Vigente un juramento de 62 años: ¡Patria o Muerte!
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Fresca aún la sangre de obreros y soldados que descargaban el vapor francés La Coubre el 4 de marzo de 1960, el mundo escuchó por primera vez el juramento de ¡Patria o Muerte!, de boca del Comandante en Jefe Fidel Castro.
Así lo dijo hace 62 años en el sepelio de un centenar de muertos por las dos explosiones provocadas en el barco francés por un detonador colocado debajo de una de las cajas de municiones por la Agencia Central de Inteligencia (CIA) de Estados Unidos, para intentar impedir que llegaran a su destino armas y municiones para defender la Revolución.
Frente al intento de aterrorizar al pueblo cubano para que desistiera del camino revolucionario, la respuesta de Fidel en el sepelio de las víctimas fue la de resistir y luchar hasta la última gota de sangre, lo que quedó resumido a partir de ese día y para siempre en el grito de ¡Patria o Muerte!.
Desde diferentes puntos de la ciudad acudieron con rapidez al lugar de la explosión el comandante Ernesto Che Guevara y otros dirigentes revolucionarios y fue, precisamente en el sepelio de las víctimas de ese crimen terrorista, donde el fotógrafo Alberto Díaz «Korda» captó una de las imágenes icónicas de la fotografía mundial. El rostro de Guevara se cruzó con su lente y ese día nació la imagen del Guerrillero Heroico que recorre el mundo entero.
Alrededor de las 3:10 de la tarde de ese viernes una tremenda explosión sacudió La Habana y un hongo de ribete negro se elevó sobre la zona portuaria en el lado oeste de la bahía, donde se descargaba un barco que traía a Cuba 31 toneladas de granadas y 44 toneladas de municiones. Con el gigantesco hongo de humo subieron trozos de metal, madera y fragmentos de metralla que cayeron sobre la ciudad en un radio de 500 metros.
Esa era una carga necesaria para defender la Revolución, amenazada desde el mismo triunfo el 1ro. de enero de 1959 por Estados Unidos, quien utilizó todas sus influencias y presiones en el mundo para intentar impedir que le vendieran las armas, municiones y pertrechos que necesitaba el país para su defensa.
La primera explosión dejó sin techo las bodegas y destrozó la popa del barco causando de inmediato numerosas muertes y heridos, pero esto solo era una trampa para causar más daño, pues de inmediato se movilizaron para brindar ayuda obreros portuarios, bomberos, policías, soldados y vecinos del lugar.
La muerte acechaba. Minutos después una segunda explosión cobró nuevas víctimas entre quienes, desafiando el peligro, habían tenido ese gesto de solidaridad, aumentando a un centenar el balance de muertos, incluyendo seis tripulantes, y alrededor de 400 heridos o lesionados, decenas de ellos incapacitados de por vida, decenas de viudas y más de 80 niños huérfanos. Entre los dirigentes que acudieron de inmediato estaba el Che, quien como médico empezó a atender heridos a las afueras del muelle, y a Fidel y a Raúl les faltaron solo unos 300 metros para llegar antes de la segunda explosión que les hubiera costado la vida.
La fábrica proveedora de armas en Bélgica con la cual se firmó el contrato recibió fuertes presiones norteamericanas para evitar que vendiera armas a Cuba. La Embajada de Estados Unidos en ese país presionó infructuosamente al Ministerio de Relaciones Exteriores para que no se honraran los contratos firmados ni se entregaran esas armas.
La carga había partido desde Bruselas por la firma Fielle, especializada en explosivos. Con anterioridad había cargado en Hamburgo, Amberes y Le Havre mercancías que depositaría en puertos de Estados Unidos, México y Haití.
La Coubre traía a Cuba 525 cajas de granadas y 938 de municiones. Su arribo a la capital de Cuba estaba previsto para el 2 de marzo y el regreso a Europa el 7 de abril con 340 toneladas de azúcar que serían embarcadas en el propio puerto habanero.
Acuciosas investigaciones de todas las evidencias vinculan a la CIA con este acto terrorista. Una detallada investigación del escritor José Luis Méndez Méndez reveló que uno de los dos solitarios pasajeros en ese barco de carga, era un periodista estadounidense llamado Donald Lee Chapman, quien para viajar a su natal Nebraska tomó, desechando otras posibilidades, un barco cargado de explosivos que lo dejaría solamente en Miami, ciudad muy distante de su destino final.
El 9 de marzo, solo cinco días después del hecho, se realizó en Estados Unidos la reunión constitutiva del grupo WH 4 dirigida por el coronel de la CIA, J.C. King, donde se implementó la ejecución del Plan de Operaciones Encubiertas que sería firmado por el presidente Eisenhower el 17 de marzo. Todo el plan estaba en su etapa de gestación cuando estalló La Coubre.
El mencionado King estaba en contacto en Miami con el cabecilla contrarrevolucionario Rolando Masferrer Rojas, quien conoció por un norteamericano ingeniero en minas la llegada de barcos a Cuba con armas y los puertos por donde desembarcarían. Esta entrevista se produjo entre el 28 de febrero y el 10 de marzo de 1960.
Llama la atención que no se hayan desclasificado documentos sobre este hecho por el Departamento de Estado, quien compiló sus comunicaciones con la Embajada de Estados Unidos en La Habana en ese periodo y existe un curioso vacío de tráfico entre el 18 de febrero y el 12 de marzo de 1960. Las autoridades estadounidenses por más de 60 años han ocultado el conocimiento de este hecho, lo cual reafirma la hipótesis de su participación directa.
La consigna nacida de ese horrendo crimen es gritada hoy por millones de cubanos, continuadores de los que en 1961 le propinaron a Estados Unidos, pese a las acciones terroristas, su primera gran derrota en América.