El día que por primera vez la Patria se vistió de verde olivo
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El levantamiento armado del 30 de noviembre de 1956 en Santiago de Cuba se inscribe como expresión suprema de la identificación de su artífice, Frank País García, y lo mejor de la juventud santiaguera, con el ideario del líder de la Revolución Cubana, Fidel Castro Ruz.
Habían transcurrido tres años y cuatro meses del asalto al cuartel Moncada, y mientras la dictadura de Fulgencio Batista fortalecía sus fuerzas represivas, de persecución y crimen, el jefe de la gloriosa gesta se había concentrado en estructurar el Movimiento 26 de Julio (M-26-7) y perfilar la lucha armada por la plena libertad. En medio de la tensa situación, el joven santiaguero, de apenas 20 años, vio en las denuncias del alegato La historia me absolverá el rayo de luz que auguraba la Patria, y abrazó la justa causa. Con su ejemplo personal aglutinó a lo mejor de la juventud en la otrora capital del indómito Oriente.
«(…) él (Frank) –valoraría el General de Ejército Raúl Castro Ruz–, quiso continuar la lucha en cuyo inicio no había participado, y cuando se crearon las condiciones (…) puso a sus combatientes y se puso él mismo bajo las órdenes de Fidel, que, conocedor de sus cualidades, le nombró jefe de acción del 26 de julio (…)».
La heroína Vilma Espín Guillois calificó de intensos los días de preparación, las tareas para conseguir armas y la labor de propaganda sin precedentes, que comprendió el fogueo para empeños mayores, como el que le confiara Fidel en apoyo a la expedición con que retornaría a Cuba en el yate Granma.
Fue muy cuidadoso el plan del alzamiento. Un error en una misión que involucraba a alrededor de 300 compañeros en las armas y muchos más en su aseguramiento, conduciría al aborto de la decisiva etapa de lucha que se iniciaba. Aquel día atacaron la estación de la policía nacional, la de la policía marítima, ocuparon armas en la armería Marcé, y organizaron la fuga de compañeros en la prisión de Boniato, entre otras acciones. Si bien no se logró el principal objetivo de distraer a las fuerzas del régimen y apoyar el desembarco, quedaron la determinación de jóvenes dispuestos a morir por la Patria, la unidad del pueblo que abrió las puertas de sus casas a combatientes heridos o en retirada, y el estreno en las calles del glorioso uniforme verde olivo.
La trascendencia del hecho ha sido expuesta por el General de Ejército Raúl Castro: «Desde ese instante la ciudad de Santiago de Cuba entró en una etapa de guerra sin cuartel contra la tiranía y, además, a partir de aquel momento los combatientes del 30 de noviembre, Frank País y la ciudad de Santiago de Cuba se convirtieron en el primer punto de avanzada de la eficiente retaguardia, en que se transformó todo el pueblo de Cuba, en apoyo al núcleo guerrillero que, sobreponiéndose a los reveses iniciales, llegó a organizarse en la Sierra Maestra».
Y el primer 30 de noviembre en Revolución, en 1959, Fidel afirmó sobre Santiago de Cuba: «(…) ciudad heroica que en mayor proporción dio mártires a la patria, la ciudad rebelde, la ciudad cívica, la ciudad donde nosotros hemos escrito las páginas más sentidas de nuestras vidas, los actos más generosos e idealistas de nuestras vidas».