Discurso pronunciado por el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz en la clausura del V Congreso de la Unión de Jóvenes Comunistas, efectuado en el teatro "Karl Marx", el 5 de abril de 1987
Data:
Distinguidos invitados;
Compañeras y compañeros delegados;
Compañeras y compañeros jóvenes, y militantes del Partido de nuestra capital y de la provincia de La Habana:
Confieso que ha sido una enorme sorpresa y una indescriptible emoción ver llegar aquí esta campana de La Demajagua, que nos hizo recordar en breves segundos una larga historia de lucha y, sobre todo, aquel episodio que, en una ocasión, precisamente para tratar de reivindicar los sentimientos patrióticos y el espíritu de justicia de los que iniciaron nuestra lucha por la independencia, dio lugar a una gestión, ante los veteranos de la independencia en Manzanillo, para que prestaran a los estudiantes universitarios la campana, en ocasión de un movimiento de protesta contra un gobierno claudicante y corrompido.
A decir verdad, en aquellas circunstancias este símbolo fue ultrajado, puesto que una madrugada, llevándose a cabo lo que cualquiera habría considerado inconcebible, grupos armados al servicio del régimen imperante una madrugada robaron de la Sala de los Mártires de la universidad la campana de La Demajagua, que algún tiempo después apareció en el Palacio Presidencial. Lejos estábamos entonces de imaginarnos que un día como hoy este símbolo sería reivindicado y honrado, ya no solo por los estudiantes, sino por todo el pueblo y recibiría el homenaje de una revolución victoriosa.
Es muy simbólica, realmente, su presencia aquí esta noche, cuando se acaba de clausurar el Congreso, porque pienso que si puede haber un homenaje digno de aquel 10 de octubre, si puede haber un homenaje digno de aquel día en que se iniciaron nuestras luchas por la independencia, si puede haber un homenaje digno de los que lucharon durante más de 100 años por la libertad y la justicia en nuestra patria, ese homenaje es el congreso de nuestra juventud, del cual acabamos de ser testigos. Más que el congreso, el homenaje verdaderamente digno es el de la juventud cubana que se ha reunido en él, porque significa el mejor fruto de tantas luchas, sacrificios y vidas ofrendadas en la historia de nuestra patria.
Y cuando el compañero Presidente de la Federación Estudiantil Universitaria nos entregaba el badajo de esta campana de La Demajagua, a la mente me vino que aquel día precisamente se decretó la libertad de los esclavos en el central de La Demajagua, y hoy, 119 años después, un estudiante negro, que preside nuestra gloriosa FEU, hacía entrega de ese badajo; en un segundo pasó por mi mente la idea de que tal vez este joven, o muchos como él, que hoy trabajan, estudian y luchan dentro de nuestra Revolución, fueron descendientes de los esclavos liberados aquel 10 de Octubre de 1868. Creo, sinceramente, que la obra de la Revolución, y entre las obras de la Revolución la más brillante de todas, nuestra juventud, lo que ella siente, lo que ella expresa, lo que ella es, los plenos derechos que hoy disfruta, constituye lo que, a nuestro juicio, fue el sueño más profundo de aquellos fundadores.
Si en un minuto como este me preguntaran qué habría hecho feliz a aquellos compañeros que nos acompañaron y cayeron en el Moncada, qué habría hecho feliz a tantos jóvenes, a tantos revolucionarios que dieron su vida a lo largo de estos años de lucha, estoy absolutamente seguro de que nada los habría hecho más feliz que la juventud representada por ustedes en el V Congreso.
Este congreso refleja lo que pudiéramos llamar un salto de calidad. Recordamos los demás congresos; incluso, recordamos aquella ocasión en que se tomó la decisión de adoptar el nombre de comunistas.
Esto puede parecer muy fácil hoy, en que la palabra comunista es una palabra respetada, prestigiosa y querida por todo nuestro pueblo; pero en los primeros años de la Revolución, la organización juvenil adoptó distintos nombres, incluso se le llamó Asociación de Jóvenes Rebeldes, y cuando tiene lugar el Primer Congreso, esto es después de Girón y antes de la Crisis de Octubre, si el 17 de abril de 1961, luego del artero ataque a nuestras bases aéreas, en los funerales de un grupo de valiosos compañeros, se declaró el carácter socialista de la Revolución, ya el 4 de abril de 1962 la actitud de nuestro pueblo no podía ser más desafiante con el imperio, por eso, cuando se reunieron los jóvenes aquel mes de ese año, y sabiendo cuánto le dolía esa palabra al imperialismo, cuánto dolía esa palabra a los reaccionarios, fue por lo que propusimos, tomando en cuenta nuestros ideales, nuestros propósitos y nuestros objetivos, que llamáramos abiertamente a nuestra organización juvenil Unión de Jóvenes Comunistas (APLAUSOS). Hoy nos parece que aquella decisión fue verdaderamente acertada.
La juventud de aquella época era una juventud patriótica, revolucionaria, ardorosa, heroica, pero no tenía los niveles de educación política que posee hoy nuestra juventud; no tenía aquella conciencia comunista, no era fuerte en la teoría; aunque eran irreductibles su disposición y su decisión. Hoy, entre todos nosotros, los que hemos participado a lo largo de las sesiones del Congreso, los compañeros de la generación revolucionaria del Moncada —algunos, incluso, un poquito antes del Moncada—, se expresaba la impresión unánime de que a este congreso que acaba de efectuarse se le puede llamar un congreso de jóvenes verdaderamente comunistas (APLAUSOS).
Ese espíritu se reflejaba en todo y en todos. Creo que en él se expresaron las mejores virtudes de nuestra juventud, su valentía, su honestidad, su seguridad, la confianza en sí misma, su conciencia revolucionaria, comunista y su elevado nivel cultural; en ella se veía la obra de la Revolución y el esfuerzo de todos estos años. Ya no era la juventud de aquellos primeros tiempos de la Revolución, de campesinos que acababan de salir del analfabetismo, de trabajadores con un primer y segundo grados, de combatientes muchos de los cuales aprendieron a leer y escribir después de la guerra; era toda una atmósfera diferente, una masa diferente.
No es posible dejar de advertir que aquel 4 de abril muchos de ustedes no habían nacido, y un buen número de ustedes, o una parte de ustedes, tendría dos años, tres, cuatro, seis años, muy pocos tendrían más de cinco o seis años. Cuántas veces nos habremos encontrado con ustedes en las escuelas, en los círculos de pioneros, en los actos y los aniversarios de las organizaciones de pioneros, de estudiantes; hoy los vemos convertidos en delegados de nuestro V Congreso, los vemos convertidos en cuadros de la organización o de la economía o de la ciencia, o de la administración, incluso.
No deja de llamar la atención, cuando se recuerda que en el II Congreso se hizo el llamamiento para formar el Destacamento Pedagógico y dar respuesta a la explosión de estudiantes de nivel medio que teníamos delante, que entre los que dieron el paso al frente estaba, precisamente, quien es hoy el Primer Secretario de la Unión de Jóvenes Comunistas (APLAUSOS).
No tiene de extraño para los que hemos sido testigos de las sesiones del congreso, el hecho de que muchos compañeros dirigentes del Partido llegaban alegres, felices, era una nota unánime; compañeros que habían presenciado los debates, los diálogos; compañeros, incluso, que me abrazaban, era una forma de expresar la alegría por lo que estaban viendo en el congreso. Yo trataba de interpretar aquello; sencillamente, estaban expresando la felicidad por el nivel que había alcanzado nuestra juventud, que creo que para todos nosotros constituía un motivo de verdadero orgullo.
Ahora bien, en el Congreso de la Juventud no discutíamos simplemente problemas de la juventud; realmente, en el congreso hemos discutido los problemas del país, y en el congreso han participado los dirigentes del Partido y los dirigentes del Estado. A decir verdad, lo que más se parecía a un congreso del Partido era este Congreso de la Juventud (APLAUSOS).
Fueron examinados a fondo los problemas de la economía, los problemas de la industria, los problemas de la agricultura, y no solo en lo que atañe a los jóvenes, sino en lo que atañe a los intereses de todo el pueblo. Fueron analizados ampliamente los problemas de la salud pública, los problemas de la educación, los problemas de la cultura. Fueron analizados con profundidad los problemas relacionados con la defensa del país, y se trazaron políticas, se trazaron líneas con relación a estas cuestiones fundamentales.
Fue necesario prolongar las sesiones del congreso para dar tiempo a discutir y en ocasiones, simplemente, señalar problemas dignos de tomarse en cuenta, y las cuestiones se analizaron con verdadera profundidad. Del diálogo y los debates surgieron ideas de gran valor, que nos ayudarán en el trabajo de los próximos años.
Desde luego que un congreso de la Unión de Jóvenes Comunistas, como un congreso del Partido, no es algo que tiene lugar en unos breves días. El Congreso de la Juventud, como los congresos del Partido, tiene un proceso de gestación, es algo que empieza a prepararse, a elaborarse desde muchos meses antes.
