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A Fidel, gracias, por el “lujo” del conocimiento

Data: 

15/01/2023

Fonte: 

Revista Bohemia

Autore: 

En todos nuestros logros científicos está la mano de un hombre de ciencia con visión de futuro
 
En los difíciles años 90, cuando el Comandante mantuvo el criterio de que la supervivencia de la Revolución dependía fundamentalmente de la ciencia y apostó por ella, Armando, que entonces era un joven veinteañero incapaz de desentrañar los azares de la vida, no entendía la decisión del líder.
 
¿Cómo el jefe iba a gastar millones de pesos en la construcción de centros científicos, mientras el pueblo padecía tantas necesidades?, inquiría. Y era entendible su temor, pues al ciudadano común, que le resultaba casi imposible alimentar a los suyos, bañarse con un jabón, o comprarles zapatos a sus hijos, por tan solo mencionar algunas penurias del llamado Periodo Especial, le costaba creer que la salvación de Cuba descansaba en aquel sueño fidelista.
 
Sin embargo, no era la primera vez que el revolucionario soñaba despierto. Solo unos años atrás, en 1981, había emprendido en el país el desarrollo de la industria biotecnológica, cuando no había similares en la región ni siquiera en Europa, solo en Estados Unidos, la Genetic Engineering Tech, Inc.
 
En una de las frecuentes visitas del congresista norteamericano George Thomas Leland a Cuba, Fidel le refirió su preocupación por el crecimiento del cáncer a nivel mundial. Leland le comentó acerca del uso del interferón en instituciones médicas de su estado. Solo meses después, en noviembre de 1980, ya el legislador texano traía consigo a Randolph Lee Clark, uno de los oncólogos más destacados de la época.
 
El científico le habló al mandatario cubano de las investigaciones relacionadas con el medicamento, proponiéndole que enviara un médico a su hospital para que recibiera cierta preparación. “Por precaución envié dos, porque en el Derecho, lo que abunda no daña”, contaría años después el propio Fidel.
 
Los doctores Manuel Limonta y Victoria Ramírez regresaron muy entusiasmados, pues además de acceder a nuevos conocimientos, establecieron contacto con profesionales del centro de producción de interferón en Finlandia.
 
Muy pronto, el doctor finés Kary Cantell propuso al Gobierno caribeño que fueran dos médicos a su país a estudiar las técnicas productivas del fármaco. Esa vez, también por “precaución”, Fidel envió seis investigadores.
 
A menos de un semestre del encuentro entre el estadounidense Randolph Lee Clark y el Comandante, los científicos que habían recibido entrenamiento en Texas y en Helsinki, junto a una colaboradora de Cantell, produjeron el primer interferón cubano.
 
Los primeros lotes del novedoso medicamento se destinaron a los pacientes con dengue hemorrágico, así como a otros contagiados con conjuntivitis. En ambos casos los resultados fueron sorprendentes. Un buen motivo para que Fidel no escatimara recursos en la habilitación del Centro de Ingeniería Genética y Biotecnología (CIGB), el cual abrió sus puertas el 1 de julio de 1986.

“El futuro de Cuba tiene que ser un futuro de hombres de ciencia”, dijo Fidel
el 15 de enero de 1960. / Archivo Academia de Ciencias de Cuba.

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Quizá algunos piensen que en ese tiempo Fidel podía darle ese “lujo” a Cuba gracias a las garantías de pertenecer al Consejo de Ayuda Mutua Económica. Sin embargo, desde la etapa prerrevolucionaria, él pensaba en la soberanía científica, consciente de las profundas limitaciones de una nación pequeña, subdesarrollada y dependiente.
 
En su alegato de autodefensa plasmó las aspiraciones a un país progresista, donde el pueblo forjara su propio destino. Pero, ¿cómo alcanzar tal desarrollo, si el acceso al conocimiento se limitaba a las clases pudientes?
 
A esta interrogante respondió explícitamente el 15 de enero de 1960, en el discurso pronunciado a propósito del vigésimo aniversario de la Sociedad Espeleológica de Cuba, cuando dijo que el país se encontraba en el minuto de poner a trabajar todas las inteligencias.
 
Desde su llegada al poder, jerarquizó el valor de los saberes para garantizar el futuro. De ahí su afán en lograr el acceso masivo del pueblo a la educación y a la cultura. Un hito en ese empeño fue la alfabetización, en un año, de aproximadamente un millón 45 000 personas, la creación de miles de escuelas y la reforma universitaria.
 
Consecuente con una visión de hombre de ciencia, también impulsó la extensión de la atención hospitalaria a los lugares más apartados, con el Servicio Médico Social Rural, logrando en pocos años el primer Sistema Nacional de Salud, único en América.
 
La propia dinámica social demandaba estudios a fin de lograr una mejor implementación de las políticas revolucionarias, pero existían muy pocas instituciones dedicadas a ello. Entonces el gobierno priorizó la construcción de otros planteles investigativos.

