La primera impresión sobre Fidel es inolvidable
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Ana María Sánchez Almanza es una mujer especial. La conocí en la década de los '70 del pasado siglo cuando asumía la responsabilidad de jefa de pastos y forrajes de la Empresa Ganadera Rectángulo de Guáimaro, época en que se producía heno y ensilaje al por mayor para la alimentación de la masa vacuna.
Siempre la he admirado. Es una persona sincera, que desborda franqueza y antes de callar prefiere decir, sin tapujos, lo que siente.
No viene al caso relatar la anécdota que me hizo pensar de esta manera. Desnuda las palabras y solo utiliza las frases necesarias.
Unas semanas antes del 13 de agosto, fecha del cumpleaños 90 de Fidel, sonó el teléfono de la casa de Ana María en Guáimaro. No podía perder la oportunidad de que hablara de aquel encuentro con Fidel como inversionista, a pie de obra, de la fábrica de queso de Sibanicú.
Llegó el día convenido.
“La primera impresión fue inolvidable. En las piernas me entró un temblor. Imagínate aquel hombre tan grande y tan iluminado. Pensé que no iba a estar todo el tiempo de pie, pero resistí.
“Me quedé un poco atrás cuando Fidel empezó a caminar por la obra, pero el escolta me ubicó al lado de él. Fue mucho más la sorpresa.
“Más bien fue una controversia, no una conversación. La primera a causa: él dijo que había un tipo de queso que no tenía hoyos, y yo que sí. Cuando me dispuse a buscar unas láminas que tenía, me respondió: 'Sí tiene hoyos', y con la misma se echó a reír. Parece que me estaba probando”.
Una pausa en la entrevista me hizo recordar el momento en que Fidel le habló del queso azul, con gusano, una variedad demandada en el mercado europeo. Ella hizo una mueca y Fidel captó el gesto, percibido también por los periodistas y fotógrafos que dábamos cobertura al recorrido del Líder Histórico, el 25 de julio de 1989, por los municipios de Jimaguayú, Najasa y Sibanicú.
“¿Cómo va a dirigir la fábrica una persona que no le gusta el queso?, explica Ana María que le dijo Fidel, pero seguidamente respondió: “Yo vine a dirigir la fábrica, no a comer queso”.
Con el paso de los años la ingeniera pecuaria mantiene la percepción de que los sibanicuenses mal interpretaron aquel diálogo. “Al otro día empezaron a decir: ya ella no va a ser la administradora”.
“En definitiva lo fui . Fidel habló de mí en una reunión en Camagüey y le dijo al ministro de la Industria Alimenticia de entonces, que me mandara para adquirir conocimientos sobre queso y cómo comerlo.
“Me costó ir para La Habana, 15 días en la fábrica Siboney; en el día degustaba queso dos veces. Fui después a la industria de Cumanayagua. Aprendí . Todo fue de maravilla”.
- Después de esa prueba que te hizo de aprender sobre el queso: ¿Te llegó a gustar este alimento?
- “No me gusta sinceramente. Estuve en la fábrica cuatro años hasta que ya producía. Después vine para el matadero de Guáimaro como inversionista también a pie de obra”.
Hace poco tiempo, al cumplirse los 30 años de entrar en funcionamiento la fábrica de queso de Sibanicú, Ana María compartió con el colectivo. Elogió a Lorenzo Delgado, el actual administrador. “Sé que si lo dejan allí, la fábrica seguirá produciendo y bien”.
- ¿De Fidel qué te impresionó?
- “Comprender que es una persona que conoce mucho de todo. De queso sabía enormemente. Mucho más de lo que aprendí en los libros. Cuando estás al lado de él, te anula. Tiene una personalidad muy fuerte”.
La entrevistada sonríe y exclama en tono jocoso: “Y yo soy fuerte. No se puede describir lo que uno siente cuando estás al lado del Comandante”.
Los apuntes después de la irreparable pérdida física de Fidel los desempolvé y pregunté:
- ¿Y si volvieras a encontrarte con él que le dirías?
- Ana María de lo más hondo de su corazón exclamó: “¡Gracias Comandante! Le agradezco todo lo que hizo por este país y por nosotros que no teníamos nada cuando triunfó la Revolución. El origen mío es humildísimo. Mi mamá era lavadora-planchadora pago, yo le ayudaba, y mi papá, un obrero agrícola y casi analfabeto. Todo lo que tenemos se lo debemos a él”.
Desde que conoció de la muerte de Fidel, recuerda hoy, lloró muchos días al igual que hicieron millones de cubanos.