Cuando llegamos al congreso, muchos de estos problemas habían sido ampliamente discutidos desde la base, se habían elaborado criterios e ideas valiosas sobre una cantidad de temas y de problemas. Fruto de ese proceso de análisis y discusiones desde la base, fue la elaboración del Informe Central; la discusión entre todos los jóvenes del Proyecto de Informe Central formaba parte ya del congreso, y ha quedado constancia de todo lo que se analizó, de todas las conclusiones, de todos los debates.
Era imposible en el congreso ver todos y cada uno de estos problemas, y sé que muchas ideas brillantes quedaron por exponer, que muchas magníficas intervenciones no tuvieron oportunidad de realizarse. Si fuera posible en la práctica prolongar un congreso 10 días, 15 días, estoy seguro de que habríamos escuchado magníficas ideas y magníficos aportes. Por los deseos de participar que demostraban los delegados, se puede colegir que muchos de ellos no tuvieron oportunidad de decir lo que les habría gustado decir; pero estoy seguro, sin embargo, de que en la palabra de las numerosas intervenciones que tuvieron lugar se expresaron sus ideas.
Por otro lado en el Informe Central están recogidos todos los problemas fundamentales, y creo que un mandato esencial de este congreso es la idea, o el propósito, de seguir de cerca el estudio y el análisis de todos esos problemas contenidos en el Informe Central.
Pero no debemos imaginarnos que los problemas a los que debemos enfrentarnos en los próximos años, se limiten exclusivamente a lo que está recogido en el Informe Central o lo que se ha discutido en el congreso. Cada día surgen cosas nuevas, algo que determina la propia vida y que nos obliga a estar alertas, a estar atentos, para atender no solo las cuestiones que ya conocemos, sino las nuevas cuestiones y los nuevos problemas que surjan a lo largo del camino.
Citaba, por ejemplo, el caso de los médicos de la familia. En el IV Congreso no existía nada relacionado con los médicos de la familia, institución que surge después en estos años. Se avanza con esa institución, trabajan ya miles en esos servicios, se construyen viviendas para esos médicos junto a las consultas, y entonces surgen problemas nuevos: por ejemplo, si hay algunos médicos de la familia que no viven en esas casas-consulta, que fue uno de los problemas que discutimos. Y a medida que esa institución se desarrolle, como otras muchas, surgirán los problemas relacionados con ella y numerosas tareas derivadas de su existencia. Lo mismo ocurrirá con cada cosa nueva, con los círculos juveniles, o con los video-club, o surgen con el Destacamento Pedagógico fundado hace 15 años, con cada cosa nueva o anterior, o con los pre de ciencias exactas, algo verdaderamente novedoso y reciente. Irán surgiendo distintos tipos de cuestiones y de problemas.
Pero lo fundamental es que tenemos una excelente organización y una excelente dirección. Tuve el privilegio de estar presente en el momento en que se reunió el Comité Nacional de la UJC electo en este Congreso; en el momento en que ratificaron al primero y segundo secretarios, y eligieron a los demás miembros del Buró y al Presidente del Comité de Control.
Creo, ciertamente, que eligieron excelentes cuadros, compañeros de gran capacidad, de gran prestigio en el Comité y en la dirección de la Juventud. La calidad que se percibía en el congreso podía percibirse allí en los compañeros electos, aunque en una masa de tantos compañeras y compañeros valiosos, es muy difícil escoger y escoger un Comité Nacional o escoger una dirección, no significa simplemente que se hayan escogido los mejores; sin duda que están entre los mejores, pero lo que se ha escogido es un comité y una dirección en que la gran masa, con su enorme caudal de virtudes y de espíritu revolucionario, se vea representada en ellos. Los compañeros electos significan la forma de expresarse de una gran masa de una gran cualidad.
Es lo que necesitamos, porque el proceso de este congreso prosigue. Hoy acordamos que algunos temas tienen que seguirse discutiendo en los plenos de la juventud, en los plenos del Comité Nacional, que tendrá que hacer frente a un gran programa de actividades.
En nuestro país, la organización de los jóvenes comunistas significa realmente mucho, y eso se explica perfectamente, si se tiene en cuenta que el 35% de la fuerza laboral es joven, si se tiene en cuenta que en manos de la Unión de Jóvenes Comunistas, bajo su atención y dirección, se desarrollan las organizaciones de pioneros, de estudiantes de nivel medio, de estudiantes universitarios; si se tiene en cuenta que en las filas de la juventud trabajan, actúan decenas y decenas de miles de técnicos, de científicos, de profesionales de las más variadas actividades; si se toma en cuenta que la inmensa mayoría de los combatientes que tienen la sagrada tarea de defender la patria y de defender el orden interior en nuestro país, son jóvenes; si se tiene en cuenta que en la educación de nuestros niños y de nuestros jóvenes, la Unión de Jóvenes Comunistas tiene un rol decisivo; si se tienen en cuenta las tareas que desarrolla la organización en el campo de la cultura, en el campo de la técnica con sus brigadas técnicas juveniles, el número de cuyos integrantes rebasa ya la cifra de 300 000; si se toman en cuenta las obras de choque, las iniciativas económicas; si se toman en cuenta las numerosas publicaciones de la Unión de Jóvenes Comunistas: revistas, periódicos, dirigidos a los niños, dirigidos a los estudiantes y dirigidos a la población, porque creo que somos muchos los inscriptos y los lectores asiduos de las publicaciones de nuestra juventud, entre ellos el periódico "Juventud Rebelde".
Si se toma en cuenta todo esto, se puede apreciar cómo no es posible minimizar en absoluto, subestimar de alguna forma el papel que desempeña, en nuestro proceso revolucionario y en nuestro país, la Unión de Jóvenes Comunistas. Creo que el Partido no tiene instrumento más importante para su trabajo revolucionario con las nuevas generaciones que la Unión de Jóvenes Comunistas.
Y aquí se ha dicho que nos preparamos para el año 2000. Hace alrededor de tres años —si mal no recuerdo—, en un congreso de la FEEM nosotros planteamos esta consigna relacionada con esa fecha. Decíamos que no estaba tan lejana, y que todos aquellos jóvenes estudiantes de secundaria, sobre todo, estudiantes de preuniversitarios y de nivel medio, en el año 2000 tendrían 30 años, 31 años, 32 años, que el mundo que estábamos construyendo era para ellos. Les decíamos: "Este es el mundo de ustedes", y hacíamos una apelación a pensar no en los consumos, sino en los esfuerzos para desarrollar el país, pensar en las inversiones, pensar en el desarrollo, pensar en el mundo en que habrían de vivir. Explicaba las difíciles circunstancias económicas por las que atravesaban la inmensa mayoría de los países del Tercer Mundo: la crisis económica, la deuda.
Queríamos, en esencia, que nuestra juventud no se dejara arrastrar por las ideas consumistas, sino por las ideas del desarrollo, y creo que nuestra juventud tomó con mucha claridad esas ideas.
Más tarde nos vimos obligados a tomar medidas especiales para enfrentar las dificultades económicas, enfrentar las dificultades que estaban padeciendo todos los demás países; pero enfrentar, además, las dificultades propias de nuestra situación, agravadas por dos años de sequía fuerte, un ciclón, los bajos precios del azúcar, la caída de los precios del petróleo que afectaban considerablemente nuestros ingresos en divisas, y otros factores que nos obligaron, en este año que transcurre, a realizar lo que pudiéramos llamar un esfuerzo verdaderamente heroico: era el esfuerzo de llevar a cabo los planes de la economía con la mitad de las importaciones en divisas convertibles que se consideraban imprescindibles; y, por ejemplo, podríamos decir, con la cuarta parte de las importaciones procedentes de esa área que hicimos en el año 1984, porque en 1984 fueron alrededor de 1 500 millones de dólares, de unos dólares que entonces valían mucho más que ahora.
Mil quinientos millones de dólares en el año 1984 es el equivalente de 2 000 millones de dólares en este momento. El dólar se ha devaluado en un 40%; es decir, las demás monedas con que importamos se han encarecido considerablemente, y 650 millones de dólares de importaciones convertibles en el año 1987 equivalen a menos de 500 millones de dólares del año 1984. De modo que si comparamos las importaciones de 1987 en divisas convertibles con las de 1984, es prácticamente la cuarta parte.
Eso fue lo que originó la necesidad de medidas especiales, el plan de medidas propuesto a la Asamblea Nacional a fines del pasado año.
Creo que esas nuevas realidades, que no estaban presentes el día en que nosotros nos dirigíamos a los estudiantes, dan idea del cúmulo de dificultades objetivas con que un país determinado del Tercer Mundo, en este mundo regido en los aspectos de las relaciones económicas, fundamentalmente, por los países capitalistas desarrollados, que han impuesto a estos países del Tercer Mundo una insoportable carga, las condiciones en que tienen que llevar a cabo su desarrollo son realmente muy difíciles.
Por lo tanto, aquella idea planteada en 1984, relacionada con el esfuerzo que debe hacer el país por su desarrollo y con la vista puesta en el futuro hacia el año 2000, tiene una vigencia todavía mayor en estos momentos.
En el Congreso hablamos de muchas cosas; no hubo tiempo, sin embargo, para enfatizar la necesidad de este esfuerzo, la necesidad de la eficiencia en todas las actividades, la necesidad del ahorro en todos los sentidos.
