Discurso pronunciado por el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz en el acto de despedida a la delegación de atletas cubanos que participaran en las olimpiadas de Atlanta, efectuado en el Palacio de la Revolución, el 10 de julio de 1996
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Queridos compañeras y compañeros:
Bueno, vamos a hablar en familia; no en un discurso de ocasión porque ustedes se van, muchos cariños, muchos besos, muchos deseos y mucho patriotismo, no. Hablar en familia significa analizar las realidades aquí, en la intimidad, no allá en la escalinata que, aparte de que hace un sol y un calor tremendo, no es el mejor lugar para decir las cosas.
A ustedes venimos a despedirlos para una olimpiada, ¿pero es una olimpiada cualquiera?, ¿es un evento cualquiera?, ¿es una olimpiada común y corriente? No. Es la más difícil de las olimpiadas en que vamos a participar, y no solo por razones deportivas —es difícil deportivamente—, sino por las condiciones y el país en que esas olimpiadas van a tener lugar: las condiciones de hostilidad contra nuestro país y nuestra delegación, el intento de hacer todo el daño posible y, sobre todo, de golpear moralmente al país y a la delegación, porque todos los recursos y todas las artimañas, todos los trucos y toda la astucia serán empleados contra nuestra delegación.
Por eso, más que decir que enviamos o pretendemos enviar una delegación deportiva, me gustaría decir que pretendemos enviar una delegación de patriotas, y quisiera que ustedes fueran conscientes de todo eso.
Es preciso que, en primer lugar, ustedes tengan idea de todo lo que ha hecho el país por el deporte.
Todos los años en Cuba se gastan, o actualmente en estos años difíciles no en todo el deporte, sino en el INDER, porque esto no incluye lo del Ministerio de Educación Superior y el Ministerio de Educación, 115 millones de pesos. Ese es el presupuesto de este año en el deporte.
Funcionan en el país 100 escuelas deportivas, con 24 000 alumnos; trabajan en la educación física y el deporte, 32 000 profesores —todos esos profesores han salido de los institutos deportivos y del instituto superior de deporte—; se mantienen funcionando 11 000 instalaciones deportivas, y ni siquiera en pleno período especial se ha quedado un profesor sin un empleo, ni se ha cerrado una sola escuela deportiva, ni una sola instalación deportiva.
¿Cobran? Sí, cobran una bobería. Lo que se paga en las instalaciones deportivas es un entretenimiento, no es nada; lo que se cobra es una minimez comparado con lo que todo eso cuesta. No es un negocio, ni lo fue nunca; fue una noble actividad de nuestro pueblo, de nuestra Revolución, para darle oportunidad a nuestro país de ocupar hoy el quinto lugar del mundo en el deporte; donde todos los niños, sin excepción, sean hijos de quienes sean, sin discriminación, tengan oportunidad de hacer deporte, y para que todo el pueblo tenga oportunidad de hacer deporte.
¿Quiénes son esos 24 000 alumnos? ¿Hijos de quiénes? ¿De dónde proceden ustedes, de qué clase burguesa, de qué ricos, de qué terratenientes, de qué dueños de centrales azucareros o de bancos? Son simplemente hijos del pueblo y todos los hijos del pueblo.
Ningún país hizo más que el nuestro por el pueblo y por el deporte, en medio de la amenaza y del bloqueo, y más bloqueo y más leyes y más medidas para impedir que podamos avanzar. Frente a la potencia más poderosa y rica del mundo, nuestro pequeño país ha luchado, ha resistido.
Al corazón de ese imperio vamos ahora a competir y todas las asechanzas estarán contra ustedes. El deportista es el amado del pueblo que le otorga su simpatía, su cariño, su confianza, y nuestro noble país tiene derecho a esperar de sus atletas y de todos los que tienen que ver con el deporte una conducta ejemplar, íntegra, patriótica. Es la que ha tenido a lo largo de los años, desde el principio, desde que teníamos que amenazar con llegar a nado a las costas de Puerto Rico, con grandes ejemplos de atletas íntegros, insuperables. Sin embargo, estamos viviendo una época nueva, en que por influencia de grandes poderes económicos el deporte se ha ido comercializando cada vez más. En el mundo olímpico rompieron las normas, las reglas para ir introduciendo el profesionalismo en el deporte, y eso ha tenido su influencia, desgraciadamente.
