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Coyah, el epicentro de la batalla contra el ébola

Médicos cubanos atienden a pacientes enfermos de ébola.

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Periódico Granma

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El Centro de Tratamiento del ébola de Coyah se encuentra a unos 60 kilómetros de Conakry. Coyah es una prefectura donde existe un pueblo, pequeño y polvoriento, de igual nombre. Los cubanos viven y trabajan en la zona de Wonkifong. Transitan todos los días en una y otra dirección por un segmento de carretera asfaltada. Durante varios días, hacemos el recorrido con los médicos y enfermeros de cada turno, porque la Brigada se ha dividido en cuatro equipos que rotan en horarios de la mañana, la tarde y la noche. Se trabajan las 24 horas, todos los días de la semana. En cada equipo hay médicos y enfermeros guineanos y de otros países africanos y existe otro integrado por colaboradores de la Unión Africana.
 
Para llegar al hotelito donde se hospedan los cubanos hay que salirse de la carretera, y avanzar por un terraplén. El Centro, en el otro extremo del recorrido diario, también se encuentra bien adentro en el monte. No existe otro espacio de vida para la Brigada cubana: o están en el Centro, o en el hotelito, una instalación agradable de pequeñas cabañas cónicas, cercado en todo su perímetro por un largo muro. Durante doce horas al día, no siempre las mismas, hay electricidad. No obstante, el Centro es un hospital de campaña, diseñado con todos los requerimientos.
 

Los doctores Graciliano Díaz e Iván Zúñiga, miembros de la brigada médica que labora en Guinea Conakry.


La temperatura en Guinea puede rebasar en esta época del año los 50 grados. Y el traje que hay que vestir para acceder a la zona roja del hospital es casi hermético, por lo que el calor provoca fatigas. A pesar de todo, los cubanos cuando llegan se hacen sentir con su bulla peculiar: bromas, saludos aspaventosos. No hay lugar para la nostalgia prolongada, porque el trabajo constante y a veces tenso, y el buen humor, rompen cualquier conato de recuerdos. Carlos Castro, el jefe de la Brigada, ha logrado la cohesión de sus 36 hermanos.
 
Antes de entrar al Centro, se lavan las manos con agua y cloro, y se dejan fumigar las suelas de los zapatos. Impacta el encuentro con los  pacientes. Al Centro de Coyah llegan de todas las regiones que circundan la capital. El epicentro de la epidemia se ha trasladado hacia esta zona y el Gobierno quiere evitar que se instale en la ciudad más populosa del país. Alrededor del 70 % de los que llegan son positivos, muchos han sido remitidos con el diagnóstico confirmado. Esto y el hecho de que la mayoría ingresa al sexto o séptimo día de contagio, eleva la letalidad, que pese a todo, por la disciplina y la profesionalidad de los cubanos y demás colaboradores del Centro, es de 52,3 %, inferior a la media del país que alcanza el 66,5 %.
 
Sin embargo, es difícil que los habitantes de la zona, en su mayoría analfabetos, que no leen o escuchan los mensajes públicos sobre la enfermedad, acepten de buen grado el ingreso a una instalación para ellos misteriosa, habitada por extranjeros vestidos de “cosmonautas”.
 
Algunos enfermos se esconden o desconocen los síntomas. Eso nos contó Fofana, una joven guineana que contrajo el ébola junto a su hija de tres o cuatro años —ella no sabe su edad, por respuesta dice que tiene cuatro hijos— y fue salvada en este hospital. Su suegra había enfermado antes y no quiso internarse, por lo que falleció. Fofana contrajo el vi­rus cuando lavaba el cuerpo de la difunta para la ceremonia fúnebre, y se la transmitió a su pequeña hija.
“Este lugar asustaba a la gente”, me tradujo sus palabras un consejero de salud que habla su lengua y trata de convencerla para que se convierta en activista del Centro, “aquí me di cuenta que todo lo que se decía era mentira, siempre tuve buena comida y tratamiento, estoy muy agradecida, muy contenta porque yo me salvé y mi hija se salvó”.
Fue una mañana particularmente hermosa, porque seis enfermos de ébola recibieron el alta médica.­ Car­los sabe que ellos son el último eslabón de la cadena. “Nosotros podemos luchar por la vida de los enfermos, pero la epidemia se vence en el terreno, en las acciones epidemiológicas del terreno, con la población, cortando los contactos, identificando la cadena de transmisión, sensibilizando al pueblo”.
 
El Gobierno acaba de declarar es­tado de emergencia en las regiones que circundan la capital, lo que probablemente permita la adopción de otras medidas de fuerza. Pero la Bri­gada cubana ha venido hasta aquí para salvar vidas.
 
Después de efectuada la entrega, el doctor Joel Fleites, responsable del turno que llega, distribuye el trabajo y designa a los que hoy accederán a la zona roja: el doctor Ivo Zúñiga, el más joven del grupo, con solo 28 años, Rogelio Labrador y Reinaldo Expósito, los enfermeros. En­fun­dar­se el traje blanco conlleva la observación de ínfimos detalles. Los cubanos han hecho sus innovaciones: agregan esparadrapo en algunas zo­nas del traje y abren un pequeño orificio en la manga por don­de introducen el dedo gordo enguantado. Unos ojos sonrientes nos miran tras los es­pe­juelos protectores.
 

Una paciente ya curada cuida de una niña huérfana a causa de la enfermedad.


Tres cercas de plástico separan a los enfermos de los trabajado­res. Des­de la zona verde podemos observar casi todas las acciones del grupo que ha entrado. Entregan medicamentos, canalizan venas, y si es necesario, bañan al paciente. Los médicos y los enfermeros cumplen tareas similares, aquí no existe el prurito de su­puestas jerarquías. Por una canal de madera se dejan caer los alimentos, la ropa y cualquier medicamento solicitado por el médico o por el pa­ciente.
 
Desde nuestro mirador, vemos a una niña de ojos asustados. Nos ex­plican que es huérfana y que la cuida una paciente salvada y ahora inmu­ne a esta sepa. Una hora después los “cosmonautas” regresan a la zona verde, después de un pa­ciente y delicado proceso asistido en el que se desvisten y de­sinfectan.Llegan sudorosos, extenuados por el esfuerzo. Pero igual de bromistas.
 
La Brigada cubana ha atendido en estos cuatro meses a 299 pacientes. Han egresado 154, de estos 86 habían sido confirmados de ébola. Son vidas salvadas. Cada turno termina con rapidez, al menos así se siente, porque el trabajo no deja margen para la espera. Ellos saben que la situación de la epidemia sigue siendo grave en el país y no pregun­tan por el regre­­so.
 
Coyah es el centro de referencia en el país, el de mejores resultados, el epicentro de la lucha contra el ébola en Guinea.