Este mismo año estamos todavía con una tarea por delante seria, muy seria: tenemos que terminar la zafra. La zafra se ha visto constantemente interrumpida, sobre todo en la zona central y occidental del país, por las lluvias, que excedieron las normales; no para llenar las presas, no para reabastecer los mantos freáticos, pero sí lo suficiente para entorpecer las actividades de la zafra.
Nuestras cosechas han adquirido un nivel altísimo de mecanización; hay provincias que tienen hasta casi un 90% de mecanización. Esa mecanización vino a liberar al país de esfuerzos tremendos, de movilizaciones de cientos de miles de ciudadanos que tenían que salir de las fábricas a cortar caña, pero ahora una lluvia de 35, 40, 50 milímetros para la cosecha en los centrales azucareros; en unos más tiempo, en otros menos tiempo, en algunos varios días, sobre todo, en los terrenos bajos como en esa zona del norte de las provincias de Villa Clara y Sancti Spíritus.
Hemos avanzado muchísimo en la mecanización, pero somos más vulnerables a algunos de estos factores climáticos, como lluvias inoportunas. Hay un atraso considerable en la producción de azúcar crudo de aproximadamente 800 000 toneladas de azúcar. Esto nos enfrenta, en los días que nos quedan de abril y en el mes de mayo, a un esfuerzo tenso, a un esfuerzo considerable. Tenemos que sembrar casi 30 000 caballerías de caña este año para compensar los efectos de ciclones, sequía, y la suma de los dos factores, zafra y siembra, en estos meses que nos quedan de abril, mayo y junio, implica una tarea muy seria.
La terminación de la zafra, la preparación de la tierra y la siembra de casi 20 000 caballerías de caña de primavera constituyen un reto grande, del cual no tenemos derecho a olvidarnos, cualesquiera que hayan sido las inmensas satisfacciones y alegrías que hayamos tenido con este congreso. Hay esfuerzos serios por delante. Confiamos en que vamos a llevar a cabo esos esfuerzos y que haremos lo que sea necesario por enfrentar tales nuevas e imprevistas dificultades.
Es grande la tarea que tenemos por delante, pero, a pesar de todo, el porvenir no se compromete. En las medidas adoptadas por la Revolución para avanzar en medio de estas limitaciones, los sacrificios para la población han sido el mínimo, así: el mínimo. Por eso digo que la elaboración y la ejecución del plan de 1987 constituyen una proeza, en esas condiciones que parecían imposibles, con ese nivel de importaciones del área convertible. Sin embargo, en esa forma de elaborar el plan, los sacrificios para la población, repito, fueron mínimos, los conocidos en las medidas adoptadas a fines de año en la Asamblea Nacional.
Además, sobre todo, no se sacrifica el desarrollo, se realizan las exploraciones petroleras, se siguen construyendo a todo tren las plantas termoeléctricas, las industrias químicas, la refinería de petróleo de Cienfuegos, la central electronuclear, que significará para el país, unido a la hidroacumuladora, una capacidad de generación de electricidad de 2 000 megawatts, 2 millones de kilowatts; más de cinco veces la capacidad instalada antes de la Revolución. Siguen a todo tren las inversiones en la minería, en la industria mecánica, en la agricultura; incluso, se incrementa, se rescata la voluntad hidráulica, y se llevan a cabo importantes obras de infraestructura.
Es decir que en los programas elaborados con tan escasos recursos, no se sacrifica el desarrollo del país; y eso es muy importante para nuestra juventud, es muy importante para nuestros jóvenes que hablan del año 2000.
Mas no solo eso, sino que, adoptando algunas medidas elementales, rescatando esa tremenda fuerza de las microbrigadas, se están dando respuestas a problemas sociales importantísimos, como lo es el inicio de un plan ambicioso de construcciones de viviendas, que comienza por la capital de la república. A pesar de esas importaciones del año 1984 y 1985, en la capital se estaban construyendo por el Estado alrededor de 3 500 viviendas al año, ¡no llegaban a cuatro mil! Este solo año de 1987 se están construyendo por las microbrigadas 5 000 nuevas viviendas; o, mejor dicho, 5 000 viviendas adicionales a las que se venían construyendo.
Se lleva a cabo un ambicioso programa de ampliación de las capacidades hospitalarias. Se están construyendo 50 círculos infantiles —es mucho más que el programa que había para todo el país por todo el quinquenio—, ¡cincuenta círculos! ; 12 escuelas especiales, 10 policlínicos, y—como analizábamos aquí— otras actividades: club de video, círculos de estudiantes, círculos juveniles.
Así que utilizando los recursos de que disponíamos, y que eran menos, se están haciendo muchas más cosas, contando con la fuerza de trabajo, resultado de la racionalización que implica la existencia de las microbrigadas, sin que esto afecte, en lo más mínimo, los costos de producción de las fábricas porque, precisamente, hay la idea de reintegrarles a las fábricas lo que paguen como salario de las microbrigadas, reintegrarlo por el Estado, de modo que eso no tenga la más mínima contradicción con los costos de las empresas y con la rentabilidad de las mismas. Estimula, por otro lado, a la racionalización; al interés de los centros de trabajo en enviar hombres y mujeres a las microbrigadas.
Así se ha resuelto el problema de la fuerza de trabajo, para dar respuesta a infinidad de cuestiones constructivas, sin las cuales no habría desarrollo económico, ni social posible, a decir verdad. Las empresas constructoras habían perdido su fuerza de trabajo en la capital de la república, la habían perdido. Este año hay algo más de 2 000, entre 2 000 y 3 000 constructores de las provincias que han venido a dar una ayuda en obras económicas importantes y en obras sociales. Las empresas constructoras de viviendas habían perdido su fuerza constructiva; las empresas de arquitectura que construían las obras sociales habían perdido su fuerza; las que construían obras industriales también habían perdido su fuerza.
Es decir que en condiciones tan difíciles, constituye virtualmente una proeza llevar a cabo el plan de la economía de este año; con dificultades, sí, a veces con situaciones muy tensas en las materias primas que van llegando, pero sin sacrificar a la población apenas nada, sin sacrificar los planes de desarrollo, cosa muy importante, y haciendo más cosas: iniciando la solución de importantes problemas; se están haciendo ahorros importantes del dinero de los excesos que se estaban pagando, de lo que se estaba dilapidando. Y todo esto es consecuencia del proceso de rectificación de errores y de lucha contra las tendencias negativas, iniciado a raíz del Tercer Congreso de nuestro Partido.
Se emplea la palabra rectificación, perfecto, no hace falta emplear muchas palabras para abarcar la idea; pero no es solo rectificación de errores o lucha contra tendencias negativas, es eliminación de estupideces, porque muchas veces no eran ni errores, eran estupideces; en otras cosas se estaba incurriendo en falta de principios. Puede estar incluido entre las tendencias negativas aquel desorden colosal —que aparecía una grúa por aquí, otra por allá, recoge por allá— denunciado el 19 de abril, hace casi un año. ¿Cómo lo vamos a calificar? No son errores; son violaciones de principios, irresponsabilidades, delitos contra la economía del pueblo.
Creo que se han rectificado tendencias realmente negativas, se están rectificando y hay que seguir luchando enérgicamente contra esas tendencias y errores; se han establecido criterios y conceptos nuevos que trazan nuestro camino, en muchas cosas no se está innovando, simplemente se está exigiendo que se cumpla lo que está establecido, aun dentro del Sistema de Dirección y Planificación de la Economía.
Los sistemas de dirección y planificación de la economía pueden ser mejores o peores, pueden ser más eficientes o menos eficientes; pero en nuestro caso, en nuestro país, lo grave fue que al lado de un sistema de dirección y planificación, con sus virtudes y sus defectos —y les confieso que los defectos son bastantes, que también están tratando de rectificarse—, lo malo, lo grave, fue la creencia de que los mecanismos resolvían automáticamente los problemas; la creencia idílica, la creencia estúpida de que los mecanismos iban a hacer el trabajo del Partido, que los mecanismos iban a construir el socialismo, que los mecanismos iban a promover el desarrollo.
Creo que aquí, en nuestro congreso, en unos días hemos tenido muchos ejemplos de cómo los mecanismos pueden entrar en conflicto con los intereses de la sociedad. Así, por ejemplo, quedó claro que los que tenían que repartir altoparlantes para las escuelas los vendían para los grupos culturales, porque les resultaba más negocio, no les interesaba, les interesaba la ganancia; empezaban a actuar como capitalistas y no les interesaba que los altoparlantes llegaran a las escuelas. Bueno, no había manera de hacerle llegar un altoparlante a una escuela por esa vía, porque desde el momento que conseguían el dinero, los compraban, los traían y entraban en el mecanismo ese, nadie sabía donde iban a parar los altoparlantes.
Veíamos cosas extrañas como que, por ejemplo, una escuela, administrada por el Estado, tenía que pagar 30 000 pesos a una empresa de cultura del Estado socialista, para que las muchachitas pudieran ejercitarse en la danza, esos fenómenos. O nos encontrábamos con que a nuestros flamantes aspirantes a capitalistas no les interesaba la práctica docente y, por lo tanto, podían cerrarse nuestras universidades, porque, díganles lo que les digan desde arriba, no les convenía, les entorpecía el trabajo: que si la vinculación, que si la meta. Y, por lo tanto, el Estado socialista se ve ante la insólita situación de que no puede emplear sus empresas, propiedad de todo el pueblo, propiedad del Estado socialista, para que los estudiantes de las universidades del Estado, de las universidades de todo el pueblo, puedan hacer sus prácticas docentes.
