En una fecha simbólica para la nación y como reencuentro necesario con la tierra heroica donde emprendió el rumbo certero a la libertad, Fidel se hizo presencia viva, otra vez, este 2 de diciembre, en el sentir de un pueblo que no lo deja partir.
 
No podía ser de otra manera en una ciudad que no olvida a sus héroes y mártires, como no olvida el desborde de arrojo de aquel puñado de jóvenes que, bajo su liderazgo, dignificó el amanecer del 26 de julio de 1953, con el asalto al entonces Cuartel Carlos Manuel de Céspedes, de Bayamo.
 
Justo en ese sitio emblemático, devenido Museo Ñico López, y sobre una base de mármol en forma de rombo que simboliza el grado de Comandante en Jefe, reposó la urna con las cenizas del líder histórico de la Revolución, aquella noche dolorosa del 2 de diciembre de 2016, antes de continuar su periplo hacia la eternidad.
 
Como hace cinco años atrás, una multitud agradecida, con los jóvenes al frente, volvió a recorrer los tramos de la Ciudad Antorcha que van desde la Plaza de la Patria hasta el Ñico López, para rendir tributo al gigante de verde olivo, con una emotiva velada cultural, encabezada por Salvador Valdés Mesa, miembro del Buró Político del Partido y  vicepresidente de la República.
 
Allí, en las voces de varios artistas y agrupaciones del territorio, como el cantautor Teniente Rey, el Coro Profesional de Bayamo, el Quinteto Contraste, el Coro infantil Ismaelillo y el grupo Son de la loma, se reafirmó el compromiso de continuidad de una nueva generación, cuyo horizonte resplandece con la guía de Fidel.