El histórico encuentro entre Fidel y José Antonio Echeverría
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Viajé a la capital azteca el 28 de agosto de 1956, para informar a Echeverría de la situación en Cuba desde su salida el 27 de julio y participar en las conversaciones con Fidel Castro.
Ese mismo día recibí a José Antonio en el aeropuerto de Ciudad de México y le escuché contar con entusiasmo los resultados del viaje realizado, de la gente valiente y generosa que había conocido y la solidaridad que había encontrado con la lucha del pueblo cubano contra la dictadura. "Anillo —me dijo el Gordo—, tienes que ir a Chile y continuar los contactos". Acepto, con la condición de que mi salida fuera después de la acción que se estaba planificando.
Desde allí Chuchú Reyes, futuro expedicionario del Granma, nos condujo al encuentro con Fidel, en el apartamento en que vivían, en Ciudad de México, Jesús Montané y Melba Hernández, en la calle Pachuco casi esquina a Márquez, a menos de 100 metros de la sede diplomática de la dictadura batistiana en esa ciudad. Allí nos esperaba Fidel.
Cuando Fidel y José Antonio se abrazan en México, ya tenían escogido su oficio de hombres: desatar la insurrección y hacer triunfar la Revolución. Es el mismo oficio al que José Martí se refirió dos años antes de su muerte: "Ni el libro europeo, ni el libro yanki, nos dará la clave del enigma hispanoamericano (...) es preciso ser a la vez, el hombre de su época y el de su pueblo, pero hay que ser ante todo el hombre de su pueblo".
José Antonio había cumplido, un mes antes, 24 años, y Fidel, 30 hacía 15 días. Ambos se habían hecho revolucionarios precisamente en la Universidad de La Habana, y a los dos la lucha ardorosa por la justicia, los graduaría de doctores de la Revolución.
El hecho singular de que ambos asumieran la responsabilidad de dirigirse al pueblo cubano, expresaba dos hechos indubitables: su reconocida autoridad moral y la total incapacidad de la llamada clase política cubana, ante la compleja situación creada por el golpe de Estado de Batista y el total colapso del sistema, producto de la aventura golpista.
En esta oportunidad, luego del abrazo del encuentro, se inició un intenso diálogo que se extendió por unas seis horas, en el que se trató fundamentalmente de los diversos factores que pudieran coadyuvar a la unidad. La conversación se centró en la potencialidad revolucionaria del movimiento estudiantil y la creciente lucha de masas y las posibilidades de desarrollar esa lucha para el logro del triunfo definitivo.
Después de discutir ampliamente los pormenores del documento a elaborar y lo perentorio del compromiso contraído por Fidel ante el pueblo para el reinicio de la lucha armada, se elaboró, a propuestas de Fidel, la declaración.
Pocas o ningunas horas de descanso siguieron después, ya que alrededor de las 10:00 de la mañana del día 29 de agosto, nos trasladamos a la casa situada en Sierra Nevada 714, donde vivía Teté Casuso, ya que allí había una máquina de escribir donde mecanografiar el documento. Después de una lectura, se requirió de añadidos y una nueva versión. Allí mismo se mecanografió y fue firmado, por José Antonio Echeverría en nombre de la FEU, y por Fidel Castro en representación del Movimiento 26 de Julio. Cerca de las 3:00 de la tarde, Fidel nos invitó a almorzar a un restaurante y le propuso a José Antonio entregar una copia a la prensa internacional acreditada en México.
La Declaración, conocida históricamente como la Carta de México, vino a expresar, en coyuntura tan aciaga, luego de más de cuatro años de secuestro del poder político y la soberanía nacional, que lo mejor de la juventud cubana era capaz de unirse y garantizar lo indispensable en los momentos de lucha aguda y cruenta: "Unir sólidamente sus esfuerzos en el propósito de derrocar la tiranía y llevar a cabo la Revolución Cubana".
