La unidad necesaria
Data:
01/09/2006
Fonte:
Revista Bohemia Año 98. No 18
Convocaba a todas las fuerzas revolucionarias del país a secundar la lucha contra la tiranía batistiana.
En la historia de Cuba, Hay un axioma que se cumple con exacta regularidad: en los momentos de grandeza, prevalece la unidad; en la desunión, la derrota es cierta.
Los ejemplos sobran. En los tiempos del Zanjón (1878), la falta de unidad, junto a la indisciplina entre las filas mambisas y al regionalismo –con su lógica secuela: el caudillismo–, condujo a los cubanos a la capitulación. Y aunque el patriotismo los lanzó nuevamente a la manigua, apenas unos meses después –en la llamada Guerra Chiquita, agosto de 1879–, la desunión volvió a mellar los machetes y no pudo concretarse entonces el sueño de la independencia.
En agosto del 33, el pueblo unido obligó al tirano Machado a huir. Una sublevación de sargentos y soldados, apoyada por el estudiantado, llevó al poder el 4 de septiembre de ese año al Gobierno Provisional Revolucionario, en donde por primera vez formó parte del gabinete ministerial un antimperialista consecuente, Antonio Guiteras. Pero una vez más, la desunión entre las fuerzas revolucionarias provocó la derrota.
En 1952, hubo de nuevo tiranía. Mas también hubo nuevos Mellas, Trejos y Guiteras.
Cuba 1956
El pueblo cubano padecía el quinto año de la tiranía batistiana. Había un gran descontento ante la torpe política económica del régimen y su carácter represivo. La burguesía, temerosa del ímpetu revolucionario de la juventud, proponía una “solución negociada” a la situación creada mediante el llamado diálogo cívico” entre la oposición y el Gobierno. Las fuerzas revolucionarias rechazaron tal maniobra.
Fidel y el Movimiento 26 de Julio enarbolaron las banderas de la lucha armada para derrocar al tirano y proclamaron que “en 1956 seremos libres o seremos mártires”. Militantes de esa organización marcharon hacia México para prepararse allí militarmente con vistas a la guerra necesaria que proyectaban reiniciar.
La oposición al tirano crecía. Dentro de su propio ejército se conspiraba para derrocarlo. Por tal motivo, un grupo de militares, al que el pueblo denominó “los puros”, fueron detenidos por el aparato represivo del régimen. Elementos afines a la línea insurreccional trataron de reeditar la gesta del Moncada y asaltaron el cuartel Goicuría, en Matanzas. Y el régimen batistiano, en la represión a los revolucionarios, volvió a repetir la masacre de julio de 1953.
Dentro del movimiento estudiantil se había constituido desde mediados de 1955 el Directorio Revolucionario, una FEU para tiempo de guerra, su brazo armado para el combate contra la tiranía. Su líder, José Antonio Echeverría, en plena coincidencia con Fidel, declararía a BOHEMIA: “No se me juzgue apasionado ni iluso. Este año de 1956 será el de la total liberación de Cuba”.
El paso inmediato
Fidel y José Antonio comprendieron, tal vez como pocos de los cubanos de su tiempo, la necesidad de la unidad entre las fuerzas revolucionarias. Por ello, el presidente de la FEU, acompañado de René Anillo (destacado combatiente revolucionario, ya fallecido), fue a encontrarse a la Ciudad de México con el Jefe del Movimiento 26 de Julio. Para Faure Chomón, otro relevante dirigente del Directorio Revolucionario de la FEU, “el movimiento estudiantil había llegado a un máximo de radicalización. El paso inmediato y superior es ir hacia Fidel”.
“La reunión transcurrió en la noche del 28 de agosto en un ambiente muy fraterno”, afirmó a este redactor René Anillo en entrevista concedida en 1996. “Fidel y José Antonio no solo coincidían en la causa, había simpatía mutua. Tras muchas horas de intercambio, entrada la madrugada del 29, se redactó la Carta de México y se mecanografío.
“Ese mismo día se entrega a la United Press (UP) con la condición de no publicarla hasta que yo regrese a Cuba”, proseguía Anillo. “José Antonio iba para Europa y de allí seguía hacia Sri Lanka a intervenir en un congreso estudiantil. Se hace público el primero de septiembre y los cables reprodujeron íntegramente el texto. Aquí apareció en el diario Información”.