Y a cada rato aparecía el hecho por dondequiera, en que los intereses del sistema empresarial chocaban con los intereses de la sociedad; por una vía u otra, montones de ejemplos aparecían por ahí a cada rato, incluso la razón por la cual no hubiera perejil en una plaza, el famoso ejemplo, y cosas por el estilo: la ganancia, la ganancia y la ganancia. ¿Qué tiene que ver eso con el socialismo, qué tiene que ver con la Revolución? El error no estaba tanto en los mecanismos, porque hay que disponer de algunos mecanismos para llevar los controles, para conocer rigurosamente los costos, para conocer la eficiencia de una industria, y eso es una cosa que requiere de determinados mecanismos.
Yo también ponía el ejemplo: bueno, las empresas de cultura son empresas; entonces, un individuo decide donde organizar el espectáculo, donde le va a producir más ganancia, a que país ir, y no al país que debe ir por razones culturales, por razones políticas; en fin, infinidad de ejemplos.
Creer que crear unos cuantos mecanismos que remedan los mecanismos capitalistas van a resolver los problemas del desarrollo y del socialismo, es una gran ingenuidad; yo diría algo más, una gran estupidez, si creemos que se puede prescindir del trabajo del Partido, del trabajo del hombre do trabajo revolucionario.
Esos mecanismos no puede permitirse que se pongan por encima de los objetivos de la Revolución, ni se pongan por encima del Partido; todos esos mecanismos deben subordinarse al Partido y deben subordinarse a la Revolución. Y dondequiera que entren en conflicto los intereses de una empresa con los intereses de la Revolución y de la sociedad, sea para repartir altoparlantes, o libros, o lo que sea, o bien sea para que los estudiantes puedan estudiar en una fábrica o en una empresa agrícola, deben prevalecer los intereses de la Revolución y de la sociedad; y si allí no tenemos a un mentecato aprendiz de capitalista, si allí tenemos verdaderamente a un revolucionario, un cuadro revolucionario, un comunista, dondequiera que esté no permitirá jamás, por muchos mecanismos que tengamos necesidad de utilizar, que los intereses de una empresa entren en conflicto con los intereses más sagrados de la sociedad (APLAUSOS).
Estas ideas son fundamentales, por eso hablábamos de la instrucción revolucionaria, del marxismo-leninismo, que es una teoría revolucionaria que hay que aplicarla de una manera consecuente, de una manera revolucionaria. Hay principios que no se pueden olvidar, y creo que sobre estos temas es que tienen que meditar nuestros cuadros de la Juventud, los cuadros del Partido, los profesores de marxismo-leninismo: la aplicación viva, consecuente, revolucionaria, de las ideas del marxismo-leninismo. Los hombres interpretan, e interpretan de muchas maneras diferentes, ¡pero nosotros debemos tener nuestra forma de interpretar las ideas revolucionarias del marxismo-leninismo! (APLAUSOS)
Creo que para ello la Revolución tiene suficiente edad, para ello la Revolución tiene suficiente experiencia, como la tiene también para saber que ser revolucionario es una actitud, es una conducta que nace de un espíritu, de una conciencia, que no nace simplemente de una cultura libresca, que no nace de un atosigamiento, y a veces una verdadera intoxicación en el cerebro, de ideas simplemente teóricas.
Creo que hay que darle a la teoría revolucionaria toda la importancia que tiene, no podemos admitir que se debilite lo más mínimo; eso es esencial para la Revolución y es esencial para el futuro, y esencial, más que en nadie, en la juventud, muy importante, decisivo: la necesidad de una sólida formación teórica, de un sólido nivel de cultura política, de interpretación política, y la capacidad de aplicar, con espíritu creador, esas ideas, ver cómo nosotros educamos.
Muchos han dicho: El ejemplo. Y es verdad. Puede haber un profesor enseñando marxismo, 400 horas en el semestre si quiere, y si lo que les da es un mal ejemplo a sus alumnos, de nada valen todos los libros y las 400 horas de marxismo-leninismo (APLAUSOS).
En el Congreso salió con mucha fuerza la importancia del ejemplo. Ah, el ejemplo es una forma de aplicar la teoría, el ejemplo es una forma de educar a las nuevas generaciones, tiene una importancia enorme. No puede estar en contradicción lo que se hace con lo que se dice. El ejemplo crea virtudes, crea espíritu revolucionario.
A veces hemos cometido la pamplina, similar a la otra de querer que se construya el socialismo y se desarrolle un país simplemente con mecanismos, la tontería de creer que se forma un revolucionario atosigándolo de consignas y de ideas revolucionarias. Creo que ahí también procede otro enfoque, procede una rectificación en que nosotros, realmente, comprendamos cómo es que se forma una conciencia revolucionaria, en que los hechos tienen que acompañar a la teoría revolucionaria.
En todo este proceso pienso que se avanza, aunque hay que seguir avanzando mucho más; esta es una lucha larga y ardua, y no de un mes, ni de un día, ni de un año, de todos los días y de todos los años.
Nosotros no podemos incurrir en la ilusión o en el error, en ningún momento, de que el socialismo y el comunismo se pueden construir sin el Partido, sin el trabajo abnegado del Partido y de la Juventud, sin el trabajo revolucionario, sin el trabajo político; porque podemos, por un lado, estar creyendo que estamos desarrollando el país, aumentando el caudal de riquezas, y por otro lado corrompiendo a los hombres. La construcción del socialismo implica utilizar mecanismos, implica utilizar fórmulas que se adaptan a un momento histórico, a una circunstancia histórica, a un período de tránsito; y nuestra doctrina, que es sin duda la más hermosa, la más revolucionaria, la más humana que ha existido jamás, se propone una sociedad comunista.
Creo que los jóvenes tienen que meditar sobre esto: cómo se alcanza el comunismo, cómo se alcanza. ¿Renunciará la humanidad al objetivo del comunismo, ante las realidades de determinadas limitaciones materiales, ante las realidades de determinadas características del hombre? Algo de esto hablábamos cuando la reunión con los periodistas.
Todavía no existe ninguna sociedad comunista. Nosotros planteábamos que la sociedad comunista no podía construirse sobre la idea un poco burda, la idea mediocre, de que se podrá construir el comunismo en virtud de una abundancia sin límite de bienes y riquezas de tipo material.
El comunismo habrá que construirlo también con conciencia y con educación, porque se sabe que una abundancia ilimitada de bienes materiales no existirá nunca: surgen problemas como la contaminación del medio ambiente, el agotamiento de recursos no renovables, de recursos minerales, de recursos energéticos, etcétera, etcétera. Más bien el mundo tiene hoy tal cantidad de habitantes, tal cantidad de pobreza y tal cantidad de hambre, de ignorancia, de insalubridad, de desempleo, de tragedia en la que viven numerosos miles de millones de personas, que no permiten ignorar la realidad de la limitación de recursos económicos, e incluso materiales, que desechan cualquier idea de poseer tantos bienes materiales como la imaginación o la fantasía del hombre sea capaz de concebir.
Muchas veces hemos dicho nosotros: Bueno, ¿acaso los países del Tercer Mundo pueden adoptar el modelo de la sociedad capitalista desarrollada, esa sociedad que se formó en un momento de la historia a costa del saqueo de la gran parte de la humanidad, a costa del saqueo de continentes completos; esas llamadas sociedades de consumo? Un automóvil para cada familia. Imagínense China, pretender que en China cada familia tuviera un automóvil; o que la India concibiera un proyecto de desarrollo de sociedad, en que cada familia india tuviera un automóvil. Calculen nada más, en primer lugar, cuánto duraría todo el petróleo que existe en el mundo si sociedades que tienen 1 000 millones, y entre todas tienen varios miles de millones, adoptaran los patrones de vida y de conducta y de consumo de ese occidente capitalista, imperialista y explotador del Tercer Mundo.
Todo el mundo conoce a qué se deben esos niveles de abundancia y de despilfarro a que llegaron esas sociedades. No pueden ser modelos para los países del Tercer Mundo, ni modelo de desarrollo ni modelo de vida; ni pueden ser modelos, en absoluto, para sociedades del Tercer Mundo, que construyan el socialismo y se propongan construir el comunismo.
En el capitalismo a veces no alcanzan 25 metros de tela per cápita al año, ni alcanzan 30, ni alcanzan 40, ni 45, ni 50; pero, realmente, las verdaderas necesidades de ropa y de alimentación del ser humano tienen un límite, y todo lo demás es resultado de la fantasía, del invento capitalista y del modelo capitalista. Y las necesidades que tienen las poblaciones del Tercer Mundo de alimento, en primer lugar; de vestido, de calzado, de vivienda, de educación, de salud, de cultura, de recreación, de empleo —no tienen ni empleo— son enormes. Si una sociedad del Tercer Mundo logra resolver esos problemas fundamentales, habrá dado un paso histórico gigantesco. Si la sociedad humana llega a satisfacer sus necesidades racionales de todas esas cosas: alimentación, ropa, calzado, salud, educación, vivienda, recreación y transporte, se habrá acercado, realmente, a un objetivo histórico que por primera vez el hombre pudo plantearse a lo largo de su prolongada evolución a su condición actual de ser pensante.