Pero lo que demuestra la decisión revolucionaria de los dirigentes de ambas organizaciones, su confianza en el pueblo y en ellos mismos, es que en el momento en que se toman los acuerdos, ninguna de las partes contaba con el armamento y los medios necesarios para realizar la empresa que se proponían, Fidel aún no había adquirido el yate Granma que lo condujera a Cuba junto a sus intrépidos compañeros, y el Directorio Revolucionario contaba en Cuba en esos momentos con escaso armamento, luego de haber recorrido el infructuoso camino de la consecución de armas procedentes de las organizaciones seudorrevolucionarias. El Movimiento 26 de Julio solo tenía condiciones en Santiago de Cuba con Frank País, para llevar adelante importantes acciones con organización, hombres y armas.
El espíritu que difundió el acuerdo histórico que allí se firmaba, creó las mejores condiciones a la lealtad, a la ayuda mutua entre combatientes de militancias diferentes.
Se acordó llamarla Carta y no Pacto ya que este término había perdido prestigio por haberse utilizado antes por agrupaciones y partidos políticos con fines efectistas y publicitarios y, por otra parte, permitía dar flexibilidad al cumplimiento de las respectivas tareas ante las grandes dificultades que habría que vencer.
La Carta de México es el Manifiesto de Montecristi de nuestra Guerra de Liberación, es una respuesta a la misiva inconclusa de Martí a su hermano mexicano Manuel Mercado, del 19 de mayo de 1895, avalada por la generosidad y el valor de dos jóvenes cubanos, movidos por el ansia de derribar la tiranía de Batista, el obsecuente gendarme del imperialismo en Cuba, cuyo golpe de Estado auspició el gobierno de Estados Unidos, del brazo de los regímenes fascistas de Franco y Trujillo, como fue reconocido por el entonces embajador norteamericano en Cuba, Williard Beaulac, en un memorando secreto de fecha 22 de marzo de 1952, cuya desclasificación demoró medio siglo.
Precisamente, unos días antes del histórico encuentro entre Fidel Castro y José Antonio Echeverría —los días 21 y 22 de julio—, Estados Unidos había reunido a los jefes de Estado del continente, bajo la presidencia del general Eisenhower, con motivo de conmemorarse el 130 aniversario del Congreso Anfictiónico de Panamá convocado por Bolívar, cuya memoria no pudo mancillarse al posponerse la reunión por enfermedad del presidente de Estados Unidos, pero que constituyó una desvergonzada maniobra para mostrar que Estados Unidos ejercía total dominio en Centroamérica, el Caribe y Suramérica. De tal manera, que la reunión de Panamá, convocada inicialmente por el gobierno de Pérez Jiménez de Venezuela, fue absolutamente asumida por Estados Unidos sin previa consulta con el gobierno de Venezuela ni con el de Panamá.
José Antonio había denunciado en el Aula Magna de la Universidad de La Habana, el 9 de marzo de 1956, las conferencias panamericanas; se adelantó a los planes del gobierno de Estados Unidos, que acariciaba entonces la idea de mostrar una América Latina tirando del carro del imperio.
La detención por un mes de Fidel en México, que coincide con los preparativos y la celebración de la reunión de Panamá; la detención de José Antonio en Buenos Aires por el régimen golpista de Aramburu Rojas y el fracaso de la reunión de estudiantes en Chile —alternativa a la reunión lacayuna de Panamá— impedida por la conjura movida por el imperialismo, no eran para José Antonio una casualidad, sino fruto de un concierto de la reacción del imperialismo y de las mayordomías latinoamericanas a su servicio.
Por denunciar en La Habana estos planes, José Antonio fue acusado el 13 de marzo de 1956 —exactamente un año antes de su muerte en combate—, ante el Tribunal de Urgencias por el jefe del Departamento de Investigación de la policía de Batista, el cual, precisamente, se hallaba en México cuando se produjo el encuentro entre él y Fidel. La presencia del coronel Orlando Piedra en la capital mexicana, perseguía el propósito de mantener un cerco al líder del Movimiento 26 de Julio y sus compañeros de exilio. Este cerco de crimen y soborno en torno a Fidel se acrecentó en ocasión de la farsa burda de Panamá.
