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Fidel en dos semanas decisivas

Date: 

2018

Source: 

Revista Cinco Palmas No.5

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El primer día de enero de 1959, Cuba amaneció con la noticia de la huida del dictador Fulgencio Batista. Apenas habían transcurrido dos años y trece días desde que Fidel Castro Ruz —con solo siete fusiles— reiniciara la lucha armada en las montañas de la Sierra Maestra. Las decisiones políticas y militares del líder cubano, a lo largo de esos casi veinticinco meses de combate, le habían permitido mantener la unidad de las fuerzas revolucionarias y conformar la aplastante victoria sobre las tropas de la tiranía.

Las maniobras de última hora del imperialismo norteamericano para frustrar el triunfo revolucionario —entre las que descuella el golpe militar— no pudieron impedir que el Comandante en Jefe del Ejército Rebelde derrotara la conjura y marchara hacia la capital oriental para ratificar su promesa de que las fuerzas rebeldes entrarían en Santiago, porque nada ni nadie podría escamotearles la victoria.

Al cumplirse sesenta años de aquellos acontecimientos, rememoramos momentos cruciales de las acciones directas de Fidel durante los últimos días de 1958 y los primeros de 1959. A través de ellos se puede apreciar sus cualidades políticas y militares y, especialmente, valorar su capacidad para actuar ante situaciones complejas y tomar decisiones adecuadas en contra de la lógica y los pronósticos del enemigo, proceder que, en toda su vida, le permitió convertir los reveses en victorias.

Última semana de lucha guerrillera

Antes de la última semana de 1958, la estrategia de Fidel Castro Ruz de extender la guerra a todo el país alcanzaba importantes resultados. La contraofensiva del Ejército Rebelde resultaba indetenible y los éxitos obtenidos en los diferentes frentes guerrilleros auguraban la inminente caída del régimen tiránico.

A mediados de noviembre, Radio Rebelde trasmitió las declaraciones del Comandante en Jefe dirigidas a todos los comandantes y jefes de columnas en la provincia de Oriente, Camagüey y Las Villas, y a toda la población civil. En ellas estaban las instrucciones pertinentes encaminadas a librar la batalla definitiva contra las fuerzas de la dictadura.

Los mandos rebeldes después de recibir esas instrucciones intensificaron su empuje en todo el país. Mientras, Fidel abandonaba la Comandancia de La Plata en la Sierra Maestra con un pelotón de veinticuatro hombres fogueados y mil reclutas desarmados, dispuestos a combatir con los pertrechos que a su paso arrebataran al enemigo.

Pocos días después, en el poblado de Guisa, la Columna no. 1 inició una de las batallas más difíciles enfrentadas durante toda la contienda, pues hasta allí, por caminos asfaltados, podían llegar los tanques y las tropas de la tiranía acantonadas en Bayamo.

Noviembre terminó con la toma de Guisa. Dos días después, Fidel Castro salió rumbo a Charco Redondo y, el domingo 7 de diciembre, en un punto situado a medio camino entre Baire y Jiguaní conocido como La Rinconada, estableció su puesto de mando. Desde ese campamento dirigió la ofensiva, en especial, las maniobras para tomar Santa Rita, Jiguaní, Baire, Aguacate, Contramaestre y Maffo.

Consciente de la inminente caída de la tiranía, el Comandante en Jefe convocó una reunión con los miembros de la dirección nacional y coordinadores provinciales del Movimiento 26 de Julio, los dirigentes de la Resistencia Cívica y los comandantes Raúl Castro y Juan Almeida. En La Rinconada, el 18 de diciembre de 1958, comenzó el encuentro.

Después de analizar la marcha de la guerra y los próximos pasos a seguir para la ofensiva final, Fidel comunicó que el Frente Cívico Revolucionario había designado al doctor Manuel Urrutia Lleó presidente provisional de la República y expuso las razones que se tuvieron en cuenta.

En Oriente, los pueblos liberados por las columnas rebeldes aumentaban por día. Después de tomar Jiguaní, Fidel abandonó el campamento de La Rinconada y trasladó su puesto de mando al central América. El miércoles 24 de diciembre, como la guerra estaba al terminar, por primera vez en la contienda visitó a su madre en Birán, acompañado por Celia y varios combatientes. Precisamente ese día, cuando apenas faltaba una semana para el desenlace final, el general Eulogio Cantillo Porras, jefe de operaciones militares del ejército de la dictadura en la provincia de Oriente, le hizo llegar un mensaje en el que solicitaba sostener un encuentro con la alta dirección del Ejército Rebelde. Sobre ese hecho, en su discurso pronunciado el 1o. de enero de 1959, en el parque Céspedes, Fidel Castro relató:

(…) cuando el 24 de diciembre se nos comunicó el deseo del general Cantillo de tener una entrevista con nosotros, aceptamos la entrevista. Yo les confieso a ustedes que, dado el curso de los acontecimientos, la marcha formidable de nuestras operaciones militares, yo tenía muy pocos deseos de ponerme a hablar de movimientos militares; pero yo entendí que era un deber, que nosotros los hombres que tenemos una responsabilidad no nos podemos dejar llevar por las pasiones, y pensé que si el triunfo se podía lograr con el menor derramamiento de sangre posible, mi deber era atender las proposiciones que me hiciesen los militares.1

La cita con el general Cantillo fue concertada para cuatro días después; tiempo en el que los rebeldes no dejaron de combatir ni un minuto.

Así, en las primeras horas de la madrugada del 27 de diciembre fue tomado el cuartel de Palma Soriano. Fidel entró a la ciudad y se puso en contacto directo con el pueblo y los combatientes que habían participado en su liberación.

