Fidel Castro: El 26 de julio comenzó la última y definitiva etapa por la independencia nacional
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La estrategia que llevaría a cabo en el Moncada ya estaba concebida por Fidel Castro antes del golpe de Estado perpetrado por Fulgencio Batista el 10 de marzo de 1952.
En diferentes momentos Fidel plantea que cuando se produce el golpe de Estado todo cambia. Seguía vinculado al Partido Ortodoxo, pero con una situación nueva, ante la inconstitucionalidad que provocó el cuartelazo. Analiza entonces llevar a cabo la lucha por su propia cuenta y empieza a elaborar el plan del Moncada.
Detalles importantes y poco conocidos de la preparación
- Rigurosa selección de los hombres, cuyas características debían ser: proceder de sectores humildes del pueblo, ser trabajadores, jóvenes, de mentes sanas, ideas patrióticas, progresistas, con espíritu revolucionario, de probada honradez y que estuvieran de acuerdo con los objetivos de la lucha armada y sus riesgos.
- Se utilizó como premisa la discreción, la compartimentación y el secreto, pues era un movimiento clandestino.
- Fidel se entrevistó con los 1 200 hombres que lograron reclutar y les impartió instrucciones y sobre todo “ideas”.
- Las armas las adquirieron legalmente compañeros que tenían fachada de cazadores y de burgueses, que portaban carnet de algún Club de Cazadores.
- Eran unas 150 ó 160 armas para los 1 200 hombres.
- Los uniformes fueron conseguidos por Florentino Fernández, miembro del Movimiento que pertenecía al Ejército. Estaba en el plan ir uniformados como los guardias para facilitar la entrada al cuartel.
- Los entrenamientos se realizaron en distintos lugares. En la Universidad de La Habana, el responsable era Pedro Miret. Se realizan en La Habana y en Pinar del Río para no vincular nada en absoluto con la provincia oriental.
- Era necesario tener una casa en Santiago de Cuba para ir agrupando las armas y después agrupar a los hombres. Se alquila la granjita “Siboney”y se enmascara el lugar como granja avícola. Aislada y con una carretera de acceso al Moncada era un buen lugar. Con anterioridad al ataque Abel Santamaría se instala en la granjita.
- El objetivo del Moncada sólo lo sabían Fidel y Abel. Renato Guitart, único santiaguero residente en la ciudad que participaría en las acciones, lo podía deducir porque tenía como misión el chequeo de la fortaleza.
La acción del Moncada
A las 5:15 a.m. comenzó la acción tanto en Santiago como en Bayamo. En Santiago el grupo dirigido por Fidel atacaría el Moncada. Actuarían 2 grupos de apoyo. Uno iría al Hospital Civil “Saturnino Lora” con Abel Santamaría al frente y 26 hombres más, incluidos un médico, Mario Muñoz y 2 mujeres Haydée Santamaría y Melba Hernández que actuarían como enfermeras.
El otro grupo iría al Palacio de Justicia. Raúl Castro asume la dirección del grupo de forma natural, por la audacia que demuestra en los hechos. Algunos compañeros que irían al grupo del Moncada se pierden en la ciudad y no llegan nunca al lugar.
El primer carro logra el objetivo de sorprender a la posta, desarmarla y tomar la entrada. Pero un factor imponderable pone en peligro todo el plan. Por ser día de carnaval, el cuartel tenía una guardia cosaca, de recorrido, no prevista. La guardia sospecha al ver la caravana de carros. El trata de desarmarla. Cuando la guardia hace ademán de disparar, tira sobre ella el carro y se generaliza el tiroteo fuera del cuartel, al creer los demás compañeros que ya están dentro del mismo. La guarnición de la fortaleza se moviliza y comienzan la defensa.
El factor sorpresa se ha perdido y que éste era fundamental, dada la correlación de fuerzas desfavorables a los revolucionarios. Fidel piensa que a pesar de la guardia cosaca debieron seguir de largo y tratar de entrar al cuartel porque los hombres del Regimiento se encontraban dormidos y ellos lo habrían podido tomar. Ante las circunstancias, da la orden de retirada. Intenta reagrupar un grupo de hombres para hacer una acción sorpresiva en un cuartel pequeño en el Caney, con el objetivo de apoyar al grupo de Bayamo, pero no es posible. Se dirigieron de nuevo a la granjita Siboney como estaba previsto. Se organizaron y partieron hacia las montañas, tal como estaba previsto si no podían defender la ciudad, lanzar la consigna de huelga general y movilización.
Algunos compañeros deciden no ir porque están desalentados y muchos de ellos son apresados posteriormente. Otros, después de estar en la zona montañosa, por agotamiento regresan a la ciudad y son capturados también.