En el contexto de los acontecimientos del verano de 1956, la unidad revolucionaria cubana era también una respuesta a la infame e hipócrita reunión del tiburón y las sardinas en Panamá.
La Declaración asume pronunciamientos anteriormente expuestos por los signatarios, consignando que son propicias las condiciones políticas y sociales, y adelantados los planes para ofrecer la liberación en 1956, y se torna profética al subrayar: "La insurrección, secundada por la huelga general de todo el país, será invencible". Y así fue, pues con la primera se derrotó a la dictadura y, con la segunda, se venció al gatopardismo del imperialismo, que trató de escamotearle al pueblo la victoria revolucionaria, como había ocurrido dos veces en la historia de Cuba.
La Carta hace un llamamiento a la unidad "de todas las fuerzas revolucionarias, morales y cívicas del país, a los estudiantes, obreros, organizaciones juveniles y a todos los hombres dignos de Cuba, para que secunden esta lucha, que está firmada por la decisión de morir o triunfar".
Y dice en uno de sus vehementes apartados: "Enfrentada ya la Revolución en una lucha a muerte contra la tiranía, la victoria será de los que luchan asistidos por la historia".
Se advierte en la Declaración firmada por Fidel y José Antonio, ese 29 de agosto de 1956, que el general Trujillo está interviniendo abiertamente en la política del país, en complicidad con un grupo de oficiales del 10 de marzo y de una pandilla de pistoleros encabezada por Policarpo Soler, y que las armas trujillistas han sido introducidas en Cuba con las complicidad de esos militares. Que Batista no denunció en Panamá esa agresión a la integridad nacional, sino que se dio un abrazo con el hermano del chacal dominicano, y a su regreso acusó de trujillistas a los más limpios revolucionarios cubanos. Y denuncia que tanto Batista como Trujillo son dictadores que hieren el sentimiento democrático de América.
Concluye la Declaración firmada por Fidel Castro y José Antonio Echeverría:
La Revolución llegará al poder libre de compromisos e intereses, para servir a Cuba en un programa de justicia social, de libertad y democracia, de respeto a las leyes justas y de reconocimiento a la dignidad plena de todos los cubanos, sin odios mezquinos para nadie, y los que la dirigimos, dispuestos a poner por delante el sacrificio de nuestras vidas, en prenda de nuestras limpias intenciones.
La Carta de México fue, y así lo entendió Echeverría, una expresión cálida y firme de solidaridad hacia Fidel, cuando todas las acechanzas se movían en torno al líder del 26 de Julio.
Surgió la duda de que, si se entregaba para su publicación, podía esto entorpecer el arribo de José Antonio y el documento a Cuba para conocimiento de los compañeros del Directorio y de la FEU.
El asunto quedó zanjado de la forma siguiente: se entregaría a una agencia de prensa internacional, con el compromiso de embargarla hasta las 12:00 de la noche del 31 de agosto. José Antonio viajaría a Ceilán para asistir a la Conferencia Internacional de Estudiantes, con el objetivo de llevar la representación del estudiantado cubano y esclarecer ante los estudiantes de todo el mundo la verdadera situación de nuestro país.
Yo llevaría la Declaración directamente a Cuba. Se acordó que al regreso de José Antonio de Ceilán se efectuaría una segunda ronda a fin de coordinar las acciones combativas para el inicio de la lucha armada.
Conseguí pasaje en el vuelo del propio día 29 en horas de la noche, llevaba escondido en una media el histórico documento. Nadie debía sospechar que lo traía en mi poder. Pero al llegar al aeropuerto, me esperaban oficiales del Buró de Investigaciones, entre ellos, el segundo jefe del Buró, de apellido Medina.
