Fidel, un presente siempre feliz para los pioneros (+ Fotos)
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En un santiamén, los niños le quitaron el papel protector a lo que le habían regalado y por un momento se quedaron observando el humo que desprendía. Muchos lo soplaron.
Era algo nuevo para ellos: el primer helado que tomaban Eliades Guerrero Almarales y otros niños entonces, de la escuela primaria Eduardo García, en el municipio holguinero de Báguanos. Un obsequio de Fidel, que ese día de febrero de 1959, cuando vio aquella hilera bien organizada de pequeños que seguían a su maestra y portaban la bandera cubana, no se resistió y allí mismo, en la recta de Camazán, detuvo su caravana de autos.
“Un hombre de verde olivo hace intento por salir y, al verlo, la maestra Rosalina Avilés Gaspar dice: '¡Es Fidel!'. Todos nos abalanzamos hacia el Comandante y le aconchamos una pierna contra la puerta del auto. Pensamos que se iba a poner bravo con nosotros, pero sonrió y comenzó a hacer preguntas: '¿Adónde van?', '¿Qué van a hacer?', '¿Cuántos niños son?'. A todas respondió nuestra docente. Íbamos a observar el proceso de pasteurización de la leche en la granja El Manguito y Fidel dijo que saber del tema era importante.
“La maestra aprovechó para solicitarle algunos materiales para la escuela. El encuentro duró cerca de cinco minutos. Seguimos el recorrido y, al llegar a Don Pedro, donde hoy radica la granja avícola Delmis Pérez, paró un carro pintado de amarillo con letras grandes que decían Guarina. El chofer indicó a la maestra que organizara a los niños y nos entregó dos paletas de helado a cada uno. Nunca habíamos tomado helado. Al preguntarle el precio para pagar, nos dijo que nos las había enviado Fidel”, contó años atrás Eliades Guerrero Almarales.
El panorama que Cuba heredó de los Gobiernos anteriores era desolador para la infancia. Por tan solo mencionar un ejemplo, había 600 000 niños sin escuelas. Aquella realidad, junto al recuerdo de la isla prerrevolucionaria, donde no faltaba un pequeño lustrando zapatos o vendiendo periódicos, mendigando para ayudar a la economía de la familia; el niño cubano de entonces en vestidos harapientos, sin zapatos, raquítico, hambriento…
Esas imágenes atormentaban al líder revolucionario, quien siempre abrazó la concepción martiana de que eran ellos la esperanza del mundo, los Pinos Nuevos.
Con la naciente Revolución, los cuarteles militares se convirtieron en escuelas y se fundaron tantas o más aulas rurales que las que se construyeron en los 50 años de neocolonia. Miles de maestros marcharon a los sitios más recónditos para alfabetizar y el país comenzó a poblarse de círculos infantiles, colegios, secundarias y preuniversitarios en el campo.
Los más pequeños estaban siempre en el palpitar del Pionero Mayor, quien en fecha tan temprana como 1974 afirmó:
“Y de verdad nada hay tan agradable, tan emocionante, como encontrarse con nuestros pioneros y ver todo lo que ustedes han adelantado en organización, ver todo lo que ustedes han adelantado en disciplina, en cultura, en entusiasmo y en conciencia patriótica. Y la conciencia patriótica es la base de la conciencia revolucionaria y de la conciencia internacionalista. Hay que pensar en el futuro. Y el futuro son ustedes, en ustedes se encarna el futuro de nuestra patria”.
Ciertamente, el presente de hoy lo forjan los pioneros del ayer. Entre los educandos que tuvieron la dicha de compartir tiempo, espacio, besos y abrazos con el Comandante está Yunersy Hernández Aprea, del municipio cienfueguero de Cruces.
Yuny es hoy teniente coronel del Ministerio del Interior, y es recordada en la OPJM por la anécdota que le contó a Fidel en el Primer Congreso Pioneril, en 1991, y que luego él perpetuó para la historia en el discurso de clausura.
“En el plenario yo pedí la palabra. Referí una anécdota que me había sucedido en la cola de la casilla –adonde mi mamá me enviaba con frecuencia–, cuando trataba de comprar el pollo. Allí, una mujer un poco mayor cuestionó a la Revolución por las escaseces que se vivían y yo le salí al paso, a diferencia de otros adultos que también estaban presentes, incluso militantes del Partido, pero que callaron. De lo que hablé fue de eso precisamente: de la importancia de que los pioneros no nos quedásemos callados y saliéramos siempre a defender la Revolución”.
Como durante su intervención Yuny irrumpió en llantos por la emoción, se sentía un poco frustrada. Sin embargo, Fidel, con esa forma suya excepcional en el trato, máxime con los niños, no perdió oportunidad de levantar la autoestima de la adolescente y, a la hora de la merienda, la llamó y le pidió que le relatara otra vez la historia.
Luego, en la clausura del congreso, la tomó como ejemplo de pionera revolucionaria y reconoció a todos los pequeños a los que, como a ella, les había tocado vivir la infancia durante el Periodo especial.