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A continuación Cubadebate y el sitio Fidel Soldado de las Ideas expone a través de Fidel Castro diferentes análisis realizados en entrevistas y discursos sobre el Asalto al Cuartel Moncada.
Cuando se produce el golpe de Estado, cambia todo el cuadro
Fragmento de la entrevista concedida al fraile dominico brasileño Frei Betto en la Habana 23-26 de mayo de 1985.
Frei Betto: Ahora, ¿ese grupo que ataca el Moncada sale del grupo de izquierda del Partido Ortodoxo?
Fidel Castro: Sale del Partido Ortodoxo, de las filas de los jóvenes de ese partido, que yo conocía, y que sabía cómo pensaban. Cuando se produce el golpe, yo empiezo a organizarlos.
Frei Betto: ¿Con qué nombre?
Fidel Castro: En ese momento estábamos organizando células de combate.
Frei Betto: ¿Se llamaban así, células?
Fidel Castro: Propiamente estábamos organizando un aparato militar. No tenemos un plan revolucionario propio en ese momento, porque estamos en los meses siguientes al golpe militar de 1952. Yo tenía un plan revolucionario desde 1951, pero todavía en ese plan había una etapa política previa.
Yo estoy planteando en esa fecha un movimiento revolucionario. Incluso tengo una cierta fuerza política. El Partido Ortodoxo va a ganar las elecciones; yo sé que su dirección en casi todas las provincias, excepto la de La Habana, estaba cayendo ya, como siempre, en manos de terratenientes y burgueses. Ese partido popular ya estaba virtualmente en manos de elementos reaccionarios y maquinarias electorales, excepto la provincia de La Habana, en la que prevalecía un grupo de políticos sanos, sectores intelectuales, profesores universitarios, con prestigio; no había una maquinaría, aunque ya algunos ricos se estaban introduciendo, queriendo controlar el partido en la provincia mediante métodos tradicionales de maquinarias y dinero.
El partido aquí en La Habana tenía bastante fuerza. Había 80 000 afiliados, que se habían unido espontáneamente. Era una cifra considerable. Sobre todo creció después que murió su fundador, hombre combativo de gran ascendencia en la masa, que se priva de la vida a consecuencia de una polémica con un ministro gubernamental, por imputaciones que le hizo a éste sobre propiedades de tierra en Guatemala, y que no pudo probar. Le hicieron la trampa, lo llevaron a una polémica en torno a ese tema y, aunque había una gran corrupción en el país, aquello, en concreto, no pudo demostrarse. Se desespera y se mata. El partido queda virtualmente sin dirección, pero con una enorme fuerza.
Ya yo estoy planteando la idea de que ese partido va a ganar las elecciones presidenciales de junio de 1952. Sé lo que va ha pasar con ese gobierno, que va a resultar también una completa frustración. Pero ya estoy pensando en el transcurso de una primera etapa política de preparación del movimiento, y en una segunda etapa de toma del poder revolucionariamente. Creo que una de las cosas claves que me enseñó el marxismo, y que también me indicaba la intuición, era que había que tomar el poder para hacer la revolución, y que por los caminos tradicionales de la política que hasta entonces se habían seguido no se llegaba a nada.
Yo pienso utilizar como tribuna determinadas posiciones desde donde lanzar un programa revolucionario inicialmente en forma de propuestas de leyes, que después fue precisamente el programa del Moncada. Fíjate que no era todavía un programa socialista, pero era un programa capaz de conquistar el apoyo de grandes masas de la población, y la antesala del socialismo en Cuba. Las ideas contenidas en el programa del Moncada yo las tengo elaboradas mucho antes del golpe de Estado de Batista. Ya estoy promoviendo una fuerte base con pobladores de la sociedad de La Habana, y otros sectores humildes de la ciudad y la provincia. Trabajo activamente, además, con la masa del partido.