En muchas de estas sociedades capitalistas de consumo, ustedes saben todas las calamidades materiales y humanas que sufre mucha gente, de todo tipo: desigualdad, discriminación racial o sexual, desempleo, opresión social, injusticias de todas clases. En esas sociedades de consumo famosas, se reúnen el multimillonario y el pordiosero; los vicios de todas clases, drogas de todos tipos, enajenación de toda índole.
Nosotros tenemos que plantearnos cuáles son los objetivos de tipo económico y social, de tipo material y moral que debe plantearse una sociedad del Tercer Mundo, del mundo de hoy, del mundo real de hoy. Y creo que en el planteamiento de esos objetivos, en la comprensión de esos objetivos y en la búsqueda de esos objetivos, el papel de la educación, el papel de la conciencia es fundamental.
Creo que el vigor de nuestra Revolución y el futuro de nuestra Revolución, dependerán del grado en que las nuevas generaciones sean capaces de profundizar en una conciencia verdaderamente revolucionaria.
Si algunos se mostraron muy contentos de este congreso, satisfechos, a mí me parece que había algo más que una pasajera emoción, algo más que un pasajero sentimiento de alegría. Me parece que la satisfacción expresada por muchos compañeros de nuestra generación en las respuestas que daban ante cada pregunta relacionada con el congreso, iba un poco más lejos, iba un poco más al fondo de la cuestión: a una sensación de seguridad. La idea de que esta nueva generación, que es obra de la Revolución, fruto de la Revolución, hija de la Revolución, es más revolucionaria, es más profundamente revolucionaria que la generación que hizo la Revolución; que sus ideas son más avanzadas, que sus ideas son más profundas.
Me parece que esos compañeros veían algo que se llama seguridad, la seguridad de que cuando cada uno de nosotros pasemos, lo que viene es mejor, lo que viene es más sólido. Que si en algún momento hemos pensado que esta generación es garantía de la Revolución, esta que inició este período histórico; si alguna vez se ha pensado —repito— que es garantía, y si los enemigos creen que esta es una generación muy radical y muy intransigente, lo que alegraba o tiene que haber alegrado a tantos compañeros, es la idea de que la nueva generación es una garantía todavía más sólida de la Revolución y de la continuidad de la Revolución en nuestra patria (APLAUSOS).
Hay que cuidarse de la tendencia de los hombres a sentirse demasiado importantes, a sentirse imprescindibles, a sentirse insustituibles. Muchos de nosotros hemos tenido un verdadero privilegio al haber sobrevivido a los primeros años de la Revolución, al haber participado en esta obra durante un número importante de años. Claro, era toda gente de la edad de ustedes cuando empezó la lucha, e incluso cuando concluyó la lucha —la primera etapa de la lucha, por supuesto; a esa nos estamos refiriendo. Y digo que hay que cuidarse de esas tentaciones.
Claro, no se puede negar que haya sido útil esa prolongada permanencia de una generación revolucionaria al lado de la obra que le dio oportunidad de actuar, errar, rectificar, aprender, etcétera, etcétera; pero pensando las cosas con ecuanimidad, con serenidad y con objetividad, el papel individual de los hombres en estos procesos históricos es limitado a un espacio de tiempo.
Pero como todos los hombres tienen que preocuparse por su obra —nuestra generación por la obra revolucionaria, y después ustedes tendrán que preocuparse también como nosotros nos preocupamos hoy por la obra revolucionaria y por los que vengan después de ustedes, qué van a ser los pioneritos esos, los que están en los círculos infantiles ahora, en primer grado, segundo, tercero, allá, dentro de 20 ó 25 años, y cómo van a ser—, no hay duda de que las buenas impresiones del congreso tocaban esa tecla tan sensible, que podría llamar de la seguridad en la obra que se hace.
Pienso que si es ridículo y vanidoso que algunos hombres se consideren imprescindibles, insustituibles, etcétera, es, en cambio, un sentimiento legítimo que los hombres se preocupen de su trabajo, de su obra y de la perdurabilidad de esa obra, sobre todo cuando parten de la convicción de que es la más humana y la más justa de las obras. Y yo creo que en esa tecla estaban tocando ustedes en las intervenciones durante el congreso y, sobre todo, con la calidad de las intervenciones que ustedes realizaron en el congreso; yo creo que ese es el secreto de la felicidad y de la satisfacción de tantos compañeros. Y eso no tiene otra fórmula que la de profundizar en las ideas y en los sentimientos revolucionarios de cada nueva generación, la necesidad de profundizar cada vez más.
Nuestra Revolución sería la más privilegiada de todas las revoluciones con esto, y parece que, sin duda, nuestra Revolución va a estar entre las más privilegiadas de todas las revoluciones, porque está presenciando este fenómeno de nuevas generaciones que profundizan en las ideas y en los sentimientos revolucionarios.
Un día como hoy, que se conmemora casi 25 años de este nombre de Jóvenes Comunistas, Comunistas, creo que es oportuno para la apelación a nuestra juventud de que sean siempre dignos de este nombre, de este calificativo, y que sean cada vez más comunistas, porque en el mundo de hoy y de mañana ser revolucionario es, y será cada vez más, ser comunista (APLAUSOS), y ser comunista en el más cabal sentido revolucionario. Como comunistas han vivido ustedes estos días: con la honestidad comunista, la franqueza comunista, la integridad comunista, el valor comunista, los sentimientos comunistas, los ideales comunistas. Y ello les exige profundizar en la teoría y en la práctica.
A nosotros nos agrada mucho la forma en que ustedes han tomado iniciativas, han llevado a cabo proezas laborales, han realizado miles de horas de trabajo voluntario, han hablado con toda claridad sobre desvíos, errores, tendencias negativas; nos ha agradado mucho la forma en que ustedes, de una manera espontánea, natural, han expresado un espíritu comunista.
Ustedes saben también que la conquista del porvenir, el establecimiento de una sociedad humana mucho más justa y mucho más humana —valga la redundancia—, no es tarea fácil; y ustedes lo han visto en estos días y lo han expresado cuando hablaban de todos los problemas: si hablaban de una empresa agrícola, los problemas de esa empresa agrícola; si hablaban de un central azucarero, los problemas del central azucarero, los controles de la calidad, la organización, la responsabilidad, la preparación, la disciplina. El socialismo, el comunismo, es algo muy distinto al capitalismo. En el capitalismo imperan las leyes ciegas, el imperio del más fuerte, la ley de la selva es la que rige en el capitalismo: el bobo desaparece, se muere; el holgazán se muere o lo aplastan. No hay nada, no hay piedad en la sociedad capitalista; esa sociedad funciona por sí misma, con sus problemas, sus contradicciones, en virtud de leyes despiadadas.
El socialismo es una cosa diferente, en que el hombre no actúa por hambre, por desesperación, por temor a las terribles consecuencias de la falta de trabajo, a que se le muera la familia sin un médico, sin una medicina, sin una educación, ¡nada!; trabajar como un desesperado porque necesita una seguridad mínima. Así no puede funcionar el socialismo, así no se puede construir una sociedad comunista. El socialismo es una cosa diferente por completo, en que todo se basa, fundamentalmente, en la conciencia, en la solidaridad, la cooperación entre los hombres, la disciplina consciente, la lucha contra el individualismo, contra el egoísmo; tiene que organizarse, tiene que prepararse, tiene que exigírsela mucho moralmente a la gente. Entonces, es una lucha infatigable contra negligencias, irresponsabilidades, insensibilidades.
Ustedes, cuando han estado analizando problemas de escuela, problemas de la salud, problemas de educación, de la cultura, constantemente, iban haciendo el examen crítico de lo que anda mal y por qué anda mal, y lo que debe hacerse para que marche bien; esto da idea del esfuerzo.
Los compañeros planteaban distintas cuestiones: aquí por qué ocurría esto, que no lo entendían; allá por qué ocurría lo otro. Hay muchas de estas cosas que, desde luego, se pueden esclarecer con explicaciones lógicas y explicaciones válidas; y hay otras muchas que no se pueden resolver sino combatiéndolas enérgicamente. Nosotros recibíamos la impresión de que ustedes sabían las cosas que andaban mal y por qué andaban mal, y qué había que hacer para resolver esas cosas que andaban mal, lo sabían: y qué debía hacer cada cual, y qué debía hacer la juventud.