Sobre aquel encuentro el Comandante de la Revolución, Guillermo García escribió:

(…) Nos dirigió palabras alentadoras y nos exhortó a continuar la lucha, preparándonos sicológicamente para lo que se nos venía encima. Dijo que quedaba un largo camino por recorrer y que aún estaban por tomar las guarniciones de Santiago de Cuba y de Maffo, sitio este donde se combatía desde hacía más de dos semanas (…).2

A las ocho de la mañana del 28 de diciembre de 1958, cumpliendo lo acordado, el general Eulogio Cantillo llegó en un helicóptero a las ruinas del ingenio azucarero Oriente. Allí, esperándolo desde las primeras horas de la mañana, se encontraba el Comandante en Jefe del Ejército Rebelde. El encuentro duró poco más de una hora. Sobre sus palabras con el general Cantillo, Fidel relató:

(…) el jefe de todas las fuerzas en operaciones que luchaban contra nosotros; casi al final de la guerra, se reúne conmigo y me dice: «Hemos perdido la guerra». Yo le sugiero que organicemos un levantamiento conjunto: «Podemos salvar a muchos oficiales bien preparados y valiosos, no comprometidos con los crímenes». Estuvo de acuerdo, pero insistió en ir a La Habana. Yo le recomendaba que no lo hiciera; le dije: «Hay riesgos». Él insistió en que tenía suficientes contactos y que no podían tocarlo. Entonces es cuando le planteo tres cosas: no queremos contacto con la Embajada norteamericana, no queremos golpe de Estado en la capital, y no queremos que dejen escapar a Batista.3

(…) Se acordó con el general Cantillo que el levantamiento se produciría el día 31 a las 3:00 de la tarde. Se aclaró que el apoyo de las fuerzas armadas al movimiento revolucionario sería incondicional, al presidente que designasen los dirigentes revolucionarios y los cargos que a los militares les asignasen los dirigentes revolucionarios. Era un apoyo incondicional el ofrecido.

Se acordó el plan en todos los detalles: el día 31, a las 3:00 de la tarde se sublevaría la guarnición de Santiago de Cuba. Inmediatamente, varias columnas rebeldes penetrarían en las ciudades, y el pueblo, con los militares y con los rebeldes, confraternizarían inmediatamente, lanzándose al país una proclama revolucionaria invitando a todos los militares honorables a unirse al movimiento.4

El 30 de diciembre de 1958, Radio Rebelde dio a conocer el parte de guerra emitido por la comandancia general acerca de la rendición de Maffo, último reducto del enemigo en dirección a Santiago de Cuba. En el texto, el Comandante en Jefe afirmaba:

Al caer Maffo no queda una sola fuerza enemiga entre Bayamo y Santiago de Cuba. (…)

La batalla de Santiago de Cuba comenzará de un momento a otro. De cinco mil a seis mil soldados enemigos defienden la ciudad; las fuerzas de las columnas uno y tres, que en cuatro semanas han liberado los pueblos de Jiguaní, Baire, Contramaestre, Maffo y Palma Soriano, unidas ahora con las columnas 9 y 10 tomarán también Santiago de Cuba, donde se librará una batalla decisiva.5

Ese día, sobre las dos de la tarde, llegó a Contramaestre el padre Félix —rector del Colegio Dolores—, acompañado del padre Guzmán. Tenían la encomienda de entregarle a Fidel un mensaje del general Cantillo que decía:

Han variado mucho las circunstancias, en sentido favorable para una solución nacional (…) Que recomiendo no hacer nada en estos momentos y esperar los acontecimientos de las próximas semanas, antes del día 6.6

Después de leerlo, Fidel Castro de inmediato respondió:

El contenido de la nota se aparta por completo de los acuerdos tomados, es ambiguo e incomprensible. Y me ha hecho perder la confianza en la seriedad de los acuerdos. Quedan rotas las hostilidades a partir de mañana a las 3:00 p.m., que fue la fecha y hora acordadas.7

Al entregarla, el Comandante en Jefe le dijo al padre Félix que esa noche esperaría la respuesta de Cantillo en el santuario de El Cobre.

Fidel se encontraba en la hospedería de El Cobre junto a Raúl Castro, Celia Sánchez, Juan Almeida y un grupo de rebeldes, cuando el 31 de diciembre, poco después del mediodía, regresó el padre Félix con la respuesta del general Cantillo. Al saludarlo, Fidel le dijo: «Como no vino anoche que fue lo acordado, pensamos que lo había apresado el SIM [Servicio de Inteligencia Militar]». El padre le responde: «El hombre propone y Dios dispone».8

Según testimonio de Juan Almeida:

Fidel lee el mensaje. Cuando termina, comenta: «Cantillo aplaza el compromiso para el 6 de enero, en estos momentos no caben claudicaciones». Escribe una larga carta donde le dice que eso no puede ser y le expone sus consideraciones. Se la da al padre para que regrese a Santiago y la entregue al oficial.9

Asimismo, Fidel le había hecho llegar un mensaje al coronel José M. Rego Rubido —jefe de la plaza militar de Santiago de Cuba —en el cual le informaba que si las hostilidades se rompían por incumplimiento de los acuerdos y se iniciaba el combate, el Ejército Rebelde no cesaría el fuego hasta la rendición de la guarnición, pero ocurrió que el portador de la nota no interpretó correctamente las palabras del Comandante en Jefe y le dijo a Rego Rubido que Fidel exigía la rendición de la plaza como condición previa para cualquier acuerdo. En consecuencia, el jefe de la plaza respondió con una carta muy pundonorosa. Después de leerla, Fidel le respondió:

Un lamentable error se ha producido en la trasmisión a usted de mis palabras. Tal vez se debió a la premura con que respondí la nota y lo apurado de la conversación que sostuve con el portador. Yo no dije que la condición planteada por nosotros en los acuerdos que se tomaron era la rendición de la plaza de Santiago de Cuba a nuestras Fuerzas. Hubiese sido una descortesía con nuestro visitante y una proposición indigna y ofensiva para los militares que tan fraternalmente se han acercado a nosotros. (…)

