Memorias de un torneo: El día que la pesca reunió a Fidel y Hemingway
Data:
Fonte:
Autore:
La historia del actual Torneo Internacional de Pesca de la Aguja Ernest Hemingway comenzó hace 74 años. Son muchas las memorias que se acumulan en más de siete décadas, entre ellas el encuentro entre el líder cubano Fidel Castro y el novelista estadounidense, en 1960.
La primera edición del torneo se había celebrado el 26 de mayo de 1950, con la salida de una treintena de yates por el canal del Castillo del Morro.
A bordo de su yate Pilar y como miembro del Club Náutico Internacional de La Habana, Hemingway estuvo desde el principio, accedió a que el evento adoptara su nombre y donó la copa de las tres primeras ediciones.
Con su club, ganó tres ediciones consecutivas (1953, 1954 y 1955). Fue el primer club en lograrlo y quedarse con la copa en propiedad.
Hoy se mantiene la tradición: además de que el ganador absoluto tiene la posibilidad de fotografiarse con la copa original, donada por Hemingway y conservada en la marina habanera, el equipo que gane tres ediciones consecutivas puede llevarla a su país por un año, hasta el siguiente.
Hemingway, quien fue vicepresidente de la Asociación Internacional de Pesca Deportiva (IGFA, International Game Fish Association) desde 1940 hasta su muerte en 1961, uno de los más reconocidos embajadores de la organización, permanecía muy atento al cumplimiento de las reglas durante el torneo.
Corría 1960. El evento cambió su sede al puerto deportivo marina Barlovento, actual Marina Hemingway, y se celebró la XI edición. Fidel, que se decía un pescador novato, tuvo suerte y ganó el trofeo de máximo acumulador.
Aquel día, 15 de mayo de 1960, Hemingway había sido invitado para premiar y llegó a bordo del Pilar. Fue en el momento de la premiación que coincidieron Fidel, entonces primer ministro, y el autor de El viejo y el mar, quienes se profesaban mutua admiración.
Hemingway le entregó varios trofeos por la captura de cinco ejemplares y conversaron.
“Yo no tenía experiencia en eso, pero participé y tenía un buen patrón de barco. Y tuve la suerte de que, faltando poco tiempo, el segundo día, en la última hora, capturé dos agujas. Y me gané el premio”, contaría luego el líder cubano.
Según historiadores, fue el único encuentro conocido entre ambos.
En declaraciones a la prensa años atrás, Ada Rosa Alfonso, entonces directora del Museo Ernest Hemingway Finca Vigía, recordó que en 2005, en entrevista con el periodista Ignacio Ramonet publicada bajo el título Cien horas con Fidel, el líder cubano dijo haber hablado con Hemingway en dos ocasiones, aunque brevemente.
Cuentan que Fidel mantuvo por décadas en su despacho del Palacio de la Revolución una foto de Hemingway con un gran pez, dedicada por el Premio Nobel de Literatura 1954: “Al Dr. Fidel Castro, que clave uno como este en el pozo de Cojímar. Con la amistad de Ernest Hemingway”.
“Fidel ha mantenido privacidad sobre su relación con Hemingway, pero que un periodista y escritor, con absoluto dominio de la palabra y su semántica, utilice el término amistad, dice mucho”, dijo Ada Rosa Alfonso.
“De los autores norteamericanos, Hemingway es uno de mis favoritos. Conocía sus obras desde antes de la Revolución. Leí Por quién doblan las campanas cuando era estudiante. Hemingway hablaba de la retaguardia de un grupo guerrillero que luchaba contra un ejército convencional. Esa novela fue una de las obras que me ayudó a elaborar tácticas para luchar contra el ejército de Batista”, contaría Fidel en 1975 a los norteamericanos Kirby Jones y Frank Mankiewicz.
También declararía, recorriendo Finca Vigía, que “uno de los lugares que más me gusta es este, porque aquí trabajaba Hemingway por la mañana. Aquí ponía las hojas, a veces escribía de pie. Se detenía aquí a hacer su trabajo mental por la mañana. A veces, trabajaba un poco más, y después, entonces, se relajaba. Tomaba ginebra, tomaba whisky, tal vez coñac francés. Pero él, parece que ya, por la tarde, no escribía”.
Apenas un año después del triunfo de la Revolución cubana, el novelista estadounidense diría en breve entrevista con el cronista argentino Rodolfo Walsh, en el aeropuerto de La Habana, mezclando español e inglés: “Vamos a ganar, nosotros los cubanos vamos a ganar. I’m not a yankee, you know”.
Había llegado a La Habana por primera vez en 1928 y regresado en 1939, instalándose en la Finca Vigía, hoy Museo Ernest Hemingway Finca Vigía, que primero alquiló y luego, a finales de 1940, compró. Allí vivió más de dos décadas y allí quedó resguardado, luego de su partida de La Habana en julio de 1960, su legado.
En agosto de 1961, semanas después del suicidio del novelista (2 de julio de 1961), su cuarta y última esposa, Mary Welsh, se reunió con Fidel y le entregó la propiedad al Estado cubano. Meses después, en julio de 1962, el propio Fidel dejaba inaugurada la casa museo Finca Vigía.
Fue su hogar, donde escribió y desde donde estableció su relación con Cuba; un lugar aislado donde “en el fresco de la mañana se trabaja mejor y con más comodidad que en cualquier otro sitio”, cercano a una de sus mayores pasiones, el mar y la Corriente del Golfo, donde se podía hacer la pesca mejor y más abundante que había visto en su vida; a Cojímar y sus pescadores y a otros lugares de la capital cubana donde aún hoy se siente su huella.
Allí escribió obras como El viejo y el mar, Por quién doblan las campanas, Islas en el golfo y París era una fiesta.
“Vivo en Cuba porque amo a Cuba –eso no quiere decir que me disgusten algunos otros lugares– y porque aquí tengo privacidad cuando escribo. Si deseo ver a alguien, solo tengo que ir al centro de la ciudad (…). En Cuba encontré el lugar perfecto para escribir”, declaró una vez.
En Finca Vigía, además del yate Pilar, se conservan hoy más de 20 000 piezas relacionadas con su vida y su trabajo: objetos personales como su máquina de escribir marca Royal; documentos y obras de arte, armas, trofeos de caza, mobiliario, equipos eléctricos y mecánicos, ropa y objetos de decoración; miles de fotos, libros, revistas y folletos, cartas, mecanoscritos, manuscritos, pruebas de galera o de portada y ediciones de sus libros en más de 30 lenguas.
Entre los documentos más famosos están un guion de El viejo y el mar, con correcciones del escritor; el epílogo manuscrito de Por quién doblan las campanas; los códigos para descifrar los mensajes en clave que enviaba desde el yate Pilar en la operación contra submarinos nazis durante la Segunda Guerra Mundial; el pasaporte que empleó durante la Guerra Civil de España; el cuaderno de bitácora de la última travesía en el Pilar y la correspondencia con Mary Welsh durante la Segunda Guerra Mundial.