Enero de 1959: tiempo de victorias
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En los días finales de 1958 ya la tiranía batistiana estaba al borde del colapso final. El 27 de diciembre de 1958 las tropas emplazadas en Palma Soriano se habían rendido incondicionalmente ante la agrupación de unidades rebeldes comandadas por Fidel. Hasta ese día, ya habían sido liberados, en el Oriente del país, La Maya, San Luis, Baire, Bartolomé Masó, El Cobre, Jiguaní, Caimanera, Moa, Sagua de Tánamo y Puerto Padre; en la región central, Fomento, Guayos, Cabaiguán, Placetas, Caibarién y Remedios.
El 28 de diciembre, mientras comenzaba la batalla de Santa Clara, dirigida por el Che, comandos del Directorio Revolucionario tomaban Trinidad. Tras enconados combates, las tropas batistianas se rendían en Maffo el 30 de diciembre y al día siguiente, lo hacían en Yaguajay, ante la Columna Dos, comandada por Camilo.
El tirano Batista comprendió que era indetenible la ofensiva rebelde y huyó a Santo Domingo, llevando consigo a su familia junto con los peores criminales que habían estado al servicio de su régimen, y el presidente recién electo fraudulentamente, Andrés Rivero Agüero. Dejaba atrás, con el beneplácito de la embajada estadounidense, al general Eulogio Cantillo, como jefe del Ejército, y de “presidente provisional” al magistrado Carlos M. Piedra.
En Palma Soriano, al conocer de los últimos acontecimientos, Fidel convocó por Radio Rebelde al pueblo a la huelga general para rechazar la intentona militar de Cantillo que pretendía evitar el triunfo revolucionario. Ordenó a Camilo y Che avanzar hacia La Habana y junto con efectivos del Primer Frente, del Segundo, comandado por Raúl, y del Tercero, al mando de Almeida, entró triunfante a Santiago, Raúl, con una pequeña escolta, penetró en el cuartel Moncada y aceptó la rendición incondicional de la tropa allí acampada.
En La Habana, el pueblo se personó en la puerta principal del castillo del Príncipe, entonces una cárcel batistiana, y logró la liberación de todos los presos políticos. Las milicias del Movimiento 26 de Julio, con el apoyo del movimiento obrero y el estudiantado, asumió el control revolucionario de la capital y se incorporó, como sucedió en todo el país, a la huelga general convocada por Fidel.
EL FINAL DE LA CONJURA
El magistrado Piedra y el general Cantillo firmaban resoluciones y decretos que nadie acataba. En un intento desesperado por impedir el triunfo rebelde, Cantillo trajo al campamento Columbia al coronel Barquín, preso en Isla de Pinos por conspirar contra la tiranía. Aunque no se había opuesto al golpe de Estado del 10 de marzo de 1952, Barquín organizó en 1956 una sublevación militar contra Batista, la llamada “conspiración de los puros”, que fue detectada por el régimen tiránico, que lo sometió a juicio y lo sancionó a pena de cárcel.
Barquín convocó a sus antiguos compañeros de la conspiración de 1956 para ocupar puestos claves en el ejército, pero varios de ellos se negaron a participar en la conjura, como Borbonet y José Ramón Fernández, quienes le plantearon que solo reconocían la autoridad de Fidel y del M-26-7. Al final, Barquín comprendió que nadie aceptaba su jefatura. Los jóvenes militantes del 26, liderados por Armando Hart, lo conminaron a entregarle el mando del campamento a Camilo, designado por Fidel como jefe militar de esa fortaleza.
Camilo y la Columna Dos habían partido en la tarde del 1ro. de enero de Yaguajay. En Santa Clara, ya en poder de los revolucionarios, se detuvieron para que el Señor de la Vanguardia se entrevistara con el Che. Al frente de su tropa, Camilo continuó viaje a La Habana y de paso por Matanzas, destituyó al antiguo mando militar de esa ciudad y puso en su lugar a oficiales rebeldes.
La Columna Dos llegó al campamento Columbia, hoy Ciudad Libertad, en la noche del 2 de enero. A su paso por las calles de la capital, el pueblo, todavía en huelga, acudió a recibirlo. El Che tomó posesión de La Cabaña unas horas después, en la madrugada del 3. La conjura contrarrevolucionaria había sido neutralizada.