Como ya soy abogado, estoy en estrecho contacto con esos sectores en una lucha activa, dinámica, enérgica, apoyado en el esfuerzo de un pequeño grupo de compañeros. No ocupo cargos de dirección, pero cuento ya con una fuerza de masas en ese partido y toda una concepción revolucionaria. Cuando tiene lugar el golpe de Estado, todo cambia. Ya no se puede llevar a cabo aquel programa. Incluso, en aquel programa inicial yo incluyo a los soldados, porque los veo objeto de explotación; los hacían trabajar en las fincas privadas de los magnates, del presidente, de los coroneles, estoy viendo todo eso, lo estoy denunciando y hasta voy alcanzando cierta sutil ascendencia en sus filas. Al menos prestan atención e interés a las denuncias. Yo pensaba unir a ese movimiento también a los soldados. Sí, soldados, obreros, campesinos, estudiantes, maestros profesionales, capas medias de la población, en un programa amplio. (…)
Cuando se produce el golpe de Estado, cambia todo el cuadro. Inicialmente pienso que hay que volver a la etapa constitucional anterior; ahora había que derrocar la dictadura militar. Yo estoy pensado que hay que recuperar el status anterior, y que todo el mundo se uniría para liquidar esa cosa infame y reaccionaria que era el golpe de Estado de Batista. Empiezo a organizar por mi cuenta gente joven, modesta y combativa de la Juventud Ortodoxa, y también contacto con uno de los líderes de ese partido, pero el trabajo lo voy realizando por iniciativa propia; había líderes que decían que estaban por la lucha armada. Para mí estaba claro que había que derrocar a Batista mediante las armas y volver a la etapa anterior, al régimen constitucional, pues sería seguramente el objetivo de todos los partidos, y yo había concebido la primera estrategia revolucionaria con un gran movimiento de masas que se instrumentaría inicialmente a través de cauces constitucionales. Al crearse esta situación, pienso que todo el mundo se va a unir para liquidar el régimen de Batista, todos los partidos aquellos que estaban en el gobierno, los que estaban en la oposición, todo el mundo.
Y empiezo a organizar a los primeros combatientes, a los primeros combatientes, a los primeros luchadores, digamos, las primeras células, a las pocas semanas. Primero trato de crear un pequeño periódico tirado en mimeógrafo, y algunas estaciones de radio clandestinas. Son las primeras cosas. Tuvimos algunos tropiezos con la policía, que nos sirvieron de mucha experiencia más adelante. Porque después aplicamos métodos sumamente cuidadosos en la selección del personal y en la compartimentación; después sí nos volvimos verdaderos conspiradores, y empezamos a organizar los primeros núcleos para lo que suponíamos la lucha unida de todos los partidos y de todas las fuerzas. Así empiezo yo dentro de ese partido, donde conocí a mucha gente joven y sana, y voy buscando dentro de los sectores más humildes, allá en Artemisa, en los barrios más modestos de La Habana, trabajadores todos, con varios compañeros que desde el primer momento me apoyaron: Abel, Montané, Ñico López y otros, un grupito pequeño.
Me volví un cuadro profesional. Ese movimiento empieza teniendo un cuadro profesional, que soy yo, uno solo. A decir verdad, tuvimos prácticamente un cuadro profesional hasta el Moncada, uno solo, y en los últimos días Abel; dos cuadros en el último mes. Nosotros organizamos todo este movimiento en 14 meses. Alcanzamos a tener 1 200 hombres. Uno por uno hablé con ellos, organicé cada célula, cada grupo, ¡los 1 200! ¿Tú sabes cuántos kilómetros recorrí yo en un automóvil antes del Moncada? Recorrí 40 000 kilómetros. Todo ese esfuerzo en la organización, entrenamiento y equipamiento del movimiento. ¡Las veces que me reuní con los futuros combatientes, que les impartí las ideas e instrucciones! El carro, por cierto, no estaba terminado de pagar. Como yo era ya cuadro profesional y siempre se debía alguna letra atrasada, Abel y Montané eran los que me sostenían a mí y sostenían al carro.
Así fuimos creando una organización disciplinada y decidida, con gente joven y sana, ideas patrióticas y progresistas. Claro, estábamos organizándonos para luchar contra la dictadura. No nos proponíamos encabezar esa lucha, sino cooperar con todas nuestras fuerzas. Personalidades y jefes políticos conocidos y reconocidos los había de sobra. Después viene la fase en que llegamos a la conclusión de que todo era un engaño una falsedad, una incapacidad, y decidimos nosotros hacer nuestro propio plan. Eso empezó a cambiar las cosas. (…)
Déjame decirte. Cuando el Moncada, realmente había un grupo reducido de los de más responsabilidad y autoridad que tenían ya una formación marxista, porque yo mismo había trabajado con un núcleo de gente de los de más responsabilidad en este sentido.
Ahora, las cualidades que nosotros requeríamos de aquellos compañeros eran, en primer lugar, el patriotismo, el espíritu revolucionario, la seriedad, la honradez, la disposición a la lucha, que estuvieran de acuerdo con los objetivos y los riesgos de la lucha, porque se planteaba precisamente la lucha armada contra Batista. Estos eran los elementos, las características fundamentales. No se le preguntaba a nadie absolutamente si tenía o no tenía una creencia religiosa; ese problema nunca se abordó. Realmente no recuerdo un solo caso de esos. Pertenecía al fuero interno de cada persona, e indiscutiblemente –aunque eso no consta en datos, ni en estadísticas, porque, ya te digo, nadie hizo encuestas sobre esos problemas-, con seguridad muchos de los que participaron en el Moncada eran creyentes.