Me interrogaron, sospechaban a lo que yo había ido a México, pero yo tenía una coartada y la utilicé: había ido a Ciudad de México invitado por el general Miguel Landuren, director del diario El Universal y presidente de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP). Yo guardaba su tarjeta y su teléfono, pues lo había visitado en el año 1954, cuando gané el concurso de oratoria, certamen que auspiciaba Landuren. Batista coqueteaba con esas organizaciones de prensa, y por eso ni siquiera confirmaron con Landuren si yo lo había ido a ver en esta ocasión.
Trasladé inmediatamente la Carta de México al ejecutivo del Directorio, en donde se discutió el porqué Echeverría había firmado como presidente de la FEU y no, como se había acordado, por el Directorio Revolucionario, que era la organización insurreccional. Las razones habían sido que, con José Antonio en la FEU, el movimiento estudiantil revolucionario contra la tiranía había alcanzado su punto más alto, se había vinculado con los sectores estudiantiles y obreros de todo el país, y tenía ya una fuerte influencia en las masas populares. Además, la FEU de José Antonio, era ya una organización de elevado prestigio Internacional: en Chile, Echeverría había sido elegido presidente del Comité internacional que debía preparar el próximo Congreso de los estudiantes latinoamericanos y representantes de los mismos en la VI Conferencia Internacional de Estudiantes en Ceilán.
Al presentarla ante la FEU, los cuatro presidentes que no habían votado por Echeverría en la elección de presidente de la FEU, alegaban que había firmado el acuerdo con Fidel sin que el asunto hubiera sido discutido y acordado en el seno del organismo estudiantil. Fructuoso, presidente en funciones, les recordó que la FEU había "proclamado la necesidad de lograr la unidad de todos los sectores revolucionarios del país para enfrentar la dictadura", por consiguiente, el máximo organismo estudiantil apoyó la actuación de José Antonio y aprobó una declaración pública de respaldo a la Carta. Fructuoso Rodríguez manifestó que la declaración conjunta firmada en México era el primer fruto de las gestiones del Directorio Revolucionario, creado y alentado bajo los auspicios de la FEU, y que por acuerdo del mismo, José Antonio había firmado en nombre de dicha organización. Así fue recogido en la Declaración de la FEU firmada por Fructuoso Rodríguez como presidente p.s.r. y Juan Nuiry, secretario general de la FEU.
En relación con la firma por Echeverría de la Carta de México en nombre de la FEU se creó una situación muy tensa con el Consejo Universitario (C.U.), puesto que este, por mayoría de votos, aprobó una Declaración en la que insistía que la FEU no tenía atribuciones para comprometer a la Universidad (en tanto que la Organización estudiantil estaba comprendida dentro de los Estatutos) en una empresa de semejante índole. Una vez que el Directorio se atribuyó la responsabilidad por la firma de la Carta de México, el C.U. guardó silencio al respecto.
El día 1ro. de septiembre, cables internacionales dan a conocer la noticia. La prensa cubana lo refleja ampliamente. El texto del documento suscrito por ambos dirigentes se publica íntegramente con titulares como: "Anuncia la U.P. que firmaron un pacto en México Castro y Echeverría"; "Alianza de Fidel Castro y la FEU en México"; y a continuación, encaminada a "llevar a cabo la Revolución en Cuba este año (...) propugna la insurrección (...). Una huelga general la secundará (...)".
Batista en ese momento está muy seguro y respaldado, y permite su publicación. En julio ha logrado que sean apresados: José Antonio en Argentina, y en México, Fidel. En agosto, el gobierno norteamericano le entrega armas, y un mes después Batista va a reunirse con Eisenhower, presidente de los Estados Unidos. Este es el tipo de gobierno que él puede hacer en Cuba, en su alianza hipócrita con los norteamericanos porque no pone en peligro ni la dominación norteamericana en Cuba ni su posición en el gobierno. Puede darse el lujo de aparecer no tan dictador y un tanto demócrata.