Ustedes fueron suficientemente honrados como para expresar con absoluta claridad que los jóvenes comunistas muchas veces tenían responsabilidad en los problemas, porque no brindaron debida atención a tal cosa, a tal escuela, o no se la brindaron al Destacamento, o no trabajaron entre los profesores, o no trabajaron entre los alumnos, o no trabajaron en la fábrica, o no fueron combativos frente a cosas mal hechas, o no fueron combativos frente a tendencias negativas; aunque admito que muchas veces nuestros trabajadores incluso militantes y jóvenes, estaban confundidos, porque veían cada cosa por ahí y parecía que eso era lo establecido: cuando empezaba una gente a ganar cinco veces lo que tenía que ganar; o empezaba el otro en el mercado campesino a ganar 50 000, 100 000 pesos en un año, o el otro empezaba a ganar ya un montón de dinero montando timbiriches individuales; o cuando algunos empezaron a ganar cientos de miles de pesos con actividades de cuadros, de pintura, de plástica, de ambientación, etcétera. Me imagino que habría mucha gente un poco sorprendida, diría: "Bueno, esto debe estar bien porque esto está establecido."
Desde luego, eso es otra cosa, ahí están las responsabilidades que tiene la dirección del Partido, que tenemos todos, en las cosas de orden negativo que puedan haberse desarrollado; aunque algunas de ellas eran verdaderas culebras en embrión, que no se sabía qué grado de veneno traían, hasta que no se vieron grandecitas, haciendo ruido ya, y mordiendo (APLAUSOS). No sabíamos qué engendras de víboras se estaban desarrollando, hasta que empezamos a ver que se compraba una casa aquí, otra por allá, lo otro, los miles de pesos, el dinero, la danza de los millones. "Esto anda mal, esto no sirve —dijimos—, esto hay que revisarlo, todas estas causas, todos estos fenómenos, todas estas cosas." Ah, para tener un clima más sano; y empezamos a tener un clima más sano. Pero esto implica el compromiso de resolver los problemas, y resolverlos de manera correcta y de manera revolucionaria, como explicábamos hoy en la sesión cuando se discutían algunos aspectos de la agricultura, la producción de vegetales, etcétera; entraña un compromiso muy serio, porque nadie puede resignarse a la idea de que el trabajito se lo van a hacer los mecanismos: el trabajito lo tiene que hacer el Partido, la Juventud, las organizaciones de masas.
Por eso se habló de falta de combatividad, porque ha habido falta de combatividad, es verdad, entre militantes del Partido y de la Juventud. Claro que ese ambiente de confusión ayudaba a esa tolerancia, a ese relajamiento de la disciplina, casi me atrevería a decir a esa enervación de la disciplina.
Sí, porque hoy estuvimos discutiendo qué significaba la palabra; yo me quedé con la duda, le pregunté a los doctores, a los sabios, a Machadito, al de la izquierda, al de la derecha, creo que hasta a Carlos Rafael y a todo el mundo: "No, enervamiento quiere decir excitación, que los nervios se agitan y qué sé yo." Busqué un diccionario por la tarde (APLAUSOS), lo busqué, por eso lo traje —algunos creían que yo traía un libro de "El Capital", otros: "¿Tú llevas una Biblia ahí, qué llevas?" (RISAS) Digo: "No, llevo un diccionario"—: "Enervación, enervamiento: acción de enervar, debilitación. Enervador, enervante: que enerva o debilita. enervar: debilitar. Debilitar una razón o argumento. Incorrección por poner nervioso." El diccionario dice que es un error eso de confundir enervar con poner nervioso (RISAS). Dice: "Contrario: fortificar" (APLAUSOS).
Tantos profesores en nuestro congreso y nos quedamos todos con la duda; y nos engañaron, nos dijeron que era lo contrario. Por eso, puedo decir: Hubo enervamiento de la guardia revolucionaria, la vigilancia revolucionaria y el espíritu revolucionario en estos años, ustedes lo admitieron con franqueza.
Como he dicho otras veces, en estos años en que decayó el trabajo voluntario, decayeron muchas cosas; y no es que el trabajo voluntario tenga que estar todos los días, a todas horas y como una imposición, sino como una práctica sana que se había hecho bastante natural en nuestra Revolución. Pero ya todo el mundo andaba en otra cosa, por lo que antes hacía la gente espontáneamente ahora se decía: "Que limpio un poco aquí, páguenme tanto y más cuanto, y páguenme y páguenme"; y aquí no había ya casi quien estuviera dispuesto a hacer algo si no le pagaban un montón de dinero, una norma, dos normas, diecisiete normas, y administradores dando dinero por aquí y por allá. Yo voy a ver si iban a desarrollar el comunismo así, ¡de verdad!; si así iban a formar una conciencia comunista o iban a llevar hacia el degeneramiento y la corrupción al espíritu revolucionario. Esa es la verdad, hubo cierto enervamiento.
Pero, en ese período, yo diría que el espíritu revolucionario se refugió en las actividades de la defensa, en la movilización de las Milicias de Tropas Territoriales, en la preparación combativa, en los millones y decenas de millones de horas que se dedicaron a eso; que, por cierto, cuando hablaba de que no habíamos sacrificado el desarrollo, ni habíamos afectado en forma considerable a la población, me olvidaba decir que no habíamos sacrificado en lo más mínimo tampoco los planes de preparación de la defensa del país; seguimos trabajando intensamente en todo lo de la defensa, en la construcción de fortificaciones, en la preparación del país, esa es una cosa a la que no se puede renunciar jamás. Pues, bien, en esas actividades se refugió el espíritu revolucionario de nuestro pueblo en estos años.
Ustedes tuvieron la valentía —decía— de analizar todas estas cosas con mucha franqueza en el Congreso. Ustedes, realmente, reflejaron un alto nivel político y un alto nivel técnico, un alto nivel cultural.
Como ustedes hablan del 2000, yo pienso que ustedes comprendan la enorme importancia de una profunda preparación política, de una profunda conciencia revolucionaria, socialista, comunista —y ustedes tendrán que educar a la generación que viene detrás, a esos niños y adolescentes que están ahora en los pioneros y en la FEEM, pero sobre todo los que están en los pioneros, y también los de la FEEM, por supuesto—, y la importancia de estar equipados con una profunda preparación científica y técnica, que son dos requisitos esenciales para el año 2000; independientemente de lo que hagamos hoy en materia de desarrollo, de desarrollo energético, de la industria mecánica, de la agricultura; independientemente de lo que hagamos hoy, y sobre eso tenemos que hacer todavía más.
Ustedes veían cómo un compañero representante de los jóvenes de la termoeléctrica de Matanzas, explicaba lo que significará esa termoeléctrica para la economía; de haber hablado en los mismos términos los de la CEN, les explicarían lo que significará esa central electronuclear; o los de la refinería de Cienfuegos, o la de Santiago de Cuba; en fin, todo eso tiene mucha importancia.
Tenemos que trabajar fuertemente desde ahora, no hacernos ilusiones consumistas, que —repito— no tiene nada que ver con los justos anhelos de la juventud de emplear de una manera sana su tiempo libre. Es correcto que no pensemos todo el mundo hospedarnos en Varadero los dos meses de julio y agosto, pero sí es perfectamente posible ir a El Abra, ir a muchos de estos lugares del campismo, lugares hermosos, lugares agradables, lugares tranquilos, lugares donde las familias pueden reunirse, lugares donde no se consumen ni drogas ni bebidas alcohólicas, siquiera.
Hay muchas maneras de enfrentar todos esos problemas, utilizando de forma sabia nuestros recursos: o con el club del estudiante, o con círculos juveniles, que con pocos recursos y poco dinero pueden hacerse. Como está demostrado que podíamos construir, a pesar de ser el año de más dificultades, los círculos infantiles que estamos construyendo, los policlínicos y las escuelas especiales, utilizando de una manera racional los recursos materiales y, sobre todo, los recursos humanos.
No se olvide que el trabajo es la fuente creadora de las riquezas. Cuando se puede movilizar para el trabajo y se puede disponer de trabajo, se pueden resolver muchos problemas.
Claro que resolver círculos infantiles no es una actividad recreativa, es la oportunidad para que ingenieras, arquitectos, médicas, muchas mujeres que tienen una alta preparación —porque no en vano constituyen más del 50% de la fuerza técnica del país— puedan dedicarse al trabajo; los círculos son de una gran utilidad para el desarrollo económico y el desarrollo social.
Pero, en fin, hay muchas cosas que pueden resolverse y que no implican ansias consumistas, sino utilización racional de los recursos para mejorar, en lo posible, nuestras condiciones de vida material.
Tener un círculo juvenil los estudiantes, es nivel de vida. Hay muchos de esos economistas de pacotilla que no entienden que haya nivel de vida en la existencia de un botánico, porque como no se mide en toneladas de cemento ni de acero, eso parece una basura que no eleva ningún nivel de vida. El hecho de que más de 100 000 personas vayan todas las semanas al Parque "Lenin", es nivel de vida aquí y en todas partes del mundo, y nivel de vida de la más alta calidad; o quien visite un botánico, o quien va a un museo, un zoológico, un acuario, un círculo juvenil, un paseo; el que se recrea viendo una ciudad con árboles, ya eso es nivel de vida, y nivel de vida de la más alta calidad.
Nivel de vida no es solo lo material, ni mucho menos, sino que este conjunto de factores, una vez que están satisfechas otras necesidades materiales, adquieren un valor enorme. Nivel de vida es educación, nivel de vida es cultura, nivel de vida es salud, nivel de vida es alegría, nivel de vida es seguridad, todas esas cosas que no abundan, precisamente, en las sociedades capitalistas desarrolladas. Y podemos avanzar en nuestros niveles de vida sin ansias consumistas absurdas y excesivas de tipo material, que no tienen lógica, que son imposibles, que son hasta —incluso pudiéramos decir— absurdas en un mundo con tantos problemas, tantas necesidades, tanta tragedia, tanta hambre.
