Cuba: Playa Girón y los hombres que hicieron la victoria
Data:
15/04/2011
Fonte:
Periódico Granma
Autore:
Rafael Soldevilla Quesada estaba trabajando como guardia en la casa de Fidel Castro cuando un oficial de las fuerzas armadas entró apresuradamente al lugar y soltó la noticia: una invasión de 1.200 exiliados apoyados por Estados Unidos había desembarcado en Bahía de Cochinos. Seguir leyendo el arículo
El ataque no constituía una sorpresa, según recuerda Soldevilla. El propio Castro había advertido que un reciente bombardeo --realizado por aviones disfrazados para que se asemejaran a los de la Fuerza Aérea cubana-- era un preludio de la invasión.
Ambos, Castro y Soldevilla, se fueron a defender Bahía de Cochinos en compañía de muchos otros.
"Fidel dijo 'que idiotas son'", dijo Soldevilla. "Nosotros sabíamos que ellos venían".
Enfrentados a un reto que amenazaba su propia existencia, el joven gobierno de Castro reunió y envió una fuerza de combate que incluyó a muchos milicianos voluntarios que no eran soldados profesionales y tenían poco entrenamiento militar.
En entrevistas con la Associated Press, algunos de los cubanos que pelearon en la fugaz confrontación dijeron que el haber recibido el apoyo de los milicianos constituyó un hecho decisivo para la victoria y es una de las razones que aún inspira un profundo orgullo entre los habitantes de la isla.
Cincuenta años después, los recuerdos sobre el combate son mucho más que una anécdota para sus protagonistas. Fueron 72 horas que marcaron sus vidas y se convirtieron en símbolo de una serie de confrontaciones armadas que se esparcieron en el continente.
El arribo de los exiliados --en la madrugada del 17 abril-- fue el clímax de una serie de ataques apoyados desde Estados Unidos con el objetivo de derrocar al rebelde gobierno isleño.
Dos días antes, los aviones que fueron pintados con banderas cubanas en su fuselaje habían bombardeado aeropuertos en la isla y al día siguiente --durante el entierro de las víctimas del ataque-- Castro declaró públicamente algo que hasta entonces parecía imposible en el hemisferio occidental: que la revolución era socialista.
Precisamente uno de aquellos combatientes fue Soldevilla, que tenía 25 años cuando se produjo la invasión en 1961.
Era hijo de pequeños propietarios de tierra y cuando fue entrevistado mostró sus ojos iluminados y regresó en el tiempo. "Nosotros éramos muy jóvenes", repitió varias veces cuando recordaba su niñez al lado de su abuelo; un veterano de la guerra de la independencia que le narraba sentado, en un taburete, sus aventuras en la lucha contra la corona española.
Ya adolescente, Soldevilla se incorporó a la lucha contra el dictador Fulgencio Batista, derrocado por el ex presidente Fidel Castro en 1959
Apoyados con armas y pertrechos, barcazas y hasta paracaidistas de Estados Unidos, 1.200 exiliados cubanos de la Brigada 2506 llegaron aquel 17 de abril a dos puntos vecinos en la Ciénaga de Zapata --Playa Girón y Playa Larga-- a unos 200 kilómetros al sur de la capital. La zona es conocida como Bahía de Cochinos.
Según documentos desclasificados, inicialmente se había pensado en que fueran las tropas estadounidenses las que hicieran el operativo. Pero el entonces presidente John F. Kennedy prefirió no pagar el costo político de verse implicado en una invasión directa en momentos en que en América Latina aumentaba el sentimiento anti-norteamericano en plena Guerra Fría.
Tras saberse la noticia del desembarco, Soldevilla y su batallón de basuqueros salieron al combate.
"Le voy a decir que el cálculo para la invasión no fue malo", dijo Soldevilla. "Tácticamente ellos escogieron un lugar buenísimo con posibilidades de entrada difícil si lo lograban cortar (el paso a los revolucionarios), todo eso por allá es ciénaga".
Cuando se le preguntó que habría pasado si no hubieran triunfado, Soldevilla dijo: "esa guerra no hubiera terminado, estaríamos combatiendo todavía. A lo mejor yo fuera un viejito con la barba aquí, al ombligo (se toca el ombligo y ríe) dirigiendo la lucha contra aquellos explotadores que nunca dieron nada al país".
