Noches en Paz
Data:
25/01/2010
Fonte:
Periódico Granma
Quizás Wilsos hubiera querido conocer a Solange en circunstancias menos dramáticas. Pero por esas cosas de la profesión, y también de la vida y el azar, esta joven de 30 años llegó a sus manos dos días después del letal terremoto que estremeció a Puerto Príncipe. Traía una impresionante herida en el tórax y su vida pendía de un hilo. A partir de entonces el cirujano Wilsos Canton, formado en Cuba, no se despegaría de ella.
Así, junto a la cama de Solange, encontramos a Wilsos. Realizaba la guardia nocturna en el Hospital Universitario La Paz, más conocido como Delmas 33. Cuenta este joven haitiano que dos días antes del sismo había llegado a Haití para disfrutar de sus vacaciones, cuestión que no le impidió, luego de las sacudidas, sumarse a la brigada médica cubana que comenzó a atender a los lesionados. Desde ese instante no ha parado de trabajar.
Del caso de Solange lo conoce todo. Dice Wilsos que la muchacha quedó atrapada durante dos días debajo de los escombros. Llegó al hospital con el tórax completamente abierto. Enseguida fue sometida a una operación: el pronóstico no era nada bueno. Sin embargo, luego de dos intervenciones, hoy Solange está fuera de peligro, y sabe que Wilsos, su médico, se formó en Cuba, por eso también da gracias a Dios.
Este muchacho está pendiente de todo, desde la hora de los antibióticos hasta de la alimentación de Solange. Cuentan que incluso la comida le buscó, cuando la familia aún no sabía que ella estaba hospitalizada en Delmas 33. Y cuando preguntamos el porqué de tantos cuidados, responde: La Revolución cubana me enseñó a hacerlo, me preparó para ayudar a la gente. Ya lo dijo el Comandante Fidel, somos como ángeles y estamos aquí para salvar la vida a la gente de mi pueblo.
Wilsos es solo uno de los 16 médicos que anoche trabajaban en el Hospital Delmas 33. Allí galenos cubanos y haitianos asumen las guardias nocturnas para que no falte atención médica en ningún momento del día. Este lugar, hace una semana escenario del terror, ha cambiado mucho; las noches van siendo de paz.
DELMAS 33, UNA SEMANA DESPUÉS
Una de las imágenes que más fuerte se han agarrado a mis ojos desde que llegué a Haití fue la del Hospital Universitario La Paz. Fue allí donde por vez primera tuve que ajustarme los pantalones y apretar los ojos para no parecer floja e inexperta entre mis colegas de tanta experiencia. Los pacientes adoloridos acostados en el piso o en viejos colchones, los quejidos desgarradores, la preocupación de los padres por la gravedad de los hijos¼ marcaron mis primeras horas en Haití. Y anoche confieso que sentí miedo cuando me dijeron "hay que volver", pero esta vez la historia fue distinta.
Aquello parecía otro lugar. Médicos cubanos, haitianos, españoles, mexicanos, chilenos, canadienses, colombianos habían juntado esfuerzos para dar la mejor atención. Cada paciente tenía su cama, la limpieza mejoraba y el silencio se hacía cómplice del descanso de los aquejados, mientras de un paciente a otro iban los médicos. Entre ellos estaba el cirujano Oscar Suárez, quien calificó así la guardia: "La noche será relativamente complicada, porque la incidencia de los traumas, característicos de desastres como los que vivió Haití, van disminuyendo. Lo que nos queda ahora es dar continuidad a los pacientes, y mantener la atención médica de noche. Hoy tenemos planificado atender siete casos".
También de un lado para otro, y sin cansarse, estaba el doctor haitiano Jean Pierre Brisma, médico de la familia y estudiante de segundo año de la especialidad de Cardiología. La sala de Pediatría, ubicada en una casa de campaña en las afueras del hospital, es su espacio de trabajo. Con una pequeña luz, pues la planta eléctrica no alcanza para abastecer el lugar, revisa cada paciente, chequea las heridas, la cadencia de la respiración, la hidratación y la administración de los medicamentos. Le toca a Brisma hacer de médico y enfermero. Sumaban 15 los casos esa noche y se sabía hasta el apellido de los infantes.
Atendiendo a la pequeñita Joselin Batista lo hallamos. "La niña llegó muy deshidratada luego de cinco días bajo los escombros, tenía una fractura en el brazo izquierdo por lo que tuvo que ser llevada al salón. Está mejor y se alimenta por vía oral". Sin embargo, quizás el caso más increíble de la sala que atiende Brisma es el de la niñita que, con apenas un mes y medio, sobrevivió. La trajo un desconocido, nadie sabe su nombre, pero este joven haitiano se encarga de alimentarla, bañarla, vestirla, además de atender su salud.
Así se viven las noches en el Hospital de Delmas 33, donde las cosas toman su nivel, atrás van quedando los días de la sacudida, ahora se impone el orden. Según explicó a Granma el doctor Carlos Guillén, jefe del grupo de médicos cubanos allí, la intención es que este lugar vuelva a la normalidad cuanto antes. Ya hemos abierto nuevos servicios, como los de ginecobstetricia, pediatría, cuidados especiales, rayos X, laboratorio y ultrasonido. Ya tenemos una sala que atiende a pacientes con enfermedades no asociadas al sismo. Estamos pretendiendo, además, comenzar una labor comunitaria en los asentamientos, con la ayuda de varios países.
