Discurso pronunciado por el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz en el encuentro con las fuerzas médicas prometidas para apoyar al pueblo de Estados Unidos, en las regiones afectadas por el huracán Katrina, el 4 de septiembre de 2005.
Data:
Queridos integrantes de la fuerza médica constituida para ofrecer apoyo a los afectados por el huracán Katrina en el sur de Estados Unidos;
Distinguidos invitados;
Compatriotas:
Hace apenas 48 horas estaba concluyendo mis palabras en la Mesa Redonda, donde reiteraba con toda precisión nuestra oferta de enviar una fuerza médica con los medios necesarios para prestar ayuda emergente a decenas de miles de norteamericanos atrapados entre las inundaciones y las ruinas que dejó tras sí el huracán Katrina a su paso por Luisiana y otros estados del sur de Estados Unidos.
Era evidente que el mayor peligro lo corrían aquellas masas desesperadas de población humilde, entre ellas muchas personas de la tercera edad con problemas de salud, mujeres embarazadas, madres y niños, que tenían necesidad urgente de atención médica.
En tal situación, no importa cuán rico sea el país, el número de sus científicos y sus grandes avances técnicos; lo que en ese instante se requiere son profesionales jóvenes y bien entrenados, curtidos por la experiencia probada de trabajo médico en circunstancias anómalas, que con un mínimo de recursos puedan ser enviados de inmediato, por aire o cualquier otra vía, a edificaciones o puntos concretos, donde seres humanos estén en peligro de muerte.
En el caso de Cuba, a muy poca distancia de Luisiana, Mississippi y Alabama, se daban esas circunstancias propicias para ofrecer apoyo al pueblo norteamericano. A Estados Unidos en ese momento se le podían donar de todas partes del mundo miles de millones de dólares sin que con ello se salvara una sola vida de las que en Nueva Orleans y otros puntos críticos corrían en esos instantes mortales peligros. Cuba no podría hacer lo más mínimo para auxiliar a los tripulantes de una nave espacial o de un submarino nuclear en peligro; pero a las víctimas del Katrina, en riesgo inminente de muerte, podía ofrecerles significativa y vital ayuda. Y eso fue lo que hizo desde el primer instante, el martes 30 de agosto, a las 12:45 p.m., cuando apenas habían cesado los vientos y las lluvias. No se arrepiente de ello, aunque ni siquiera se haya mencionado su nombre en la larga lista de países que ofrecieron solidaridad al pueblo norteamericano.
Porque sabía muy bien que contaba con hombres y mujeres como ustedes, me atreví a reiterar la oferta tres días después, al prometer que en menos de 12 horas podrían estar en Houston los primeros 100 médicos con los recursos vitales cargados en sus mochilas; en 10 horas más, otros 500; y en menos de 36 horas, 500 más, para una suma total de 1100, que pudieran salvar aunque fuera una sola vida de las muchas que en esos instantes dramáticos estaban en riesgo de perderse.
Tal vez algunos que desconocen el honor y el espíritu solidario de nuestro pueblo pensaron que se trataba de un bluff o una ridícula exageración. Jamás nuestro país juega con asuntos tan serios, ni ha practicado nunca el deshonor de la demagogia o la mentira. Es por ello que con orgullo nos reunimos en esta sala del Palacio de Convenciones, donde hace solo tres días se guardó un minuto de silencio por las víctimas del huracán que azotó a Estados Unidos, y se expresaron nuestras más sentidas condolencias a ese pueblo hermano. Aquí estamos, y no con 1100 sino con 1586 médicos, incluidos 300 de reserva, ante las noticias cada vez más alarmantes que llegaban. En realidad se han incorporado a última hora otros 300 médicos, aproximadamente, adicionalmente convocados que no podían estar aquí, pues ya anunciamos la disposición de enviar miles más si fuera necesario. Pero esos 300 están en otras salas de este Palacio de las Convenciones participando del acto. Bastaron 24 horas para que desde todos los rincones del país se movieran hacia nuestra capital la totalidad de los convocados para llevar a cabo la misión prometida. Hemos cumplido con absoluta puntualidad y precisión.
