Fidel, la forja
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Forja fue Fidel. Primero de sí mismo, hasta ponerse en la ruta existencial como soldado de las ideas, cuyos conceptos perdurables signaron su destino en el torrente de su pueblo, para ser de todos los pobres y excluidos de la Tierra.
Por el tiempo histórico que transitó, pocas veces alguien auscultó el horizonte y pudo revelar que el único camino salvador para la humanidad y su casa común, el planeta, sería también la forja de la Revolución, cuyos caminos son insondables, como reza la sentencia bíblica.
Pero, no habrá Revolución sin que la forjen los revolucionarios, conceptuados por Ernesto Guevara en el escalón más elevado de la especie humana. Allí estuvo Fidel, el primero, impaciente huracán, con “la fiebre política, que aún conservó”, que lo consumió hasta sus últimos días vitales.
Resulta una singularidad, que habiéndose referido muchas veces a los revolucionarios, en la bisagra de dos siglos, termine ofrendando el derrotero para cada uno de ellos; que, resultado de la forja, es una perla que no puede ser dividida, pues ha crecido de un núcleo duro, regido por la simiente de la verdad. De ahí, que con precisión matemática una capa de esa perla sea “…desafiar poderosas fuerzas dominantes, no mentir jamás ni violar principios éticos”.
Sin dramatismos ni altisonancias. Solo basta mirar en derredor para comprender el alcance de lo que será dirimido en este siglo XXI y la obra colosal que corresponde a los revolucionarios, sin exclusiones ni dogmas; armados de las experiencias que abonaron sangres generosas en los más nobles empeños.
En esta hora, festejemos la vida que nos ha dado uno de esos hombres “…solares y volcánicos; miran como el águila, deslumbran como el astro, sienten como sentirían las entrañas de la Tierra, los senos de los mares y la inmensidad continental”.