Lo que dije al mensajero en cuanto a rendición, que no fue trasmitido literalmente y parece motivar las palabras de su nota de hoy, fue lo siguiente: que si se rompían las hostilidades por no cumplirse lo acordado, nos veríamos obligados a atacar la plaza de Santiago de Cuba, lo que es inevitable, dado que en ese sentido hemos encaminado nuestro esfuerzo en los últimos meses, en cuyo caso, una vez iniciada la operación, exigiríamos la rendición de las fuerzas que la defienden. (…)

Deseo por encima de todo, que usted y sus compañeros no se hagan una idea errónea de mi actitud y de mis sentimientos. He sido extenso para evitar que se confundan o tergiversen los conceptos.10

Poco después, el coronel Rego Rubido respondió a Fidel:

Señor:

Recibí su atenta carta fechada en el día de hoy [31 de diciembre de 1958], y créame que le agradezco profundamente la aclaración relativa a la nota anterior, aunque debo confesarle que siempre supuse que se trataba de una mala interpretación, pues a través del tiempo he observado su línea de conducta y estoy convencido que es usted un hombre de principios.

Yo desconocía los detalles del plan original, pues solamente fui informado de la parte a mí concerniente, como también desconozco algunos pequeños detalles del plan actual (…)

Creo, sinceramente, que todo habrá producirse en armonía con sus ideas y que el general está procediendo, inspirado en los mejores deseos para bien de Cuba y de la Revolución que usted acaudilla (…) 11

Mientras tanto, en La Habana, Fulgencio Batista había invitado a un grupo de sus allegados para la fiesta de despedida de año que celebraría esa noche en su residencia del campamento militar de Columbia. A medianoche, en medio de los brindis, el general Eulogio Cantillo se dirigió a Batista para decirle en alta voz: «Señor Presidente, los jefes de las fuerzas armadas del país consideramos que su renuncia a la primera magistratura de la nación contribuiría a restablecer la paz que tanto necesita el país. Apelamos a su patriotismo».12

A viva voz, Fulgencio Batista contestó: «Renuncio forzado por las autoridades eclesiásticas, los hacendados y colonos, por los que se pasan al enemigo, por los que no han ganado ni una escaramuza frente a los barbudos».13

El pánico cundió entre quienes desconocían que estaban presenciando una pésima comedia montada por Batista y Cantillo con el beneplácito de la embajada norteamericana.

Primera semana de 1959

En las primeras horas de la madrugada del 10. De enero, se hizo efectivo el golpe de Estado. Fulgencio Batista Zaldívar, tras un melodramático discurso, planteó su renuncia a la presidencia de la isla y el general Eulogio Cantillo tomó el mando de las Fuerzas Armadas. Ese bochornoso momento fue recogido en un documento firmado por el dictador. El poder quedaba constituido de la manera siguiente: Anselmo Alliegro, sustituto constitucional; Francisco Tabernilla Dolz, jefe del estado mayor conjunto; José Rodríguez Calderón; Roberto Fernández Miranda; Pedro Rodríguez Ávila; Juan Rojas González; Luis Robaina Piedra; Pilar García García y Francisco Tabernilla Palmero.

Anselmo Alliegro, asumió la jefatura del Estado, Carlos Manuel Piedra Piedra, el magistrado de mayor edad del Tribunal Supremo de Justicia.

En horas de la mañana, le comunicaron a Fidel Castro que la radio nacional estaba trasmitiendo la noticia de la huida del dictador y los intentos de escamotear el triunfo de la Revolución.

Yo me encontraba en el central América —contaría Fidel—. En esos momentos estaba preparando las tropas para avanzar sobre Santiago de Cuba, cuando me informan de que había dicho Radio Progreso que Batista se había ido. Claro que no era totalmente una sorpresa, porque el día antes yo le había enviado un ultimátum anunciándole que se rompían las hostilidades, y lo había enviado a la plaza de Santiago de Cuba para que se lo comunicaran a Cantillo (…) yo me di cuenta de la traición (…) Ya se estaban situando los morteros contra el aeropuerto de Santiago de Cuba y ya teníamos una gran cantidad de minas que les íbamos a situar entre el aeropuerto y la ciudad. La combinación era cortar en primer lugar las comunicaciones, que fue como se hizo el plan: tomar el aeropuerto y obstruccionar la bahía; teníamos también medios de hundir barcos allí, pero eso hubiera podido provocar alguna fricción internacional y la pérdida de muchos millones; los cañones se los íbamos a colocar a 300 metros de donde tenían que pasar los barcos. Entonces ya estaban las tropas situándose en sus posiciones; íbamos a batir primero los salientes que tenían cerca de Santiago de Cuba.

En eso estábamos, cuando por la mañana el día primero me dicen que Radio Progreso había informado que Batista había huido para Santo Domingo. Y como siempre dicen tantas bolas, hay veces que la gente oye una cosa... y por lo general uno siempre oye cómo se produce una noticia, e inmediatamente la manda a comprobar. A la media hora se comprobó la noticia de que Batista había huido, y que había habido una Junta, y que Carlos Manuel Piedra era presidente. Yo, de inmediato, sin perder un minuto, redacté las declaraciones, no tardé apenas una hora en redactar las declaraciones y salir a donde estaba la planta móvil.14

Fidel Castro llegó al sitio de Palma Soriano donde se encontraba instalada la planta de Radio Rebelde. A su entrada, los compañeros en la emisora le informaron que el general Eulogio Cantillo lo había estado llamando con insistencia. Fidel, rápidamente les contestó:

Yo no estoy loco; ustedes no se dan cuenta de que los locos son los únicos que hablan con cosas inexistentes, y como Cantillo no es el jefe del Estado Mayor del Ejército, yo no voy a hablar con cosas inexistentes, porque no estoy loco. Todo el poder es para la Revolución.15