En el documento, el M-26-7 y el Directorio Revolucionario de la FEU proclamaban su decisión de “unir sólidamente su esfuerzo en el propósito de derrocar a la tiranía y llevar a cabo la Revolución Cubana” y convocaban “a todas las fuerzas revolucionarias del país, a los estudiantes, obreros, organizaciones juveniles y a todos los hombres dignos de Cuba para que secunden esta lucha que está firmada con la decisión de morir o triunfar”.
“Consideramos propicias las condiciones sociales y políticas del país, y los preparativos revolucionarios suficientemente adelantados para ofrecer al pueblo su liberación en 1956”, reiteraban. “La insurrección secundada por la huelga general en todo el país será invencible”.
La Carta de México subrayaba que la Revolución llegaría al poder libre de compromisos “para servir a Cuba en un programa de justicia social, de libertad y democracia, de respeto a las leyes y de reconocimiento a la dignidad plena de todos los cubanos, sin odios mezquinos para nadie, y los que la dirigimos, dispuestos a poner por delante el sacrificio de nuestras vidas, en prenda de nuestras limpias intenciones”.
Faro de unidad
Según Faure Chomón, La Carta de México, firmada por Fidel y José Antonio, “fue de extraordinaria significación para la Revolución Cubana, un documento de fuerza y conciencia políticas, unitario, que no desconoció a ninguna de las fuerzas que combatía a la tiranía y llamo a luchar a todos los revolucionarios. Fue la declaración de guerra contra Batistiana y repercutió en el pueblo, en todos los que querían hacer una Revolución”.
Una vez le pedí a Faure un calificativo para este documento y respondió inmediatamente: “Faro de unidad”. Y añadió: “Nosotros teníamos una concepción de la vía armada, la lucha de calle, que no era la que iba a desarrollar Fidel, la guerra de guerrillas. Pero él nos unió: no quiso discutir nuestra táctica, nos dijo: todas las tácticas son necesarias, hablemos de nuestras coincidencias en las cuestiones estratégicas: lucha armada a muerte contra la tiranía, denuncia al trujillismo, reconocimiento a los militares puros.
“Al unirse los combatientes del Moncada, quienes se preparaban para reiniciar la guerra necesaria en la Sierra, con los que están en las manifestaciones, en el combate de calle, se está contribuyendo a fortalecer más la idea de que los elementos verdaderamente revolucionarios y de las organizaciones de vanguardia se incorporen a la lucha”.
Dentro del movimiento estudiantil, elementos oportunistas se consternaron porque José Antonio había firmado con Fidel un documento que llamaba a la universidad y al pueblo a la guerra. Recuerda Faure: “Quisieron convocar reuniones para discutirle el derecho de firmar por la FEU. Fructuoso, con la autoridad que tenía, no permitió esas reuniones y dijo que para defender a Cuba y luchar por la libertad como ocurrió en la guerra de independencia, no hace falta discutirlo, es un deber que tenemos todos los cubanos”.
Llevar a cabo la Revolución
En octubre, al regreso de Sri Lanka, José Antonio retornó a México para reunirse nuevamente con Fidel y ultimar los detalles de lo que iba a ser el plan militar: “En esa ocasión somos designados Fructuoso, Joe Westbrook y yo”, asevera Faure. “Nos unimos a José Antonio y nos reunimos con Fidel a hablar sobre cómo podíamos secundar lo que sería la expedición del Granma”.
Fidel desembarcó semanas después en tierras orientales para crear el frente guerrillero de la Sierra Maestra. José Antonio organizó las acciones del 13 de marzo de 1957 y cayó heroicamente en combate frente a la Universidad de La Habana. El Directorio, a principios de 1958, abrió un frente guerrillero en las montañas villareñas y como ratificación de la Carta de México, suscribió con el Che (quien lo hizo en nombre del M-26-7) el Pacto del Pedrero, al cual se adscribiría en los días siguientes el Partido Socialista Popular.
En torno al Ejército Rebelde comenzó a forjarse la unión de todos los revolucionarios. Unidad que se consolidaría definitivamente en la integración de nuestro Partido y ha sido –como señaló Fidel–, “alcanzada en tal alto grado como jamás se logró en la historia de nuestra Patria, esa unidad por la que suspiraron los combatientes durante casi un siglo (…) y que por primera vez nuestra generación logró”.
