El derecho a defender lo mío
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Formo parte de los cubanos que hemos transitado de la niñez hasta la adultez bajo las condiciones de lo que implica vivir en un país bloqueado.
Con el trascurso de los años, al mismo tiempo de ser testigo de atentados, invasiones y agresiones, he contemplado orgulloso la diferencia de la Cuba que se está construyendo con aquella otra, la dejada atrás para siempre en 1959.
Nuestros jóvenes no conocen del terror impuesto por el batistato, donde en cualquier esquina amanecía un revolucionario asesinado, ni tampoco saben del hambre y de la miseria galopante del campesinado y de los más humildes habitantes en las ciudades de la Isla, y mucho menos pueden creer que el acceso de la mayoría a la educación, al igual que a una atención médica gratuita, fueran solo un sueño.
Desde este bienestar compartido entre generaciones de cubanos, hemos tenido la oportunidad de observar cómo el Gobierno estadounidense aplica los llamados golpes blandos, con los que han logrado derrocar gobiernos progresistas en diferentes regiones del mundo.
En tal sentido, a quienes intentan subvertir nuestro orden social, a través de la guerra no convencional, les recordamos que, desde las guerras de independencia hasta este preciso instante, los cubanos siempre hemos sido «un hueso duro de roer» en la defensa de lo nuestro, y les advertimos: Mejor, ni lo intenten.