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Fragmentos de la entrevista realizada por Gianni Miná a Fidel en La Habana, 28 y 29 de junio de 1987.
En nuestro Movimiento había también mucha gente buena, pero era un movimiento más nuevo que recogió apoyo de todas las capas sociales: trabajadores, campesinos, pequeñoburgueses, profesionales, y hasta hubo burgueses que ayudaron a nuestro movimiento revolucionario; recogió mucha gente en poco tiempo.
Nosotros iniciamos el Movimiento con el Moncada. Fue cuando organizamos las primeras células. Yo trabajé personalmente mucho en eso, hicimos un pequeño núcleo y trabajé en el reclutamiento de los 1 200 combatientes que teníamos: su selección, su organización, el entrenamiento, todo aquello clandestino pero legal, disfrazado con otras actividades.
Realmente, Batista nos subestimaba porque sabía que no teníamos recursos, dinero; tenía más temor de los que habían estado en el gobierno que eran millonarios, eran ricos. Pero después viene el asalto al Moncada y posteriormente la prisión.
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Fragmento del discurso en el acto por el VII Aniversario del Moncada. Las Mercedes, 26 de Julio de 1960.
Aquel 26 de Julio de 1953 que fue la culminación del esfuerzo de un grupo de jóvenes llenos de ideales que se lanzaron hacia aquella lucha desigual y difícil. Y aquello no fue más que el inicio, el inicio de una lucha de siete años, porque así son los frutos que los hombres deben adquirir con su esfuerzo, los frutos que los pueblos han de conquistar con sacrificio y con trabajo, que muchas veces mientras más próximos parecen, más se alejan de nuestras posibilidades.
Y así aquel 26 de Julio fue para nosotros un minuto, en que cuando parecía culminar una lucha, cuando parecía culminar un esfuerzo para iniciar la batalla por la liberación de nuestro pueblo, no era el fin, sino el comienzo.
Y aquel grupo de combatientes, los que no fueron asesinados, fuimos a parar a las prisiones con nuestros propósitos y nuestros sueños, para allí poder madurar tras largos 77 meses de encierro, el ideal que llevábamos dentro, el propósito que nos animó a dar la primera batalla, a persistir en nuestro objetivo a pesar de la adversidad de aquel minuto, a persistir en nuestro propósito; porque hoy en esta tarde, no podemos menos que recordar también aquellos días tristes, no podemos menos que recordar aquella tarde del 26 de Julio de 1953, en que no era como hoy, día de alegría y de triunfo, en que no era como hoy, día de optimismo y de alegría, en que no era como hoy, día en que el pueblo recoge los frutos que los caídos han ido sembrando a lo largo de años; (…)
Pero no fue así siempre y por contraste, venían también, venían también a nuestras mentes, los recuerdos de aquél primer 26, aquella tarde en que todo era amargura y dolor, en que sobre nuestro ánimo pesaba el dolor de los compañeros que habían muerto y el dolor de la derrota que obligaba a la Patria a una espera, cuyos límites era imposible imaginarse en aquel instante.
Y recordar los minutos de adversidad es bueno, recordar los minutos en que las realidades presentes no eran más que sueños, es bueno recordar la lucha, es bueno recordar el sacrificio y el dolor que han costado las victorias, es bueno, es bueno porque nos enseña, es bueno porque nos dicen que en el camino de los pueblos nada es fácil, nos enseña que los pueblos para conquistar aquellas cosas que anhelan tienen que sacrificarse y tienen que luchar muy duramente, y que los pueblos no se pueden desanimar en la adversidad, y que los revolucionarios no se pueden desalentar en la adversidad, ni en los momentos difíciles, porque los pueblos que perseveran y los hombres que perseveran triunfan, los pueblos que luchan y los líderes que luchan llevan adelante sus sueños, los pueblos que saben erguirse frente a los obstáculos marchan adelante, los pueblos que no se desaniman ni se acobardan ante el tamaño de las dificultades que tengan por delante, tienen derecho a la victoria, los pueblos que no tiemblan ante el adversario poderoso, los pueblos que no tiemblan ante el precio que tengan que pagar por su libertad, los pueblos que no tiemblan ante el precio que tengan que pagar por su dignidad, los pueblos que no tiemblan por el precio que tengan que pagar por la justicia, los pueblos que no tiemblan ante el precio que tengan que pagar por su felicidad, tienen derecho a la felicidad, tienen derecho a la victoria, tienen derecho a la libertad, tienen derecho al progreso, tienen derecho a la dignidad.