“De este momento que les ha tocado vivir a ustedes, este momento difícil, de dificultades actuales, de dificultades que con seguridad serán mayores, que resultarán inevitablemente mayores, antes de que empecemos a remontar de nuevo el difícil camino de las dificultades actuales y futuras, se ha hablado aquí. Y dolía, sí, dolía mucho, como cuando la compañerita explicaba su discusión con una abuela en una cola y polemizaba con ella porque algo faltaba, algo no había llegado”.
Si hay algo que Marianela Bretau Cabrera no olvida es ese día en que conoció al gigante de verde olivo. Comía junto a otros pioneros mientras sesionaba la clausura del XIII Fórum de Ciencia y Técnica en el Palacio de Convenciones, cuando les llamó la profesora: “¡Apúrense, que Fidel los está esperando!”.
“Inmediatamente, todos dejamos nuestros platos y nos llevaron a un pequeño salón donde, enorme y sonriente, nos esperaba el Comandante en Jefe. Al instante, nos hizo presentarnos y prestó atención a nuestros nombres y lugares de procedencia. Así comenzó el diálogo, corto pero inolvidable entre los pioneros y el líder de la Revolución cubana.
“Recuerdo que un estudiante de Sancti Spíritus, que había presentado como ponencia en el evento la utilidad del guano para confecciones pioneriles, le regaló un sombrero hecho por él y Fidel, jaranero, se lo puso y dijo: '¡Ah pero si me queda bien!'. Aunque en realidad le quedaba pequeño.
“Nos habló de la importancia de estudiar, de lo que representábamos con nuestra participación en ese fórum, y de conquistar el futuro. Luego, nos agrupó a su lado para hacernos una foto junto a él y nos dijo: 'No se preocupen, que a cada uno les llegará su foto. Y así fue'”.
En la noche del 22 de septiembre de 2003, María Esther Rodríguez Martínez, maestra de quinto grado del Centro Mixto 6 de agosto, de Birán, soñó que hablaba con el Comandante en Jefe, Fidel Castro Ruz.
Hacía uno cuantos días que el centro estaba en reconstrucción y específicamente ese día había trabajado junto a otros compañeros hasta la una o las dos de la mañana, porque al día siguiente Fidel asistiría a la reinauguración.
“Le dije a mi sobrina, que también era maestra: 'La que va a conversar con Fidel soy yo, porque eso lo soñé yo anoche'. Me respondió: 'Ya, tú siempre estás con lo mismo'. Y le dije: 'Tú verás'.
“Cuando llegó Fidel, visitó todas las aulas y pasó por la mía, saludó primero y me dio la mano, miró la pizarra y estaba escrito el nombre de la asignatura: Lengua Española.
–¿Quién escribió eso?, preguntó.
–Yo, que soy la maestra.
–¿Dónde tú aprendiste a escribir así?
–Comandante, los años que yo llevo trabajando con primer grado hay que aprender a hacer la letra a la perfección.
–Busca una tiza.
“Yo la busqué y se la fui a dar y me dijo: 'No, es para que escribas tú. Pon mi nombre ahí'.
“Yo puse su nombre en la pizarra y me dijo: 'Pero esa F... Dame acá la tiza, déjame ver si puedo hacerla igual que tú. Empezó a hacer la F y otras letras, y me dijo: 'A mí, ninguno de mis maestros me enseñaron a escribir así'. Trató de hacer la F y después de repetirla cinco o seis veces, la hacía casi como yo. Conversó con nosotros sobre los materiales que habían traído para Educación Plástica, y preguntó qué otra cosa nos hacía falta. Yo le dije: 'Fidel, que usted viva 100 años más'”.
Son miles las anécdotas relacionadas con Fidel y los pioneros. Los lugares en los que alguna vez estuvo son hoy altares para los agradecidos a su persona. Como la Casa Museo de Pozo de Vilató, en Sierra de Cubitas, la otrora escuelita rural, donde Fidel descansó una noche de 1966 y sostuvo un fraternal encuentro con varios pobladores de esa zona, distante de la cabecera municipal.
El 4 de diciembre de 2016, una publicación tocó el sentimiento. Los pioneritos de primero C, en el seminternado República de Chile, de la ciudad de Las Tunas, dibujaron su sentir hacia el Comandante en una hoja.
Un pequeño lo dibujó junto a Martí; otro, cerca de la Palma Real. Una niña lo rodeó de corazones rojos, y otra lo pintó de la mano de una pequeña con motonetas.
Fidel, un recuerdo siempre feliz que se trasmite de una generación de pioneros cubanos a otra, como abono que les nutre el alma y la mente, para que sean mejores seres humanos y revolucionarios.
Por eso encontramos a una pequeña Elis, que un día le preguntó a su mami, Kenia Otaño Fundora, por el hombre y la niña de la foto que está en la sala de su casa, y luego que mamá le contara cómo lo había conocido (siendo una pionera de 10 años) y los momentos felices en su compañía. “A ella (Elis) le encanta. De hecho, a veces me dice: 'Por qué no le dices a Fidel', o 'por qué no llamas a Fidel'”.
Las citas presentes en el trabajo fueron tomadas de los artículos periodísticos “El día que Fidel conversó con niños de Camazán”, “El vigente ejemplo de la pionera Yuny ponderado por Fidel”, “El beso de Fidel Castro”, “Fidel Castro en el corazón de los niños” y “Fidel, los pioneros y yo”.