El pueblo de Cuba, con una alegría nunca antes experimentada, escuchaba Radio Rebelde esperando las declaraciones del jefe de la Revolución. Mientras los trabajadores de todas las estaciones de radio y televisión instalaban sus plantas en sintonía con Radio Rebelde, la voz del locutor, repetía una y otra vez:

Aquí... Radio Rebelde desde las puertas de Santiago de Cuba, hablando en nombre del Movimiento 26 de Julio y del Ejército Rebelde. Pueblo de Cuba; el tirano ha huido, los principales asesinos se han dado a la fuga más precipitada ante el empuje incontenible del Ejército Rebelde. Los mismos que lo sostuvieron hasta ayer pretenden sustituirle. (…)

El Ejército Rebelde y el Movimiento 26 de Julio deben actuar en consecuencia. La Revolución no podrá ser escamoteada. Ahora es más fuerte que nunca. Esperen las palabras de Fidel Castro dentro de poco.16

Fidel tomó los micrófonos de Radio Rebelde y comenzó a trasmitir instrucciones precisas a los comandantes del Ejército Rebelde y al pueblo:

Instrucciones a todos los Comandantes del Ejército Rebelde y al pueblo

(Palma Soriano, 10. de enero de 1959)

Cualesquiera que sean las noticias procedentes de la capital, nuestras tropas no deben hacer alto al fuego por ningún concepto. Nuestras fuerzas deben proseguir sus operaciones contra el enemigo en todos los frentes de batalla. Acéptese solo conceder parlamento a las guarniciones que deseen rendirse.

Al parecer se ha producido un golpe de Estado en la capital. (…) El pueblo debe estar muy alerta y atender solo las instrucciones de la Comandancia General.

(…)

Las operaciones militares proseguirán inalterablemente mientras no se reciba una orden expresa de esta Comandancia, la que solo será emitida cuando los elementos militares que se han alzado en la capital se pongan incondicionalmente a las órdenes de la jefatura revolucionaria.

¡Revolución, sí; golpe militar, no!

(…)

Nadie se deje confundir ni engañar. Estar alerta es la palabra de orden.17

Desde la pequeña planta de Radio Rebelde, cuya potencia había sido multiplicada, los principales jefes del Ejército Rebelde recibían las instrucciones militares directamente del Comandante en Jefe. A los comandantes Camilo Cienfuegos y Ernesto Che Guevara, que estaban en Las Villas, Fidel les ordenó avanzar rumbo a La Habana. Camilo debía ocupar el Campamento Militar de Columbia y el Che la fortaleza militar de La Cabaña.

Al comandante Víctor Mora le dio la orden de avanzar y rendir todas las ciudades de Camagüey, así como cerrar las vías de acceso a las poblaciones, especialmente las de la Carretera Central y las de las carreteras de Santa Cruz del Sur y Nuevitas a Camagüey.

También dio instrucciones al comandante Belarmino Castilla, Aníbal, para que conminara la rendición de las fuerzas de Mayarí; al comandante Raúl Castro la rendición de Guantánamo y a los comandantes Sardiñas y Gómez Ochoa las de Holguín y Victoria de las Tunas. Al comandante Escalona, jefe militar de Pinar del Río, le ordenó actuar en consecuencia con las órdenes precedentes.

Después de su alocución por Radio Rebelde, las Columnas 1, 3, 9 y 10, todas bajo el mando directo del Comandante en Jefe, avanzaron hacia la capital de Oriente. Todo sucedió de manera vertiginosa. Fidel, lo relata así:

Entonces, nosotros movimos inmediatamente las tropas para Santiago de Cuba. A Santiago había que atacarlo de todas maneras ese día, porque de lo contrario podía consolidarse aquel golpe. Sobre las dos de la tarde yo estaba muy preocupado con las noticias que venían de La Habana en el sentido de que... usted sabe lo que en esos momentos confusos, la prensa internacional puedo considerarla prensa engañada, la opinión pública puede ser confundida. Pero ya se había leído la proclama mía, que salió por CMQ y por Radio Progreso (…) inmediatamente me reuní con los compañeros de la dirección del Movimiento y acordamos dar la orden de huelga general para el día siguiente, y la de Santiago la dimos para las tres de la tarde, y un ultimátum a la Ciudad para las 6 de la tarde. Si no deponían las armas, nosotros atacábamos.18

Radio Rebelde, en cadena con otras emisoras, trasmitía las orientaciones del Comandante en Jefe dirigidas todos los cubanos:

El pueblo de Cuba y los trabajadores deben inmediatamente prepararse para el día 2 de enero se inicie en todo el país, la huelga general apoyando a las armas revolucionarias y garantizar así la victoria total de la Revolución. (…)

Hasta que Columbia no se rinda no habrá terminado la guerra.

Esta vez nada ni nadie podrá impedir el triunfo de la Revolución.19

A las puertas de Santiago de Cuba, volvió nuevamente a los micrófonos de Radio Rebelde. Esta vez, con importantes declaraciones dirigidas al pueblo de la capital oriental:

Alocución al pueblo de Santiago de Cuba

Palma Soriano, 1ro. de enero de 1959. «Santiagueros»:

La guarnición de Santiago de Cuba está cercada por nuestras fuerzas. Si a las 6:00 de la tarde del día de hoy no han depuesto las armas, nuestras tropas avanzarán sobre la ciudad y tomarán por asalto las posiciones enemigas.