Pienso que los atletas y sus entrenadores e instructores todos, el INDER y todos los jefes, debieran tener una actitud autocrítica, y tienen que exigir más, tienen que exigirse más.
Nuestro deporte, como todo lo de la Revolución, ha funcionado sobre bases morales, no sobre bases materiales, no sobre dinero; nosotros no tendríamos nunca palabras hipócritas para ganar atletas y trabajadores del atletismo ni dinero para hacerlo. Si fuera a base de dinero nosotros no podríamos tener el movimiento atlético que tenemos ni habríamos alcanzado las glorias que hemos logrado en estos años. Tenemos que hacerlo a base de moral, a base de conciencia, a base de patriotismo, a base de integridad, porque ha habido atletas —los hubo siempre y los ha habido en los últimos tiempos— que se han dejado llevar por el mercenarismo, por el comercialismo, por las ambiciones, y han cometido la vileza de traicionar al país.
Sabemos lo que es la traición, es tan vieja... Como desde la época de Jesucristo, según cuenta la Biblia, cuando Judas traicionó; y a lo largo de la historia ha habido Judas. Nosotros los conocimos a lo largo de la Revolución, desde la lucha clandestina había Judas que vendían a sus compañeros de lucha, y en el exilio había Judas, y en la Sierra Maestra había Judas, individuos que estaban en una posición, e incapaces de soportar los rigores de aquella lucha, dejaban el fusil y se marchaban.
A lo largo de la Revolución hemos tenido Judas en todos los sectores y, entre ellos, en el sector atlético; pero donde más duele al pueblo posiblemente, y le duele terriblemente, le hace un enorme daño, es cuando hay Judas entre los atletas, porque el pueblo deposita en ellos toda su confianza, todo su amor, toda su simpatía, gratis, por lo que disfruta del deporte, por el orgullo que siente por el deporte. Algunos van a los estadios, pero son millones los que participan de las emociones del deporte a través de la televisión, de la radio, al instante, minuto a minuto; es algo que llega muy de cerca a las fibras más sensibles de nuestro pueblo.
Pero quien traiciona al pueblo en sus sentimientos más cálidos y más puros, no solo hiere esos sentimientos, hiere al país, alienta al enemigo que nos quiere destruir, que nos bloquea, que nos hostiga, lo estimula a seguir adelante con todas sus fechorías contra nuestra patria; traiciona el prestigio del país, traiciona el deporte del país, traiciona a sus compañeros, traiciona todo.
Si recordamos la historia de nuestro deporte, historia heróica que le ha dado prestigio a Cuba, comprenderán ustedes todo el daño que le hace en todos los sentidos un traidor, aquel a quien la Revolución le ofreció todo el apoyo, todo el auxilio para el desarrollo de sus facultades, aquel por quien el país hizo todo. Traiciona a la nación, a los más nobles sentimientos de la nación; por eso a nosotros, más que medallas de oro físico, o de plata o de bronce, lo que nos interesa son las medallas morales que puedan ganar nuestros atletas. El honor de nuestros atletas nos interesa más que las medallas, el concepto que de sí mismo tenga un atleta. Y no puedo concebir qué concepto de sí mismo pueda tener un traidor.
Sobre esos puntos débiles toca el enemigo; por eso, más que el desarrollo de los músculos del cuerpo está el desarrollo de los músculos del alma, y es tarea no solo de atletas, es tarea de instructores, de entrenadores, de todos, y la historia no le perdonará jamás al atleta, o al entrenador, o al técnico, o al manager que sea traidor.
Yo creo que no podría despedirlos a ustedes hoy si no les digo esto. A ningún equipo de todos los que irán, más de cien, le querrán comprar los atletas y exhortarlos a que traicionen a la patria, al deporte y a que traicionen a los compañeros, pueden ir allí y pasarse un tiempo, en primer lugar, porque muy pocos tienen la calidad de nuestros atletas; en la inmensa mayoría de los países no tienen ni recursos, ni se han preocupado los gobiernos por desarrollar el deporte. Lo que tienen es el bombo y los platillos para nuestros atletas, es la idea de abrumarlos con la ostentación de la riqueza que han acumulado a costa de la explotación del mundo, de deslumbrarlos, de marearlos, de ofrecerles un mundo de maravilla, y, además, dinero, según el deporte, porque en este mercado del deporte que se ha desarrollado en los últimos tiempos, algunas actividades tienen muchas posibilidades comerciales y otras no tienen prácticamente ninguna, no son rentables en el mercado. Así, mientras nuestro país se preparaba para la olimpiada, ellos hacían planes y más planes para ver cómo lograban deserción de atletas y cómo nos privaban de los mejores atletas.
