De Presidente a reportero
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«¡No te inmoles! (…) ¡No dimitas! ¡No renuncies!» Hay que tener una visión clara y certera para, en medio de un golpe de estado, aconsejar así a un hombre que Estaba dispuesto a sacrificarse por su pueblo.
En la madrugada del 12 de abril de 2002, Fidel Castro pudo contactar –tras horas de intentos infructuosos– con Hugo Chávez, quien se encontraba atrincherado en el Palacio de Miraflores, ante la componenda entre Pedro Carmona Estanga y Washington, que se proponía tomar el poder constitucional por la vía de las armas.
Chávez representaba ese «mal ejemplo» al que la ultraderecha y el imperio atacan en la región. La Revolución Bolivariana supuso un cambio radical en América Latina, y su vínculo con Cuba les aterraba.
Razón no les faltó. El apoyo constante y el consejo infalible de Fidel en aquellas horas aciagas, le permitió recomponerse y evitar que fructificase en Venezuela la fórmula que habían ensayado contra Allende.
Durante esa conversación, a las 12:38 de la madrugada, los presidentes intercambiaron acerca de las fuerzas con las que contaba Chávez de su parte: «De 200 a 300 hombres muy agotados», le explicó.
«“No te vayas a inmolar”, me dijo. “Salva a tu gente y sálvate tú como puedas, esto no termina aquí”. Y al final me dijo: “aquí te espera tu pueblo, aquí te espero. Sálvate, sálvate. Aquí te espero”», así lo recordó un año después, ante la prensa internacional.
El Comandante en Jefe tenía la certeza de que era una «batalla innecesaria» en ese momento, de ahí que valoraron las tres alternativas que tenía Chávez: «atrincherarse en Miraflores y resistir hasta la muerte; salir del Palacio e intentar reunirse con el pueblo para desencadenar una resistencia nacional, con ínfimas posibilidades de éxito en aquellas circunstancias; o salir del país sin renunciar ni dimitir para reanudar la lucha con perspectivas reales y rápidas de éxito. Nosotros sugerimos la tercera», contó a Ignacio Ramonet, para su libro Cien horas con Fidel.
«Hablamos de otros temas: la forma en que yo pensaba que debía salir provisionalmente del país, comunicarse con algún militar que tuviera realmente autoridad en las filas golpistas, plantearle su disposición a salir del país, pero no a renunciar. Desde Cuba trataríamos de movilizar al Cuerpo Diplomático en nuestro país y en Venezuela, enviaríamos dos aviones con nuestro Canciller y un grupo de diplomáticos a recogerlo. Lo pensó unos segundos, y finalmente aceptó mi proposición. Todo dependería ahora del jefe militar enemigo».
Efectivamente, Fidel sabía que en ese instante solo podían actuar usando la diplomacia. Su estrategia fue convocar en plena madrugada a los embajadores acreditados en La Habana, para proponerles que acompañasen al Ministro de Relaciones Exteriores a Caracas, para rescatar vivo a Chávez, presidente constitucional de Venezuela.
«¡Cuántas gestiones no hizo Fidel esa noche! ¡Tengo referencias no porque él me lo haya dicho, sino que pasó dos días sin dormir, sin dormir llamando a presidentes, llamando gente!», narró el Arañero de Sabaneta.
«Yo no albergaba la menor duda de que Chávez, en muy poco tiempo, estaría de regreso en hombros del pueblo y de las tropas. Ahora, había que preservarlo de la muerte (…), el jefe militar golpista rechazó la fórmula, comunicándole además que sería sometido a consejo de guerra».
Desde Miraflores, Chávez fue trasladado a varios sitios: Fuerte Tiuna, Turiamo…. en ese periplo, ya prisionero, perdieron comunicación.
La televisora estatal vtv había sido sacada del aire, y comenzaba a rodar al rumor de que el Presidente había renunciado. El líder de la Revolución Cubana era consciente de que se trataba de una información falsa. Además, tenía claridad en cuanto a la importancia de hacerles saber, al pueblo venezolano y a la comunidad internacional, que Chávez seguía vivo.