A partir de las 6:00 de la tarde de hoy queda prohibido todo tráfico aéreo o marítimo en la ciudad. (…)

Santiago de Cuba:

¡contamos con tu apoyo! Desde hoy a las 3:00 de la tarde la ciudad debe quedar totalmente paralizada. Todo el mundo debe abandonar su trabajo en solidaridad con los combatientes que te van a liberar. Solamente la planta eléctrica debe continuar laborando para que el pueblo pueda orientarse a través de sus radios.20

Fidel se dirigió al Alto del Escandel, una pequeña elevación situada a unos diez kilómetros al suroeste del poblado de La Maya. Allí estableció la comandancia general del Ejército Rebelde e hizo contacto con un capitán del puesto militar situado en El Caney, quien le comunicó al jefe de la guarnición de Santiago de Cuba que Fidel solicitaba una entrevista.

En horas de la tarde, el coronel Rego Rubido, arribó al Escandel donde le esperaba el Comandante en Jefe. En la conversación, Fidel le planteó su deseo de invitar a todos los oficiales de la plaza para que se reunieran con el Ejército

Rebelde en aquel sitio. En ese momento, Rego Rubido confesó su temor de que los oficiales se negasen a participar en la reunión. Entonces, le pidió a Fidel que enviara a un alto representante del mando rebelde para reunirse previamente con la oficialidad en Santiago. De inmediato, el comandante Raúl Castro se ofreció para esa misión y Fidel aceptó.

Poco después, Raúl Castro entraba al cuartel Moncada donde cinco años, cinco meses y cinco días atrás fueron asesinados muchos de sus compañeros de la Generación del Centenario. En esa oportunidad, el comandante guerrillero no entró con las manos esposadas, sino que fue recibido en el patio central de la fortaleza militar por una multitud de soldados enemigos que lo aclamaban.

Raúl habló con los oficiales del Ejército, la Marina de Guerra y la Policía y, entre otras cosas, les expresó que ya iba siendo hora de cesar el derramamiento de sangre entre hermanos y podían contar con la generosidad del Ejército Rebelde. Añadió que cumplía instrucciones de Fidel, quien invitaba a los principales jefes de las guarniciones de Santiago de Cuba a reunirse con él en el Escandel. Terminó diciendo: «Aquí no hay vencedores ni vencidos, la única que ha ganado es Cuba».

Cerca de las siete de la noche, en el Escandel, se realizó la reunión del alto mando del Ejército Rebelde con la oficialidad de la plaza de Santiago de

Cuba. El propio Comandante en Jefe narró acerca de ese acontecimiento:

(…) Reuní a aquellos militares y les hablé de nuestros sentimientos revolucionarios, les hablé de nuestro propósito con nuestra patria, les hablé de lo que queríamos para el país, de cuál había sido siempre nuestra conducta con los militares, de todo el daño que le había hecho la tiranía al Ejército y cómo no era justo que se considerase por igual a todos los militares; que los criminales solo eran una minoría insignificante y que había muchos militares honorables en el Ejército que yo sé que aborrecían el crimen, el abuso y la injusticia (…).

El hecho cierto es que recabé el apoyo de la oficialidad del Ejército en Santiago de Cuba, y la oficialidad del Ejército en Santiago de Cuba le brindó su apoyo incondicional a la Revolución Cubana. Reunidos los oficiales de la Marina, de la Policía y del Ejército, se acordó desaprobar el golpe amañado de Columbia y apoyar al Gobierno legal de la República, porque cuenta con la mayoría de nuestro pueblo, que es el doctor Manuel Urrutia Lleó; y apoyar la Revolución Cubana. Gracias a esa actitud se ahorró mucha sangre, gracias a esa actitud se ha gestado de verdad, en la tarde de hoy, un verdadero movimiento militar revolucionario.21

Ya tarde en la noche del 1o. de enero, convocados por Radio Rebelde, miles de personas se congregaron en el parque Céspedes. Desde el balcón del Ayuntamiento santiaguero, varios oradores se dirigieron al pueblo para celebrar la victoria. Todos esperaban la voz de Fidel Castro, quien expresó:

Santiagueros, compatriotas de toda Cuba: Al fin hemos llegado a Santiago. Duro y largo ha sido el camino, pero hemos llegado.

Se decía que hoy a las 2:00 de la tarde se nos esperaba en la capital de la República; el primer extrañado fui yo, porque yo fui uno de los primeros sorprendidos con ese golpe traidor y amañado de esta mañana en la capital de la República.

Además, yo iba a estar en la capital de la República, o sea, en la nueva capital de la República, porque Santiago de Cuba será, de acuerdo con el deseo del presidente provisional, de acuerdo con el deseo del Ejército Rebelde y de acuerdo con el deseo del pueblo de Santiago de Cuba, que bien se merece, la capital. ¡Santiago de Cuba será la capital provisional de la República! (…)

La Revolución empieza ahora, la Revolución no será una tarea fácil, la Revolución será una empresa dura y llena de peligros, sobre todo, en esta etapa inicial, y qué mejor lugar para establecer el Gobierno de la República que en esta fortaleza de la Revolución.

(…) el movimiento militar revolucionario, el verdadero movimiento militar revolucionario, no se hizo en Columbia. En Columbia prepararon un «golpecito» de espaldas al pueblo, de espaldas a la Revolución, y sobre todo, de acuerdo con Batista.

Puesto que la verdad hay que decirla, y puesto que venimos aquí a decirla al pueblo, les digo, les aseguro que el golpe de Columbia fue un intento de escamotearle al pueblo el poder, de escamotearle el triunfo a la Revolución. Y además, para dejar escapar a Batista, para dejar escapar a los Tabernilla, para dejar escapar a los Pilar García y a los Chaviano, para dejar escapar a los Salas Cañizares y a los Ventura.

EI golpe de Columbia fue un golpe ambicioso y traidor y no merece otro calificativo, y nosotros sabemos llamar las cosas por sus nombres y atenernos, además, a la responsabilidad (…)

Esta vez, por fortuna para Cuba, la Revolución llegará de verdad a su término; no será como en el 95, que vinieron los americanos y se hicieron dueños de esto. Intervinieron a última hora y después ni siquiera dejaron entrar a Calixto García, que había peleado durante 30 años, no quisieron que entrara en Santiago de Cuba.