En la historia de Cuba, Hay un axioma que se cumple con exacta regularidad: en los momentos de grandeza, prevalece la unidad; en la desunión, la derrota es cierta.
Los ejemplos sobran. En los tiempos del Zanjón (1878), la falta de unidad, junto a la indisciplina entre las filas mambisas y al regionalismo –con su lógica secuela: el caudillismo–, condujo a los cubanos a la capitulación. Y aunque el patriotismo los lanzó nuevamente a la manigua, apenas unos meses después –en la llamada Guerra Chiquita, agosto de 1879–, la desunión volvió a mellar los machetes y no pudo concretarse entonces el sueño de la independencia.
En agosto del 33, el pueblo unido obligó al tirano Machado a huir. Una sublevación de sargentos y soldados, apoyada por el estudiantado, llevó al poder el 4 de septiembre de ese año al Gobierno Provisional Revolucionario, en donde por primera vez formó parte del gabinete ministerial un antimperialista consecuente, Antonio Guiteras. Pero una vez más, la desunión entre las fuerzas revolucionarias provocó la derrota.
En 1952, hubo de nuevo tiranía. Mas también hubo nuevos Mellas, Trejos y Guiteras.
Cuba 1956
El pueblo cubano padecía el quinto año de la tiranía batistiana. Había un gran descontento ante la torpe política económica del régimen y su carácter represivo. La burguesía, temerosa del ímpetu revolucionario de la juventud, proponía una “solución negociada” a la situación creada mediante el llamado diálogo cívico” entre la oposición y el Gobierno. Las fuerzas revolucionarias rechazaron tal maniobra.
Fidel y el Movimiento 26 de Julio enarbolaron las banderas de la lucha armada para derrocar al tirano y proclamaron que “en 1956 seremos libres o seremos mártires”. Militantes de esa organización marcharon hacia México para prepararse allí militarmente con vistas a la guerra necesaria que proyectaban reiniciar.
La oposición al tirano crecía. Dentro de su propio ejército se conspiraba para derrocarlo. Por tal motivo, un grupo de militares, al que el pueblo denominó “los puros”, fueron detenidos por el aparato represivo del régimen. Elementos afines a la línea insurreccional trataron de reeditar la gesta del Moncada y asaltaron el cuartel Goicuría, en Matanzas. Y el régimen batistiano, en la represión a los revolucionarios, volvió a repetir la masacre de julio de 1953.
Dentro del movimiento estudiantil se había constituido desde mediados de 1955 el Directorio Revolucionario, una FEU para tiempo de guerra, su brazo armado para el combate contra la tiranía. Su líder, José Antonio Echeverría, en plena coincidencia con Fidel, declararía a BOHEMIA: “No se me juzgue apasionado ni iluso. Este año de 1956 será el de la total liberación de Cuba”.
El paso inmediato
Fidel y José Antonio comprendieron, tal vez como pocos de los cubanos de su tiempo, la necesidad de la unidad entre las fuerzas revolucionarias. Por ello, el presidente de la FEU, acompañado de René Anillo (destacado combatiente revolucionario, ya fallecido), fue a encontrarse a la Ciudad de México con el Jefe del Movimiento 26 de Julio. Para Faure Chomón, otro relevante dirigente del Directorio Revolucionario de la FEU, “el movimiento estudiantil había llegado a un máximo de radicalización. El paso inmediato y superior es ir hacia Fidel”.
“La reunión transcurrió en la noche del 28 de agosto en un ambiente muy fraterno”, afirmó a este redactor René Anillo en entrevista concedida en 1996. “Fidel y José Antonio no solo coincidían en la causa, había simpatía mutua. Tras muchas horas de intercambio, entrada la madrugada del 29, se redactó la Carta de México y se mecanografío.
“Ese mismo día se entrega a la United Press (UP) con la condición de no publicarla hasta que yo regrese a Cuba”, proseguía Anillo. “José Antonio iba para Europa y de allí seguía hacia Sri Lanka a intervenir en un congreso estudiantil. Se hace público el primero de septiembre y los cables reprodujeron íntegramente el texto. Aquí apareció en el diario Información”.