Unos 1.000 exiliados fueron apresados tras la victoria y posteriormente intercambiados a Estados Unidos por medicina y compota para niños.
Uno de los milicianos que tomó las armas fue Francisco Manuel Torreiro, que carecía de experiencia alguna en combate, tenía apenas 15 años y un fusil casi de su tamaño. Como miembro de la milicia local, con sólo dos meses de entrenamiento, fue uno de los que se montó en uno de los camiones que salieron en caravana rumbo a la Ciénaga de Zapata.
Cuando arribó al lugar, el sonido de los cañones retumbaba y los motores de un bombardero B-52 invadían el ambiente.
"Lo primero que sentí fue miedo", dijo Torreiro. "Este fue un bautismo de fuego".
Torreiro recordó a los aviones que los bombardeaban y que ellos repelieron con tiros de revolver.
¿Qué significaron para él aquellas jornadas?
"Como cubano fue defender esta revolución, porque es mi opinión personal, el pueblo siempre ha sido fidelista y hemos creído mucho en Fidel (Castro)", dijo Torreiro, ahora fotógrafo retirado y artesano de alfarería, mientras mostraba un enorme proyectil que guarda en su casa como recuerdo.
Torreiro debió ser llevado a un hospital y estuvo al borde de la muerte. Hoy camina mal pero no se arrepiente de haberse involucrado en los combates. "Valió la pena", dijo.
Como Torreiro el obrero retirado Toribio Pozos, de 92 años, recordó que en la fábrica donde trabajaba los reunieron y les preguntaron quién quería ir como voluntario a defender Bahía de Cochinos.
"En el centro de trabajo se dio una reunión y preguntaron por todo aquel que estuviera dispuesto a ir a defender nuestra patria", dijo Pozos. "Yo enseguida levanté la mano. Estaba listo para ir adonde me enviaran".
Hoy, Torreiro cree que valió la pena su participación en el hecho.
"En Girón se jugo la revolución", concluyó. "Estamos aquí porque en Girón hubo miles de cubanos que no dejaron hacer la cabeza de playa (conquistar el territorio). Si se hacía esa cabeza de playa otro gallo cantaría".
El ataque no constituía una sorpresa, según recuerda Soldevilla. El propio Castro había advertido que un reciente bombardeo --realizado por aviones disfrazados para que se asemejaran a los de la Fuerza Aérea cubana-- era un preludio de la invasión.
Ambos, Castro y Soldevilla, se fueron a defender Bahía de Cochinos en compañía de muchos otros.
"Fidel dijo 'que idiotas son'", dijo Soldevilla. "Nosotros sabíamos que ellos venían".
Enfrentados a un reto que amenazaba su propia existencia, el joven gobierno de Castro reunió y envió una fuerza de combate que incluyó a muchos milicianos voluntarios que no eran soldados profesionales y tenían poco entrenamiento militar.
En entrevistas con la Associated Press, algunos de los cubanos que pelearon en la fugaz confrontación dijeron que el haber recibido el apoyo de los milicianos constituyó un hecho decisivo para la victoria y es una de las razones que aún inspira un profundo orgullo entre los habitantes de la isla.
Cincuenta años después, los recuerdos sobre el combate son mucho más que una anécdota para sus protagonistas. Fueron 72 horas que marcaron sus vidas y se convirtieron en símbolo de una serie de confrontaciones armadas que se esparcieron en el continente.
El arribo de los exiliados --en la madrugada del 17 abril-- fue el clímax de una serie de ataques apoyados desde Estados Unidos con el objetivo de derrocar al rebelde gobierno isleño.
Dos días antes, los aviones que fueron pintados con banderas cubanas en su fuselaje habían bombardeado aeropuertos en la isla y al día siguiente --durante el entierro de las víctimas del ataque-- Castro declaró públicamente algo que hasta entonces parecía imposible en el hemisferio occidental: que la revolución era socialista.
Precisamente uno de aquellos combatientes fue Soldevilla, que tenía 25 años cuando se produjo la invasión en 1961.