No será como en el 33, que cuando el pueblo empezó a creer que la Revolución se estaba haciendo, vino el señor Batista, traicionó la Revolución, se apoderó del poder e instauró una dictadura por once años. No será como en el 44, año en que las multitudes se enardecieron creyendo que al fi n el pueblo había llegado al poder, y los que llegaron al poder fueron los ladrones. Ni ladrones, ni traidores, ni intervencionistas. Esta vez sí que es una Revolución.22

AI concluir el discurso del Comandante en Jefe del Ejército Rebelde, el doctor Manuel Urrutia Lleó prestó juramento como presidente provisional del Gobierno Revolucionario y se dirigió al pueblo.

La histórica concentración frente al Ayuntamiento de Santiago concluyó con el desfile de una columna de tanques y de infantería. Con las primeras luces de la alborada del 2 de enero de 1959, los santiagueros regresaron a sus hogares. Poco después, Fidel partió rumbo a La Habana al frente de la Caravana de la Libertad. A su paso se fueron rindiendo soldados y cuarteles, mientras que el pueblo, con una alegría sin precedentes, saludaba al victorioso Ejército Rebelde y a su Comandante en Jefe. Quedaba un largo camino por recorrer pero la libertad y la independencia habían sido conquistadas.

Antes de llegar a Bayamo, la caravana se detuvo en Cautillo. Junto al río, Fidel se reunió con los oficiales de la plaza quienes rindieron sus armas. En horas de la noche, entró en Bayamo y, en la madrugada, desde el Ayuntamiento le habló al pueblo. Mientras tanto, en Santiago de Cuba, durante la mañana del 2 de enero, el presidente Manuel Urrutia hizo pública su decisión de declinar a favor del Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz la Jefatura de las Fuerzas de Tierra,

Mar y Aire, mando que —por la Constitución de 1940— le correspondiera como primer magistrado de la nación.

Al amanecer del 3 de enero, cumpliendo instrucciones de Fidel, Camilo Cienfuegos llegó a Bayamo para informarle en detalles acerca de la situación en la capital de la República. Más tarde, Fidel firmó la primera orden militar, después de haberse constituido el Gobierno Revolucionario. La misma designaba al comandante Camilo Cienfuegos Gorriarán, jefe de todas las fuerzas de tierra, mar y aire que radicaban en la provincia de La Habana.

También en Bayamo, Fidel se reunió con oficiales del Segundo Frente Oriental Frank País, quienes habían sido enviados por Raúl para recibir instrucciones. Luego, a media mañana, el líder de la Revolución habló con una multitud de soldados y clases del ejército. Mientras tanto, en Santiago de Cuba, durante la tarde, el Gobierno Revolucionario se estableció en la biblioteca de la Universidad de Oriente y comenzó a ejercer sus funciones.

La Caravana de la Libertad continuó su lento avance, con paradas en varios poblados. Una vez en Holguín, Fidel ofreció una larga entrevista de prensa en la que el llamado a la unidad era una constante. Desde Holguín, ese sábado 3 de enero, el Comandante en Jefe pidió a los órganos de prensa escritos la reanudación de las publicaciones periodísticas y solicitó a los trabajadores de Artes Gráficas, del Colegio de Periodistas y de los repartidores de periódicos, que a partir del siguiente día, a las doce meridiano, se facilitase la publicación y circulación de todos los órganos de la prensa escrita, como se había hecho con la radial y la televisada.

La caravana partió de Holguín al amanecer del día 4. Cerca de Las Tunas, Fidel se encontró con el comandante Manuel Piti Fajardo, al frente de la Columna no. 12 del Cuarto Frente. Los tuneros vivieron momentos de júbilo al paso de la tropa victoriosa que se dirigía hacia la zona de Camagüey.

Con una lluvia de flores y vivas de los camagüeyanos, entró Fidel a la ciudad. En el regimiento no. 2 Ignacio Agramonte se produjo su encuentro con las autoridades revolucionarias de la provincia. Esa noche, desde la Plaza de la Caridad, Fidel realizó un discurso en el cual destacó que la Revolución y el pueblo iban a luchar contra la corrupción, la explotación, el abuso y la injusticia.

Durante su estancia en Camagüey, el 4 de enero, fue entrevistado por varios periodistas; ante ellos declaró sentirse muy agradecido y comprometido con toda Cuba. Asimismo, Fidel respondió las preguntas de Jules Dubois, del Chicago Tribune, sobre su posición con relación al Gobierno de Estados Unidos de Norteamérica, y afirmó que no tenía resentimientos contra ese país, menos aún con el pueblo norteamericano:

Nunca tuve nada contra los Estados Unidos, ni aun cuando les mandaban armas a Batista. Más tarde, y como ejemplo, ahí está nuestra conducta con los centrales norteamericanos con quienes hubiéramos podido tomar represalias por negarse a pagar los impuestos. (…) Puede usted estar seguro que seremos amigos de los Estados Unidos, siempre y cuando los Estados Unidos sean amigos nuestros.23

Al final de la entrevista, Fidel escribió esta dedicatoria:

«A la Revista Bohemia mi primer saludo después de la victoria porque fue nuestro más firme baluarte. Espero que nos ayuden en la paz como nos ayudó en estos largos años de lucha, porque ahora comienza nuestra tarea más difícil y dura. Fdo. Fidel Castro Ruz».24

Del mismo modo, envió un histórico mensaje al periódico Revolución, cuyo facsímil apareció en la primera página de la edición del día siguiente. En él ordenaba el cese de la huelga general.