Además de los planes de desarrollo económico y social—y la juventud tiene que interesarse cada vez más por esos planes de desarrollo económico y social: qué se está haciendo, qué se está creando para ellos—, la juventud tiene que interesarse por la eficiencia de la economía, tiene que interesarse por el ahorro, por la reducción de los costos, por el uso adecuado de los mecanismos que estén a disposición de la administración del país. Todo eso es muy importante, pero, sobre todo, es muy importante llegar al 2000 con una muy profunda conciencia revolucionaria y con un elevadísimo nivel técnico y científico.
En el congreso hablábamos de la computación, la importancia de la computación, la introducción de la computación en la enseñanza superior, las ventajas que eso produce para la productividad, para los controles, para la administración. Creo que el socialismo va a ser muy difícil de construir plenamente sin la computación, porque la necesita todavía más que la sociedad capitalista, y la sociedad capitalista hoy no podría vivir sin la computación. Por eso hablábamos de la importancia de introducirla en la universidad, como se ha ido introduciendo; como se está introduciendo ya en la enseñanza medía; como hemos tenido el privilegio de poder contar ya con las escuelas preuniversitarias de ciencias exactas, donde para el próximo curso tendremos casi 40 000 jóvenes escogidos estudiando. Hablábamos de eso, porque tenemos que apoderarnos de esas técnicas, como de la electrónica, la biotecnología, la automatización y otras técnicas avanzadas.
¡Ah!, a la luz de esa realidad, ¡qué magnífica cosa es disponer de 310 000 jóvenes en las Brigadas Técnicas Juveniles! ¡Hay que apoderarse de la ciencia, hay que desarrollar la teoría revolucionaria y apoderarse de la técnica! ¡Hay que perfeccionar nuestras organizaciones políticas y de masas!
La juventud en este sentido es una gran escuela; ya ustedes están desempeñando dentro de la sociedad un importante rol, lo enumeraba cuando nos referíamos a todas las cosas que ustedes atienden en la actualidad, y ese papel irá creciendo, cada día se suman más cosas.
Ustedes ahora tienen el campismo en la organización juvenil, administrado por los jóvenes y lo están haciendo muy bien. Ustedes tienen la SEPMI, se han hecho responsables de esa institución tan importante en muchos sentidos para nuestro país. Pero ustedes tienen los comités, la organización, que es una formidable escuela para cuando vayan al Partido. Ustedes tienen que perfeccionar estas instituciones, ustedes tienen que acumular experiencia. Nosotros la hemos adquirido en un número de años; pero partimos de un punto más lejano, más atrasado que el de ustedes.
Si ustedes analizan la edad que tienen ahora, la experiencia que van viviendo, la práctica revolucionaria y política, ustedes dentro de 15 ó 20 años tendrán una experiencia acumulada enorme. Deben seguir perfeccionando estas instituciones, porque tendrán que enfrentarse a complejos problemas.
En su día, ustedes tendrán las responsabilidades que tenemos nosotros, y ya hoy día tienen muchas de las responsabilidades y muchas de las más importantes tareas que tenemos nosotros.
Si los compañeros se sintieron optimistas cuando los vieron discutir, cuando los vieron exhibir tan elevados niveles de instrucción, de inteligencia, de capacidad, me parece, compañeros, que tienen razón en sentirse optimistas, y comparto esos criterios.
Tienen ustedes, además, la fortuna, el privilegio de encontrarse en los umbrales del 2000, de ese 2000 del que tanto se habló, en un mundo realmente difícil y complejo, en un mundo donde hoy se libra una gran batalla por la supervivencia, en un mundo donde hoy se discute si deben suprimiese y eliminarse las decenas de miles de armas nucleares que amenazan con exterminar a la humanidad.
Vivimos también una de las épocas más riesgosas de toda la historia del hombre.
Aparte de eso nuestro país ha vivido veintitantos años, y vivirá muchos años más—nadie podría predecirlo—, además, bajo la amenaza imperialista. No es que estemos postulando la enemistad indefinida hacia ningún país. Quizás un día políticos más cuerdos en Estados Unidos se percaten un poco más de las realidades, de lo inútil que han sido hasta ahora la agresión, el hostigamiento y las amenazas contra nuestra patria; cómo todo eso se ha revertido en fuerza para nuestro país. Desde que este señor nos amenazó e incrementó las amenazas, ¡cuánto no nos hemos fortalecido en estos años, cuántas veces no hemos multiplicado nuestra fuerza, cuántas veces no nos hemos hecho cada vez más un hueso no ya duro de roer, sino imposible de roer! (APLAUSOS)
Fruto de las amenazas imperialistas, somos mucho más fuertes; fruto de las amenazas imperialistas, son mucho más fuertes los nicaragüenses; fruto de las amenazas imperialistas, son mucho más fuertes los revolucionarios salvadoreños que, a pesar del torrente de armas, de recursos, de dinero que han recibido los genocidas en ese país, el imperialismo no ha podido aplastarlo y es cada vez más fuerte, más vigoroso, más aguerrido.
Quizás algún día los imperialistas se den cuenta de eso; se den cuenta de que hoy ya nosotros somos una especie de venganza moral para los oprimidos de este mundo.
Ya, incluso, como he dicho recientemente a unos visitantes que tuvimos por acá, les explicaba: "Utilícennos, utilícennos a nosotros, porque conozco demasiado bien a los imperialistas, y sé qué nerviosos se ponen cuando una delegación visita a Cuba, cuando hay una sonrisita para Cuba, un saludo para Cuba" (APLAUSOS). Los imperialistas no respetan a los dóciles ni a los sumisos. Y les decía: "Utilícennos si quieren resolver algunos problemas. Enseguida se ponen nerviosos."
Esto se lo decíamos a nuestros amigos dominicanos, a quienes les arrebataron despiadadamente la cuota azucarera. Les decía: "Exíjanles recursos, muevan esos organismos internacionales y que les den lo que ustedes necesiten para compensar esas pérdidas y esos sacrificios." Claro, porque últimamente hay una fuerte corriente de visita de dominicanos a nuestro país, y las relaciones de pueblo a pueblo mejoran con la aceptación del gobierno actual de ese país, que ya había tenido una actitud similar antes. Y nosotros les decíamos, y se lo hemos dicho: "Utilícennos, ¡pónganlos nerviosos con nosotros!" Ya nos hemos convertido en un instrumento de nerviosismo del imperialismo (RISAS), y cada vez que se quieren vengar de algunas de sus tropelías, tienen gestos con nosotros, gestos amistosos hacia nuestro país, y eso saca a los yankis de quicio.
Ahora están enfurecidos porque creían que este continente era el mismo de hace 30 años. No se dieron cuenta de los cambios, no se dieron cuenta de la impresionante firmeza de los países de América Latina, que se negaron a plegarse a la miserable campaña contra nuestra patria, que se negaron a plegarse a las sucias, cínicas e impúdicas maniobras del imperialismo contra nuestra patria, tratándonos de presentar como un ejemplo de violación de los derechos humanos. ¡Hasta dónde llegó el cinismo del imperio, la desvergüenza del imperio, que contó para esto con sus aliados de la OTAN, que en masa fueron allí a acusar a Cuba! ¿A acusar a Cuba de qué? Nada menos que de violar los derechos humanos. Y acusarnos el gobierno del país imperialista más brutal de la historia, en nombre del sistema que esclavizó a los negros africanos y los mantuvo esclavizados durante tanto tiempo, aun después de haber formulado su famosa Declaración de Independencia en que hablaban de los derechos inalienables del hombre a la libertad; el sistema que exterminó a los indios de ese país; el sistema que ultrajó, humilló y discriminó, discrimina y ultraja a las minorías negras e hispánicas; el imperio responsable de la muerte de millones de niños en el mundo, como consecuencia de su explotación rapaz; responsable del hambre, la insalubridad y la falta de educación de miles de millones de personas en el mundo; el país que agredió a Viet Nam y que lanzó sobre ese país más bombas que todas las utilizadas en la Segunda Guerra Mundial matando y mutilando millones de personas; el país que invadió a Granada; el país de la guerra sucia de Nicaragua que ha costado a ese heroico pueblo decenas de miles de vidas; el país interventor de Santo Domingo; el país que intenta asesinar a la familia de un jefe de Estado en Libia; el país de la guerra de las galaxias, de las armas nucleares, tratando de presentar como un caso de violación de los derechos humanos al proceso político que más ha hecho en toda la historia de nuestro país, y en toda la historia de este continente por los derechos humanos de su pueblo (APLAUSOS Y EXCLAMACIONES DE: "¡Fidel, seguro, a los yankis dales duro!").