Encuentro de Fidel con el doctor estadounidense Randolph Lee Clark.
/ Cortesía del CIGB.

Los cambios más trascendentales comenzaron a realizarse en el área agrícola, promovidos por el Instituto Nacional de Reforma Agraria (INRA). No obstante, los demás sectores también fundaron nuevos espacios.
 
Según los autores de Fidel, Padre de la Ciencia Cubana, “de 1962 a 1973 surgieron 53 unidades de ciencia y técnica, y gran parte de las instituciones de investigación en las ciencias exactas y naturales, médicas, tecnológicas, agrícolas y sociales que aún existen en el país. Además, se multiplicaron las universidades por toda la isla”.
 
La creación de la Comisión Nacional de la Academia de Ciencias de Cuba (1962) y del Centro Nacional de Investigaciones Científicas (1965), por solicitud del Comandante, marcó una pauta en dicho proceso de institucionalización. La primera agruparía saberes según las áreas del conocimiento, en tanto el segundo constituiría la matriz de los proyectos.
 
Mas no bastaba con un resultado escrito, era preciso socializar y generalizar las soluciones a los problemas, mediante las fuerzas creadoras. De esta manera surgieron los Fórum de Ciencia y Técnica y el Movimiento de Innovadores y Racionalizadores.
 
Cuando ocurrió el derrumbe del campo socialista y los enemigos celebraban por adelantado la asfixia del pueblo cubano a manos del nuevo mundo capitalista, Fidel hizo lo que nadie imaginó: crear más centros científicos, entre ellos, los centros biotecnológicos de Camagüey (1989) y Sancti Spíritus (1990), el Centro de Inmunología Molecular (1994), el Ministerio de Ciencia Tecnología y Medio Ambiente (1994), la Universidad de las Ciencias Informáticas (2002), el Polo Científico del Oeste de la capital representado por institutos como el de Medicina Tropical (IPK), el Hospital Militar Carlos J. Finlay, el Instituto de Investigaciones para la Industria Alimentaria (IIIA) y el de Biopreparados.
 
Nuevamente, algunos entendieron esas decisiones como un error estratégico, pero Fidel viajaba al futuro y regresaba para mostrárnoslo. Esa capacidad de adelantarse a su tiempo quedó manifiesta en el discurso inaugural del Centro de Inmunología Molecular (CIM), el 5 de diciembre de 1994.
 
«Es un orgullo en pleno Período Especial inaugurar este Centro que no es un lujo, es una promesa de salud para nuestro pueblo y es una promesa de ingresos para nuestra economía», vaticinó el líder.

El líder de la Revolución cubana solía visitar con frecuencia los centros científicos. / www.pcc.cu

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Recientemente, cuando científicos cubanos crearon varias vacunas contra el coronavirus, entre ellas, Abdala, la primera desarrollada y producida en América Latina y el Caribe, muchos creímos en el cumplimiento de la profecía fidelista. El augurio de la ciencia como sostén del proceso social ya regía nuestra cotidianidad.

El Comandante en Jefe en un recorrido por el Plan Apícola de Herradura,
Pinar del Río, el 31 de agosto de 1981. / www.cubadebate.cu

Gracias a las inteligencias promovidas por el Comandante, millones de personas han aprendido a leer y a escribir a través de distintos métodos cubanos de alfabetización. Más de 250 000 pacientes han salvado su pie diabético de la amputación con el uso del “milagroso” Heberprot-P producido en esta isla caribeña.
 
El ahorro de millones de pesos al país por concepto de sustitución de importaciones; ganancias de divisas mediante la exportación de rubros nacionales y mayores rendimientos en las producciones agropecuarias como resultado de la implementación de medidas de adaptación al cambio climático, constituyen otras conquistas de la ciencia cubana.
 
Sin dudas, Cuba exhibe un desarrollo científico de prestigio internacional, especialmente, en las investigaciones médicas: primer país del mundo en eliminar la transmisión del VIH de madre a hijo; Premio internacional L’Oréal-Unesco; Medalla para Inventores; Premio Mundial de la Ciencia Eureka 2022…
 
En todos nuestros logros científicos está la mano de un hombre de ciencia con visión de futuro: Fidel Castro Ruz, porque fue él quien se empeñó en que el conocimiento dejara de constituir un privilegio de élites, para convertirse en patrimonio del pueblo.
 
Al Comandante en Jefe muchos lo nombran el padre de la ciencia cubana. Armando, no. Ese hombre que a principios de los ‘90 decía que la creación de centros científicos era un “lujo” de Fidel, hoy lo llama su salvador.
 
Hace seis años, este vecino de mi familia pudo haber quedado en el camino de las víctimas fatales del cáncer de pulmón, pero Cimavax, una vacuna creada en el CIM le ha regalado años de vida y vida a sus años.