Somos el semillero de su vida
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Jesús Orta Ruiz, el Indio Naborí, dibujó en versos las cinco letras del nombre del Comandante invicto. Las plasmó en numerosas estampas, desde la memorable Marcha Triunfal del Ejército Rebelde, hasta muchas otras, con las cuales, como expresó el propio poeta, dejó a un lado la poesía escrita para lectura unipersonal y de pequeño cenáculo para revivirla entre el clamoreo de la muchedumbre, el ruido de los altoparlantes y la compañía de la oratoria política, y convertirse así en singular cronista de la epopeya revolucionaria.
La cabeza de esa vorágine de acontecimientos situó siempre a su principal protagonista. Hoy nos lo trae de nuevo, vivo, en La marcha del pueblo combatiente: La multitud es una inmensa abeja/ que zumba, cuando calla porque en torno/ al Líder, todo un mar de corazones/ palpita como un solo/ corazón en la Plaza…
A muchos nos convoca a sumarnos a aquel Voto de confianza a Fidel expresado en un poema henchido de fe colectiva, escrito en los días decisivos de la Crisis de Octubre.
“Mi Comandante en Jefe, yo confío/ en lo que digas tú. Soy tu soldado,/Tú indicarás el cauce y yo confiado/ por ese cauce lanzaré mi río/
Eres el capitán de este navío,/ no porque capitán te has proclamado,/ sino porque cien veces has triunfado/ sobre la tempestad en mar bravío,
Como he visto a la luz de tus empeños/ volverse realidades tantos sueños,/ hasta en tus sueños creo, hermano puro/
Por eso el pueblo, que en tus manos tiene/ las llaves luminosas del futuro/ te dice; Comandante en Jefe, ordene.
Con Naborí renovamos la admiración y el respeto por el que siempre fue el primero frente al peligro, como ocurrió ante el azote del ciclón Flora, en que estuvo en riesgo de perder la vida en las zonas inundadas. Así lo describió el poeta en Fidel sobre el Cauto en furia:Valiente, como el día en que atacó el Moncada; /como cuando en el Granma retó noche y oleaje;/ como cuando fue rayo de la Sierra incendiada;/ como cuando en Girón fue pecho de coraje,
Va Fidel sobre el río que embiste y anonada/ las tierras, bajo el viento que es un toro salvaje./ Corre en un carro anfibio, llevando en su mirada/ un ansia de relámpago que le anticipa el viaje.
Quiere saltar, volar a donde sus hermanos/sufren, gritan y esperan el amor de unas manos./ Se inunda el carro envuelto por ola tumultuaria peligra el Comandante; pero al punto, emergente,/ un campesino salvo por la Reforma Agraria/ salva a su salvador…y rinde a la corriente.
Cómo no recordar aquella maniobra contrarrevolucionaria que desarticuló con su viril presencia, plasmada en la Breve crónica del 5 de agosto: Vio a lo lejos el grupo mercenario/ andar un río multitudinario,/ y pensó que en su apoyo se acercaba,
Pero no era un tumulto claudicante/ sino una multitud patriota y brava/ y Fidel, como siempre, iba delante.
Y entre tanta obra nacida de la emoción y el compromiso de un bardo que recibió de manos del líder histórico de la Revolución el título honorífico de Héroe del Trabajo de la República de Cuba, resalta el Poema pioneril de los relevos, un hermoso canto de futuro, de continuidad del legado de quien se entregó por entero a los suyos:
Para que el árbol nunca muera,/ van en el fruto las semillas./ Fidel es un gran árbol./ Nosotros, los pioneros,/ somos el semillero de su vida,/ Inmenso es el cordón de los relevos/ hacia la luz definitiva./ Fidel siempre naciendo./ Fidel siempre creciendo./ Fidel en esta infancia de boinas encendidas./ Fidel en la vanguardia de la juventud/con la herramienta y el fusil,/ el libro y la consigna,/ Fidel pasando por la Historia/ de estrella individual a estrella colectiva.
Fuente: Breves apuntes para la epopeya, Jesús Orta Ruiz, Indio Naborí