Al país que ha reducido la mortalidad infantil a menos de 15 por cada 1 000 nacidos vivos; al país que ha elevado la perspectiva de vida de toda la población a más de 74 años; al país que está llevando allí un médico al lado de cada familia; al país que ha construido miles de escuelas, policlínicos, hospitales; al país donde 300 000 personas llevan a cabo estudios superiores; al país que erradicó el juego, la prostitución, la mendicidad, la droga; al país que erradicó la miseria en el campo y en las ciudades; al país que no tiene villas miseria; al país que buscó empleo para todos los ciudadanos de su pueblo; el país que erradicó el analfabetismo y ha llevado los niveles de instrucción a un mínimo de nueve grados y, en muchos casos de 12 grados —cualquier visitante que hoy recorre nuestras fábricas le pregunta a cualquier trabajador, a cualquier joven trabajador, y lo más probable es que digan que tienen 12 grados; de cada diez, siete u ocho tienen 12 grados y los que menos tienen, tienen nueve grados—, presentarlo como caso de violación de los derechos humanos.
El país donde no ha habido jamás un desaparecido; el país donde no ha habido jamás un solo torturado, digan lo que digan infames y miserables, agentes de la CIA. Porque, como he dicho en ocasiones el primero que no toleraría un caso de tortura es nuestro propio pueblo (APLAUSOS), y cuando por ahí se atreven a afirmar la canallesco calumnia de torturas en nuestras prisiones, lo que más nos indigna es el insulto a nuestro pueblo que ello conlleva, porque nuestro pueblo fue educado en la lucha revolucionaria y llevó a cabo la Revolución a base del respeto más absoluto a la dignidad humana y a la integridad del hombre. Por eso podemos decir que ni en la guerra, ni después de la guerra, jamás se dio el caso de un solo prisionero violentado físicamente.
Creo que es difícil encontrar en la historia una página tan limpia en ese aspecto como las páginas de nuestra Revolución. Eso lo sabe todo nuestro pueblo. A algunos mentecatos o, a veces, hasta a gente de buena fe que preguntan, les digo: "Vayan por las calles y pregúntenles a los ciudadanos lo que pasa aquí; a los que combatieron en Girón y que actuaron allí, íntegros presentaron a los tribunales sin quitarles un pelo a casi 1 500 mercenarios, traidores vendidos al imperialismo yanki que se rindieron a nuestros combatientes." Y me pregunto qué otro país ha escrito página semejante en la historia de la lucha por la liberación y en la historia revolucionaria. Ni siquiera nuestros antecesores latinoamericanos; porque, incluso Bolívar, a quien tanto admiramos, en defensa de la independencia de los pueblos latinoamericanos, un día decretó la guerra a muerte al español por ser español. No hay precedente en la historia del movimiento revolucionario de América Latina, de una conducta más intachable que la conducta de nuestro país.
Es de un cinismo inaudito pretender sentar en el banco de los acusados a un país cuyos hijos no han vacilado en derramar su propia sangre y sacrificar su propia vida, ayudando a la causa de la independencia y de la liberación de otros países; al país que tiene más de 1 000 médicos trabajando en casi 30 naciones del Tercer Mundo, salvando vida y llevando la salud; al país que tiene el más alto índice de becarios extranjeros per cápita en el mundo: ¡Veintidós mil becarios extranjeros en escuelas medias y escuelas universitarias!, ayudando a resolver problemas de salud, problemas de formación de técnicos a otros pueblos.
Es tan desvergonzado ese gobierno imperial que intentó sentarnos allí en el banco de los acusados, moviendo todas sus influencias, ¡todas! Todas las amenazas habidas y por haber las movió; entre los miembros de la comisión, amenazando con suspender créditos, suspender ayuda, bloquear en las organizaciones internacionales de crédito, los recursos, amenazas económicas, amenazas políticas, amenazas de todo tipo, y actuando como mafia junto a la OTAN, con la cooperación de países donde a cada rato vemos a la policía lanzando gases lacrimógenos —esos países tan superdemocráticos de Europa—, empleando perros, porras, cascos y balas de goma, contra estudiantes, contra trabajadores, contra obreros, contra pacifistas. Esos países que saquean al mundo y explotan al mundo, allí, con una evidente falta de dignidad y de independencia nacional, se plegaron a la canallesca maniobra del imperialismo yanki contra Cuba, donde desde el triunfo de la Revolución jamás un policía ha actuado contra el pueblo. A pesar de todo, no lograron obtener la mayoría de votos que esperaban. Estaban irritados, furiosos, insultando gobiernos porque no se habían plegado a sus maniobras.
Y así, se equivocaron; se imaginaron que la América Latina era la de hace 28 años, y chocaron con la resistencia, la dignidad y la firmeza de los gobiernos latinoamericanos miembros de la comisión. Solo Costa Rica se plegó a la campaña miserable del imperialismo. Eso, naturalmente, puso furioso a los yankis, los irritó tremendamente. ¡Es que no saben que hay un volcán en erupción en este hemisferio!, que tanto abuso, tanta injusticia, tanta explotación, tanto proteccionismo, tanto saqueo, tantas deudas, tanto dumping, han creado las condiciones que engendran la rebeldía y la unidad de este hemisferio.
Por eso digo: tal vez un día descubran cuán estúpidos han sido en esa política de amenazas y de agresiones contra nuestra patria; quizás un día se aconsejen mejor. Por eso decimos que no postulamos la eterna hostilidad entre Estados Unidos y Cuba; pero aun el día que vivamos en paz —si eso ocurriera—, no descuidaríamos nuestra defensa; no olvidaríamos por un segundo que debemos nuestra integridad, nuestra independencia, nuestra existencia, a nuestra voluntad de defendernos, a nuestra disposición de luchar, combatir y morir hasta el último hombre y mujer de este país para defender la Revolución y defender la patria (APLAUSOS). No olvidaremos que solo se respeta en este mundo todavía, donde impera la ley de la selva, a aquellos que no renuncian jamás a la voluntad de luchar y defenderse.
Por eso, aunque vivamos un día en paz, seguiremos haciendo trincheras, seguiremos haciendo túneles, seguiremos acumulando armas y seguiremos preparando al pueblo. No nos dejaremos engañar por las ilusiones de la paz de un vecino poderoso, que cualquier día se sienta tentado a agredir nuestro país cuando sufra cualesquiera de sus numerosos cambios de administraciones, a su vez capaces de las más estúpidas políticas.
Por eso decía que vivimos en un hemisferio con una situación internacional compleja, en un hemisferio en ebullición, frente a un vecino poderoso, y para lo cual nuestras nuevas generaciones tienen que estar preparadas y muy preparadas, en todos los sentidos: en el dominio de la teoría político-revolucionaria, en el dominio de la ciencia y la técnica, en el dominio de la experiencia de lo que hay que hacer frente a cada problema, frente a cada cosa, cómo hay que abordarlo; en la conciencia de la época que nos toca vivir, compleja, difícil; del vecino poderoso que tenemos al lado; del hemisferio en ebullición que nos rodea y en un mundo complejo. Para ese mundo hay que estar preparados, ese es el mundo del 2000, y ese es el mundo de los años que median entre hoy y el 2000;. para esas realidades y para ese mundo tiene que prepararse nuestra juventud.
Si hacemos una mirada al pasado, vemos cómo ha ido marchando todo desde hace 25 años, desde que se decidió este digno nombre de jóvenes comunistas, cómo hemos ido avanzando en cada uno de los congresos. Decíamos hoy que ustedes tienen que seguir en el análisis profundo de todos los problemas, a lo largo de los próximos años, en cada uno de los plenos del Comité Nacional de la Unión de Jóvenes Comunistas. Ya han de irse preparando con la mente puesta en el VI Congreso, qué balance van a rendir de lo que hayan hecho en estos años arduos, en estos años complejos, en estos años decisivos, decisivos para el futuro, ese futuro que bajo ningún concepto nos resignaremos jamás a sacrificar, ese futuro para el cual tanto trabajamos.
Estas dificultades de hoy, estas vacas flacas, este enfrentarse a sequías, ciclones, bajos precios, esto de arreglárselas con un mínimo de importaciones, debe enseñarnos a ahorrar más y mejor, a utilizar más y mejor todos los recursos humanos y materiales con que contamos. De estas épocas difíciles debemos sacar lecciones y experiencias que han de sernos tanto más útiles cuando las condiciones objetivas sean más propicias.
Digo por eso que ya hay desde ahora que trabajar cada día y cada minuto, sabiendo que dentro de cinco años, que serán cinco años de avances en todos los sentidos, deberán rendir cuenta a la juventud de lo que han hecho, de cómo han llevado a cabo los acuerdos de este congreso, rendir cuenta a la Juventud y rendir cuenta al Partido.
Debo decir, realmente, ya próximo a finalizar estas palabras, que nosotros nos marcharemos de esta reunión con un imborrable recuerdo, con una admiración, un cariño y un orgullo por nuestros jóvenes que se han multiplicado; y que si a partir de hoy todos nosotros trabajamos y luchamos todavía con más fuerza, con más optimismo, dando cada uno hasta el último átomo de nuestra energía por la causa de la Revolución, el socialismo y el comunismo, ese esfuerzo adicional que hagamos se deberá a las extraordinarias e inolvidables impresiones que hemos recibido de ustedes en este V Congreso.
¡Patria o Muerte!
¡Venceremos!
(OVACION)