Fidel: un símbolo indestructible
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Tal vez muchos más cubanos y extranjeros de los que imaginamos, desconocen que Fidel, cuando visitó por primera vez la Unión Soviética y recorrió todo ese país durante 38 días –del 26 de abril al 3 de junio de 1963, a solo dos meses del inicio del bloqueo imperialista contra Cuba– estuvo en un sitio al que Lenin denominó “mi gabinete rural, mi oficina del bosque, mi despacho verde”, donde escribió clandestinamente documentos, cartas, circulares y órdenes junto al lago Razliv, en las cercanías de San Petersburgo, mientras preparaba la célebre acometida insurgente a la capital rusa.
Solo algunos conocieron o recuerdan que Lenin llegó en secreto al lugar en una barca fluvial, por el lago Razliv. Antes ese sitio era una parcela de A. Emelianov, obrero de la fábrica de armas de Satroretsk, bolchevique que lo acompañó en su escondite durante 30 días. Se refugiaba allí, en una pequeña choza de paja, para burlar la persecución del gobierno provisional burgués. En ese lugar oculto comenzó a escribir con el pseudónimo de K.P. Ivanov, su famoso libro El Estado y la Revolución.
El Comandante Fidel, a quien el poeta argentino Juan Gelman aseguró que era “un país”, no solo estuvo allí en Razliv el miércoles 16 de mayo de aquel año, sino que en los dos árboles truncos de abedul que le sirvieron a Vladimir Ilich Uliánov de mesa y asiento, respectivamente, depositó unas bellas flores blancas y frescas en homenaje al ruso que pistola en mano a finales de 1917, al frente de los revolucionarios de la primera hora, le arrebató el poder al último de los zares y “estremeció al mundo” con la histórica Revolución de Octubre, al decir del escritor norteamericano Jonh Reed (1887-1920).
Igualmente numerosos cubanos y ciudadanos de otras naciones ignoran que el joven líder en aquel recorrido fue el primer extranjero que pronunció un discurso desde la tribuna del Mausoleo de Lenin en la Plaza Roja de Moscú, y que subiera al crucero Aurora anunciando con un famoso cañonazo el triunfo del glorioso Octubre y el inicio del fin del zarismo en Rusia. Además, el líder cubano fue la primera persona ajena al país en subir a un submarino soviético y en recorrer las instalaciones de una base coheteril de la enorme nación donde solo Rusia era mayor en superficie que la parte iluminada de la Luna.
Sin embargo, son relativamente pocos los habitantes de este archipiélago caribeño, de América Latina y del mundo ignorantes de que el 13 de agosto de 1926 nació el organizador y conductor de la Revolución que el 1° de enero de 1959 entró triunfal a La Habana, con las columnas rebeldes, el 8 de enero de 1959, calificado por el insigne poeta cubano Roberto Fernández Retamar como “un día que duró una semana”. Asimismo son escasos los que desconocen que nuestro líder histórico principal entró a la inmortalidad el viernes 25 de noviembre de 2016.
El ciclón Flora, un punto de viraje
El común denominador de las enseñanzas, alertas y ejemplos morales del hombre de Birán –al que debemos recordar desde los sentimientos, la razón y el compromiso con su obra y su pensamiento– se resume en que en el socialismo la protección de la vida humana es el principio supremo. Por eso un memorable día dijo: “Suerte que tenemos una Revolución y que está garantizado que nadie permanecerá en el olvido. Una fuerte, enérgica y previsora Defensa Civil, protege a nuestra población”.
Agregó: “La fortaleza de que tal Defensa Civil funciona en cada territorio del país, nos permitió enfrentar el azote de tres huracanes de gran intensidad en menos de un mes, en 2008”. Y comentó: “No contamos con grandes recursos económicos, pero sí con un potencial científico y profesional de una alta calificación, abnegación y espíritu solidario reconocido internacionalmente”.
Quien aseguraba esas cosas no era un luchador cualquiera, era el Comandante en Jefe, quien en uno de los momentos más peligrosos de nuestra historia meteorológica, cuando el ciclón Flora, en octubre de 1963, por poco pierde la vida en un transporte anfibio de las FAR en la que estaba montado para socorrer a algunos campesinos. Allí estaba ataviado con un casco de guerra e impulsado por el amor que entregó siempre al pueblo de Cuba y al proyecto social que encabezó con firmeza y audacia.
Había dicho antes que “el revolucionario pelea solo como si junto a él estuviera todo un ejército” y que “hemos hecho una Revolución más grande que nosotros mismos”.
El continuador más consecuente de Martí
Los cubanos sabemos que aquel joven jurista que se defendió con valor, dignidad y maestría en el juicio del Moncada, era entonces un hombre desarmado, incomunicado, calumniado, dentro de un cerco de odio, amenazas, bayonetas caladas y ametralladoras.
Como el discípulo más consecuente de José Martí, ha dejado una huella indeleble en la historia. En su autodefensa, mencionó varias veces el nombre del Apóstol y citó fragmentos muy sensibles de su prosa y de sus versos. Se refirió en 22 momentos diferentes al Héroe Nacional de Cuba, por ejemplo: “Un principio justo desde el fondo de una cueva, puede más que un ejército” y “La muerte no es verdad si se ha cumplido bien la obra de la vida”.
Ahora que celebramos el 60 aniversario de la creación de la Defensa Civil por iniciativa del espíritu fidelista, tenemos que evocar que tras el citado ciclón Floraque provocó 1 000 fallecidos y grandes pérdidas materiales, se comenzaron a construir en toda Cuba, orientado por él, numerosas presas y micropresas para impedir las temidas, agresivas y peligrosas inundaciones, y asegurar que no se repetirían tales desgracias, labor que ha sido cumplida como una de sus tareas más importantes, por la Defensa Civil –también obra fidelista– institución que hoy homenajeamos modestamente en nuestras páginas.