Así, junto a la cama de Solange, encontramos a Wilsos. Realizaba la guardia nocturna en el Hospital Universitario La Paz, más conocido como Delmas 33. Cuenta este joven haitiano que dos días antes del sismo había llegado a Haití para disfrutar de sus vacaciones, cuestión que no le impidió, luego de las sacudidas, sumarse a la brigada médica cubana que comenzó a atender a los lesionados. Desde ese instante no ha parado de trabajar.
Del caso de Solange lo conoce todo. Dice Wilsos que la muchacha quedó atrapada durante dos días debajo de los escombros. Llegó al hospital con el tórax completamente abierto. Enseguida fue sometida a una operación: el pronóstico no era nada bueno. Sin embargo, luego de dos intervenciones, hoy Solange está fuera de peligro, y sabe que Wilsos, su médico, se formó en Cuba, por eso también da gracias a Dios.
Este muchacho está pendiente de todo, desde la hora de los antibióticos hasta de la alimentación de Solange. Cuentan que incluso la comida le buscó, cuando la familia aún no sabía que ella estaba hospitalizada en Delmas 33. Y cuando preguntamos el porqué de tantos cuidados, responde: La Revolución cubana me enseñó a hacerlo, me preparó para ayudar a la gente. Ya lo dijo el Comandante Fidel, somos como ángeles y estamos aquí para salvar la vida a la gente de mi pueblo.
Wilsos es solo uno de los 16 médicos que anoche trabajaban en el Hospital Delmas 33. Allí galenos cubanos y haitianos asumen las guardias nocturnas para que no falte atención médica en ningún momento del día. Este lugar, hace una semana escenario del terror, ha cambiado mucho; las noches van siendo de paz.
DELMAS 33, UNA SEMANA DESPUÉS
Una de las imágenes que más fuerte se han agarrado a mis ojos desde que llegué a Haití fue la del Hospital Universitario La Paz. Fue allí donde por vez primera tuve que ajustarme los pantalones y apretar los ojos para no parecer floja e inexperta entre mis colegas de tanta experiencia. Los pacientes adoloridos acostados en el piso o en viejos colchones, los quejidos desgarradores, la preocupación de los padres por la gravedad de los hijos¼ marcaron mis primeras horas en Haití. Y anoche confieso que sentí miedo cuando me dijeron "hay que volver", pero esta vez la historia fue distinta.
Aquello parecía otro lugar. Médicos cubanos, haitianos, españoles, mexicanos, chilenos, canadienses, colombianos habían juntado esfuerzos para dar la mejor atención. Cada paciente tenía su cama, la limpieza mejoraba y el silencio se hacía cómplice del descanso de los aquejados, mientras de un paciente a otro iban los médicos. Entre ellos estaba el cirujano Oscar Suárez, quien calificó así la guardia: "La noche será relativamente complicada, porque la incidencia de los traumas, característicos de desastres como los que vivió Haití, van disminuyendo. Lo que nos queda ahora es dar continuidad a los pacientes, y mantener la atención médica de noche. Hoy tenemos planificado atender siete casos".
También de un lado para otro, y sin cansarse, estaba el doctor haitiano Jean Pierre Brisma, médico de la familia y estudiante de segundo año de la especialidad de Cardiología. La sala de Pediatría, ubicada en una casa de campaña en las afueras del hospital, es su espacio de trabajo. Con una pequeña luz, pues la planta eléctrica no alcanza para abastecer el lugar, revisa cada paciente, chequea las heridas, la cadencia de la respiración, la hidratación y la administración de los medicamentos. Le toca a Brisma hacer de médico y enfermero. Sumaban 15 los casos esa noche y se sabía hasta el apellido de los infantes.
Atendiendo a la pequeñita Joselin Batista lo hallamos. "La niña llegó muy deshidratada luego de cinco días bajo los escombros, tenía una fractura en el brazo izquierdo por lo que tuvo que ser llevada al salón. Está mejor y se alimenta por vía oral". Sin embargo, quizás el caso más increíble de la sala que atiende Brisma es el de la niñita que, con apenas un mes y medio, sobrevivió. La trajo un desconocido, nadie sabe su nombre, pero este joven haitiano se encarga de alimentarla, bañarla, vestirla, además de atender su salud.
Así se viven las noches en el Hospital de Delmas 33, donde las cosas toman su nivel, atrás van quedando los días de la sacudida, ahora se impone el orden. Según explicó a Granma el doctor Carlos Guillén, jefe del grupo de médicos cubanos allí, la intención es que este lugar vuelva a la normalidad cuanto antes. Ya hemos abierto nuevos servicios, como los de ginecobstetricia, pediatría, cuidados especiales, rayos X, laboratorio y ultrasonido. Ya tenemos una sala que atiende a pacientes con enfermedades no asociadas al sismo. Estamos pretendiendo, además, comenzar una labor comunitaria en los asentamientos, con la ayuda de varios países.