Fidel en el recuerdo: "Solo sus errores los harán rectificar"
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Después de 14 horas de viaje en automóvil desde La Habana llegamos el 1 de diciembre a Santiago de Cuba para reportar el homenaje del pueblo cubano a Fidel al paso por las distintas localidades de sus cenizas y el gran acto en la Plaza Antonio Maceo para darle el pueblo oriental su último adiós.
En el largo viaje una veces marchábamos detrás y otras delante de la caravana. Teníamos que llegar a Santiago a tiempo antes del cortejo y lo logramos.
Al entrar en el Centro de Prensa ubicado en el Hotel Las Américas me sorprendió en un pasillo ver a una trabajadora que limpiaba el piso llevando puesto en un brazo sobre su uniforme de faena un brazalete del 26 de Julio. La miré y mi memoria retrocedió 60 años atrás, como llaman los cineastas: sobrevino en mí un “flash back”, una retrospectiva mental.
“Compañera, dónde se puede conseguir un brazalete como el que trae, yo vengo de La Habana a reportar y fui del movimiento 26 de julio allá” —le dije. La agraciada y joven morena me observó y me dijo: “venga”. Me acerqué. Se quitó rápidamente el brazalete y me lo puso. "Tome el mío" -dijo. Lo hicimos aquí para nosotros, no tengo otro.
-“Póngaselo usted lo debe portar. Se lo merece. Yo soy fidelista”, me dijo y después de darle las gracias y con el brazalete puesto me despedí y la trabajadora siguió en su labor de aseo del lugar, quizás la más simple función en un hotel. Era una sencilla obrera revolucionaria de hoy.
Después reportando el acontecimiento vi en la calle a miles de santiagueros con similares brazaletes en sus brazos. No todos eran de la misma factura : fueron elaborados por el pueblo. Esperaban el cortejo que conducía al destino final a su Comandante.
Pensé en Frank País: él y sus compañeros del 26 de julio en esa ciudad fueron los primeros que lo portaron con las armas en la mano. Se cuenta que fue él mismo quien lo ideó y diseñó. Fueron esos jóvenes santiagueros, no muchos, los primeros revolucionarios cubanos en portarlo y vestir el glorioso uniforme verde olivo que distinguiría a nuestros combatientes del Ejército Rebelde en la lucha contra Batista y en el largo combate de estos 60 años de lucha revolucionaria.
Efectivamente, pensé en que la “gente del 26” se había multiplicado por millones. Frank con sus 22 años cayó en esa misma ciudad, siendo ya el jefe de acción nacional del Movimiento. Sus compañeros para su sepelio le vistieron de verde olivo y le colocaron en su pecho el brazalete del 26 de Julio, similar al que portaban el pasado 2 de diciembre esa obrera y miles de personas en las calles de la Ciudad Héroe.
Recordé, cuando vi pasar el cortejo fúnebre, la primera vez que conocí personalmente a Fidel en una reunión privada.
Fue a principios 1961. Pude ver a Fidel a pocos metros de mi sentado en una larga mesa rodeado de amigos de la revolución cubana que habían venido de diferentes países a conocer la obra de la naciente Revolución y patentizar su apoyo ante las primeras agresiones de Estados Unidos.
Fue en un cerrado salón de reuniones del lujoso Pent House del antiguo Hotel Rosita de Hornedo, ultima residencia en Cuba del millonario Alfredo Hornedo, magnate politiquero, que había abandonado el país “cediendo” así al Instituto Cubano de Amistad con los Pueblos (ICAP) un gran edificio en la calle primera y 6 en Miramar rebautizado como “Hotel ICAP” destinado entonces para atender a los amigos de todo el mundo que llegaban a conocer la Revolución y expresar su solidaridad.
La entrevista colectiva con Fidel duró varias horas hasta que nos sorprendió el amanecer. Varios asistentes extranjeros le formularon preguntas. Yo era un simple observador. Un joven empleado, de los fundadores del ICAP en 1960, que atendía las delegaciones desde mi posición de ”guía” que era como nos llamaban a los que explicábamos a los visitantes o invitados en recorridos por la isla lo que estaba haciendo la Revolución.
Alguien del grupo de estadounidenses presentes le preguntó: “¿Qué hará rectificar a los gobernantes de mi país la política agresiva y errónea contra Cuba?”.
La reunión terminaba. La breve respuesta de Fidel me quedó grabada hasta hoy: Solo sus propios errores los llevarán a rectificar. Cuando se den cuenta de ello, dijo.
Tuvieron que pasar 53 años para comprender cabalmente sus palabras proféticas aquel día.
Corroborando su afirmación el presidente Obama en el 2014 reconoció el fracaso de la política de su país hacia Cuba y el aislamiento al que se han enfrentado ante América Latina y el Mundo. Se inició un proceso de normalización que probablemente sea largo.
Dentro de pocos días asumirá la presidencia de Estados Unidos una nueva administración. El futuro de esa relación está lleno de incógnitas.
¿Realmente se habrán convencido los gobernantes estadounidenses de sus errores y rectificarán o pretenden repetirlos de otra manera?