Por el renacer constante de la esperanza
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Los retos y la capacidad para salir adelante, incluso en los contextos más difíciles, forman parte del encanto de la Revolución cubana, un proyecto que deberá renacer muchas veces, siempre fiel a la belleza, a su alma más pura. Este 1ro. de enero cumple 63 años de vida, cual ser humano con marcas y experiencias, heridas y sonrisas.
Son muchas las páginas tremendas en estas décadas, casi con la sensación de la ciencia ficción. Han sido escritas con las acciones y el romanticismo de personas humildes, que hacen de la resistencia y la búsqueda incesante de la utopía un modo de vida, pero los desafíos se renuevan y hasta crecen, por eso la necesidad de las actualizaciones y cumplir cada vez más las expectativas de todos o la inmensa mayoría, especialmente de los jóvenes.
En la Revolución Cubana palpita una épica y una fuerza que forman parte de la identidad de nuestro pueblo. Vienen desde hace siglos, de tantos golpes y levantamientos, con la savia de hombres y mujeres tremendos, como Carlos Manuel de Céspedes, Perucho Figueredo, Francisco Vicente Aguilera, Mariana Grajales, Antonio Maceo, José Martí, Julio Antonio Mella, José Antonio Echeverría, Fidel, el Che, Celia Sánchez, Vilma Espín, Raúl y muchísimos otros.
Uno los imagina en la manigua, entre disparos y sueños, intransigentes, fieles a sus ideales, capaces de preferir el sacrificio antes que riquezas y comodidades… ¿Qué significa ser consecuentes con ellos hoy?
Las heroicidades y dolores de las generaciones anteriores deberán alimentarnos siempre, circular como marea por nuestras venas con sus dimensiones de enseñanzas y orgullo, pero a la vez debemos sentirnos y ser verdaderos protagonistas de nuevas hazañas a favor de la nación y de nuestra gente.
Solemos mencionar momentos transcendentales, conquistas indiscutibles del proceso revolucionario, pero resulta vital avanzar con mayor rapidez, conscientes de que la esperanza y el consenso en torno al proyecto social se construyen permanentemente.
Las revoluciones que llevan mucho tiempo en el poder corren el riesgo de que sus generaciones más recientes no valoren lo necesario sus éxitos primeros e incluso algunos de los más grandes. Los jóvenes de hoy nacimos en una Cuba socialista, con Educación y Salud gratuitas, con tranquilidad ciudadana, sin comparaciones vivenciales con etapas anteriores, a no ser las anécdotas de nuestros abuelos, quienes poco a poco van desapareciendo, al igual que la generación que lideró desde la Sierra Maestra el sueño de libertad y, luego, los numerosos cambios en Revolución.
A eso le sumamos que estamos en el blanco de una campaña mediática despiadada, que llega por diversas vías y es acompañada por una esencia consumista con lo material en lo más alto. Al conversar con cubanos de diferentes edades brotan inconformidades o frustraciones relacionadas con el temor a no lograr metas que consideran básicas, como tener una vivienda propia, a pesar de años como profesionales con trayectorias repletas de aplausos.
Resulta imprescindible ir sumando nuevos éxitos y conquistas sociales, seguir cultivando la espiritualidad y también lograr o acercarnos lo más posible a las expectativas económicas y sociales del pueblo.
Uno de los retos de la Revolución será siempre conectar y enamorar, especialmente a los jóvenes, hacer que se sientan protagonistas y con la posibilidad de convertir en realidades sus proyectos profesionales y de vida en el país.
En un clima de bloqueo económico, comercial y financiero y una agresividad cada vez mayor desde Estados Unidos y otras regiones, es difícil lograr ciertos propósitos, pero resulta esencial dar pasos con mayor prontitud hacia esos objetivos, lo cual debe lograrse sumando a la mayor cantidad posible de ciudadanos, no como espectadores, sino con la sensación de ser útiles, de aportar, sin poses ni palabras con tonos grandilocuentes.
Debemos mantener cada vez más viva nuestra épica, también desde el activismo social y con organizaciones e instituciones que se despojen del burocratismo y pensamientos detenidos en el tiempo, que tengan verdaderamente la capacidad de aglutinar, liderar y concretar proyectos, con la gente siempre en el centro.
Es favorable el afán constante de la dirección del país en impulsar cambios, en renovar maneras de hacer y aplicar nuevas iniciativas para inyectar los procesos económicos y sociales en general, en seguirnos actualizando también en aspectos diversos, como los vinculados al Código de las Familias. Para lograrlo todos debemos aportar verdaderamente, más allá de repetir frases, pues en ocasiones se tiene la sensación de que algunos procesos se desvirtúan un poco en interpretaciones y formas de aplicarlos de algunos en las bases.
Esta tiene que ser siempre una Revolución con la capacidad de retroalimentarse en todos los sentidos, con la certeza de que lo más importante es el pueblo, su mayor fuerza e inteligencia radica ahí. Todas aquellas personas con la responsabilidad de liderar o coordinar procesos, grupos, empresas, centros laborales… deben tener siempre presente que son servidores públicos y comportarse como tal, ser consecuentes con eso.
Debemos perfeccionar el funcionamiento de todo el sistema institucional en el país, muchas veces cargado de excesivos procesos burocráticos e insensibilidades de algunos. Hay que actualizar la comunicación, incluidas la mediática, la política, la institucional… La cultura y la formación educacional, con un espíritu profundamente descolonizador y patriótico, son indispensables en la belleza de esta nación y su alma rebelde.
Los años 2020 y 2021 fueron particularmente difíciles para el mundo, incluido el pueblo cubano, con el dolor de pérdidas familiares, secuelas de la Covid-19 más allá de la salud y otra prueba de resistencia como pocas, con la conjugación de factores diversos, que atacaron nuestra realidad desde lo objetivo y lo subjetivo. Hay heridas en el entramado social, tristezas que seguramente seguirán durante algún tiempo, hogares que perdieron a varios integrantes, arrancados por la pandemia.
Las vacunas logradas por los científicos de Cuba —el único país de América Latina que lo consiguió—, el esfuerzo de los profesionales de la Salud y otras personas, del pueblo todo, confirma también el talento y la fortaleza, cultivados durante estas más de seis décadas.
Uno conversa con personas diversas a lo largo del territorio nacional, lo mismo por ejemplo en La Habana o el municipio granmense de Media Luna, en Camagüey o Isla de la Juventud, y siente un orgullo tremendo por la resistencia y el amor de su gente, la voluntad de continuar cultivando la utopía, pero también se palpa la pertinencia de ciertos progresos. Eso debe nutrirse desde lo cotidiano, el avance hacia la felicidad colectiva y una esperanza que nunca debe envejecer.
La Revolución cubana tiene que ser eternamente joven, desafiante, inteligente, romántica, con la vitalidad del renacer constante, sin obviar la experiencia y la fortaleza. Tiene que ser siempre un manantial de esencias y atrevimientos, de conquistas y alegrías, de anhelos logrados y belleza, una fuente de orgullo para su gente y todos los seguidores de la izquierda internacional. Debe mantenerse como parte importante del corazón socialista a nivel mundial, inspiración y certeza, con todo lo que eso implica. Nosotros somos sus hijos y a la vez sus hacedores. Ayudarla, hacerla mejor en todo momento es ta