ganancia sustancial: “esta colaboración ha sido una escuela para nosotros, ganamos, además, en el aprendizaje científico”.
Para Odalys Rodríguez Verdecia ha sido casi como una casa a la que le fue esculpiendo sus detalles. El día en que llegó a Djelfa por primera vez, nevaba, era 31 de diciembre y, burlándose de las nostalgias de su calurosa Granma, se puso a pintar, pulir rodapiés y hacer “lo que hiciera falta” para que cuatro meses después, en abril del 2008, Argelia abriera el primer hospital oftalmológico.
Hace un año regresó. Entonces ya eran cuatro centros y pudo explicarse mejor el brillo y nitidez de las miradas que le conducían a Cuba.