El propio 4 de enero, la presidencia del Gobierno Provisional recibió una nota en la cual Fidel le proponía su traslado para la capital. El comandante Ernesto Che Guevara, quien había viajado a Camagüey para rendir cuentas a Fidel acerca del cumplimiento de su misión en La Habana y recibir nuevas instrucciones, le informó sobre la delicada situación creada por el Directorio Revolucionario 13 de Marzo, pues miembros de esa organización habían ocupado el Palacio Presidencial, el Capitolio Nacional, la Universidad de La Habana y la Base Aérea de San Antonio de los Baños. Pocos días después, eso fue resuelto.

Los integrantes del Gobierno Provisional en tránsito hacia La Habana hicieron escala en Camagüey. En el aeropuerto Ignacio Agramonte fueron recibidos por Fidel y el Che, y allí sostuvieron una reunión. A propuesta de Fidel, Urrutia nombró a José Miró Cardona primer ministro; a Armando Hart Dávalos, titular de Educación; al comandante Luis Orlando Rodríguez Rodríguez, en Gobernación (hoy Ministerio del Interior); a Manuel Ray Rivero, en Obras Públicas (hoy Ministerio de la Construcción) y al comandante Humberto Sorí Marín, en Agricultura.

La Caravana de la Libertad dejó la capital camagüeyana con Fidel al frente. En Ciego de Ávila, tras una parada de descanso, los combatientes fueron llevados a casas de pobladores donde recibieron muestras de cariño y admiración. Al caer la tarde, bajo una lluvia fina y fría, avanzaron de nuevo por la Carretera Central. El comandante Juan Almeida, al contar sus memorias sobre la caravana, relató:

A la entrada de Jatibonico, una multitud, sobre el paso superior de ferrocarril, aplaude y aclama. El pueblo desbordado de alegría nos recibe a ambos lados de la carretera que atraviesa este poblado.

(…)

Tarde en la noche de este lunes 5 de enero, arribamos a la ciudad de Sancti Spíritus. Llegamos al parque «Serafín Sánchez». A pesar de la lluvia y el frío, otra vez se hace patente la admiración, el cariño y la alegría del pueblo. Pasada la medianoche, desde los balcones de la Sociedad El Progreso, Fidel le habla.25

Nuevamente en camino, la caravana pasó por Guayos, Cabaiguán, Placetas, Falcón, hasta arribar a Santa Clara al amanecer del 6 de enero. En una reunión con dirigentes del Movimiento 26 de Julio, se determinó hablarle al pueblo, pero Fidel aclaró:

No debe ser un discurso para elogiar al pueblo. En estos momentos, en que todavía hay alguna incertidumbre, hay que decirle al pueblo también cuáles son sus deberes. Hay que decirle que la Revolución tiene que ser la obra de todos, solo así obtendremos el triunfo definitivo…26

Sin esperar por Estados Unidos,27 los países de América Latina reconocieron al Gobierno Provisional de Cuba. El primero de ellos fue Venezuela, tras el anuncio oficial hecho el 5 de enero por el ministro de Relaciones Exteriores de ese hermano país.

Cuando Fidel terminó de hablar en el parque Leoncio Vidal, una delegación de Cienfuegos le insistió para que visitara esa ciudad antes de continuar su viaje a La Habana. Enrique Oltuski nunca pudo olvidar aquella histórica visita:

Entramos a Cienfuegos. Como en todas partes, la gente salía a las aceras y abandonaba el trabajo. Los cienfuegueros se disputaban a Fidel. La ciudad estaba en manos del Segundo Frente del Escambray, que había bajado de las montañas, después de la fuga de Batista. William Morgan, el norteamericano que era comandante de esa organización, fungía como jefe militar de la plaza.

Morgan insistía en que Fidel lo acompañara a Cayo Loco, una islita en la bahía donde estaba enclavada la principal base naval de la costa sur. Allí estaba ahora el cuartel general de Morgan, de quien desconfiábamos profundamente. (…) Logré acercarme a Fidel y le dije al oído: «¡No aceptes! En Morgan no se puede confiar». «No te preocupes», me contestó Fidel con una sonrisa que no logró tranquilizarme.

Fuimos a Cayo Loco. El ambiente era de tensión. Las fuerzas de marinos que habían servido a Batista estaban intactas. Los hombres de Morgan se mezclaban con ellos. Fidel se encaramó sobre algo y su fi gura se elevó sobre el resto, ofreciendo un blanco magnífico. Se hizo silencio.

«¿Qué ha sido la Marina en un país que ha vivido de espaldas al mar? ¡Nada!». El interés avivó la expresión de los rostros. «¿Qué ha de ser la Marina en la Cuba nueva? ¡Un arma poderosa para defender la Patria!» (…)«Crearemos una Marina que será orgullo de América». «¡Fidel! ¡Fidel! ¡Fidel!...», gritaban los marinos.28

A un reportero del diario Excelsior que entrevistó a Fidel en Cienfuegos, este le dijo que la misión militar de Estados Unidos en Cuba era innecesaria, y calificó de intolerable su presencia en el país.

La madrugada del 7 de enero, frente al parque José Martí, el pueblo se concentró para escuchar a Fidel, quien dijo: « (…) A Cienfuegos había que venir aunque solo fuera para saludar a este pueblo revolucionario e inclinarme, reverente, en tributo a los héroes y mártires del 5 de septiembre».29

La caravana entró a Manacas la mañana del 7 de enero. Fidel les habló a los obreros de la cervecería de ese lugar. También en Colón, como en todos los pueblos anteriores, la multitud que recibió al líder fue extraordinaria.

Ese día, con el título «El primer busto a Fidel Castro» la revista Bohemia publicó una curiosa información. En la esquina donde convergen las avenidas 41 y 31, en Marianao, se había colocado un busto de Fidel en la víspera de su llegada a La Habana. Esa obra había sido realizada en una sola noche. La inscripción en mármol decía: «Ha sabido romper las cadenas de la dictadura con la llama de la libertad». Al conocer la noticia, inmediatamente Fidel ordenó que retiraran el monumento.

