En cada obra, la impronta de Fidel
Date:
Source:
Auteur:
Aquel joven que con solo 21 años permaneció durante 59 días en cayo Confites, al norte de esta provincia, en los preparativos de una expedición para liberar a República Dominicana de la dictadura de Rafael Leónidas Trujillo, mantuvo siempre un estrecho vínculo con el Camagüey y su pueblo.
Los historiadores lo ubican seis años después, justo el 25 de julio de 1953, de paso por la otrora villa principeña, en una de cuyas fondas, la más apartada posible, almorzó junto a un pequeño grupo de aquellos que, al día siguiente, asaltarían el cuartel Guillermón Moncada, en Santiago de Cuba.
No fue hasta el 4 de enero de 1959 en que los camagüeyanos pudieron encontrarse con quien era ya el líder indiscutible de una revolución victoriosa, que en marcha triunfal hacia la capital del país se detuvo todo un día en la ciudad cabecera para ser aclamado por un pueblo enardecido y lleno de fe en el futuro de la Patria.
Tras recorrer sus principales calles y avenidas, ya de noche, se dirigió emocionado a las miles de personas que acudieron a escucharlo a la Plaza de la Caridad (llamada luego de la Libertad) desde uno de los balcones de la que es hoy la escuela secundaria básica Noel Fernández:
«…Siete años de tiranía, expresó, han enseñado mucho a nuestro pueblo, siete años de tiranía nos han enseñado, sobre todo, que nuestras libertades no podemos nunca más perderlas de nuevo», y aclaró que, para ello, «tenemos un ejército más grande: está todo el pueblo».
Solo ese año, Fidel Castro Ruz visitó una decena de veces más Camagüey, en misiones tan diversas como el impulso de la Reforma Agraria, la creación de cooperativas, la desarticulación, junto a Camilo, de la intentona contrarrevolucionaria de Hubert Matos o la inauguración de la Ciudad Escolar Ignacio Agramonte.
Desde entonces, su presencia se hizo familiar en las ciudades y los campos de esta extensa provincia, persuadido como estaba del vasto potencial económico-productivo del territorio, muchos de cuyos programas de desarrollo estratégico diseñó personalmente y siguió su ejecución con exquisito celo.
«La batalla de la agricultura se gana o se pierde en Camagüey», aseguró en su momento quien en permanente contacto e intercambio con campesinos y obreros agrícolas concibió y dio vida a los proyectos del Rectángulo de Ceba, en Guáimaro, y de los triángulos lecheros en la cuenca central de la provincia.
Mientras seguía cada detalle de las zafras azucareras, se le vio, mocha en mano, en los cortes de caña, compartir con los obreros de los centrales Panamá, Brasil, Batalla de Las Guásimas y Jesús Suárez Gayol, o preocuparse por las condiciones de vida de los combatientes del Ejército Juvenil del Trabajo.
Todavía se recuerda, como si fuera hoy, aquella memorable velada del 11 de mayo de 1973 en la Plaza de San Juan de Dios, donde todo un pueblo rindió homenaje al Mayor General Ignacio Agramonte Loynaz en el centenario de su caída en combate en el potrero de Jimaguayú.
Al término de su trascendental discurso, Fidel hizo un llamado que se transformó de inmediato en estandarte de combate frente a los imposibles:
«Y si queremos saber cómo deben ser los camagüeyanos en esta lucha contra la pobreza, en esta lucha por el desarrollo, en esta lucha por la Revolución: ¡como los soldados de Ignacio Agramonte! ¡Y cargar al machete, como cargaba su caballería gloriosa en aquella épica contienda!».
Fruto de esa carga en tiempos de Revolución, Nuevitas se ganó el calificativo de ciudad industrial, al construir en sus predios obras de la magnitud de la Termoeléctrica 10 de Octubre, la Fábrica de Cemento 26 de Julio, el Combinado de Fertilizantes Revolución de Octubre y la Fábrica de Alambres y Electrodos.
Con la presencia de Fidel, en la ciudad de Camagüey se inauguraron en esos años la Escuela Vocacional Máximo Gómez, la Fábrica de Cerveza Tínima, la Planta Mecánica Ignacio Agramonte, el Instituto Politécnico de la Salud Octavio de la Concepción y de la Pedraja y el Centro de Ingeniería Genética y Biotecnología.
Sus desvelos por construir un país mejor lo llevaron a recorrer recónditos lugares de la geografía camagüeyana, para chequear programas agropecuarios, hidráulicos, de la camaronicultura, la industria alimentaria, el turismo o la producción de zeolita, por solo citar unos pocos ejemplos de su febril actividad.
Fue en 1989, durante la celebración del acto central por el aniversario 36 de la gesta del Moncada, cuando Fidel planteó la idea de «convertir a Camagüey en un modelo de desarrollo para el tercer mundo y, en primer lugar, en un modelo de desarrollo en la producción alimentaria y, también, de desarrollo social».
Sin embargo, lo que él predijo en ese propio discurso sobre la posible desaparición de la URSS y del socialismo en Europa del Este ocurrió irremediablemente y hubo que posponer sueños y proyectos, para concentrar los principales esfuerzos en preservar las conquistas hasta entonces alcanzadas.
Sus últimas visitas a Camagüey se produjeron, precisamente, en aquellos duros años de resistencia tenaz de un pueblo negado a plegarse a las apetencias de quienes auguraban la debacle de la Revolución: así se lo hicieron saber los obreros de los centrales Cándido González y Jesús Suárez Gayol en 1996.
Retirado años más tarde de la vida política activa, Fidel dedicó buena parte de su tiempo a la búsqueda de respuestas nacionales a las necesidades de la alimentación animal, para lo cual trazó y comenzó a materializar una estrategia para el fomento de pastos, forrajes y plantas de alto contenido proteico.
En tales propósitos, Camagüey no podía quedar al margen por su reconocida tradición ganadera. Con fecha 27 agosto del 2014, el batallador incansable escribió una carta al primer secretario del Partido, Jorge Luis Tapia Fonseca, en la que expresaba:
«Me agrada mucho la idea de que Camagüey vuelva a ser el territorio que más leche y carne produzca en Cuba, aun con mucho menos superficie que antes de ser cuna de otras dos provincias creadas por la Revolución en el este del país.
«De los 15 000 kilómetros cuadrados que aún le quedan a la tierra de Ignacio Agramonte saldrán las riquezas que convertirán a Camagüey en un modelo de la nueva Cuba, con el desarrollo agrícola e industrial que tanto el pueblo de Cuba como el de esa provincia puede y debe alcanzar».
Por hacer realidad esas metas, y por ser consecuentes y leales con su legado, todo un pueblo se levanta hoy frente a las adversidades, convencido de que, a un año de su desaparición física y por siempre, la mejor manera de honrarlo es con el trabajo y el cumplimiento cotidiano del deber dondequiera que se esté.