Una de sus estrategias era dejar a nuestro equipo de béisbol, que no podían vencerlo bajo ningún concepto, sin sus mejores cuadros y dejarlo sin pitchers, porque saben que no nos pueden vencer de otra forma. Y así, a más de un pitcher compraron, y hoy mismo compraron al mejor del equipo, una persona, por lo demás, respetada y considerada por todos, al pitcher Arrojo, desaparecido, como es clásico, comprado —sabemos quiénes participaron—, porque se asustaron. No pueden vencer al equipo de béisbol, y compraron a Osvaldo, compraron a Liván y compraron a Arrojo.
Recuerdo aquellos años en que quisieron dejarnos sin médicos. ¿Ustedes querían llevarse médicos? Llévenselos. Teníamos 6 000 y se llevaron 3 000, ¡y ahora tenemos sesenta mil!
Sí, hemos tenido Judas en momentos dolorosos. Fíjense, antes de la olimpiada, porque los que se iban a vender se podían vender mejor después, quizás les pagaban mejor en el mercado; pero no, antes de la olimpiada para que no haya equipo, para desmoralizar al equipo —que, desde luego, ha tenido una reacción digna y de condena sin vacilación a todo eso, a la traición— en vísperas de las olimpiadas. Y compraron boxeadores en vísperas de las olimpiadas.
Saben que en béisbol no pueden con nosotros y no nos pueden ganar bateando jonrones, hits, tubeis, tribeis y quieren ganarnos invirtiendo millones, quieren ganarnos con millones, y nosotros para eso solo tenemos un arma: hombres como Stevenson, al que no hubo ningún dinero capaz de comprarlo; hombres como Linares, al que no hubo ningún dinero capaz de comprarlo, porque le ofrecieron cantidades grandes, grandes; hombres como Savón, con cantidades inconmensurables, son símbolos, son ejemplos.
En deportes como el béisbol, como el boxeo, o como el voleibol femenino en que tenemos una superioridad tan incuestionable, en esas actividades harán todo lo posible por privarnos de nuestros mejores atletas, y lo harán con todos, para privarnos de una medalla, para privarnos de una victoria, para desmoralizar a los atletas, para desmoralizar al país, para que el enemigo nos amenace con más fuerza, para que el enemigo se estimule a hostigarnos más.
El compañero que habló a nombre de ustedes decía que no traicionarían jamás la memoria de los que se sacrificaron, la memoria de los que cayeron.
Son muchas las cosas que agreden, que ofenden, que profanan la memoria de los que han luchado, han caído y de los que luchan, de los que son capaces en una zafra como esta de cortar a mano y cargar a mano bajo las aguas, hasta los caminos, la caña con que se produce el alimento del pueblo, los recursos para los atletas; son muchas las cosas que traicionan al maestro que enseña a los niños en condiciones duras y difíciles, a los que salvan vidas en los hospitales o a los que trabajan junto al calor de las fraguas, a todo un pueblo luchador, a los combatientes que defienden el país, a los internacionalistas que tantos servicios prestaron a otros pueblos y a los que cayeron en prestación de esos servicios.
Estas cosas tienen que tenerlas en la mente ustedes, los entrenadores, los atletas y el INDER, porque de todo esto tenemos que sacar experiencia. No se puede librar la lucha abnegada del país para formar cualquier atleta, o cualquiera que sea capaz de infamias como esa y de traiciones a la patria como esa, porque es injusto que así se pague al pueblo que más ha hecho por el deporte, por el deportista.
Es necesario que cada uno de ustedes, allí en la pista, en la cancha, en el campo o donde sea, piensen en estas cosas y piensen en lo que defienden, piensen en aquello por lo cual se lucha y sean capaces, en ese momento supremo del esfuerzo, de dar todo lo que el ser humano puede dar —y lo que el ser humano puede dar es ilimitado—, y que nadie que sea capaz de apreciar los valores del espíritu se deje llevar jamás por la tentación de clavar por la espalda un afilado puñal a su pueblo, que tanto confía en ustedes.