Sabía que los medios privados eran un eje fundamental en la estrategia golpista, pues al vender la idea de la renuncia del Presidente, hablarían de retomar el hilo constitucional.
Recordemos que, en febrero de 1957, la entrevista del reportero de The New York Times, Herbert Matthews, al Comandante en Jefe, que se encontraba en la Sierra Maestra, fue esencial para desmentir la trama que la dictadura batistiana había tejido en torno a la supuesta muerte o la huida de Fidel, dejando así la lucha revolucionaria a la deriva.
La censura neorrepublicana de aquel momento había dejado en la oscuridad a la guerrilla, de la misma manera en que la prensa nacional e internacional, del lado de los agresores, volteaba los hechos a su favor.
Así, titulares como: ¡Se acabó!, Chávez se rinde, Renunció Chávez, Chao Hugo, comenzaron a circular, con el propósito innegable de desinformar al pueblo y reubicar a favor de Carmona la opinión dentro y fuera del patio.
Ante esta situación, y en medio del acoso del cual era blanco la familia del líder bolivariano, el día 12, María Gabriela Chávez Colmenares –su hija– consiguió dar una entrevista vía telefónica a la Televisión Cubana, que desmantelaría el cerco informativo del golpe.
«Llama a Fidel», le había dicho Chávez. Y él «atendió a María y la puso a hablar por el mundo», recordó después el Jefe de Gobierno venezolano. «Con la ayuda y la cooperación de Fidel Castro, aquel buen amigo compañero, el mundo oyó una versión distinta al entubamiento mediático que desde aquí estaba saliendo al mundo, parte del plan de la conspiración».
En lo adelante, el embate agresor se hundiría como el Titanic, por partes. Había chocado con el iceberg que supuso el rompimiento de la censura mediática. Con ello, Venezuela y el resto del mundo tenían dos certezas. En primer lugar: Chávez estaba vivo, del lado de su gente y sin renunciar. Y, por ende, la credibilidad de los medios que les hacían el juego a Carmona y al imperio, había caído sustancialmente.
«Primero, un saludo a todo el pueblo cubano. Hace dos horas logramos comunicarnos con mi papá, nos llamó por teléfono y nos dijo que, por favor, le comunicáramos al mundo entero que él en ningún momento ha renunciado, que él en ningún momento ha firmado un Decreto Presidencial donde destituya al vicepresidente Diosdado Cabello, ni mucho menos ha renunciado él. Simplemente, fueron unos militares, lo detuvieron y se lo llevaron al Fuerte Tiuna, a la Comandancia General del Ejército, y en este momento está detenido en el regimiento de la Policía Militar en Fuerte Tiuna; lo tienen completamente incomunicado, solo le permitieron hablar con nosotros, sus hijos. Nos pidió que buscáramos abogados, que habláramos con los amigos, los familiares, para exigir el respeto de sus derechos y para que lo podamos ver porque, de hecho, no sabía cuándo podríamos volver a hablar».
El mensaje esclarecedor sería un izquierdazo bien asestado, pues no solo fue escuchado en Cuba, sino que también se les entregó a las agencias cablegráficas y televisoras acreditadas en el país.
En lo adelante, la comunicación entre el Jefe de Estado cubano y la familia de Chávez sería constante, a la vez que las declaraciones en la prensa de la Mayor de las Antillas. La Isla se convirtió en la portadora de la verdad que la guerra –también mediática– ansiaba ocultar a toda costa.
Fidel tuvo contacto telefónico con los padres del líder bolivariano; así como con el general Lucas Rincón, Inspector General de las Fuerzas Armadas; el Alcalde de Sabaneta –donde nació Chávez–; el general Raúl Isaías Baduel, jefe de la Brigada de Paracaidistas, y el general de División Julio García Montoya, secretario permanente del Consejo Nacional de Seguridad y Defensa.
«Yo me había convertido en una especie de reportero de prensa que recibía y transmitía noticias y mensajes públicos, con el simple uso de un celular y una grabadora en manos de Randy (Alonso). Era testigo del formidable contragolpe del pueblo y de las Fuerzas Armadas Bolivarianas de Venezuela».