Era hijo de pequeños propietarios de tierra y cuando fue entrevistado mostró sus ojos iluminados y regresó en el tiempo. "Nosotros éramos muy jóvenes", repitió varias veces cuando recordaba su niñez al lado de su abuelo; un veterano de la guerra de la independencia que le narraba sentado, en un taburete, sus aventuras en la lucha contra la corona española.
Ya adolescente, Soldevilla se incorporó a la lucha contra el dictador Fulgencio Batista, derrocado por el ex presidente Fidel Castro en 1959
Apoyados con armas y pertrechos, barcazas y hasta paracaidistas de Estados Unidos, 1.200 exiliados cubanos de la Brigada 2506 llegaron aquel 17 de abril a dos puntos vecinos en la Ciénaga de Zapata --Playa Girón y Playa Larga-- a unos 200 kilómetros al sur de la capital. La zona es conocida como Bahía de Cochinos.
Según documentos desclasificados, inicialmente se había pensado en que fueran las tropas estadounidenses las que hicieran el operativo. Pero el entonces presidente John F. Kennedy prefirió no pagar el costo político de verse implicado en una invasión directa en momentos en que en América Latina aumentaba el sentimiento anti-norteamericano en plena Guerra Fría.
Tras saberse la noticia del desembarco, Soldevilla y su batallón de basuqueros salieron al combate.
"Le voy a decir que el cálculo para la invasión no fue malo", dijo Soldevilla. "Tácticamente ellos escogieron un lugar buenísimo con posibilidades de entrada difícil si lo lograban cortar (el paso a los revolucionarios), todo eso por allá es ciénaga".
Cuando se le preguntó que habría pasado si no hubieran triunfado, Soldevilla dijo: "esa guerra no hubiera terminado, estaríamos combatiendo todavía. A lo mejor yo fuera un viejito con la barba aquí, al ombligo (se toca el ombligo y ríe) dirigiendo la lucha contra aquellos explotadores que nunca dieron nada al país".
Unos 1.000 exiliados fueron apresados tras la victoria y posteriormente intercambiados a Estados Unidos por medicina y compota para niños.
Uno de los milicianos que tomó las armas fue Francisco Manuel Torreiro, que carecía de experiencia alguna en combate, tenía apenas 15 años y un fusil casi de su tamaño. Como miembro de la milicia local, con sólo dos meses de entrenamiento, fue uno de los que se montó en uno de los camiones que salieron en caravana rumbo a la Ciénaga de Zapata.
Cuando arribó al lugar, el sonido de los cañones retumbaba y los motores de un bombardero B-52 invadían el ambiente.
"Lo primero que sentí fue miedo", dijo Torreiro. "Este fue un bautismo de fuego".
Torreiro recordó a los aviones que los bombardeaban y que ellos repelieron con tiros de revolver.
¿Qué significaron para él aquellas jornadas?
"Como cubano fue defender esta revolución, porque es mi opinión personal, el pueblo siempre ha sido fidelista y hemos creído mucho en Fidel (Castro)", dijo Torreiro, ahora fotógrafo retirado y artesano de alfarería, mientras mostraba un enorme proyectil que guarda en su casa como recuerdo.
Torreiro debió ser llevado a un hospital y estuvo al borde de la muerte. Hoy camina mal pero no se arrepiente de haberse involucrado en los combates. "Valió la pena", dijo.
Como Torreiro el obrero retirado Toribio Pozos, de 92 años, recordó que en la fábrica donde trabajaba los reunieron y les preguntaron quién quería ir como voluntario a defender Bahía de Cochinos.
"En el centro de trabajo se dio una reunión y preguntaron por todo aquel que estuviera dispuesto a ir a defender nuestra patria", dijo Pozos. "Yo enseguida levanté la mano. Estaba listo para ir adonde me enviaran".
Hoy, Torreiro cree que valió la pena su participación en el hecho.
"En Girón se jugo la revolución", concluyó. "Estamos aquí porque en Girón hubo miles de cubanos que no dejaron hacer la cabeza de playa (conquistar el territorio). Si se hacía esa cabeza de playa otro gallo cantaría".