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Carta de Fidel desde el presidio: “Me he jurado a mí mismo perseverar hasta la muerte” (+ Facsímil)

Data: 

31/07/2024

Fonte: 

Cubadebate

Autore: 


Durante los casi dos años que Fidel Castro y sus compañeros estuvieron en el Presidio Modelo, fueron víctimas de la manipulación de la opinión pública con campañas difamatorias por parte de la tiranía de Batista, que no cesaba en propagar falsas y calumnias sobre todos ellos, tras los hechos del 26 de julio de 1953.
 
En las cartas escritas desde el presidio se evidenció cómo vivió el Comandante aquellas jornadas. Hace 70 años, el 31 de julio de 1954, escribe sobre la visita del entonces Ministro de Gobernación Ramón O. Hermida en la que defiende su integridad moral:
 
“Castro, el señor Ministro de Gobernación está aquí y quiere saludarlo, pero... él no sabe cómo usted lo recibirá”.
 
Le contesté: “Comandante, yo no soy ningún muchacho malcriado de quién pueda temerse una grosería. Ahora bien: estoy muy ofendido con unas declaraciones del señor Ministro y si hablo con él sería únicamente para pedirle una satisfacción”. El Comandante me contestó: “Yo creo que es mejor que usted no le trate esa cuestión”. “Entonces, Comandante, lo mejor sería que yo no viera al señor Ministro” -le repuse.
 
A pesar de esto, cinco minutos después, se oye de nuevo la voz de atención. Entraba ahora el propio Ministro de Gobernación quien con la mayor cordialidad extiende la mano para saludarme. Lo primero que me dice es que “Él se recordaba de haberme conocido en la funeraria cuando la muerte de Cossío del Pino”; inmediatamente después comienza a decirme textualmente: “Castro, yo quiero que sepas que no soy enemigo personal tuyo; ni tampoco el Presidente lo es. Yo nada tengo contra tí, yo soy simplemente un funcionario que desempeña el cargo de Ministro de Gobernación. Ustedes están aquí presos porque fueron sancionados por los tribunales, y mi misión es simplemente en este caso velar por el desenvolvimiento de las prisiones, cumpliendo siempre los deseos del Presidente”.

 
Aquel encuentro permitió que Fidel de forma directa aclarara el agravio a su persona.
 
Yo escuchaba todo esto en silencio y entonces dije: “Por mi parte nunca he considerado la lucha como una contienda personal, sino el combate contra un sistema político imperante”. Y acto seguido añadí: “He sido incalificablemente agredido en unas declaraciones suyas que pretenden poner en duda mi integridad moral. Si un familiar allegado mío lo es a su vez de altos funcionarios del régimen, y esos funcionarios del régimen, ajeno por completo a mi voluntad y conocimiento, hacen figurar a esa persona en la nómina de un Ministerio, usted no debió utilizar jamás esa circunstancia para atacarme y poner en tela de juicio mi nombre. Yo estoy preso y no puedo defenderme, ni siguiera probar como podría mi inocencia absoluta en este problema; ni exigir responsabilidad a esos funcionarios que valiéndose de su condición de familia han procedido tan incorrectamente contra mí. Si todos los millones del tesoro no podrán tentarme, ¿cómo pues, pretender semejante intriga contra mi honradez?”.
 
Más adelante en la carta explicó:
 
“Lo poco que he hecho con suma infinita de sacrificios y noble ilusión no lo podrán destruir destruyendo mi nombre. Trabajo me cuesta alejar de mi pecho los odios mortales que quieren invadírmelo. No sé si habrá hombre que haya sufrido lo que yo en estos días pasados; han sido de terrible y decisiva prueba, capaz de apagar en el alma hasta el último átomo de bondad y pureza, pero me he jurado a mí mismo perseverar hasta la muerte. Después de esto, después de llorar y sudar sangre, ¿qué le queda a uno por aprender en la escuela del dolor?”
 
En la carta Fidel demostró la valentía y el ímpetu con que vivió aquel momento dónde pretendían solapar su ejemplo. Su premisa fue no dejarse vencer a pesar de las vicisitudes. Aquellos momentos que vivieron los moncadistas forman parte del camino que tuvieron que recorrer aquella generación para llegar al triunfo de la Revolución cubana, orgullosos de ellos Cuba vive en su Historia.
 
Carta de Fidel Castro, 31 de julio de 1954