Días que estremecieron al mundo
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Hay hechos que identifican hombres. Hombres que identifican pueblos. Ideas que son principios. Principios que conducen a la victoria. Y ninguna victoria se logra sin lucha, sin que se produzcan reveses, sin sueños, no todos hechos realidad.
Fidel Castro, el más grande de los cubanos del siglo xx, no solo habló y escribió de estos temas, sino que predicó con ejemplo y tenacidad irrepetibles, que la lucha es posible, que los reveses son parte de ella y que la victoria puede alcanzarse.
Un breve recorrido por el imaginario noticioso de septiembre de 1973, nos conduce a un Fidel que el 11 de septiembre estaba de visita en la India, luego visitó Vietnam, en medio de un espacio de tiempo que daría conexión al itinerario: el golpe militar en Chile.
En Vietnam, Fidel viajó con el recuerdo de la amistad india, la expresada por la inolvidable Indira Gandhi y otros dirigentes, así como por el pueblo noble de la nación asiática. Pero también Fidel sentía consternación por las últimas noticias recibidas sobre lo que ocurría en Chile.
El bombardeo al Palacio de La Moneda y el golpe de estado propiciado contra el presidente constitucional Salvador Allende, fueron duros golpes para el líder cubano que advirtió, ese mismo día, ya en tierra vietnamita: «Sabemos que el imperialismo yanqui conspiraba enérgicamente para derrocar al Gobierno de la Unidad Popular…».
Al ver y conocer la destrucción provocada por las bombas en tierra vietnamita, Fidel les aseguró: «Somos un país pequeño, somos un país pobre, pero a pesar de eso participaremos también en la reconstrucción de Vietnam. Trabajadores cubanos y equipos cubanos vendrán a Vietnam a participar en la construcción de hospitales, de centros agropecuarios, de caminos y de otras actividades, para poner también nuestro grano de arena en la reconstrucción de este país».
En su recorrido por la nación asiática, aún en tiempos de la vil guerra que escenificaba Estados Unidos contra ella, Fidel describió el tétrico paisaje: «Los puentes, sin excepción, a lo largo del trayecto, visibles desde el aire entre Hanói y el Sur, estaban efectivamente destruidos; las aldeas, arrasadas, y todos los días las granadas de las bombas de racimo lanzadas con ese fin, estallaban en los campos de arroz donde niños, mujeres e incluso ancianos de avanzada edad laboraban produciendo alimentos».
De aquella histórica visita al Sur de Vietnam, Fidel recordaba: «Sobrevolamos la provincia de Nghe-An, donde nació Ho Chi Minh. En esa provincia y la de Ha Tinh murieron de hambre en 1945, el último año de la Segunda Guerra Mundial, dos millones de vietnamitas».
Fidel vivió la experiencia en el propio escenario de la guerra en Vietnam, a la vez que se comprometía a la colaboración cubana para ayudar a sanar las heridas del genocidio cometido por Estados Unidos contra la población de ese país.
Un día antes, cuando supo del golpe de Estado en Chile, no dudó en asegurar que Allende «… no se rinde ni se entrega. Él me dijo que moriría en La Moneda».
Y así fue. Allende murió como un combatiente revolucionario y Vietnam triunfó en su lucha que hoy es ejemplo para todo el mundo.