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Apoteosis en la capital

Data: 

11/01/1959

Fonte: 

Bohemia. Ediciones de La libertad, 11 de enero de 1959

 

Ya Fidel Castro está en La Habana. Ya está en la ciudad militar rebelde de Columbia donde antes el dictador tuviera sus mejores tropas. Ahora están allí Camilo Cienfuegos y sus hombres. Y está también el pueblo. Fidel Castro va a hablar. La multitud que colma el polígono vibra de emoción. Y, como un símbolo, una paloma de inmaculado plumaje se posa sobre el hombro de FidelLa ciudad se volcó en las calles. Las mujeres dejaron sus casas y las que no tenían con quien dejar a sus hijos cargaron con ellos para que vieran al héroe, para que cuando fuesen mayores pudieran decir orgullosos que ellos también habían estado allí: en la manifestación más grandiosa de entusiasmo popular que recuerda la historia de Cuba.

¡Fidel!

Sí, la ciudad entera se volcó en las calles por donde se suponía que podía pasar la caravana de la victoria. Todos querían verlo, todos querían llevar en sus pupilas la visión del hombre que había dejado de ser figura humana para entrar en la leyenda, para convertirse en un cíclope, en gigante, en mito.  

 

Los balcones, la azoteas, los árboles; todo lo que podía servir de mirador era aprovechado por los habaneros que no querían perderse detalles, que ansiaban ser testigos de la entrada triunfal en San Cristóbal de La Habana del hombre que, desde las empinadas cimas de la Sierra había lanzado a sus hombres por los llanos de Camagüey, por las alturas de Las Villas; por toda la isla, como heraldos de una nueva era: la de la nueva Cuba. 

No solo fue el pueblo, la masa innominada la que esperó a Fidel. Figuras destacadas de la política nacional formaron filas entre los que le esperaron, entre los que le recibieron. Allí, junto al doctor Agramonte, ministro de Estado, el doctor Carlos Prío, el presidente constitucional depuesto por el 10 de marzo En las aceras, la multitud se agolpa. Las mujeres codo a codo con los hombres; los negros con los blancos, los jóvenes con los viejos. Y los niños se sientan en el piso para soportar la espera. En todo hay orden; pese a la enorme multitud no fue necesario un cordón, ni un soldado 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Y Fidel Castro entró en La Habana como no lo soñó nadie. No hay palabras que puedan describir lo que pasó en la capital de la República en 1a tarde de este día, 8 de enero de 1959.

En medio de todas las emociones de ese día inolvidable, hay una que es la más emocionante de todas. Fidel Castro abraza a su hijo. El chico se cuelga de los hombros robustos, las mejillas rozan la barba hirsuta del padre. Y el héroe, en esos momentos, no es más que hombre, no es más que padre

 

Fue la apoteosis de las apoteosis; fue como si un río, como si un mar de seres humanos, llenase las calles, los paseos, los parques, las avenidas. 

 

Y sobre el tanque de guerra, el tanque arrebatado a la dictadura en sin igual combate venía el héroe. Así entró en la ciudad y así lo vieron muchos. E1 combatiente sin par no podía tener otro vehículo, para el pedestal digno a su grandeza.

 

Después cambió de vehículo; ahora era un jeep, sobre el que descendía desde los balcones una lluvia de pétalos de flores que las manos de las mujeres dejaban caer sobre la caravana. Y con las flores iba, inmaterial aunque presente, el agradecimiento de un pueblo que se sabía libre por el sacrificio de aquellos hombres.  


En Columbia, Fidel marcha hacia la tribuna donde pronunciara más tarde uno de sus más medulares discursos. El pueblo es una ola humana pero, como antes a la salida de Palacio, se abre respetuoso para dejar pasar a Fidel Castro que no necesita de escolta, que no quiere guardaespaldas. Su mejor escolta es el pueblo todo que lo aclama, que lo ha hecho ya su ídolo

 

Por el Prado, por el Malecón, por el Vedado; en todas partes la muchedumbre se apretujaba, perdía casi el aliento. Pero se mantenían firmes. No importaba que pasaran las horas. Había que esperar a Fidel. Y lo vieron. Y lo oyeron. Después podían irse tranquilos. Ya nadie les contaría. Ellos habían visto al héroe.  

 

BOHEMIA pospuso su cierre para poder recoger algunos aspectos de la llegada de Fidel y de sus tropas. Imposible, dada la premura del momento el ofrecer una información completa de ese acto que es, lo repetimos, lo más grande que se ha dado en Cuba en materia de manifestaciones populares. Pero las fotos que brindamos dan una idea del mismo. En nuestra próxima edición, ya con más tiempo, ofreceremos una información más detallada de este hecho que hará historia en nuestra patria y que será inolvidable para todos los que en él participaron.

 

En el Palacio Presidencial que ahora sí es la casa del pueblo, el primer magistrado recibe a Fidel Castro. Allí está también Celia Sánchez cuyo nombre es todo un símbolo. Y presidiendo el grupo, una bandera cubana, representación suprema de la patria por la que ellos tanto hicieron