Por los atletas hemos hecho todo lo posible en este difícil período especial. Nadie creía que podríamos mantener el movimiento atlético fuerte, y el pueblo ha hecho esfuerzos realmente para mantenerlo. Con el esfuerzo de todos, hasta de los propios atletas, de los propios instructores que van a otros países y una parte de lo que perciben lo entregan al INDER, porque el INDER no tiene divisas y tiene un gasto por año, parte de lo cual lo ha ido recaudando y ha servido para gastos indispensables de la institución; premios de los equipos que han servido para estímulo a todos los atletas, porque si bien es cierto que algunos equipos tienen ingresos relativamente altos, otros no tienen ningún ingreso, y ningún atleta quedó olvidado a la hora de asignar un estímulo mayor o un estímulo menor.
El país hizo un esfuerzo especial en la preparación de esta olimpiada, y buscando alimentos para el número de calorías y de proteínas que necesitaba toda la selección nacional, una cosa deliberada: busquen que estén fuertes, que no les falte nada, en la ropa, en las condiciones materiales, aun en el período especial, donde tanto escasea y que una divisa convertible se puede necesitar como medicamento para un niño.
Claro que hemos procurado que no le falte el medicamento al niño; pero ustedes son testigos, han vivido una de las épocas más difíciles de este país en la defensa de su independencia, en la defensa de su integridad, en la defensa de sus ideas.
A nosotros nos atacan, porque ese imperio poderoso ve el enemigo en aquellos que quieren justicia para el mundo. Aquellos que están sometidos, a aquellos que no se preocupan ni por la educación, ni por la salud, ni por el deporte, ni por nada, no les hacen nada; su empeño es barrer de la tierra a aquellos que han dado un ejemplo, y ustedes en el propio campo de la actividad son testigos del ejemplo que ha dado este pueblo, de su capacidad de colocarse en el quinto lugar del mundo. Y nos quieren desalojar de ahí, a ver para dónde nos mandan, comprando atletas.
Ustedes son testigos de lo que es el deporte y del orgullo de nuestro país por el deporte, y ese orgullo hay que cuidarlo, ese honor hay que preservarlo.
El ser humano es el ser humano, y todos los seres humanos tenemos defectos y podemos tener alguna virtud; pero el ser humano, según las motivaciones, puede hacer de sí mismo lo mejor y puede hacer el máximo, y puede apreciar su dignidad, su honor y el cariño de su pueblo, porque no se puede despreciar el cariño del pueblo y la confianza del pueblo.
Es con este espíritu que nosotros queremos que ustedes luchen, ¡todos!, en esta olimpiada tan difícil en el corazón del imperio que nos desprecia, en el corazón del monstruo. Y no me refiero a los ciudadanos norteamericanos, engañados muchas veces por las mentiras infames que se escriben y se publican, sino a los mecanismos de ese país, al sistema de ese país, corrompido y corruptor; a la abundancia extraordinaria de recursos que tienen para hacer inmoralidades, para hacer injusticias y para seguir librando la batalla contra este pequeño país, que es una vergüenza, porque en boxeo es como una pelea entre 10 kg y 200 kg. Pero este pequeño David, de 5 kgs o de 10 kgs, tiene un espíritu de cientos de kilogramos, de miles de kilogramos. No han podido ponernos de rodillas en ningún campo, no han podido apoderarse de Cuba por la actitud heroica de nuestro pueblo y de nuestros combatientes.
¡Despreciemos a esos que se venden por treinta monedas, como dicen que fueron las monedas que recibió Judas por su traición!
¡Reivindiquemos el honor del deporte para regresar, como los espartanos de aquellos tiempos antiguos, con el escudo o sobre el escudo!
La bandera que les hemos entregado hoy no es para venderla en pedazos ni permitir que se arranque una sola tira de ella. La bandera que les hemos entregado hoy significa patria, significa dignidad, significa valor, significa heroísmo, significa honor, y será deber de todos y cada uno de ustedes, sin excepción, no importa lo que pase, devolver esa bandera con gloria y sin mancilla.
¡Socialismo o Muerte!
¡Patria o Muerte!
¡Venceremos!
(OVACION)