Fidel nunca dejó de alentar a nuestros deportistas
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En cualquier circunstancia, en las buenas y en las malas, Fidel se mantuvo siempre al tanto de lo que sucedía en el deporte. Incluso en su período de convalecencia, a partir de 2006, a través de mensajes, llamadas telefónicas y sus reflexiones, nunca dejó de alentar a nuestros atletas.
«Él me llamó al hotel Jaragua, el mismo día que le gané a Estados Unidos, en el Mundial de República Dominicana, en 1969. Dio la casualidad que yo en ese momento estaba con los puertorriqueños, que me invitaron a compartir», me comentó en una conversación Gaspar Curro Pérez, el Héroe de Quisqueya.
No solo en medio de la emoción por una victoria se producía la llamada del líder de la Revolución. En la fase clasificatoria de los Juegos Panamericanos de Winnipeg 1999, Cuba cedió frente a Estados Unidos, 5 a 10. Ese día Isaac Martínez Dorta disparó tres inatrapables, incluyendo el cuadrangular del empate a cinco carreras.
Me confesó el otrora jardinero avileño que después del jonrón le comunicaron que lo solicitaban por teléfono. Para sorpresa de él, era Fidel, quien le expresó: «El pueblo de Cuba y yo estamos orgullosos de ti». Luego los exhortó a ganar el campeonato, cosa que el equipo concretó imponiéndose precisamente a los norteamericanos en el choque decisivo.
Recuerdo la declaración que el 16 de julio de 2008 le envió a Randy Alonso, conductor de la Mesa Redonda. Fue en los días previos a los Juegos Olímpicos de Beijing cuando la selección de béisbol se entrenaba para revalidar la corona obtenida en Atenas 2004, y el conjunto no había lucido bien en su preparación, sobre todo en la ofensiva.
«Tronó la indignación de los fanáticos por el duro revés del sábado —señaló. Eso lo dice todo: ¡fa-ná-ti-cos! Pero se olvida que ahora están en Corea del Sur, país donde ni siquiera tenemos una embajada, y en el que continúan preparándose nuestros atletas.
«No son ellos, en todo caso, —añadió— los que merecerían las mayores críticas si algo no salió bien. Van a unos Juegos Olímpicos que tendrán lugar al otro lado del mundo, donde las horas del sueño y el ritmo de vida se cambian. Tienen un programa de preparación física intenso (…) Ellos no han sido vencidos. No los desalentemos. Enviémosles un mensaje de aliento».
En 1996 Javier Sotomayor no estaba en forma óptima a causa de las lesiones que había sufrido. Fidel lo mandó a buscar antes de partir hacia la Olimpiada de Atlanta para persuadirlo de que no asistiera, pues conocía que el Príncipe de las Alturas no se encontraba bien preparado.
Soto insistió en enfrentar la prueba. El Comandante en Jefe le respondió que lo hiciera si esas eran sus intenciones, que al regreso sería bien recibido, lo hiciera bien o no. El mejor saltador de altura de todos los tiempos no tuvo un resultado sobresaliente en los Juegos del Centenario, pero cuando retornó a la Patria Fidel lo llamó para animarlo a que siguiera adelante.
En Atenas 2004, el vallista Anier García no pudo repetir la medalla de oro conquistada en Sydney 2000, al entrar tercero en una carrera dominada por el chino Liu Xiang. Al recibir a la delegación olímpica el mandatario cubano felicitó al atleta santiaguero y le dijo: «Excelente ese bronce, al chino lo cogemos en Beijing».
Tras regresar con el trofeo correspondiente al lugar cimero del certamen del planeta efectuado en Belgrado, en 1978, los boxeadores medallistas le entregaron las preseas a Fidel. Entonces Emilio Correa (padre) señaló: «Fidel, como yo no cogí medalla, lo que en estos momentos le puedo dar es un abrazo».
Después de materializarse el deseo de Correa, el mandatario cubano le dijo: «Sabemos lo que pasó, y sin el cabezazo ese, tú hubieras llegado hasta el oro». Seguidamente el Jefe de la Revolución manifestó que traía tres medallas de oro y de inmediato se las dio a Jorge Hernández, Héctor Ramírez y Luis Felipe Martínez, quienes habían terminado como subtitulares en sus respectivas divisiones.
«Se las entrego —apuntó—interpretando el sentimiento de la inmensa mayoría de nuestro pueblo, primero porque lucharon con valentía, con eficiencia, y además, porque a mi juicio y a juicio de la inmensa mayoría del pueblo, ustedes ganaron sus combates».
Si un deportista estuvo muy cercano a Fidel fue Teófilo Stevenson. Según declaraciones del fallecido púgil, nunca le faltó el apoyo del líder de la Revolución cuando estuvo lesionado en 1974, año en que La Habana acogió el 1er. Campeonato Mundial de Boxeo. «Me iba a ver todos los días para saber de mi pie», explicó Teo a los colegas Rafael Pérez Valdés y Oscar Sánchez Serra en el libro Fama sin dólares.
No fue la única vez en que Fidel se preocupó por Stevenson, pues en 1986, próximo a cumplir 34 años de edad, el boxeador atravesó por una mala racha. En el mes de marzo sucumbió frente al alemán Ulli Kaden en la Copa Química y después contra el guantanamero Osvaldo Castillo en el Torneo Giraldo Córdova Cardín.
Muchos creyeron que para Pirolo, como también le llamaban a Stevenson, se habían acabado los días de gloria entre las 12 cuerdas y dudaron que pudiera participar en el Mundial de Reno, Estados Unidos. Otra cosa pensaba Fidel, quien dio instrucciones de poner un auto con un chofer —aunque ya Teófilo tenía un automóvil— frente al hogar de Stevenson, esperando la hora en que deseara ir a entrenar.
En la justa del orbe el Gigante de Delicias se sacó la espinita ante Kaden, y en el pleito por el título fulminó al local Alex García por RSC en el asalto intermedio, para poner punto final a una brillante trayectoria sobre el cuadrilátero, y se convirtió, junto a Adolfo Horta, en el primer tricampeón en estas citas de los puños.