Ya de noche, después de visitar el regimiento no. 4, la caravana arribó a la ciudad de Matanzas, donde fue recibida con las notas del himno nacional. Era muy tarde en la noche, sin embargo, desde el palacio municipal frente al parque La Libertad, Fidel le habló a una multitud que se había congregado en espera de sus palabras.

El jueves 8 de enero de 1959, en plena madrugada, Fidel salió rumbo a Cárdenas hasta llegar a la casa natal de José Antonio Echeverría. Allí abrazó a la madre, saludó a los familiares y al pueblo reunido. Más tarde se dirigió al cementerio donde depositó flores en la tumba del líder estudiantil. Con breves y sentidas palabras, rindió honores a los combatientes asesinados el 13 de marzo de 1957.

En horas de la tarde del mismo día 8, el pueblo habanero se desbordó lleno de júbilo al paso de la Caravana de la Libertad. En el Cotorro, Fidel Castro y su hijo Fidelito se abrazaron emocionados. Más adelante, en la Virgen del Camino, Camilo Cienfuegos lo esperaba para continuar juntos rumbo al centro de la capital. La tropa pasó junto al Castillo de Atarés, los elevados del ferrocarril y la planta eléctrica de Tallapiedra. Atado al muelle estaba el yate Granma; Fidel detuvo la marcha y se bajó para lo visitarlo.

Luego la caravana se desvió en dirección al Palacio Presidencial por la Avenida de Las Misiones. Fidel llegó allí y desde la terraza norte, junto a Manuel Urrutia Lleó, saludó al pueblo reunido y le contó de la emotiva visita que hiciera momentos antes al Granma.

Un rato después, la caravana volvió a tomar la avenida del puerto para después subir por la calle 23. Frente al edificio de Radio Centro, Fidel saludó a un grupo de artistas y conversó brevemente con ellos. En medio de la alegría del pueblo que lo acompañaba con música, continuó rumbo a Marianao hasta llegar al Campamento Militar de Columbia. Allí pronunció el más inolvidable y mítico de todos sus discursos. Aquel de las palomas que soltaron en símbolo de paz y se posaron sobre su cuerpo, el discurso de la histórica pregunta «¿Voy bien, Camilo?».

Esa noche, Fidel terminó de hablar en horas de la madrugada y mientras el pueblo se retiraba lentamente de la fortaleza tomada, todos sentían la alegría por el derrocamiento de la tiranía, el triunfo de la Revolución y las palabras de su líder. Confiaban en su Comandante en Jefe, y no olvidarían jamás las proféticas palabras con las que esa noche inició su intervención en Columbia, el cuartel que pocos meses después se transformaría en una gigantesca escuela:

Creo que este es un momento decisivo de nuestra historia: la tiranía ha sido derrocada. La alegría es inmensa. Y sin embargo, queda mucho por hacer todavía. No nos engañamos creyendo que en lo adelante todo será fácil; quizás en lo adelante todo sea más difícil.30

 

 

1 Fidel Castro Ruz: La Contraofensiva Estratégica, p. 380, Ed. Oficina de Publicaciones del Consejo de Estado, La Habana, 2010.

2 Guillermo García Frías: El último combate, p. 181, Ed. Pablo de la Torriente, La Habana, 1996.

3 Frei Betto: Fidel y la religión, p. 232, Ed. Oficina de Publicaciones del Consejo de Estado, La Habana, 1985.

4 Fidel Castro Ruz: ob. cit., p. 385.

5 Ibídem, pp. 357-358.

6 Ibídem, p. 388.

7 Fidel Castro Ruz: ob. cit., p. 388.

8 Juan Almeida Bosque: La Sierra Maestra y más allá, p. 343, Editora Política, La Habana, 1995.

9 Ibídem, pp. 343-344.

10 Fidel Castro Ruz: ob. cit., pp. 358, 361-363.

11 Ibídem, pp. 398, 400.

12 Luis M. Buch Rodríguez: Gobierno Revolucionario Cubano: génesis y primeros pasos, p. 34, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1999.

13 Ibídem.

14 Entrevista a Fidel Castro Ruz en Camagüey por CMQ, el 4 de enero de 1959, pp. 9-10, Centro de Documentación CC PCC, La Habana.

15 Reinaldo Suárez Suárez: Un insurreccional en dos épocas con Antonio Guiteras y Fidel Castro, p. 281, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 2001.

16 Ricardo Martínez Víctores: 7RR. La historia de Radio Rebelde, p. 396, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1978.

17 Ibídem, pp. 475-477.

18 Entrevista a Fidel Castro Ruz en Camagüey, doc. cit., p. 11.

19 «Fidel ordena el avance rebelde sobre Santiago y La Habana y proclama la huelga general», periódico Revolución: 8, La Habana, 26 de julio de 1962.

20 Ricardo Martínez Víctores: 7RR. La historia de Radio Rebelde, pp. 477-478, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1978.

21 Fidel Castro Ruz: ob. cit., pp. 405-407.

22 Fidel Castro Ruz: ob. cit., pp. 376-379.

23 Bohemia, (2): 70 y 128, La Habana, 11 de enero 1959.

24 Ibídem, p. 70.

25 Juan Almeida Bosque: ob. cit., pp. 359-360.

26 Enrique Oltuski: Gente del Llano, p. 248, Ed. Imagen Contemporánea, La Habana, 2001.

27 Era frecuente que los países de América Latina esperaran la decisión del Gobierno de Estados Unidos para reconocer oficialmente a los nuevos gobiernos.

28 Enrique Oltuski: ob. cit., pp. 252-253.

29 Luis Báez y Pedro de la Hoz: Caravana de la Libertad, p. 111, Casa Editora Abril, La Habana, 2009.

30 Fidel Castro Ruz: «Discurso en el Campamento de Columbia, el 8 de enero de 1959», p. 1, Centro de Documentación CC PCC, La Habana.