Mujal, atribuyéndose la encomienda oficial de responder a la alianza insurgente firmada en la patria de Juárez, se apresuró a reaccionar en contra del llamado de la Carta de México a la huelga general, luego de la lucha armada contra la tiranía. Citó a los periodistas al tercer piso de la CTC para dar a conocer unas declaraciones en las que, considerándose el líder indiscutible de millones de trabajadores, rechazaba el anuncio de huelga general y condenaba por igual a estudiantes y trujillistas.
La respuesta de la FEU, para la que Mujal no representaba a los trabajadores —de todos era conocido que Mujal no era más que un negociante, y que había viajado recientemente a Estados Unidos, donde había firmado un convenio con la US Army para abastecer de leche la Base Naval de Guantánamo—, decía: "El feliz propietario de una lechería la emprende contra la FEU, tratando de desvirtuar la razón histórica de la Carta de México, donde se hace un llamado al movimiento obrero para que secunde la huelga general (...)". Y después de evocarle el Paro de los Cinco Minutos y la Huelga Azucarera, apoyada por la FEU, desenmascaraban al gángster mayor de la CTC: "Es falsa la actitud de Mujal en contra de Trujillo, cuando todo el mundo sabe que los asesinos de Pipí Hernández salieron del edificio de la CTC".
El 5 de septiembre de 1956 fue publicado el acuerdo adoptado, en el cual se decía que el organismo estudiantil había pugnado siempre por la unidad de todos los sectores revolucionarios del país para darle frente a la dictadura, por lo que "saluda la declaración conjunta de México como el primer fruto de las gestiones de unidad del Directorio Revolucionario".
Antes de seguir para Ceilán, José Antonio se prepara para regresar por breves días a la Patria, pero debe desistir al conocer que a su llegada sería detenido por las fuerzas represivas del régimen. Esto provocó una reacción enérgica del estudiantado. En declaraciones a la prensa, aparecidas junto a las que anunciaban el pacto entre Fidel y José Antonio, se encuentra la denuncia que hago al respecto:
(...) cuando José Antonio Echeverría, presidente de la FEU, preparaba su viaje de regreso a Cuba fue impuesto de que a su llegada sería detenido por las fuerzas represivas del régimen (...). No es extraña la posición de la dictadura de Batista, como tampoco es una casualidad que a Echeverría se le enviase a una celda en la Argentina por pronunciarse a favor de la democracia (...). Ello no impedirá que al finalizar el Congreso Internacional, los estudiantes cubanos con el apoyo de los estudiantes de todo el mundo libren una lucha abierta contra el destierro forzoso que se quiere imponer al limpio y gallardo dirigente de los estudiantes cubanos.
Carta de México
29 de agosto de 1956
La Federación Estudiantil Universitaria (FEU) y el Movimiento Revolucionario 26 de Julio, los dos núcleos que agrupan en sus filas la nueva generación y que se han ganado en el sacrificio y el combate las simpatías del pueblo cubano, acuerdan dirigir al país la siguiente declaración conjunta:
1. Que ambas organizaciones han decidido unir sólidamente su esfuerzo en el propósito de derrocar la tiranía y llevar a cabo la Revolución Cubana.
2. Que asistir a unas elecciones parciales después de estar reclamando durante más de cuatro años unas elecciones generales y libres, constituye una actitud entreguista y traidora que no alcanzará sus fines ambiciosos porque la Revolución cortará de un tajo todas las posibilidades.
3. Que si la Revolución Cubana, que cuenta ya con la simpatía de la opinión democrática de América, es vencida en una lucha que resulta ya inevitable, la dictadura no brindará siquiera esa mísera concesión que hoy otorga por miedo a los revolucionarios, y sobre la cabeza de los electoralistas ambiciosos caerá la sangre de los que se inmolen.
4. Que consideramos propicias las condiciones sociales y políticas del país, y los preparativos revolucionarios suficientemente adelantados, para ofrecer al pueblo su liberación en 1956. La insurrección secundada por la huelga general en todo el país será invencible.
