Apoteosis en la capital
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La ciudad se volcó en las calles. Las mujeres dejaron sus casas y las que no tenían con quien dejar a sus hijos cargaron con ellos para que vieran al héroe, para que cuando fuesen mayores pudieran decir orgullosos que ellos también habían estado allí: en la manifestación más grandiosa de entusiasmo popular que recuerda la historia de Cuba.
Sí, la ciudad entera se volcó en las calles por donde se suponía que podía pasar la caravana de la victoria. Todos querían verlo, todos querían llevar en sus pupilas la visión del hombre que había dejado de ser figura humana para entrar en la leyenda, para convertirse en un cíclope, en gigante, en mito.
Los balcones, la azoteas, los árboles; todo lo que podía servir de mirador era aprovechado por los habaneros que no querían perderse detalles, que ansiaban ser testigos de la entrada triunfal en San Cristóbal de La Habana del hombre que, desde las empinadas cimas de la Sierra había lanzado a sus hombres por los llanos de Camagüey, por las alturas de Las Villas; por toda la isla, como heraldos de una nueva era: la de la nueva Cuba.
Y Fidel Castro entró en La Habana como no lo soñó nadie. No hay palabras que puedan describir lo que pasó en la capital de la República en 1a tarde de este día, 8 de enero de 1959.
Fue la apoteosis de las apoteosis; fue como si un río, como si un mar de seres humanos, llenase las calles, los paseos, los parques, las avenidas.
Y sobre el tanque de guerra, el tanque arrebatado a la dictadura en sin igual combate venía el héroe. Así entró en la ciudad y así lo vieron muchos. E1 combatiente sin par no podía tener otro vehículo, para el pedestal digno a su grandeza.
Después cambió de vehículo; ahora era un jeep, sobre el que descendía desde los balcones una lluvia de pétalos de flores que las manos de las mujeres dejaban caer sobre la caravana. Y con las flores iba, inmaterial aunque presente, el agradecimiento de un pueblo que se sabía libre por el sacrificio de aquellos hombres.
Por el Prado, por el Malecón, por el Vedado; en todas partes la muchedumbre se apretujaba, perdía casi el aliento. Pero se mantenían firmes. No importaba que pasaran las horas. Había que esperar a Fidel. Y lo vieron. Y lo oyeron. Después podían irse tranquilos. Ya nadie les contaría. Ellos habían visto al héroe.
BOHEMIA pospuso su cierre para poder recoger algunos aspectos de la llegada de Fidel y de sus tropas. Imposible, dada la premura del momento el ofrecer una información completa de ese acto que es, lo repetimos, lo más grande que se ha dado en Cuba en materia de manifestaciones populares. Pero las fotos que brindamos dan una idea del mismo. En nuestra próxima edición, ya con más tiempo, ofreceremos una información más detallada de este hecho que hará historia en nuestra patria y que será inolvidable para todos los que en él participaron.