Ustedes honran la noble profesión médica. Ustedes, con su respuesta rápida y sin vacilación alguna, dispuestos a cumplir el deber en nuevas y difíciles condiciones, están escribiendo una página en la historia de la solidaridad entre los pueblos y están señalando un camino de paz a la sufrida y amenazada especie humana a la cual pertenecemos todos.
En esa fuerza médica están incluidos —y me refiero a los 1 586 mencionados inicialmente:
· 1097 especialistas en Medicina General Integral, de los cuales más de 600 estudian Maestrías en Ciencias Médicas;
· 351 médicos generales e intensivistas;
· 72 profesionales que dominan dos especialidades médicas; y
· 66 especialistas en Cardiología, Pediatría, Gastroenterología, Cirugía, Psiquiatría, Epidemiología y otras especialidades.
De esta fuerza:
· 699 médicos han cumplido una o más misiones internacionales en 43 países, algunos tres; y
· 727 se encontraban preparados y a punto de partir para cumplir misión en América Latina, África y Asia, los cuales podían incorporarse a esta fuerza por la urgencia de la situación en el sur de Estados Unidos, y sin dejar de cumplir, con otro personal de similares características, los compromisos internacionales contraídos con otros países.
La edad promedio de todo el personal es de 32 años —la inmensa mayoría no había nacido al triunfo de la Revolución y unos cuantos no habían nacido ni siquiera 15 años después del triunfo, es todo fruto de estos años duros—, y la experiencia promedio en el ejercicio profesional no menos de 10 años. Algunos más, otros menos, la mayoría más.
729 son hombres y 857 mujeres.
La gravedad de la situación sanitaria y los peligros que dejó tras sí en Estados Unidos el huracán Katrina se refleja de forma elocuente en las agencias cablegráficas internacionales y en la propia prensa de Estados Unidos:
La agencia EFE informa que en el estadio de Houston, Texas, ahora convertido en albergue de más de 15 mil personas evacuadas desde Nueva Orleans, apenas unas tres mil han podido recibir atención. Se ha reportado allí la existencia de enfermedades altamente contagiosas, así como brotes de diarreas y vómitos que amenazan con propagarse aceleradamente debido a las condiciones de hacinamiento en que se encuentran estas personas.
El Washington Post en su edición de ayer sábado informa que las principales necesidades en Mississippi en estos momentos son combustible y asistencia médica.
Un despacho de la agencia AP informa que dos de los hospitales con mayores problemas en Nueva Orleans fueron evacuados después que los médicos desesperados, pasaron dos días tomando la difícil decisión de a qué pacientes debían repartirles el escaso suministro de comida, agua y medicamentos. Tres enfermos terminales fallecieron durante la evacuación, y no se podría precisar cuántos murieron antes de que llegara finalmente la ayuda. Algunos empleados del hospital se suministraron entre sí sueros intravenosos a la espera de ser rescatados.
La cadena Fox News destacó ayer que los trabajadores de la salud en Nueva Orleans están trabajando las 24 horas, sin descanso, para tratar a los pacientes en estado crítico y prevenir una catástrofe sanitaria en las ya abarrotadas instalaciones médicas. Estos trabajadores de la Salud han estado trabajando sin descanso pero se agotan las fuerzas; se necesita hacer algo urgente.
Un vocero del Departamento de Salud y Hospitales de Luisiana, Kyle Viator, declaró ayer que “tenemos pacientes de diálisis, diabetes, personas que necesitan un tratamiento regular y prescripciones. Nuestros recursos se acaban. Un tercio de la población está desplazada en estos momentos, y en ese grupo se incluye nuestro personal médico”.
Un artículo del diario español El Mundo recoge los dramáticos testimonios de Nina Ferguson, de 46 años, residente negra de Nueva Orleans, quien asegura no haber podido reprimir las náuseas nada más bajar del camión militar que la condujo a Houston, y añadió: “para esto nos quedábamos mejor en el Centro de Convenciones, donde he visto morir bebés deshidratados y a varios ancianos sin que nadie se preocupara por ellos”.
Otra residente Rosanne Asuen, diabética y obesa, tuvo que ser reanimada por una enfermera voluntaria que luchaba como ella por salir de allí.
Una madre, Evelyn Sander, de 23 años, cuenta cómo limpiaba el sudor de la frente de su bebé de un mes de nacido, Isaiah, con síntomas de deshidratación y comido por las moscas.
El Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF), expresó en un comunicado difundido ayer sábado su preocupación por la situación de los niños en las zonas afectadas. Según la UNICEF, se calcula que entre un tercio y una cuarta parte del millón doscientas mil personas que quedaron desamparadas en Luisiana, Mississippi y Alabama son niños.
Un portavoz del Centro para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC), con sede en Atlanta, dijo a EFE que las aguas estancadas presentan un ambiente idóneo para la propagación del Virus del Nilo, así como el surgimiento de brotes de Hepatitis A y de la bacteria E. Coli, un patógeno potencialmente mortal que puede provocar, entre otros síntomas, diarreas y fallos renales.
Un cable de la AFP fechado ayer en Houston señala que Texas prometió albergar a los miles de personas desplazadas, y que en los hoteles de Houston comienza a faltar el agua y los enfermos demoran en ser curados. Steven Glonsky, médico del Hospital Metodista de esa ciudad, quien pasó trece horas atendiendo a sobrevivientes deshidratados, traumatizados y con enfermedades crónicas como Diabetes e Hipertensión, aseguró que se trataba de una crisis sin precedentes.
El jefe de la bancada republicana del Senado norteamericano, Hill Frist, quien se encuentra en Nueva Orleans, reconoció que “los médicos y las enfermeras están haciendo un gran trabajo, pero sigue habiendo un grave problema de distribución de la asistencia”, y que “decenas de personas mueren cada día”.
Según el Boston Globe, Luisiana y Mississippi están enfrentando el peor desastre de salud pública de la nación en muchas décadas.
Ese mismo diario recoge declaraciones del doctor Marshall Bouldin, Director de Diabetes y Metabolismo del Centro Médico Universitario en Mississippi, Jackson, quien señaló: “tenemos la oportunidad de ver cosas que no hemos visto en muchos años: cólera, fiebre tifoidea, tétanos, malaria. No habíamos visto condiciones tales en 50 años. Las personas están hacinadas y deambulan entre los excrementos”.
Sería interminable la lista de problemas de salud referidos de forma prácticamente unánime por la prensa y por las instituciones especializadas en cuestiones de salud.
Las mochilas de nuestros médicos contienen precisamente aquellos recursos requeridos para enfrentar sobre el terreno los problemas relacionados con la deshidratación, la hipertensión arterial, la Diabetes Mellitus, las infecciones en cualquier lugar del organismo: pulmones, huesos, piel, oído, vías urinarias, sistema reproductivo, aparato digestivo. Igualmente, medicamentos contra los vómitos; medicamentos que alivian el dolor y reducen la fiebre; medicamentos para la atención inmediata de las urgencias cardiacas, las alergias de cualquier tipo; para el tratamiento del asma bronquial y otros problemas similares con apenas cuatro decenas de productos de probada eficiencia en tales situaciones de urgencia.
Estos profesionales disponen de dos mochilas, cada una de las cuales lleva la colección de tales productos con 12 kilogramos de peso cada mochila; en realidad esto pudo comprobarse cuando se reunieron todas las necesarias, y en esas mochilas, que son de por sí mochilas grandes, solo cabía la mitad de ellas, es por eso que fue necesario preparar dos para cada uno, más el pequeño maletín donde están los equipos para el diagnóstico, apoyados, además, por una gran experiencia clínica que es lo que más se destaca en la característica de nuestros médicos, acostumbrados a prestar su servicio allí donde muchas veces se carece totalmente de equipos de Rayos X, ultrasonidos, análisis de heces fecales, de sangre, etcétera, etcétera. Los medicamentos suman en total, al ascender el número de médicos, 36 toneladas. El cálculo inicial era menor.
Cuba posee autoridad moral para opinar sobre el tema y hacer esta oferta. Cuenta hoy con el más alto índice de médicos per cápita entre todos los países del mundo, y ningún otro ha desarrollado mayor cooperación en el campo de la salud con otros pueblos.
De más de 130 mil profesionales de la salud de nivel universitario, en este momento, 25.845 cumplen misión internacional en 66 países. Atienden una población de 85 millones 154 mil 748 habitantes, 34 millones 700 mil en América Latina y el Caribe y 50 millones 400 mil en África y Asia. De ellos, 17.651 son médicos, 3.069 son estomatólogos y 3.117 son tecnólogos de la salud en ópticas y otras áreas.