5. Que un tirano extranjero, Rafael Leónidas Trujillo, interviniendo abiertamente en la política interna de nuestro país, fraguó una conspiración contra Cuba con la complicidad de un grupo de oficiales del 10 de marzo: Alberto del Río Chaviano, Martín Díaz Tamayo, Leopoldo Pérez Coujil, Manuel Ugalde Carrillo, Manuel Larrubia, Juan Rojas y Rego Rubido, y una pandilla de pistoleros encabezados por Policarpo Soler, que salió de Cuba a raíz del golpe de Estado con la protección del propio Batista, a pesar de estar reclamado por los tribunales de justicia.
6. Que las armas trujillistas fueron introducidas en Cuba con la complicidad probada de esos militares.
7. Que el dictador Batista, en la Conferencia de Panamá, no tuvo el valor de denunciar esa agresión al honor y la integridad nacional, dándose un abrazo con el hermano del chacal dominicano.
8. Que muy por el contrario, al regresar a Cuba ocultando al país la verdad, se dio a la innoble tarea de acusar de trujillistas a los más limpios revolucionarios cubanos, cuyas firmes convicciones democráticas hacen imposible toda relación con un tirano igual que Batista.
9. Que en respuesta a la cobarde maniobra, emplazamos a Batista para que entregue a la FEU y a los combatientes del 26 de Julio las armas de la República, que no han sabido usar con dignidad, para demostrar que nosotros nos atrevemos a ajustar cuentas con el dictador dominicano y salvar el honor de la Patria.
10. Que Cuba debe responder con dignidad a la ofensa sufrida y en consecuencia somos partidarios de una acción armada contra el tirano Trujillo, que de paso libre a los dominicanos de una opresión que dura ya más de 25 años. Retamos a Batista a que diga la palabra definitiva o se ponga en evidencia ante el pueblo cubano.
11. Que la actitud débil, oportunista y cobarde del régimen frente a Trujillo, ha sido traición a la Patria.
12. Que tanto Trujillo, como Batista, son dictadores que hieren el sentimiento democrático de América y perturban la paz, la amistad y la felicidad de los cubanos y los dominicanos.
13. Que mientras los militares trujillistas permanecen en sus cargos, la flor y nata de las fuerzas armadas, los oficiales más capacitados para defender la Patria que peligra, están presos e inhumanamente tratados en Isla de Pinos.
14. Que la FEU y el 26 de Julio consideran al coronel Barquín y al comandante Borbonet y demás oficiales presos y destituidos, la más digna representación de nuestro ejército, y los hombres que hoy cuentan con más simpatías en las fuerzas armadas.
15. Que el ejército, dirigido por esos oficiales prestigiosos y honorables, al servicio de la Constitución y del pueblo, tendrá el respeto y las simpatías de la Revolución Cubana.
16. Que la FEU y el 26 de Julio hacen suyas las consignas de unir las fuerzas revolucionarias, morales y cívicas del país, a los estudiantes, los obreros y las organizaciones juveniles, y a todos los hombres dignos de Cuba, para que nos secunden en esta lucha, que está firmada con la decisión de morir o triunfar.
17. Que es hora de que los Partidos políticos y la Sociedad de Amigos de la República cesen ya en el inútil esfuerzo de implorar soluciones amigables, en una actitud que en otros momentos pudo ser patriótica pero que, después de cuatro años de rechazo, desprecio y negativa, puede ser infame.
18. Que enfrentada ya la Revolución en una lucha a muerte contra la tiranía, la victoria será de los que luchamos asistidos por la historia.
19. Que la Revolución llegará al poder libre de compromisos e intereses, para servir a Cuba en un programa de justicia social, de libertad y democracia, de respeto a las leyes justas y de reconocimiento a la dignidad plena de todos los cubanos, sin odios mezquinos para nadie, y los que la dirigimos, dispuestos a poner por delante el sacrificio de nuestras vidas, en prenda de nuestras limpias intenciones.