En el documento, el M-26-7 y el Directorio Revolucionario de la FEU proclamaban su decisión de “unir sólidamente su esfuerzo en el propósito de derrocar a la tiranía y llevar a cabo la Revolución Cubana” y convocaban “a todas las fuerzas revolucionarias del país, a los estudiantes, obreros, organizaciones juveniles y a todos los hombres dignos de Cuba para que secunden esta lucha que está firmada con la decisión de morir o triunfar”.
“Consideramos propicias las condiciones sociales y políticas del país, y los preparativos revolucionarios suficientemente adelantados para ofrecer al pueblo su liberación en 1956”, reiteraban. “La insurrección secundada por la huelga general en todo el país será invencible”.
La Carta de México subrayaba que la Revolución llegaría al poder libre de compromisos “para servir a Cuba en un programa de justicia social, de libertad y democracia, de respeto a las leyes y de reconocimiento a la dignidad plena de todos los cubanos, sin odios mezquinos para nadie, y los que la dirigimos, dispuestos a poner por delante el sacrificio de nuestras vidas, en prenda de nuestras limpias intenciones”.
Faro de unidad
Según Faure Chomón, La Carta de México, firmada por Fidel y José Antonio, “fue de extraordinaria significación para la Revolución Cubana, un documento de fuerza y conciencia políticas, unitario, que no desconoció a ninguna de las fuerzas que combatía a la tiranía y llamo a luchar a todos los revolucionarios. Fue la declaración de guerra contra Batistiana y repercutió en el pueblo, en todos los que querían hacer una Revolución”.
Una vez le pedí a Faure un calificativo para este documento y respondió inmediatamente: “Faro de unidad”. Y añadió: “Nosotros teníamos una concepción de la vía armada, la lucha de calle, que no era la que iba a desarrollar Fidel, la guerra de guerrillas. Pero él nos unió: no quiso discutir nuestra táctica, nos dijo: todas las tácticas son necesarias, hablemos de nuestras coincidencias en las cuestiones estratégicas: lucha armada a muerte contra la tiranía, denuncia al trujillismo, reconocimiento a los militares puros.
“Al unirse los combatientes del Moncada, quienes se preparaban para reiniciar la guerra necesaria en la Sierra, con los que están en las manifestaciones, en el combate de calle, se está contribuyendo a fortalecer más la idea de que los elementos verdaderamente revolucionarios y de las organizaciones de vanguardia se incorporen a la lucha”.
Dentro del movimiento estudiantil, elementos oportunistas se consternaron porque José Antonio había firmado con Fidel un documento que llamaba a la universidad y al pueblo a la guerra. Recuerda Faure: “Quisieron convocar reuniones para discutirle el derecho de firmar por la FEU. Fructuoso, con la autoridad que tenía, no permitió esas reuniones y dijo que para defender a Cuba y luchar por la libertad como ocurrió en la guerra de independencia, no hace falta discutirlo, es un deber que tenemos todos los cubanos”.
Llevar a cabo la Revolución
En octubre, al regreso de Sri Lanka, José Antonio retornó a México para reunirse nuevamente con Fidel y ultimar los detalles de lo que iba a ser el plan militar: “En esa ocasión somos designados Fructuoso, Joe Westbrook y yo”, asevera Faure. “Nos unimos a José Antonio y nos reunimos con Fidel a hablar sobre cómo podíamos secundar lo que sería la expedición del Granma”.
Fidel desembarcó semanas después en tierras orientales para crear el frente guerrillero de la Sierra Maestra. José Antonio organizó las acciones del 13 de marzo de 1957 y cayó heroicamente en combate frente a la Universidad de La Habana. El Directorio, a principios de 1958, abrió un frente guerrillero en las montañas villareñas y como ratificación de la Carta de México, suscribió con el Che (quien lo hizo en nombre del M-26-7) el Pacto del Pedrero, al cual se adscribiría en los días siguientes el Partido Socialista Popular.
En torno al Ejército Rebelde comenzó a forjarse la unión de todos los revolucionarios. Unidad que se consolidaría definitivamente en la integración de nuestro Partido y ha sido –como señaló Fidel–, “alcanzada en tal alto grado como jamás se logró en la historia de nuestra Patria, esa unidad por la que suspiraron los combatientes durante casi un siglo (…) y que por primera vez nuestra generación logró”.