Hoy en Cuba estudian Medicina más de 12 mil jóvenes procedentes de otros países, especialmente de América Latina y el Caribe, sin costo alguno, y este número se multiplicará rápidamente. En la Escuela Latinoamericana de Medicina estudian incluso decenas de jóvenes norteamericanos, y sus puertas están abiertas, desde que se fundó, para estudiantes de ese país.
Hoy mismo recibí una emocionante carta de alumnos egresados de ese Centro, que dice textualmente:
“Excelentísimo Comandante Fidel Castro Ruz;
“Querido Comandante en Jefe:
“A partir de los horrorosos hechos ocurridos en Nueva Orleans consecuencia del devastador huracán Katrina, y de su intervención en horas de la tarde en la Mesa Redonda, nosotros, los hondureños y otros graduados de la ELAM, nos sentimos conmovidos por la situación que padecen actualmente los hermanos norteamericanos, y habiendo sido nosotros mismos víctimas de un desastre natural, como lo fue el huracán Mitch, nos solidarizamos ante esta tragedia y deseamos sumarnos a la oferta que usted ha hecho a ese hermano pueblo de enviar médicos generales para auxiliar en estos momentos críticos.
“Sepa que en nosotros tiene ‘médicos dispuestos a ir allí donde más se les necesite’.
“Nuestros caminos incorporados a su sueños.
“Con cariño infinito y eternamente agradecidos,
“Primera Promoción de Graduados de la ELAM.”
Esta carta la suscriben 85 jóvenes recién graduados de la Escuela Latinoamericana de Medicina, quienes manifiestan que las firmas y nombres representan a los compañeros presentes en La Habana, y que existen más compañeros dispuestos pero que se encuentran fuera del país de vacaciones.
Cuando se inició nuestra primera guerra de independencia en 1868, un grupo de ciudadanos norteamericanos se incorporó a las fuerzas patrióticas cubanas. Uno de ellos, muy joven, se destacó por su excepcional valor y escribió páginas de admirable heroísmo: Henry Reeve. Su nombre inolvidable está inscrito en el corazón de nuestro pueblo y junto al de Lincoln y otros norteamericanos ilustres, en la Tribuna erigida durante los días de la lucha por el regreso del niño Elián González, en la que el noble pueblo de Estados Unidos fue factor decisivo en la obtención de una decisión justa.
Henry Reeve, ya casi inválido por sus heridas después de siete años de guerra, cayó combatiendo el 4 de agosto de 1876, en las cercanías de Yaguaramas, hoy provincia de Cienfuegos.
Propongo que esta fuerza constituida por médicos cubanos que se ofrecieron para salvar vidas norteamericanas, lleve el nombre glorioso de “Henry Reeve”.
Estos médicos —es decir ustedes— podrían estar ya todos allí prestando sus servicios. Han pasado 48 horas y no hemos recibido respuesta alguna a la reiteración de nuestra oferta. Esperaremos pacientemente los días que sean necesarios. Mientras tanto, emplearán su tiempo en cursos intensivos de epidemiología y perfeccionando el idioma inglés. Si finalmente no llega respuesta alguna o no fuera necesaria su cooperación —la de ustedes—, no por ello habría desaliento en nuestras filas —ni en ustedes ni en nosotros, ni en nuestro pueblo. Muy por el contrario, nos sentiríamos satisfechos de haber cumplido nuestro deber y sumamente felices de saber que ningún otro ciudadano norteamericano de los que sufrieron el golpe doloroso y traicionero del huracán Katrina muera sin asistencia médica, si esa fuera la causa de la ausencia de nuestros médicos.
La Brigada “Henry Reeve” ha sido creada, y cualquiera que sea la tarea que ustedes asuman en cualquier rincón del mundo o en nuestra propia patria, llevarán siempre la gloria de la respuesta valiente y digna que han dado al llamado de solidaridad con el pueblo hermano de Estados Unidos, y en especial sus hijos más humildes.
¡Adelante, generosos defensores de la salud y de la vida, vencedores del dolor y de la muerte!
Gracias.