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La decisiva reunión de Altos de Mompié

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Periódico Granma

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Tras el revés de la Huelga del 9 de abril de 1958, era necesario una reestructuración del Movimiento 26 de Julio en el llano.
 
El revés de la Huelga del 9 de abril de 1958 había resultado un duro golpe para los revolucionarios. Se imponía una reestructuración del Movimiento 26 de Julio en el llano, por lo que Fidel convocó a una reunión de su Direc­ción Nacional para Altos de Mompié, en la Sierra Maestra, la cual se celebró el 3 de mayo de ese año.
 
Fidel, como indiscutible líder de la Revo­lución, presidió el encuentro. Participaron ade­más Vilma, Celia, Haydée, Luis Buch, Marcelo Fernández, el dirigente sindical Ñico Torres, Enzo Infante, René Ramos Latour (Daniel, jefe de las milicias del llano), Faustino Pérez, coordinador del Movimiento en la capital, y David Salvador (luego traidor, después de 1959), jefe de la sección obrera del M-26-7. A propuesta de Daniel, se invitó al Che.
 
Obviamente, el análisis de las causas del fracaso de la huelga ocupó la mayor parte del tiempo en la agenda. Todavía Salvador y los representantes obreros se oponían a toda participación del Partido Socialista Popular en la lucha. Tal concepción sectaria, de que las secciones obreras de los demás movimientos revolucionarios tenían que obligatoriamente seguir a la zaga de la del M-26-7, sin previa consulta ni acertada coordinación con ellos, había sido uno de los factores que incidió negativamente en el resultado del levantamiento del 9 de abril.
 
A Faustino se le criticó su sobrevaloración de las posibilidades de las milicias de la capital y su subestimación de las fuerzas de la tiranía. También Daniel adoleció de esa misma falta de visión, pues las milicias del llano nun­ca habían sido entrenadas para una acción de tal envergadura.
 
Hubo consenso entre los participantes de que se imponía la necesidad de una dirección única por lo que Fidel asumió como Co­man­dante en Jefe de la Sierra y el llano y secretario general del Movimiento 26 de Ju­lio. Delio Gómez Ochoa fue designado coordinador en La Habana y Ñico Torres, para el frente obrero. Se acordó enviar a Hay­dée como delegada especial del Movi­miento en el exterior.
 
Para ser justos con la verdad, tanto Daniel como Faustino fueron muy receptivos con las críticas y solicitaron permanecer en la Sierra como combatientes del Ejército Rebelde, una vez que hicieran entrega de sus jefaturas en el llano. Meses más tarde Ramos Latour murió valientemente en combate, al frente de una tropa. Faustino cumplió cabalmente todas las tareas que Fidel le asignó antes y después de 1959. Sobre su valor como comandante en el Ejército Rebelde, Che dejó testimonio en Pa­sajes de la Guerra Revolucionariana de có­mo, bajo la metralla enemiga, incendió un avión rebelde averiado para que no cayera en manos de las huestes batistianas.
 
Che calificó de “reunión decisiva” al en­cuentro de Altos de Mompié cuando valoró sus resultados. Al respecto escribió: “Por fin quedaban dilucidados varios problemas concretos del Movimiento […] La guerra sería conducida militar y políticamente por Fidel en su doble cargo de Comandante en Jefe de todas las fuerzas y Secretario General de la Organización. Se seguiría la línea de la Sierra, de lucha armada directa”. No se relegaba la táctica de huelga general revolucionaria en las ciudades, solo que esta se realizaría cuando la situación hubiera “madurado lo suficiente para que se produjera una explosión de ese tipo”, siempre que “el trabajo previo tu­viera características de una preparación con­veniente para un hecho de tal magnitud”.
 
Fidel nunca perdió su optimismo, ni si-quiera en los posteriores días del revés de la Huelga del 9 de abril. Por aquellos días le escribió a los combatientes clandestinos de la capital: “Tengo la más firme esperanza de que en menos de lo que muchos son capaces de imaginar, habremos convertido la derrota en victoria”.
 
No se equivocó el Comandante en Jefe. Po­cos días después de la reunión de Altos de Mompié, la tiranía, envalentonada, lanzó una formidable ofensiva contra el Ejército Re­bel­de, el famoso Plan FF (Fin de Fidel) que se estrelló contra el coraje y valor de las fuerzas revolucionarias. El avance de las columnas rebeldes hacia el centro del país, por todo el oriente, se hizo indetenible. Poco más de siete meses más tarde, una huelga general revolucionaria, convenientemente preparada y coor­dinada, consolidó el triunfo revolucionario en enero de 1959.